En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 30 de mayo de 2022

2037. Paraíso neuronal - José María de Teresa

 


        Igual que el deseo de la mayoría de países de tener un razonable orden económico se ve perturbado por los paraísos fiscales, que rompen esas reglas en beneficio propio y en perjuicio del resto, cabe temer que frente a una mayoría de países dispuestos a hacer un uso racional y digno de la neurociencia aparezcan algunos paraísos neuronales que disminuyan, en provecho propio y en perjuicio del resto, la protección de los datos y la dignidad del ser humano. 

        José María de Teresa, que no es escritor sino científico, parte de esta posibilidad para elaborar una novela donde el hilo conductor son los más que probables avances científicos en los próximos años, los problemas y dilemas éticos que producirán y las eventuales consecuencias de dar una solución u otra. 

        Y es que la protagonista del libro, más que ningún personaje, es la neurociencia. ¿Y qué es la neurociencia? Me atrevería a definirla como el resultado de aplicar a una especialidad médica, la neurología, los avances en materia de electrónica, inteligencia artificial y nanotecnología. Lo que puede dar de si que las neuronas se comuniquen a través de impulsos eléctricos lo sabrá quien lea esta novela, que deja claro que no está lejos el momento en que se pueda más o menos leer el pensamiento, algo hasta ahora utópico que permitía considerar el cerebro el último e inasaltable reducto de la intimidad, como hizo Orwell en 1984 -según cita el autor- o Ray Bradbury en Fahrenheit 451

                Leyendo esta  novela, la fascinación que producen las oportunidades que se abren solo son comparables al temor producido por los inmensos peligros que implican. 

                La exposición de los procesos y posibilidades de la ciencia es el leiv motiv de esta obra, hasta el punto de que eso afecta notoriamente a los diálogos -cuyo destinatario es el lector, que precisa de la información que ya conoce el interlocutor del hablante- y en cierta medida a la trama de espionaje industrial, que más que un objetivo es solo una excusa para elaborar esta interesantísima cata de las gigantescas posibilidades y problemas que se nos vienen encima. 

        Contra lo que pueda parecer, 2037.  Paraíso neuronal no es una novela de ciencia ficción. De hecho, el horizonte que plantea en el título, solo quince años, ya es revelador. El autor no hace futurología, sino que avisa. Si alguna duda le queda al lector, para salir de ella le bastará con leer los dos epílogos firmados por otras dos personas vinculadas al mundo de la investigación científica:  Alberto Jiménez Schuhmacher y por María López Valdés

        Una novela cuyo valor -grande- está más en el fondo que en la forma.




viernes, 27 de mayo de 2022

Los animales de ciudad no lloran - Graziella Moreno

 



        Solo recuerdo haber leído una novela de intriga jurídica. Esta ha sido la segunda. Una buena experiencia. 

        Los animales de ciudad no lloran relata, por una parte, el embrollo de un matrimonio adinerado cuando él es acusado de malos tratos por su joven y bella amante, y, por otra, la vida de la abogada de la amante y del abogado del supuesto agresor; ambos fueron compañeros de facultad. El matrimonio de la abogada con un cooperante obsesionado por su viejo trabajo -ya imposible tras ciertos problemillas judiciales- se está viniendo abajo; y el abogado, tras verse envuelto en cierto lío en Asturias, ha regresado a Barcelona con ciertas ganas de sentar la cabeza (a ser posible en el regazo de su antigua compañera) aunque como consecuencia del caso lo acaba fichando uno de esos despachos con ínfulas que prometen a sus empleados, a cambio de esclavitud, la posibilidad de acabar siendo el más rico del cementerio. 

        La historia se mueve en tres planos: el del lío de los supuestos abusos y sus causas y consecuencias (como puede suponer el lector, no tan diáfanas como a primera vista parecen), el del día a día del oficio de abogado (profesión en la que que a veces conviene no pensar demasiado en por qué está uno cobrando) y en el psicológico de los verdaderos protagonistas, que no son víctima y acusado sino sus respectivos abogados, que afrontan las ambiciones cotidianas de cualquier hijo de vecino (sentirse razonablemente bien y satisfecho con la vida) respondiendo a los embates del azar mientras se ejerce una profesión en la que no siempre es fácil tener la conciencia tranquila, salvo en el caso de que se carezca de ella. 

        Escrita con fluidez y claridad, lo mejor es el realismo de los dos últimos planos. El primero -el misterio a resolver- sirve de hilo conductor para mostrar todo lo demás y también tiene el valor presente de incluir un tema de actualidad (los malos tratos a mujeres y su tratamiento jurídico previo al juicio) que, como casi todo en el mundo jurídico, siempre hay quien retuerce y distorsiona. 

        Una lectura entretenida y amena. 



martes, 24 de mayo de 2022

Buenos presagios Terry Pratchett y Neil Gaiman

 


       Andaban por este valle de lágrimas, desde el origen de los tiempos, un ángel y un demonio ejerciendo de tales, pero, también, aprovechando para vivir cómodamente, cuando va y resulta que el sábado por la tarde es el Apocalipsis. No les pilla de nuevas, sobre todo al demonio, que unos años antes había pegado el cambiazo en un hospital británico para facilitar la llegada del Anticristo, cosa que hubiera sucedido según lo previsto no de haber habido, ejem, algún imprevisto. No les pilla de nuevas, digo, pero cuando uno vive opíparamente la llegada del fin de los tiempos es un fastidio. 


        Protagonista del Apocalipsis es el Anticristo, el cual resulta ser un chaval no muy dispuesto a ejercer el cargo ni a cargarse el mundo, pero que, pobrecico, no puede dejar de sentir la llamada de la selva. Tampoco al ángel ni al demonio les motiva mucho el tema del Apocalipsis, aparte de por lo dicho porque luego tendrán que cambiar de destino previa rendición de cuentas por las chapucillas realizadas y los errores cometidos. Para colmo, tras miles de años de convivencia se llevan estupendamente, siquiera sea porque cada uno sabe quién es el otro y ambos tienen claro su papel. 

        Con estos mimbres, los prolegómenos del Apocalipsis son un tanto cutres y eso que, adaptados a los tiempos, los cuatro jinetes llegan en moto. Las historias de multitud de personajes se entrecruzan, y entre ellas la de una muchacha descendiente de una bruja, Agnes la Chalada, autora, en 1655, del único libro de profecías que, más o menos, se han ido cumpliendo, y del que solo queda un ejemplar: Las Buenas y Acertadas Profecías de Agnes la Chalada. O, llegado ese temido sábado por la tarde, manual de instrucciones del Apocalipsis. 

        No puedo identificar la huella de Nel Gaiman en el libro, porque no he catado su obra, pero sí puedo decir que la mano de Terry Pratchhet se nota de tal manera que cualquier lector de sus otras novelas no dudaría en adjudicarle la paternidad de esta por el modo en que narra y por la forma en que se usa el humor, con grandes dosis de relativización que permiten arrasar la solemnidad, y la mayor parte de las cosas solemnes quedan reducidas, sin solemnidad, a la instrascendencia. Una novela a dos manos donde la colaboración se debió de dar más en el diseño del argumento y en las soluciones que en la redacción. Una novela a dos manos, también, que se gestó mucho antes de que la fama alcanzase a sus autores, lo cual, sin duda, realza su valor porque nadie podrá decir que se trató de aprovechar las circunstancias para crear un producto con más lectores potenciales. 

        En resumen, Terry Pratchett en estado puro, hasta el punto de que en Buenos presagios aparece uno de sus personajes más brillantes y celebrados: la Muerte. 





martes, 3 de mayo de 2022

Alguien habló de nosotros – Irene Vallejo

 



En la antigua Grecia, en Roma y en un montón de lugares alguien habló de nosotros hace algún milenio que otro. No quiero decir que los antiguos chismorrearan sobre los tataranietos de los tataranietos de sus tataranietos, pobrecicos, sino que hablaban de sí mismos, del ser humano, cuyos problemillas existenciales siguen tan irresolutos que todo lo dicho entonces sigue vigente.

Irene Vallejo lo demostró hace ya unos cuantos años, artículo a artículo, en el Heraldo de Aragón. Cualquier referencia a problemas, dudas, miedos, aspiraciones y a cualquier sentimiento surgido como consecuencia de temas de actualidad encuentra en la historia paralelismos sobrados para sostener que nada hay menos actual que la actualidad y que cuanto sentimos, pensamos y resolvemos ya lo sintieron, pensaron y resolvieron otros, lo cual puede servirnos de guía, consuelo o cura de humildad. Tómese lo que en cada caso proceda.

Reflexionar sobre el presente a la luz del pasado ilustre es el hilo conductor de esta recopilación de artículos que uno sabe que lo es porque lo avisa el libro. Pero en realidad, tal es la intensidad de ese hilo conductor que, unida a la constancia del ritmo, transforma este conjunto de artículos en una obra «unitaria».

Reconozco, mea culpa, que sin el éxito de «El infinito en un junco» hubiera sido más difícil que me enterara de la existencia de esta obra (publicada un par de años antes), que me interesara por ella y que la leyera, de lo que se deduce que las bondades de «El infinito en un junco» no acaban en sus páginas. Por cierto, la fama de éste último puede hacer pensar que «Alguien habló de nosotros» es también un libro muy «junquero», pero visto el orden de publicación sería más justo decir que Irene Vallejo ya había hablado de nosotros y del infinito antes de hacerlo en «El infinito en un junco».

Editado por Contraseña, que se caracteriza por el cuidado de sus ediciones y por su voluntad de hacer perdurar ciertas selectas y no muy conocidas partes del infinito, «Alguien habló de nosotros» es una obra que puede leerse en cualquier momento. Ahora o dentro de dos milenios, cuando alguien podrá decir, con razón, que aquí andábamos hoy, hablando de ellos. Pero no esperéis tanto para leer este libro. Y conservadlo. Volveréis a él.