En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 30 de diciembre de 2021

Crimen en la hierba – Frédéric Dard

 



No es muy conocido en España Frédéric Dard (1921-2000). Pocas obras suyas hay traducidas y esta, publicada en su día por Bruguera, está descatalogada.  

Crimen en la hierba es una novela breve, muy directa, que parece una película de la mejor época del cine negro. 

La historia comienza en Francia, en la Costa Azul, donde el protagonista veranea en solitario tras la enésima ruptura con su pareja de siempre. Allí conoce por azar a Marjorie, una inglesa por la que siente un flechazo tan irresistible (¿o será que las crisis de pareja propician las huidas hacia delante?) que a los pocos días se ha largado a Edimburgo siguiéndole los pasos. Aunque, claro, hay un problemilla: un marido celosete que no deja a su esposa ni a sol ni a sombra.

Siendo una novela negra, y más a la vista del título, no descubro nada si digo que tras el peregrinaje se acaba vertiendo sangre. Ahora bien, como ya hizo Dard en El montacargas, la cuestión no es quién ha sido, ni si lo van a descubrir, ni por qué lo ha hecho. La cuestión, brillantemente dibujada, es otra. ¿Cuál? La que el lector sabrá si lee esta novela que va dando giros hasta un final sorprendente que no renuncia a una sorpresa adicional en la página final.

Entretenida, bien organizada e interesante. Parece haber sido escrita para ser llevada al cine.




lunes, 27 de diciembre de 2021

El hijo del chófer - Jordi Amat

 



El hijo del chófer es Alfons Quintà (1943-2016), periodista que sacó a la luz el caso Banca Catalana, pionero de El País en Cataluña y diseñador y organizador de TV3 en los que fueron los mejores años profesionales de quien el autor define como una persona maligna debido a sus complejos y a su brutal forma de ser.

La figura de Quintá está, a ojos del autor, marcada por el abandono de su padre, que dejaba solos en casa a madre e hijo para salir corriendo en busca de la felicidad con la amante que tenía no sé dónde y, también, aprovechando que tenía coche por su trabajo como comercial, para hacer de chófer de Josep Pla y su círculo. Esto último permitió al Alfons Quintá niño y adolescente conocer a un montón de gente y saber dónde llamar para obtener información. Sus fuentes, sobre todo al comienzo de su carrera, eran muchas y buenas.

La historia narra la peripecia vital de Quintá, íntimamente vinculada a la transición en Cataluña. Quintá fue un hombre cuya indudable capacidad periodística y organizativa se vio primero lastrada y pronto arruinada por su patológico modo de ser (brutal, mal educado, egocéntrico, caprichoso, inmoral y caótico), por la utilización de su profesión como instrumento de venganza hacia quien culpara (bastante irracionalmente) de haberlo dejado en la estacada y, finalmente, por la volatilización de su prestigio al ponerse a sueldo de aquellos a quienes previamente había criticado (¿o combatido?): cuando el silencio de un periodista se puede comprar, su prestigio desaparece.

Este retrato del ascenso y caída un hombre que, aunque puede llegar a ser brillante, está como un cencerro, sirve a Jordi Amat para hacer también un recorrido por la transición en Cataluña y, en particular, por la oscura y compleja figura de Jordi Pujol, mucho más clave en la vida de Quintá de lo que Quintá, pese a sus odios desaforados, fue en la de Pujol.

Alfons Quintá se suicidó en 2016, con 73 años, tras asesinar a la única mujer que, tras abandonarlo como todas las anteriores, había vuelto con él.

Una lectura amena y enriquecedora, aunque, por lo que cuenta, desagradable y dura.



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jueves, 23 de diciembre de 2021

Tres habitaciones en Manhattan – George Simenon

 


 

              Menudo descubrimiento, el famosísimo George Simenon, a través de estas tres novelas publicadas al alimón por Anagrama y Acantilado (las reseñas de las otras dos, El fondo de la botella y Maigret duda, son las inmediatamente anteriores a esta). Confieso que tanta fama y el hecho de haber escrito nada menos que dos centenares de novelas me hacía temer, antes de leerlo, que su literatura era fast food. Buen fast food, pero fast food. Me equivocaba. Como esas otras dos novelas recién publicadas en Anagrama-Acantilado, Tres habitaciones en Manhattan tiene un nivel literario elevado, una prosa concisa, clara, directa, poderosa, y una nítida estructura que de puro bien hecha resulta elegante y que conduce al lector del principio al fin de la novela sin trompicones ni esos falsos llanos que tan largos y vacuos se hacen a veces. Se trata de una obra donde la pulsión lectora es constante y deriva de la fuerza de los personajes.

              Nueva York. Años cuarenta del siglo XX. De noche, en un bar de mala muerte, coindicen un hombre y una mujer tan empapados de soledad que acaban conversando y marchándose juntos con la naturalidad con la que el suicida improvisado se tira al vacío. El lector asiste primero a los balbuceos de esa relación incipiente, simbolizados en la anónima habitación que llegan a compartir en un hotel. Después conoce a los demonios del protagonista masculino, famoso actor francés llegado a Estados Unidos huyendo del pasado; y los conoce cuando la pareja se traslada al cuchitril donde él vive. Es la segunda habitación. La incógnita, hasta ese momento, es la mujer, la protagonista femenina, cuya historia se termina de conocer cuando acaban yendo a la habitación en la que ella había vivido hasta aquella noche en la que se encontraron. Y después, el desenlace.

              Una historia de soledad, desesperación, egoísmo, generosidad y exorcismo de los demonios de cada cual. Una gran y breve obra que, como las otras dos antes reseñadas en este mismo blog, se puede leer en un día.

 


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(A la fecha de esta reseña el libro no está dado de alta en Todos tus libros)


lunes, 20 de diciembre de 2021

Maigret duda – George Simenon

 


             

              A pesar de haber leído bastante novela negra en los últimos años, de tener amigos expertos en la materia a los que veo con frecuencia y hasta de haber participado en varios programas de radio sobre el género, reconozco mi falta: hasta ahora no había leído ningún libro de George Simenon. Solo uno, breve, sobre él. Ya he corregido la falta: El otro día cayó El fondo de la botella (1948) y al día siguiente tuve el placer de conocer a Jules Maigret, que andaba el hombre por París en 1968, cuando está firmada la novela, husmeando yo diría que en esta casita de la calle Marigny, junto al Palacio del Eliseo.

           

              Maigret ha recibido una carta en un elegante papel avisando de la próxima comisión de un crimen. ¿Avisa el asesino, que es así de educado, u otra persona? Lo primero que hace Maigret es averiguar de dónde ha podido salir la carta y, una vez lo hace, se topa con una familia poderosa, adinerada y peculiar: un abogado, timorato y debilucho, experto en derecho marítimo y obsesionado con las eximentes penales por enajenación mental; su esposa, una dama soberbia que es la que pone el abolengo y la mala uva en la familia; la secretaria del abogado, una elegante muchacha con una facilidad prodigiosa para decir la verdad de modo directo y sin atisbo de vergüenza; los ayudantes del abogado, los hijos, el servicio, los parientes… Un revoltijo donde casi todo el mundo tiene algo que reprochar al resto y donde la policía no puede hacer nada por falta de crimen.

              Hasta que el crimen se produce, claro. Y entonces ahí está Maigret, en una novela negra de salón donde la identidad del criminal es un acertijo para el lector.

              Los primeros dos tercios de la novela permiten al protagonista y al lector conocer el ambiente del lujoso apartamento de la calle Marigny, donde las pulsiones de cada cual tensan una convivencia en la que la sensualidad también juega un papel importante. La última parte no hace falta que cuente de qué trata.

              El oficio de Simenon se nota constantemente, como si lo que estuviera uno leyendo fuera el resultado de una primorosa factoría literaria: una novela muy bien escrita, muy bien estructurada, que avanza de modo firme y sin rodeos haciendo que la lectura sea amena y rápida. Si alguna reflexión induce Maigret duda, hay que sacarla de los hechos narrados, no de las inexistentes reflexiones del autor. Una novela, también, de la dimensión exacta para ser leída en un solo día.

              Merece la pena acercarse a Simenon.

 

 

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(A 20-11-2021 no está disponible en Todos tus libros)



jueves, 16 de diciembre de 2021

El fondo de la botella – George Simenon

 


 

              1948. Arizona. Frontera con México.

              En territorio de Estados Unidos, a una treintena de kilómetros de Nogales, localidad divida en dos por la frontera, cierto número de matrimonios de rancheros que viven una vida opulenta esperan con expectación la llegada de las lluvias en el lado mexicano, en las montañas. El agua correrá ladera abajo de un país a otro y convertirá el río Santa Cruz, habitualmente una rambla seca o medio seca, en un caudal imposible de traspasar. Ellos quedarán aislados durante unos días, pero el agua llenará de pasto las montañas.

              P. M. uno de los rancheros, un abogado de origen humilde que tras trabajar duro se casó con una rica propietaria, como habitante de la zona tiene fácil acceso al paso fronterizo de Nogales: los guardias conocen a P. M. y le dejan ir y venir sin pedirle el permiso de paso cuando, de vez en cuando, tras tomar unas copas se permite darse un revolcón de pago en el lado mexicano. El día en que comienza la historia P. M. regresa a tiempo de cruzar el río. Al llegar a casa su esposa aún no ha llegado: sigue en una de las interminables pachangas que montan los vecinos; encuentros que pueden durar horas y horas e incluso días, porque, aparte de hablar y beber, ¿qué va a hacer uno  en su posición? Y más cuando comienza a llover y, fuera de casa, la única diversión es acercarse al río y ver la crecida.

              Pero quien ha llegado, y P. M. no esperaba es su hermano menor, con el que hace siglos que no mantiene relación. El hermano es un hombre que tuvo las mismas pocas oportunidades que él, pero, así como P. M. supo prosperar, Donald, que así se llama su hermano, se limitó a fracasar en todo y, para colmo, acabó en la cárcel, de donde se ha fugado.

              A partir de aquí, se abre un ambiente de suspense en torno a qué va a suceder: ¿identificará alguien a Donald, al que es imposible ocultar? ¿Querrá y podrá P. M. echarle una mano en su huida? Aunque lo más importante no son las decisiones, sino las cuestiones que suscitan: ¿Hasta qué punto obligan los lazos familiares? ¿Hasta qué punto la necesidad o la carestía justifica el chantaje? ¿Hasta qué punto debe sentirse culpable el que está mejor que otro? ¿Cómo debes sentirte cuando disfrutas de un bienestar que no te has ganado tú por completo? ¿Qué es y cómo se demuestra el amor fraternal? ¿Y el amor entre cónyuges?

              No voy a contar más, porque no es cuestión de destripar la obra, pero de todo esto trata El fondo de la botella, y lo que sucede lo sabrá quien lea una novela que no necesita más que un día para ser leída y en la que –meritoriamente- se respira un ambiente áspero y desagradable desde la primera línea porque lo requiere la historia.

 

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(A 29-11-2021 no aparece disponible en Todos tus libros)




lunes, 13 de diciembre de 2021

Un bello misterio – Louise Penny

 


 

              No puede decirse que las novelas de Louise Penny sean muy realistas, pero sí que tienen la necesaria verosimilitud para disfrutar con ellas. O, dicho de otro modo, Un bello misterio es una muy buena obra de ficción construida con materiales alejados del mundo real.

              Hay dos «misterios» que se apuntan ya en las primeras líneas de la novela. El primero, el «bello» que da título a la novela, es la música y, por la parte que ocupa a esta novela, el punto inicial del canto gregoriano; la «clave» desconocida a partir de la cual se desarrolló. El segundo misterio, también bello aunque no tanto, es cómo una comunidad de monjes –con voto de silencio- escapada de Europa a causa de la Inquisición pudo largarse a Canadá, construir sin que nadie lo supiera un monasterio recóndito y llegar hasta el siglo XXI sin que ni el Vaticano ni el gato tuviera noticia de su existencia, al tiempo que conservaban entre sus muros el canto gregoriano más puro del mundo.

              Y el tercer misterio, bastante más feorro que bello, es quién ha apiolado a uno de los veinticuatro monjes que viven y cantan en el monasterio. Y allá se va Gamache, con su ayudante el inspector Beauvoir, a desarrollar una novela negra no sé si llamar «de salón», de «iglesia» o «de saca capitular».


              Como es de prever, la acción consiste en ir hablando con unos y otros para que cada uno hable de sí mismo y de los otros, a la búsqueda de información, contradicciones y silencios significativos. Así es como Gamache y Beauvoir van sacando a la luz las rencillas y diferencias de una comunidad que, pese a sus esfuerzos y a lo espiritual de sus cánticos, sigue siendo demasiado humana. La organización monástica es también un factor atrayente en la narración, y también lo es que una de las pistas que inmediatamente encuentran los investigadores apunte a un misterio secular relacionado con la música. Unan ustedes a ello mucho canto gregoriano y que el inspector Beauvoir mantiene un idilio con la hija de su jefe y no sabe cómo decírselo, que ambos aún pagan las consecuencias del soponcio lleno de tiros que vivieron en Enterrad a los muertos y que, para colmo, cuando nadie lo esperaba aparece el jefazo de ambos con intenciones nada pacíficas, más bien cizañeras, que parecen traer por causa una intervención de Gamache que posiblemente Penny haya contado en alguna de las novelas de la saga no traducidas al español (que yo sepa, la segunda, tercera y cuarta).

              El resultado es una novela sumamente interesante, escrita con solvencia aunque sin florituras, que capta la atención del lector de tal manera que a pesar de sus 494 páginas se lee rápidamente. Una lectura muy otoñal e invernal. O, al menos, a mí me gusta leer a Louise Penny cuando comienza el frío. Será por sus ambientes.

              Así que ya sabéis: a disfrutar con los asesinatos en los conventos, que son un clásico. Que se lo digan a Umberto Eco con El nombre de la rosa o a P. D. James con Muerte en el seminario.

 

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jueves, 9 de diciembre de 2021

Vida de Gérard Fulmard – Jean Echenoz

 



Mientras leía esta novela puse en Instagram algo así como «Echenoz que no es Echenoz, pero sí», sabia reflexión, ejem, que anticipaba la impresión final: Vida de Gérard Fulmard es una novela sorprendente en comparación con las otras tres obras que había leído de Echenoz.

Vida de Gérad Fulmard es una lúcida novela de humor que demuestra que el humorismo no está reñido con la elegancia. Gérard es un inútil que, tras ser echado de su trabajo como asistente de vuelo se recicla como detective privado pese a tener menos capacidad y disposición que experiencia, y su experiencia es nula. De tamaño imbécil echa mano el entorno de unos personajes de vida más que bien acomodada que pululan en la cúspide de un partido político minoritario, renacuajo y que no pinta nada, creado en torno a la figura de un hombre ya mayor y en retirada, que ha hecho del partido un cortijo donde él reina en espíritu, su esposa corta el bacalao y aún queda por ver qué reservará el porvenir a la guapetona hija de ambos. Pero, como pasa en cualquier asociación, muchos de los que en ella se meten lo hacen por ambición, y todo partidete, hasta el de esta novela, tiene sus facciones y, dentro de cada una de ellas, su lucha de intereses.

Y esto es lo que cuenta la novela: las andanzas de unos y otros y, en medio, el inútil de Fulmard. 

Es una historia corta, de capítulos breves que se leen bien. Más cerca del telegrama que del romance, y con un sentido del humor que a mí particularmente me agrada mucho, basado en cómo los hechos esperados e inesperados, pero no por ello menos cotidianos o previsibles, van despojando al personal de la importancia que cada uno cree tener hasta reducirlo a su verdadera dimensión. Reducci´n de vanidades o aniquilación de solemnidades. Llámenlo ustedes como quieran. Un humor basado, también, en la cortedad de miras de creer que todos los que están conmigo tienen mis mismos intereses. Los que aquí confluyen son la vanidad, el poder, la ambición, pero también el sexo y la obsesión, y como cada uno tira para un lado, los equilibrios que en un momento dado han reunido y sostenido armónicamente todos esos intereses acaban saltando según evoluciona la vida y las páginas.

Una gran y breve lectura.



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lunes, 6 de diciembre de 2021

Pnin – Vladimir Nabokov



«La más deliciosa de las novelas de Nabokov», pone la sinopsis en boca de G. M. Hyde. La más humorística que he leído hasta ahora, desde luego.

Pnin es un exiliado ruso que se gana la vida como profesor en Estados Unidos. No es que el caballero tenga muchos entusiastas entre alumnos y colegas, aunque no por falta de profesionalidad sino porque, simplemente, hay cosas que interesan y otras que no, y él, qué le va a hacer, se ocupa de una de las segundas. Desde su aspecto físico a su vida solitaria y llena de estrecheces, todo ayuda a ofrecer una imagen de Pnin ridícula a ojos de los demás: un hombre poco apreciado, separado de una esposa que solo recurre a él para aprovecharse y abusar de su buena disposición, dedicado a una tarea que nadie valora y que vive o malvive como puede recibiendo, como mejor trato, la condescendencia de los demás. Sin embargo, Pnin no se arredra y sigue con su vida, con esa vida, lo cual hace de él un personaje también ridículo a ojos del lector, hasta desembocar en un final, cuando las cosas se le tuercen hasta situarlo fuera del cobijo de toda condescendencia, en el que emerge su dignidad de un modo que nos recuerda que la dignidad no tiene nada que ver con la ambición.

Una buena lectura, entretenida, quizá no tan profunda como muchas otras de Nabokov, pero más profunda que cualquier noveleja de las que infectan las librerías, y  escrita de ese modo a un tiempo natural, impecable, implacable y elegante que caracteriza a Nabokov y que resulta inalcanzable para el resto de los mortales.




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jueves, 2 de diciembre de 2021

Comimos y bebimos – Ignacio Peyró

 



              Tras leer Ya sentarás la cabeza no dudé en comprar y leer Comimos y bebimos –publicado dos o tres años antes- cuyo subtítulo, «Notas de comida y vida», no hace más que reforzar lo que el título anuncia. Como me habían avisado, sabía que iba a encontrar algo parecido a Ya sentarás la cabeza, y así ha sido, aunque hay notables diferencias: permanece y se intensifica el amor al papeo y la loa de todo buen plato, pero no aparecen ni a los postres las anécdotas profesionales ni las reflexiones a la buena de Dios; cuanto se dice en Comimos y bebimos tiene algo que ver con la pitanza.

              Para degustar este libro hace falta ser buen lector y tener buen apetito. Peyró habla de la comida con un lenguaje rico (también en el sentido de sabroso) y elevado, pero con el tono de quien sabe que está ensalzando hasta los cielos algo de lo que en última instancia todo el mundo puede prescindir y, si no queda otro remedio, cambiar por un mal bocadillo, de lo que resulta un texto que acerca tanto al humor como una buena comida.

              A capítulo por mes (porque cada época tiene sus peculiaridades gastronómicas), Peyró habla de las cuitas de quien tiene un paladar más excelso que abundante su bolsillo, realiza agudas observaciones sobre lo que ciertas comidas y bebidas representan en la sociedad (la de veces que he recordado sus palabras sobre el vino blanco) y de vez en cuando se deja llevar alegremente por la euforia de un magnífico sabor para revolotear entre elegía y poesía sin perder nunca el humor.

              El resultado, un libro que se lee como se saborea una magnífica comida.



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lunes, 29 de noviembre de 2021

El mal de Corcira – Lorenzo Silva

 


 

              Dentro de la saga de Rubén Bevilacqua, El mal de Corcira es, posiblemente, la novela más ambiciosa. En lo literario va más allá que las anteriores –de evolución casi siempre lineal- al confrontar presente y pasado de varios personajes junto a importantes saltos en el tiempo que no afectan al fondo; por otra parte, dentro del género negro supera la voluntaria limitación de otras novelas de la saga, que se ceñían al procedimiento policial para mostrar el máximo realismo; El mal de Corcira, en cambio, apuesta por mezclar equívocos –aunque también realistas- que implican pasos adelante y atrás de modo que la intriga crece con intensidad sin quedar reñida con el realismo; y, por fin, las circunstancias de la víctima le permite a Silva avanzar en otro frente, el más relevante y ambicioso en esta novela: el social. De modo tangencial pero importante se trata la homosexualidad de modo normalizado, pero, sobre todo, se aborda la existencia de ETA haciendo un repaso –a través de los recuerdos del protagonista- muy interesante de vivencias y procedimientos que muestran el grado de entrega y sacrificio que exige la lucha contra el terrorismo.

Este último aspecto es el que ha caracterizado la novela ante el público y casi con toda seguridad abordarlo era el objetivo de Lorenzo Silva. En algunos sitios se ha afirmado o insinuado que esta novela pretendió aprovechar el éxito de Patria, que habría abierto la veda del tema. No sé si es así, pero da igual porque no sería ningún crimen sino algo bastante lógico, comercialmente hablando, y dada la relevancia del tema tampoco puede decirse que sea propiedad de nadie. En cualquier caso, ambas obras solo tienen en común –además de ETA al fondo- que seguramente su publicación hubiera sido imposible, o al menos muy polémica, antes del fin de la violencia etarra.

Por lo demás, cualquier otro paralelismo resulta cuestionable o, directamente, absurdo. El mal de Corcira es deudor de su protagonista, por lo que no puede sino abordar la cuestión desde su óptica: la de un guardia civil directamente involucrado en la lucha contra el terrorismo que, además, cuenta la historia en primera persona. El resultado es muy interesante, pero, lógicamente, es más un retrato corporativo que social; cualquier visión, lo mismo la de la Guardia Civil que la de los terroristas o la sociedad, se hace a través de los ojos del protagonista.

¿Puede ser que Silva haya querido dar una visión más amplia que la que podía proporcionarle el personaje y haya expresado a través de él sus propias opiniones? Puede ser. Que la visión sea más la del escritor que la del personaje justificaría la sensación que he tenido de que Bevilacqua cuenta las cosas «desde fuera» y con cierta rigidez, con atrevimiento, pero con los recuerdos de 1992 encorsetados en la realidad de 2019 o 2020. Es la única crítica que se me ocurre hacer.

Yendo ya al argumento en sentido estricto, la cosa comienza con el asesinato en Formentera de un caballero que resulta ser un antiguo etarra, lo cual, por si las moscas, provoca la intervención de la unidad de Bevilacqua y desencadena los recuerdos que se van intercalando con el presente.

              Así vemos los procedimientos de investigación actuales frente a los procedimientos (de información) de los años 90. Dos mundos muy distintos detallados hasta producir una intensa sensación de realismo y que resultan apasionantes, sobre todo los segundos. El lector tiene ante sí en todo momento tres zanahorias: el interés que suscita el crimen concreto investigado, los modos de actuación en la lucha contra el terrorismo en los años 90 y, por fin, qué diablos le sucedió o dejó de suceder a Bevilacqua entonces, asunto pendiente desde el inicio de la saga. No defrauda.

              Como se ve, hay varias lecturas posibles de este libro, y todas compatibles. Por un lado, es una novela negra o policial y como tal puede leerse. Por otra, tiene un componente histórico muy atractivo para todos los que hemos vivido los años del terrorismo (de hecho, varios episodios y personajes son de inspiración claramente identificable) y, finalmente, tiene una lectura social (o política, pensarán algunos) por el posicionamiento de Bevilacqua o del autor a través de su personaje.

              Las dos primeras lecturas son interesantísimas y meritorias y la tercera, no siéndolo menos, es la que más división de opiniones ofrecerá. A mí me pareció valiente, pero un amigo «benemérito» me dijo que era un libro «demasiado equidistante». A saber. Lo que sí es, es una postura con sentido común y que intenta no dejarse llevar por las emociones. Quizá sea eso lo que lo hace más raro.

              Leedlo.


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sábado, 27 de noviembre de 2021

Damas y caballeros, pasen y lean. Selección de lecturas.

 

Damas y caballeros, pasen y lean:

 

Para lo que ustedes gusten, he aquí, de entre las reseñadas este año en este blog, una selección de diecisiete lecturas que me siento particularmente contento de haber hecho. Desde cada imagen puede accederse a la reseña.

 

Que ustedes lo lean bien.





















jueves, 25 de noviembre de 2021

Un hilo de humo – Andrea Camilleri

 



¡Gracias sean dadas a los dioses y a Booket por reeditar este libro publicado en España en Destino y descatalogado hasta el 17 de noviembre de este año!

Un hilo de humo fue la segunda novela publicada por Andrea Camilleri. Fue en 1980, cuando tenía 55 años. La tercera llegó en 1992, ya con 67. Ojalá la primera, El curso de las cosas (1978), vuelva a ver pronto la luz en español.

Para los devotos de Camilleri Un hilo de humo lanza un hilo de luz sobre los orígenes de su obra. En muchas de sus novelas posteriores reprodujo el planteamiento de ésta (una sucesión de escenas sobre varios personajes que crean una historia coral, o una historia de historias) si bien depurado y mejorado, pues en Un hilo de humo hay algunas escenas un poco confusas y la división entre «actos» es menos evidente que en obras posteriores del mismo tipo, como La desaparición de Patò, La concesión del teléfono, La ópera de Vigàta o El sobrino del emperador, todas reseñadas en este blog.

Es decir, Un hilo de humo no es la mejor obra de Camilleri en la «Vigàta histórica», ni siquiera es una obra ambiciosa, pero sí es una historia fresca que ya luce las principales características de las mejores y más divertidas novelas del autor: el universo de Vigàta comienza a tomar forma, es el primer salto a un pasado no demasiado remoto (finales del siglo XIX) donde la ingenuidad de unos y las malas artes de otros comienzan a conformar la situación política y social derivada de los cambios políticos impuestos por la unificación de Italia y del auge de la mafia; descubrimos que el estilo breve, directo, telegráfico de Camilleri, con poca descripción, mucho dato relevante y siempre con un punto de sensualidad vinculado a atracciones irresistibles, venía ya de antiguo y, por encima de todo ello, vemos su fidelidad al constante pivotar de sus historias sobre las debilidades del ser humano.

Salvatore Barbabianca es un estafador ya de cierta edad que ha hecho fortuna a costa de todo el que se ha cruzado en su camino. Un tipo que solo tiene escrúpulos a la hora de dejar de estafar una lira. La historia comienza cuando está a punto de llegar a Vigàta un carguero ruso para llevarse un montón de toneladas de azufre, encargo que Barbabianca, por culpa del «inexplicable» retraso en un telegrama, no va a poder atender. Un desastre que lo va a conducir a la ruina.

Todo el mundo se entera de la inminente llegada del carguero con la misma velocidad con que corre la voz de que los almacenes de don Salvatore están vacíos y que nadie va a mover un dedo por ayudarle a llenarlos, Al contrario, las zancadillas se van a suceder primero con amabilidad –por prudente cobardía- y, pronto, cuando la cosa se da por hecha y la cobardía desaparece, con un desprecio no fundado en la valentía sino en una ruín sensación de impunidad. Vigàta en pleno, y en especial todo el que tiene cuentas pendientes con el estafador, se dispone a disfrutar la caída en desgracia de Salvatore Barbabianca, patrocinada por uno de sus rivales.

    No deja de ser una venganza vergonzante porque todos la disfrutan pero ninguno da la cara. Barbabianca y los suyos, por su parte, tienen que soportar el amago trago de la humillación.

El hilo de humo al que alude el título es el del carguero ruso al divisarse en el horizonte. Un hilo que para unos representa la esperanza y para otros el final. No es mal título como presentación de la obra entera de Camilleri, en la que las distintas miradas que admiten la realidad juegan siempre un papel fundamental.

Lo que he dicho hasta ahora más o menos lo explica la sinopsis. Si añadiera más datos destriparía la novela, así que me limitaré a decir que quien es mezquino acaba expresando su mezquindad de una manera o de la opuesta, según sean las circunstancias. Camilleri muestra que de la adulación a la traición el paso es tan pequeño como la dignidad de quien incurre en cualquiera de esos dos vicios. Una historia sobre la mezquindad, la vanidad y la cobardía que les es aneja y, también, con un final humano, porque queda claro que ya desde el principio de su obra Camilleri cuidó este extremo. Un toque final, el de Camilleri, que nos dice que aunque la realidad nunca cambia, a veces es posible escapar a ella gracias a eso que ahora se llama «justicia poética» y que en realidad a menudo consiste en dar una oportunidad a la casualidad para que traíga la suerte.

Encantado de haberlo leído.


Portada de la primera edición en España.
Destino. 1980.


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lunes, 22 de noviembre de 2021

Don Camilo. Un mundo pequeño – Giovanni Guareschi

 



Tanto y tan bien había oído hablar de Don Camilo que me ha sorprendido no encontrar lo que esperaba, sino algo muy por debajo y parecido a una secuencia de episodios, más o menos sin orden ni concierto, de Tom y Jerry, Pixie y Dixie o el Coyote y el Correcaminos.

    La obra comienza con una declaración de intenciones del autor expuesta con tres historias que nada tienen que ver con las de Don Camilo, donde se nos explica qué es ese mundo pequeño en torno a una parte de la ribera del Po y a su idiosincrasia. Y luego, principian estas.

No hay un argumento propiamente dicho, sino una serie de sucesos cronológicamente ordenados que transcurren en el valle del Po en Italia, a finales de los años cuarenta del siglo XX y cuyos protagonistas son dos machitos enfrentados, orgullosos, eternos rivales –a fin de cuentas, cada uno representa un tipo de poder y todo poder aspira a ser el único- fortachones y más brutos que un jabalí: el cura del lugar, don Camilo, y el alcalde comunista, Peppone. Dos individuos a un tiempo agudos en la valoración de otro y de la naturaleza humana, dispuestos a moler a palos a cualquiera y realizar todo tipo de barbaridades, pero con cierto sentido de la nobleza y del respeto al rival: se le puede moler a palos, pero no humillar; se puede machacar su ideología y a él como su representante, pero hay que respetar a la persona.


Sin embargo, Guareschi sitúa a don Camilo en un plano moralmente superior a Peppone, porque, aunque el sacerdote es un cabestro, tiene línea directa con Jesuscristo, que le habla desde el altar mayor. Obviamente, cuando tienes un jefe a un tiempo gran hermano y hábil guía acabas yendo con la docilidad de un corderito por el camino que te marca. Las correcciones divinas a don Camilo –muy parecidas a su conciencia- solo con cierto voluntarismo pueden tomarse como crítica a los excesos de la religión, porque el autor se cuida de elevar a Peppone solo lo necesario para que sostener el combate de egos y dignidades, ni un milímetro más, y la notable inteligencia que se le concede no es suficiente como para evitar, con el paso de las páginas, que sea reflejado como un forofo de ideales que mantiene más por la fe del fanatismo que por la razón, aunque se le otorgue un fondo noble.

Al final, dos fes enfrentadas de la que siempre sale mejor parada la de don Camilo, como si el mensaje subliminal del libro fuera «seas inteligente o más bestia que un arado, el verdadero listo es el que gana y aquí siempre gana el mismo, así que no seas tonto». O quizá, incluso, el mensaje puede ser «el más inteligente de los comunistas nunca estará por encima del más tonto de los curas». Tal es así que a menudo las «derrotas» de don Camilo consisten, simplemente, en renunciar a humillar a Peppone. Además, por si no quedara claro quién está en el lado «correcto», Guareschi hace desfilar una legión de «rojos» (en general presentados en forma de manada), que así los llama, que reniegan de Dios en público y acuden a él en privado.

Contrariamente a lo que pensaba, no hay motivo literario para resucitar este libro de humor simplón, aunque sí resulta interesante para viajar a otros tiempos y reflexionar sobre la razón de su viejo éxito: la necesidad de seguridad o, lo que es lo mismo, de sentirse en el bando correcto, necesidad acuciante en situaciones tan turbulentas como lo habían sido los treinta años anteriores en Italia; o como lo están siendo ahora, con revoluciones tecnológicas, geopolíticas, enormes mutaciones económicas y hasta pandemias. ¿Quizá por eso ha resucitado con Camilo? En época de dudas son tantos los que quieren sentirse en el bando de los buenos que el negocio de señalar buenos y malos siempre acaba por florecer.


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jueves, 4 de noviembre de 2021

Guía del autoestopista galáctico – Douglas Adams

 


 

              Publicada en 1979 (y en España en 1983), Guía del autoestopista galáctico es una muy buena novela de humor fundada en el previo serial radiofónico firmado por el propio Adams que tanto éxito tuvo que devino en novela.

              Y la novela, muchos años después, en 2005, devino en película, o más bien en peliculeja a la que esta edición de la novela dedica más de un tercio de las páginas, comenzando por un epílogo en tono de epopeya seguido de entrevistas a varios de los actores, como si la película hubiera sido «el» objetivo y, además, se hubiera alcanzado cum laude. No debido de ser el caso. No sé nada de cine, pero husmeando por ahí sospecho que nadie recuerda ya la película, que debió de ser una birria como cualquier otra. La novela, por suerte, sobrevivió, y el lector de esta edición puede, felizmente, ahorrarse el soporífero epílogo y el tostón siguiente.

              Douglas Adams escribió Guía del autoestopista galáctico a los veintitantos años, lo cual quizá explique lo osado de su humor, fundado en el absurdo y la extravagancia. La novela, tras un comienzo titubeante donde hay un exceso de gracias consistentes en dar demasiados nombres absurdos y pretendidamente ingeniosos, consigue encarrilar la historia mezclando lo normal, lo imposible, lo inverosímil y la extravagancia. El resultado (una mezcla con dos partes de humor inglés -que lo que menos toma en serio es lo solemne- y una de humor americano -basado en el exceso-, y es que Douglas Adams nació en Inglaterra pero trabajó en Estados Unidos) es de lo más entretenido y va ganando gracia y forma según avanzan las páginas, y lo que al principio no se sabe qué es termina siendo una novela de acción en un caricaturesco marco de ciencia ficción (conviene recordar que en 1977 se había estrenado La Guerra de las Galaxias, poniendo de moda el tema).

              ¿Cuál es el argumento?

              La Tierra, un planetita más en medio de un universo mucho más abarcable de lo que los ignorantes terrícolas creen, es demolida de modo rutinario para hacer una vía espacial. Uno de sus habitantes, Arthur Dent, un pelagatos cuya casa también estaba a punto de ser demolida, consigue salvarse gracias a un amigo que resulta no ser tan terrícola con él creía. A partir de aquí, y tras diversos problemillas debido al genio de ciertas razas de extraterrestres, acaban en contacto con un tipo que, además de ser el presidente del mundo intergaláctico a título de testaferro de fuerzas ocultas, es también un tipo con objetivos propios –y oscuros hasta para él mismo- en los cuales, y junto a otra terrícola llamada Trillian, se ven envueltos Arthur y su amigo hasta desembocar en un final movidito donde se plantean, caricaturescamente, las grandes cuestiones del ser humano: quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos.

              Un muy buen libro de humor del que, en esta edición y como ya he dicho antes, se puede prescindir del epílogo y de todo lo que innecesariamente sigue a este. Más que «se puede» yo diría «se debe», porque la novela vale bastante más de lo que debió de valer la peliculeja, y el epílogo solo habla de ésta última, como, insisto, si rodarla hubiera sido el gran objetivo del autor. Y no. Una cosa es que Adams estuviera dispuesto a llevar la obra al cine y otra que la película sea culminación de nada. De las motivaciones de Adams apenas se dice nada, y entre aprovechar y culminar hay una diferencia enorme que no debe contaminar la valoración de la novela. Además, Douglas Adams murió en 2001, bastante antes de que la película -sospecho que con más pretensiones de negocio que de arte- se hiciera.



lunes, 1 de noviembre de 2021

La anomalía – Hervé Le Tellier

 

 

                En el maremágnum de continuas novedades existe un riesgo más que probable de que La anomalía pase con mucha más pena de la gloria que merece. Es una magnífica novela no porque lenguaje sea así o asá, que es bien normalito, sino por cómo un planteamiento y un argumento sumamente originales consiguen atrapar la atención del lector de un modo casi violento.

                La anomalía comienza contando, en breves capítulos, primero la historia de un sicario tan eficaz como modélico en el resto de su facetas y luego la de un montón de gente que solo tienen una cosa en común: haber viajado de París a Nueva York en el vuelo 006 de American Airlines del 10 de marzo de 2021. Todos tienen vidas independientes, se dedican a cosas distintas, incluso viven o están cada uno en un continente. Desde un arquitecto de fama cuya pareja es mucho más joven a un cantante de rap, una abogada, el comandante el avión… Ahora bien, según van pasando las páginas el lector se da cuenta de que toda esa tropa comienza a tener algo más en común que no voy a desvelar para no destripar nada. Eso sí: el FBI anda por medio.

                Qué ha pasado, lo sabe el lector mediado el libro, y se queda tan perplejo como los personajes. Así que tampoco lo voy a destripar, pero sí voy a decir que las consecuencias de la anomalía son uno de los golpes de efecto más contundentes que recuerdo haber leído. Solo por él merece la pena el libro.

                Saramago, a veces, hacía un planteamiento inverosímil al inicio de un libro (la muerte deja de existir, todo el mundo se vuelve ciego…) y a partir de ahí elaboraba una historia que prometía más de lo que acababa dando y se acababa disolviendo en su propia imposibilidad de seguir adelante. Hervé Le Tellier de algún modo hace aquí algo parecido, pero mejorado: comienza escribiendo una historia normal, no se sabe si de misterio o negra, para llegar al punto donde la anomalía que le da título se manifiesta; pero a partir de aquí, a diferencia de Saramago, la novela no decae progresivamente, sino que cambia hacia el nuevo y necesario rumbo sin dejar de mostrar al lector un paisaje interesante y extremadamente sugerente.

                Una lectura muy buena, potente, de las que resulta complicado separarse hasta saber qué ha sucedido.





jueves, 28 de octubre de 2021

Ya sentarás la cabeza – Ignacio Peyró

 


 

              «Imita descaradamente a Pla, pero es muy bueno y te gustará», me dijo el amigo, forofo de la obra de Peyró, que me recomendó insistentemente leerlo. Peyró (1980), en los años que relata esta obra fue un joven periodista que, como tantos otros, fue dando tumbos de medio en medio, aunque en su caso los dio hacia arriba, lo cual tiene no poco mérito en tiempos de decadencia periodística. En general su labor se desarrolló en medios nítidamente significados en lo político; posteriormente fue redactor de discursos para diversos políticos de la derecha y miembro fundador de The Objetive; en estos momentos dirige el Instituto Cervantes en Londres. Lo cuento porque el subtítulo, «Cuando fuimos periodistas», deja claro uno de los temas del libro: los jugosos cotilleos, chismorreos, anécdotas e impresiones de quien tiene un compromiso intelectual consigo mismo que, a veces en conflicto con la sana costumbre de llegar a fin de mes, requiere de dosis de adaptación siempre disponibles para quien tiene cultura e inteligencia. Lo cuento, también, porque si en algún momento se es receptivo a la vida es en los inicios de cualquier actividad, en especial durante la juventud.

              Ya sentarás la cabeza es un conjunto de lúcidos recuerdos y reflexiones, ordenados cronológicamente por años, que abordan los primeros pasos del autor en el mundo del periodismo cultural y político. El humor, la ironía, el reírse de sí mismo, de las disputas internas en los medios –siempre en estado precario desde hace años-, del modo en que se manipula sabiendo que hay un público ansioso de tragarse lo que ni los mismos que lo cuentan se creen, las luchas de egos, la sumisión a los intereses del que pone la pasta, la fama de unos, de otros, las ambiciones de cada cual que no por modestas pueden ser menos poderosas (anda que no tira nada tener un empleíto)… todo esto, frecuentísimas visitas a bares y restaurantes con tintes legendarios –unos por lo que se cuece entre los clientes y otros por una sabrosa cocina más vinculada a la temporada y a la tradición que a las florituras- y vacaciones de reposo en Extremadura, todo esto, digo, se relata con una prosa con un deje hedonista, rica, precisa y elegante hasta para dar cuenta de cogorzas, digestiones dignas de una hormigonera y noches zascandileando.

              El humor cervantino, el humor como defensa que a través de la inteligencia convierte los sinsabores y las limitaciones en motivo de sonrisa, es uno de los dos pilares del texto. El otro es el lenguaje, tan amplio y bien usado que produce cierto rubor, cierta vergüenza ajena, por la inevitable comparación con lo que leemos habitualmente. Una obra que nos recuerda que el lenguaje es una fuente de belleza, riqueza y recursos expresivos y que empobrecerlo es empobrecer la comunicación. Comparados con Peyró, la mayoría de los escritores –en especial quienes tienen pretensiones de best sellers- se expresan con gruñidos.

              Debo dar las gracias al amigo al que he aludido al principio. Él me recomendó leer al menos un libro de Peyró. Luego el autor se ha recomendado a sí mismo, que es lo mejor que te puede pasar al leer. La prueba, que en estos momentos estoy leyendo Comimos y bebimos. Ya os contaré.



martes, 26 de octubre de 2021

La muerte en sus manos – Ottessa Moshfegh

 



Si quieres vivir una experiencia agotadora y agobiante en el interior del cerebro de una dama de setenta y dos años de lucidez más que dudosa, esta es tu novela. Aunque hay placeres mayores, claro, y sin salir de la literatura.

La protagonista de La muerte en sus manos es la dama en cuestión. Vive en un lugar apartado, en una caseta en medio de un porrón de hectáreas compradas a precio de saldo que incluyen bosques y un lago. Su única compañía es un chucho y su memoria, dedicada especialmente a su marido, un experto en algo que hace un tiempo murió de cáncer. A ese lugar se largó Vesta, que así se llama la dama, al quedar viuda. Las cenizas de marido en una urna se diría que constituyen el cien por cien de la decoración del nuevo y risueño hogar, donde Vesta lleva una vida metódica y solitaria.

La historia comienza cuando la buena mujer, paseando con su perro, encuentra en un bosque una nota que dice «Se llamaba Magda. Nadie sabrá nunca quién la mató. No fui yo. Este es su cadáver.» Lo malo (o lo bueno, pensaríamos todos en su lugar) es que el cadáver no está por ninguna parte, pero la cocorota de Vesta no duda de su existencia y así, entre el miedo y la curiosidad, comienza a elucubrar y no se le ocurre mejor manera de «investigar» que suponer cosas sobre la tal Magda y sobre el autor de la nota. A fin de cuentas, siempre hay una posibilidad de acertar, y si esa eventualidad se da le será más fácil ir atando cabos.

Elucubrando, elucubrando, la historia tejida por la mente no muy sana de Vesta va formando una versión a un tiempo creíble e inquietante por la posibilidad de que sea cierta, lo cual se mezcla con los recuerdos de su difunto marido, que evoluciona de querubín a demonio a medida que cambia el humor o la angustia de su viuda.

Una lectura original, pero algo cansada por constituir el agotador seguimiento del pensamiento de una única persona sin apenas interferencias del exterior; un seguimiento además tortuoso, puesto que el lector debe acompañar la mente de la protagonista hasta determinar si es una mujer brillante o si tiene las entendederas así asá. Una lectura a medio camino entre la novela negra y el terror psicológico (bueno, terror, terror… dejémoslo en mareo incómodo con la advertencia de que el terror no es lo mío) cuyo final puede llegar a parecer tan desconcertante como el resto del texto.