En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

viernes, 30 de noviembre de 2018

Recomendaciones literarias





      Sí bueno, lee mis novelas, que yo, como Umbral, he venido aquí a hablar de mi libro. Peeeero, como también puedes leer muchas otras, he aquí diez sugerencias para leer o regalar en las próximas semanas, todas realizadas a partir de las lecturas de este año reseñadas en este mismo blog. Me permito, por primera vez, recomendar alguna saga entera.

      Que ustedes disfruten estas lecturas. Y si las compran en Amazon desde los enlaces que adjunto, el blog lo agradecerá.



Las novelas de MichaelHjorth y Hans Rosenfeldt con el psiquiatra forense Sebastian Bergman como protagonista

A diferencia de la mayoría de las sagas policiacas, casi cada novela es mejor que la anterior. El trabajo a dúo con un muy elevado nivel de autoexigencia de dos guionistas profesionales como son los autores, se nota y mucho. Novelas interesantes, muy bien estructuradas y con una escritura eficaz y limpia. Adictivas.





 

Las novelas de Daniel Pennac con Benjamín Malaussène de protagonista

Menos la última, todas están ya en edición de bolsillo. Cuatro perras para disfrutar de historias originalísimas con un sentido del humor peculiar e intenso en un modesto barrio de París donde lo viejo se disuelve poco a poco en el recuerdo. Novelas que dejan huella.


 




El sueño eterno, de Raymond Chandler

Chandler es el padre de la novela negra, y El sueño eterno su primera novela. Una historia magnífica que dio lugar a una también muy buena película. Con ustedes, el detective Philip Marlowe.



 



Los miserables, de Víctor Hugo

Un tocho sí, pero como decía Eduardo Mendoza hay novelas que, como las montañas, hay que esforzarse en leer para disfrutar luego de una panorámica única e inolvidable.





 

Risa en la oscuridad, de Vladimir Nabokov

Una novela sobre la infidelidad, la manipulación, el egoísmo… Una historia dura escrita con una maestría inigualable.


 




Filek, de Ignacio Martínez de Pisón


Una investigación, que se lee sobre una novela, sobre un personaje anónimo: Filek, un estafador que llegó a España en los años 30 y que acabó convenciendo al mismo Franco de que era capaz de fabricar, a partir de agua, "gasolina sintética". Fenomenal libro que, además, permite conocer mucho de nuestra historia.





Esa puta tan distinguida, Juan Marsé


Uno de los grandes de la literatura española. Una novela entretenida, llena de crítica, mala leche y humor. Una crítica feroz al mundo de la cultura cuando todo vale por dinero.




Vidas minúsculas, Pierre Michon


Una novela corta, de una calidad inmensa, pero que, como la poesía, hace falta leer en el momento adecuado, sin prisas y con ganas de disfrutar de los detalles.



Allegro ma non troppo, de Carlo M. Cipolla


Dos geniales opúsculos en clave de humor a cargo de un gran historiador: el mundo de la pimienta, o por qué cualquier cosa sirve para justificar cualquier otra si el investigador se empeña, y el famoso análisis de la estupidez  y cómo afecta a la vida de las personas a través de las leyes fundamentales de la estupidez humana.




La mirada del observador, de Marc Behm


Publicada en 1980 y reeditada hace poco, una fantástica novela negra, negra negrísima pero muy distinta a todas las demás. Un libro de coleccionistas.

  


lunes, 26 de noviembre de 2018

Naturaleza muerta – Louise Penny




              Hace poco más de un par de años, en la Semana Negra de Gijón se originó una polémica por un par de asuntos. Uno de ellos, la diferencia entre el «hard boiled», que recoge la esencia de la novela negra, y el «enigma», el cual, según Julián Ibáñez, uno de los maestros de la novela negra española, es algo completamente distinto, un asunto de «jarrones venecianos» o, dicho de otro modo, novelas que más tienen que ver con el misterio, la intriga y el concepto de thriller que con la novela negra en sentido estricto, que es que trata del mundo del crimen y a menudo desde la óptica del delincuente. El «enigma», según Ibáñez, ha aprovechado el éxito histórico del «hard boiled» -que se remonta a décadas atrás- para adueñarse del género y acabar expulsando al «hard boiled» incluso de festivales y premios que siempre habían sido de novela negra.

              Bien, pues Naturaleza muerta es una buena novela de «enigma» o, si se quiere, un buen «jarrón veneciano», una suerte de rompecabezas a resolver en paralelo entre el lector y un protagonista –el inspector jefe Armand Gamache-, que solo se ensucia cuando llueve y pisa el barro. Todo en la novela es pensar y atar los cabos que se recolectan solos. Una historia sin realismo alguno, pero contada con la autenticidad suficiente para resultar entretenida. Una novela, también, que he cogido con curiosidad porque había oído hablar bien de la autora, la canadiente Louise Penny.

              Todo sucede en una ficticia localidad canadiense fronteriza y demasiado contradictoria para resultar real: Three Pines. Tan diminuta y recóndita que ni aparece en los mapas, pero a la vez a tiro de piedra de Montreal, con todos los servicios y en la que, donde debería haber explotaciones forestales, agrícolas o ganaderas, lo que hay es una pila de artistas y cazadores.

              Sin embargo, las descripciones que se hacen del lugar consiguen trasladar un tono intimista y acogedor que hacen de Naturaleza muerta la novela ideal para leer en días lluviosos de otoño, y no lo digo en broma. Menos me ha gustado, en cambio, el poco jugo que se saca –apenas se apunta- a los conflictos entre francófonos y angloparlantes; el conflicto se cita como para dejar constancia de su existencia, pero sin que luego se integre en la novela más allá de especificar, en momentos puntuales, en qué idioma habla cada cual.

              La historia comienza con una serie de personajes que mantienen relaciones de amistad más o menos intensa, habitantes de Three Pines, bastantes de ellos ya entrados en años –setenta y más- y otros de edad indeterminada pero que uno acaba situando como cuarentones y cincuentones. Todos viven en paz y aparente armonía, y así sabemos que una de las damas del grupo, Jane Neal, todo bondad, por primera vez se atreve a mostrar un cuadro pintado por ella, un cuadro raro, de los que no se sabe si es una patochada o una genialidad. Ocurre, sin embargo, que un buen día, poco antes de la exposición, Jane aparece muerta. Al parecer, alguien le ha disparado una flecha. La primera hipótesis apunta a que puede tratarse de un accidente de caza, aunque ni el lector más tonto cree que finalmente vaya a ser así.

              El inspector Gamache, que se nos presenta como un tipo experimentado, de vuelta de casi todo y cuyo método  experto consiste en callar, observar y no moverse mucho, activa el «modo esponja» recolectando datos e integrándose en la vida de Three Pines de una forma irreal pero con cierto encanto literario. Los datos, observaciones y deducciones lo conducen por diferentes caminos, unos más acertados que otros, hasta desembocar en el final que, obviamente, me callo. Eso sí, el caballero no actúa solo: tiene un ayudante de una eficacia y lealtad solo comparable a la admiración/fascinación que siente por su superior, y al grupo han unido a una nueva y joven agente, la cual considera el logro todo un avance profesional, pero la chica es tan rematadamente soberbia y tonta que acaba siendo el peor personaje del libro: ni realismo ni verosimilitud.

              El protagonismo, sin embargo, es compartido con algunos de los personajes implicados en el asunto. Todos tienen sus momentos de gloria, aunque destaca una mujer llamada Clara, amiga de la fallecida y fuera de toda sospecha, un personaje relevante que tarda demasiado en definir su personalidad.

              Y en cuanto al final… Los he visto bastante mejores, pero como el objetivo del rompecabezas es pasar el rato, cumple su función.

              Lectura agradable, con la que se pasa un buen rato, que ha recibido varios premios pero que, a mi juicio, está lejos de los mejores.


domingo, 25 de noviembre de 2018

Reflexiones sobre literatura y humor




«¿Dice usted que en mis libros hay humor? El humor es esencial para sobrevivir, y no me refiero a los chistes: a veces el humor se refleja simplemente en una actitud de tolerancia que debe empezar por uno mismo»








miércoles, 21 de noviembre de 2018

Duelo – Eduardo Halfon



              
                            Magnífica novela breve, de tintes autobiográficos, de este autor guatemalteco que hace unos años figuró, con motivo, entre los mejores escritores jóvenes latinoamericanos.

              El protagonista, trasunto del autor, se ha criado en Estados Unidos, donde se exilió siendo niño. La novela comienza cuando el protagonista regresa a Guatemala en busca de sus recuerdos, entre los que se abre paso lo que una vez le contaron sobre un niño de cinco años, Salomón, que murió ahogado en el lago aledaño a la casa donde la familia veraneaba; un niño que hubiera sido tío del protagonista.

              Los recuerdos de toda una vía comienzan a fluir, y el lector conoce a los abuelos polaco y libanés, los campos de concentración del nazismo, el exilio a otro continente, la creación de nuevas familias, los exilios subsiguientes… Tres generaciones de una misma familia a las que la historia lleva a deambular por la geografía de medio planeta. Esto hace que el texto tenga reminiscencias árabes, europeas, latinoamericanas, norteamericanas… Y entre todos esos recuerdos de vez en cuando surge algo, una chispa, que ilumina algo más sobre Salomón. Una vez es un dato, otras un silencio, algunas un reproche o una discusión oía al azar. En medio de tanto drama, ¿qué pasó con Salomón? ¿Por qué a tantos les duele tanto? Al final, cuando el lector lo comprende, el sentimiento es convulso no tanto por la realidad en sí, sino por cómo las vivencias dolorosas de las personas hacen que, al final, la preocupación no sea tanto lo que cada uno ha sufrido sino lo que ha hecho sufrir.

              Una gran lectura.


sábado, 17 de noviembre de 2018

Silencios inconfesables - Michael Hjorth y Hans Rosenfeldt



Serie Sebastian Bergman, 4

        A diferencia de otras tantas sagas, que mueren de éxito, la de Sebastian Bergman mejora a cada nueva entrega, revelando –no me canso de decirlo- un magnífico trabajo de planificación unido a una escritura eficaz y apta para todos. Si los casos y el modo en que se cuentan no bastaran para hacer atractiva la lectura, la organización de la novela y el control de los ritmos, situaciones y tiempos también dan motivos sobrados para disfrutar.
En esa búsqueda de equilibrios, los autores restan protagonismo esta vez a las complejas relaciones entre los personajes de la unidad de homicidios. Por supuesto todo sigue estando ahí, y por supuesto pasan cosas, pero, como digo, en esta ocasión el hilo conductor vuelve a ser el caso concreto: el asesinato de una familia en una pequeña localidad.
No conviene leer la contraportada, pues, contra lo que suele ser habitual, anticipa lo suficiente como para destripar algo que aumentará la tensión del lector en el primer tercio de la novela. Y aunque es cierto que resulta complicado explicar el argumento sin mencionar ese algo, lo voy a intentar.
Como las novelas de esta serie hay que leerlas por orden para poder disfrutar de los misterios que vinculan a los personajes, desde antes de comenzar la primera página de Silencios inconfesables el lector está ya expectante, habida cuenta de cómo terminó la tercera novela de la saga. Qué ocurrió se sabe pronto, como es lógico, y a partir de aquí se abre el caso con los asesinatos que he citado, el desplazamiento de la unidad a la localidad y la búsqueda de datos y testigos, que da ocasión al protagonista, el psiquiatra forense Sebastian Bergman, para lucirse en su especialidad: averiguar las razones profundas de las personas, siempre expuestas con concisión, brillantez y lógica; además, Bergman acaba asumiendo un papel que va más allá de la investigación propiamente dicha y que permite enlazar esta con su propia vida. Unamos que uno de los personajes de la unidad apuntala algunos problemillas que ya dejó entrever en la anterior novela, y la típica novela en la que se alterna la narración en tercera persona con pequeños y esporádicos capítulos que ocurren en la mente del asesino –a quien una vez más los autores nos permiten conocer pero no identificar- y de una de las víctimas, y así es como acabamos devorando en un par de días las alrededor de quinientas páginas de la novela.
Novela negra magistralmente diseñada y muy bien escrita. De las que crean adicción, pero «adicción buena».


martes, 13 de noviembre de 2018

El señor Malaussène – Daniel Pennac




                La cuarta novela de la saga Malaussène, publicada en 1995 es la más larga y, de las cuatro primeras, una de las mejores. ¿Por qué?

                Por el inteligentísimo humor que se mantiene constante a lo largo de toda la obra apoyado en una ironía que a su vez se sustenta en un lenguaje rico y divertido intencionadamente altisonante. Se disfruta con el lenguaje y ánimo del narrador tanto como con las situaciones.

                Por la complejidad de la trama. Es muy complicado sacar adelante a la vez varios asuntillos de la envergadura de misteriosos asesinatos de prostitutas a las que extirpan tatuajes, el salvamento de cierto cine, los cambios de personajes por la desaparición de unos y la aparición de otros, la historia de un viejo matrimonio chiflado por el cine y autor de la Película Única -supuesta obra maestra destinada a ser vista solo una vez- es complicado escribir así por cóm entre todo eso se mezclan otros crímenes y por cómo -no puede ser de otra manera- Malaussène acaba en situación de cargar con ellos, pero no de un modo no repetitivo que imite las anteriores novelas, sino distinto pues en esta ocasión la cosa se debe al empecinamiento de un personaje concreto que… Muy complicado llevar todo eso de modo armonioso, sin que el lector se pierda y manteniendo el humor, y aún más en un contexto con innumerables personajes, idas y venidas en el tiempo e incluso en la posición del narrador. Muy complejo y, sin embargo, qué bien y fácilmente se lee.

                En resumen, porque el conjunto es brillante.

                Por poner un «pero»,  para apreciar esta novela es mejor haberse leído las tres anteriores, lo cual, a su vez, hace que en determinados momentos las abundantes  referencias al pasado, aunque sean sucintas, se hagan innecesarias, dándose además la paradoja que de esas aclaraciones que sobran a los lectores de las tres primeras novelas no parece que sean suficientes para orientar a quien no las hayan leído.

                Si al terminar La pequeña vendedora de prosa decía en este mismo blog que la novela me había parecido la más floja de las tres primeras y eso me hacía pensar en el modo en que a veces los escritores aprovechan el éxito aun a costa de su propia obra, en esta ocasión no puedo decir lo mismo: El señor Malaussène es una gran y divertida novela, con un humor de altísima calidad. Dedicarle una lectura atenta es una magnífica manera de disfrutar.



sábado, 10 de noviembre de 2018

Juego de espejos – Andrea Camilleri




Juego de espejos (Serie Montalbano, 23)



                Solo en esta serie de novelas Andrea Camilleri ha mostrado más creatividad que muchos escritores superventas en toda su vida, y es que casi todas las peripecias de Salvo Montalbano, comisario de Vigàta tienen la complejidad suficiente para dotarlas de su particular dosis de originalidad. Originalidad, dicho sea de paso, que puede quedar oculta por la reiteración de las manías y costumbres de los personajes -es lo que tienen las sagas- así que, atentos a las tramas.

                En la de Juego de Espejos el comisario Montalbano se encuentra con unos nuevos vecinos: un comercial que nunca está en casa y su esposa, una mujer joven y con un físico espectacular y que –como otros personajes similares a los que Camilleri nunca renuncia- tiene una relación peculiar con el sexo, en la que las apariencias suelen no mostrar los motivos.

                La dama en cuestión está encantadísima de conocer a Moltabano, es de lo más cariñosa con él, y Salvo pues… Lo de siempre: debatiéndose entre la tentación y sus sexto, séptimo y octavo sentidos, que le dicen que él ya no está para romper corazones con flechazos como misiles. Entretanto, una bomba explota no se sabe muy bien si ante un local abandonado o en la puerta de la lado, un edificio de viviendas con un vecindario peculiar. El asunto parece cosa de la mafia. Una advertencia por no pagar. ¿Qué puede tener que ver tanto cariño de la vecina con las explosiones? Aparentemente nada, pero de sobras sabemos que alguna relación habrá, y en el tejer y destejer los hilos que conducen al desenlace, hilos que siempre adoptan la forma de personas e intereses que unas veces son económicos y otras emocionales, se pasa la novela.

                Lo típico de Camilleri, pero, reitero, sin repetirse en las tramas, siempre lo bastante complejas para darnos cuenta de que no se limita a vivir de la fama, sino que su cabeza se trabaja los libros y su pluma es capaz de trasmitir esa complejidad con sencillez.          

                Una novela completamente fiel al estilo del autor y del personaje y, como todas las de la saga, estupenda para pasar un buen rato.


sábado, 3 de noviembre de 2018

El día que se perdió la cordura - Javier Castillo




              Un amigo me prestó El día que se perdió la cordura. La leí impulsado por la curiosidad de comprobar la calidad de una novela que había triunfado como autoeditada hasta el punto de ser «fichada» por el mayor grupo editorial y de haber alcanzado unas ventas astronómicas, según la faja: 150.000 ejemplares.

              Y me he encontrado con una novela que tiene una cosa muy buena, excepcional, y dos muy malas, malísimas, horrorosas.

              ¿El balance? La leí en dos días, así que supongo que es bueno, aunque, eso sí, El día que se perdió la cordura solo da para entretenerse, lo cual no es poco pero no basta para situar a esta novela en un nivel digno en cuanto a calidad.

              ¿Qué es eso tan bueno que tiene? El dominio de la curiosidad del lector. Capítulos breves que abren y cierran continuamente interrogantes de los que parece depender la suerte de la historia. Esa es la clave: crear misterios que el lector desea resolver de un modo acuciante y producir la continua sensación de que la solución de tanto enigma está en la página siguiente. Una habilidad que, en cierta medida, recuerda a El código Da Vinci. Los escritores que han querido usar la técnica que hizo famoso entre otros a Dan Brown y han fracasado se cuentan por millares. Javier Castillo, en cambio, ha demostrado una maestría notable, ayudado, solo en parte, porque lo que durante muchas páginas parece solo una novela de misterio acaba rozando, para mantener el suspense, con lo paranormal.

              ¿Cuáles son las dos cosas horrorosas?

              La primera, el pobrísimo lenguaje. No es simple, ni sencillo, ni llano. Es pobre. Demasiadas reiteraciones incluso de expresiones simplísimas. Incluso utiliza mal algún términos.

              La segunda, un ineficaz uso de la gramática que hace sobrar cantidades ingentes de pronombres, artículos y otros términos que no aportan belleza y sí información redundante, aludiendo varias veces a una misma cosa en una sola frase. A pesar de lo cual, en la sección de agradecimientos en autor agradece la edición realizada. Cómo sería antes.

              En definitiva, que por más que la novela se haya vendido tanto sigue arrastrando los peores vicios de la autedición, y justifica el repelús que a tantos lectores y con toda lógica, dadas sus características, nos produce el invento.

              El argumento entrelaza varias historias que se alterna por capítulos: la derivada de la aparición, en Boston, de un caballero que va por la calle desnudo, ensangrentado, y con una cabeza en la mano, situación que ocurre en la década actual; otra, situada en los años noventa del siglo XX, en un pueblecito norteamericano más o menos turístico, en el que se suceden cosas extrañas y aparentemente inexplicables; la del caballero de la cabeza en los momentos previos a su actuación estelar; la de uno de los personajes de la historia de los noventa casi veinte años después y, finalmente, la historia de uno de los psiquiatras que intervienen. No descubro nada si digo lo evidente en todos estos casos: que todas las historias tienen algo en común y terminan convergiendo. Una estructura muy de moda desde hace tiempo.

              Quién ha muerto, quién ha de morir y, sobre todo, el misterioso por qué, son el motor del argumento.

              Ya digo: una novela fantástica para entretenerse, pero pésima para disfrutar de la literatura. En los primeros capítulos esto último me indignó tanto que a punto estuve de dejar de leer, cabreado como una mona, y de mandar el libro al diablo; sin embargo, terminó enganchándome.