En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 12 de junio de 2023

Franco, Caudillo de España – Paul Preston

 



Para navegar por la historia, mejor ponerse en manos de historiadores profesionales de prestigio que dejarse agarrar por las zarpas de periodistas, tertulianos, escritores de novela histórica y demás fauna. ¿A que sí?

Paul Preston es catedrático de Historia Internacional de la London School of Economics and Political Science. Es, también, uno de los más renombrados hispanistas.

Señalo esto porque a la enorme expectación que despertó la publicación de Franco, Caudillo de España en 1993 (desde entonces libro calificado de «canónico» por muchos otros historiadores) ha seguido un débil (por falta de justificación) pero permanente (por interesado) cuestionamiento de esta obra basado en razones ideológicas y no historiográficas. Quien lea este libro podrá comprobar que las fuentes se citan con exhaustividad y que la información y la conjetura quedan siempre claramente delimitadas; además, las conjeturas nunca se producen sobre cuestiones mollares.

De los dictadores que surgieron en casi toda Europa en el periodo de entreguerras, Franco batió tristes récords de permanencia en el poder, pero ha sido, curiosamente, uno de los menos estudiados (no así la Guerra Civil, analizada hasta la extenuación por su relación con la II Guerra Mundial). Casi cuarenta años en el poder, con pocos medios de comunicación (y todos sometidos a censura previa durante décadas y solo al final a censura a posteriori), con un dominio absoluto del sistema educativo y un poder omnímodo ejercido bajo pena de represión que en algunos periodos llegó a ser generalizada y brutal, permitieron alumbrar una «versión oficial» de la historia y de la figura de Franco que, debido a ese larguísimo tiempo (¡casi dos generaciones de españoles apenas recibieron otro influjo!) calaron tan hondo en la sociedad que aún hoy, todo aquel que no se ha preocupado de informarse con un poco de rigor, sigue influido por ella. Como puede suponerse, toda aquella manipulación tenía por finalidad justificar todo lo hecho y, de paso, exaltar la figura de Franco, cosa a la que él daba suma importancia por la visión que tenía de sí mismo y de su papel en la historia.

Franco quiso presentarse ante la sociedad del momento y ante la historia como un líder providencial (esto es, enviado por la Providencia) y clarividente. Generoso impulsor de lo bueno, astuto advertidor de lo malo, hábil sorteador de problemas y brillante vencedor de retos. Pero la realidad siempre es más prosaica. Paul Preston la analiza fantásticamente en esta biografía que como libro de historia se limita a ser eso, una biografía, por lo que los acontecimientos históricos no se analizan salvo cuando es necesario para entender las acciones y omisiones del biografiado.

El periodo clave de la vida de Franco fue la Guerra Civil -que usó para encumbrarse, aunque no fue uno de sus instigadores, puesto que solo en el último momento secundó la rebelión (la cual, por cierto, pretendía restaurar la monarquía)- y la parte de la posguerra que coincidió con la Segunda Guerra Mundial. En ambos periodos jugaron un papel clave las relaciones con Alemania e Italia (con su decisivo apoyo a los sublevados) y con Estados Unidos y el Reino Unido. Cuento esto porque la catarata de información, de cartas, informes, peticiones y mensajes intercambiados por todos los gobiernos entre sí y con sus respectivas embajadas es de tal magnitud que las fuentes de información son muchas, precisas, de calidad, y ofrecen enormes posibilidades de contraste. Son la fuente principal que utiliza Preston.

De algún modo la biografía de Franco tiene tras partes: la primera, desde su nacimiento y hasta la decisión de apoyar el golpe de estado de 1936; la segunda, la Guerra Civil y la posguerra, que le sirvieron para auparse al poder haciendo equilibrios entre los generales que habían promovido el golpe (con cualquier objetivo menos el de encumbrar a Franco) y la Falange y otras fuerzas de derecha (que tenían sus propias ambiciones); y, la tercera, las décadas siguientes, una vez anclado al poder, manteniendo los equilibrios entre esas fuerzas, viéndolas venir ante una realidad cada vez más compleja y fuera de su comprensión, hasta unos años finales en que la decadencia política del régimen corrió pareja a la de Franco. El periodo intermedio es sin duda el más apasionante, aunque todos son interesantes.

El libro está muy bien redactado, es claro en la exposición de los datos, en su ordenación, en la argumentación, y es evidente cuándo se da información y cuándo se hacen conjeturas (que, insisto, jamás afectan a lo esencial). El resultado, cuando desaparece la costra de bellas falsedades con que el que todo poder tiende a adornarse, es una visión de las cosas muy distinta y en la que los intereses personales morales e inmorales, las mezquindades, la mediocridad y todos los Pisuergas que acaban pasando por Valladolid desnudan la realidad mostrando de qué cosas tan vergonzantes depende el devenir de las naciones e incluso la barbarie más cruel, salvaje y repugnante.

Dicho lo cual Preston, como buen historiador, no juzga a Franco, aunque lógicamente tenga una cualifícadísima opinión sobre él. A Franco debe juzgarlo el lector a partir de los hechos claros, ordenados y fundados que Preston expone. A la vista de lo cual cada lector obtendrá su propia visión del personaje. Una visión, a mi juicio, imposible de resumir en una palabra; una visión, también, que inevitablemente tropezará con la mucha o poca información y desinformación previa de cada lector, e incluso con sus prejuicios. Sobre estos, mejor dejarlos de lado, para lo que quizá convenga saber que son muchas las personas relevantes de todo el espectro ideológico que han calificado esta obra como la mejor biografía de Franco jamás escrita. 

          El mayor fallo se encuentra en el final (al menos en la edición que yo he leído, que ha sido la primera): contrariamente a lo que previó Preston en 1993, a estas alturas sigue siendo difícil hablar de Franco en público sin causar división. E incluso sin que alguien lo justifique. Algo estamos haciendo mal.



lunes, 5 de junio de 2023

Hijos de la fábula - Fernando Aramburu


Un éxito tan aplastante como Patria tiene un problema para su autor: para muchos lectores se convierte en la vara de medir el resto de tu obra. Probablemente por eso Fernando Aramburu, un tipo bastante listo, se apresuró a advertir algo que ha cumplido a rajatabla: le gusta cambiar de registro.

Digo esto porque comentar en las redes Hijos de la fábula y leer unas cuantas comparaciones con Patria ha sido inevitable. Y lógico, claro. En el fondo, ¿quién es capaz de no buscar paralelismos con la obra más famosa de un autor? 

De hecho, a pesar de ser consciente de las enormes diferencias entre esa obra e Hijos de la fábula, no he resistido la tentación de buscar puntos comunes, sobre todo porque hay uno que salta a la vista: Hijos de la fábula gira, también, en torno al final de ETA, lo cual implica, además, identidad temporal con Patria, al menos parcialmente. La otra para mí evidencia –pero creo que no tan evidente para muchos lectores- es que también contiene un elevado componente crítico, solo que en esta obra Aramburu usa el humor para intentar dar el descabello a cualquier tentación de resurrección del terrorismo. Es meridiano a través de las páginas, y llega al culmen cuando los dos asendereados protagonistas llegan como pueden a San Sebastián, lugar ocupado por el enemigo en su concepción del mundo, y se indignan porque, en lugar de a hacer la revolución, todo el mundo se dedica a vivir como Dios.

El humor de esta novela es corrosivo, porque ridiculiza sin ofender; no se hace con saña, pero sí con intencionalidad. Los protagonistas están tan fuera de la realidad que ingresan en ETA pocos días antes de que, a efectos prácticos, desaparezca. Enviados a una granja en Francia, cercana a Albí, permanecen más o menos ocultos a merced de la infinidad de pollos que allí se crían, del frío y del matrimonio que regenta el lugar; especialmente están en manos de la granjera; la única que chapurrea español y que a su condición de fortachona y no muy limpia une cierta querencia por el sexo. Allí se quedan los dos jovencísimos terroristas que nunca lo han sido, digo. Abandonados y olvidados por todos, a la espera de que alguien los reclame para iniciar su formación en la lucha armada. Si la situación resulta ridícula, aún lo es más verlos comportarse como fugitivos cuando nada tienen que temer, porque no han cometido crímenes ni colaborado en ellos. Podrían hacer lo que quisieran. Pero, en lugar de volver a la vida normal que han llevado hasta entonces, viven ocultándose como ratones temerosos y siempre sin un céntimo. Pronto, ante la evidencia de que nadie contacta con ellos, en lugar de volverse por donde han venido su quijotismo les hace convertirse en sus propios profesores e improvisan su formación terrorista usando medios que acentúan lo ridículo de su situación y lo patético de sus personas.

Ambos son jóvenes, unos diecinueve años al comenzar la novela. Uno de ellos, Asier, asume el papel de don Quijote: siempre está cantando las alabanzas de la revolución, forzando estériles sacrificios en interés de la patria y vigilando la estricta observación de las esencias, amén de regular los exiguos recursos económicos de que disponen. Tan voluntarioso como chapucero, Asier no ha conocido el afecto y lo necesita como un cachorro apaleado. El otro protagonista, Joseba, que poco después de marcharse de su casa para emprender la aventura habrá sido padre aún  no sabe si de un hijo o una hija, hace las veces de Sancho Panza: más grueso que Asier, más apegado a las comodidades, se deja arrastrar con el líder con un ojo puesto en todo lo que se está perdiendo. Para completar el cuadro, incluso aparece cierta Dulcinea del Toboso que, como la falsa Dulcinea de Cervantes, tiene más de labradora que de princesa, aunque al menos es guapetona; como parte del ridículo, no van a ser los caballeros andantes los que le resuelvan las cuitas, y el desenlace de la historia de los dos héroes con la heroína tiene también un elevadísimo componente grotesco y simbólico; esto último tanto por la identidad de los personajes que intervienen en ese momento como por el modo en que actúan, más próximos a la colleja que a otra cosa.

Dos muchachos transformados, por la ignorancia, en dos idiotas. Dos idiotas convertidos, por el ambiente en el que viven, en terroristas. Dos terroristas que no llegan a estrenarse como tales y que, además, acaban convertidos, por la realidad, en dos pobres mamarrachos. 

   Quieres ser terrorista y la realidad te convierte un hazmerreír. ¿Cabe crítica más contundente? Difícilmente. Otra cosa es que el tono humorístico disimule la dimensión del sopapo.

Quizá lo más suave, o poético, sea el título: Hijos de la fábula parece aludir a quienes se dejar arrastran como ratones por cualquier flautista de Hamelin hasta acabar ahogados en el río de la realidad.



jueves, 1 de junio de 2023

Ganas de vivir – Joaquín Berges

 


Me lo he pasado en grande con este libro cuyo título hace honor al contenido y resulta contagioso. Y no porque Ganas de vivir sea especialmente alegre, sino porque enfrenta al lector a unos personajes acostumbrados a discurrir rutinariamente por la vida hasta que un buen día algo sucede, no necesariamente bueno, que les hace enfrentarse a ella de una manera apasionada.

El título es también una broma, porque la familia que protagoniza la historia es propietaria de una funeraria en Zaragoza, negocio que no sé si da muchas ganas de vivir a los dueños, pero que parece poco propicio para desear la vida eterna al personal. 

Son tres las generaciones que se nos presentan: Cosme, el fundador. Un hombre ya mayor, viudo y con ciertas pintorescas costumbres en torno a la muerte. Su retraído hijo Matías, criado entre cadáveres y deudor de esa crianza. Y el nieto, Tristán, un joven, obsesionado con una chica que le recuerda a Maureen O´Sullivan, y que cae bien por cómo mezcla obsesión, pedantería, raciocinio y tenacidad.

A estas tres generaciones se unen sus respectivas parejas y sus entornos: Francisca, la esposa de Cosme, apenas tiene papel; mucho más interesante es el de Rita, la esposa de Matías, de quien sabemos cómo fue «reclutada» y qué vida ha llevado; también juega su papel en cuanto a sus ganas o desganas de vivir; y conocemos también a Gracia, la Maureen O´Sullivan de Tristán, una joven zaragozana huérfana de padre y cuya madre, Deli, tiene una peluquería en un barrio popular. Gracia tiene también un hermano, Lucas, con un problema psiquiátrico que no le impide razonar de modo brillante, pero sí comprender las diferencias entre el mundo real y el suyo propio, lo que tuerce de raíz sus razonamientos.

Conocemos también las andanzas de un «sin techo» y, en medio de todos ellos, el narrador se va infiltrando en la novela desde una posición omnisciente hasta acabar convertido en un personaje más.

La acción transcurre íntegramente en Zaragoza y solo un poquito en Salou (localidad conocida en Zaragoza como «la playa de Zaragoza). ¿Y en qué consiste? Para empezar, en los amoríos de Tristán pescador, que no deja de echar el anzuelo a Gracia, para él culmen de toda beldad e inspiración. Estos amores y desamores ponen en contacto a las familias de ambos jóvenes, y lo que sucede después lo sabrá quien lea la obra, porque aquí solo puedo limitarme a señalar que esta relación introduce una serie de cambios en la vida del resto de los personajes. Las situaciones y soluciones han sido hábilmente trabajadas por Joaquín Berges y cada personaje descubre, con cada buena o mala sorpresa, que puede optar entre mirar al pasado o al futuro. A la vista del título está claro hacia dónde eligen todos dirigir su vista.

Ganas de vivir está escrita con una prosa ágil, clara, con capítulos y apartados cortos que hacen sencilla la lectura, con planteamientos diáfanos que enfrentan al lector y a los personajes a dilemas insorteables, a sorpresas y decisiones constantes, que a su vez sirven de base a nuevos cambios. Un libro muy bien escrito, muy bien medido, muy bien estructurado y que deja un poso alegre pese a tratar muchos temas que hacen caminar con pie y medio en la melancolía.

Una lectura muy, muy agradable de un autor que sabe contar historias y que tiene algo que decir. Por ejemplo, que tener ganas de vivir ayuda a hacerlo. Y esta novela las contagia.