En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 23 de septiembre de 2019

Días de radio con Andrea Camilleri





                Algún premio Nobel (creo que Modiano) repite con frecuencia que todos los autores escriben una y otra vez el mismo libro. No fue el caso de Andrea Camilleri (1925-2019), que siempre dijo de sí mismo ser incapaz de escribir inspirándose solo en sus demonios interiores por lo que recurría con frecuencia al desarrollo imaginario de hechos reales. Por eso, al forzarse a imaginar una historia para cada situación ajena a él, aunque sí abordó recurrentemente ciertos temas casi siempre tuvo algo que contar. Y fue capaz de hacerlo con estilos variados que solo tienen en común la claridad expositiva, la economía de lenguaje, el ritmo ágil y la cercanía al lector: desde el tono burlón y socarrón de muchas de sus obras, hasta el grave de otras pasando por el poético de algunas, Camilleri tuvo una considerable amplitud de registros.

                Hace unos días tuve ocasión de participar en un programa de radio acompañado de muy buenos y grandes lectores. Homenajeamos a Andrea Camilleri dedicándole una hora entera, y yo hablé de la parte de su obra ajena al comisario Salvo Montalbano, a quien dedicó veintitantos libros, o quizá más. No, no me quedaron pocos: los restantes, aquellos de los que hablé, alcanzan los setenta títulos, más los aún sin publicar, lo que da idea de lo prolífico de Camilleri. No he leído toda su obra, pero sí cuarenta y tantos títulos, y aunque cada uno merece un comentario individualizado, me he obligado a ordenarlos como sigue.

                He identificado –si no es que se identifica solo- un primer grupo que me he permitido llamar «de la antigua Vigàta». Son obras que transcurren desde el siglo XIX (salvo alguna anterior) hasta la Segunda Guerra Mundial en la imaginaria localidad que remeda los orígenes del autor. Siempre giran en torno a dos momentos históricos significativos: la unificación de Italia –donde siempre podemos ver en segundo plano la resistencia siciliana a las autoridades nombradas por Roma, vistas siempre con desafección y desconfianza por los personajes, y a las que intentan sortear como a un estorbo molesto- y el fascismo, época dramática cuyos excesos obligaron a mucha gente a hacer del comportamiento cotidiano normal algo casi clandestino, lo que transformó a la sociedad entera en una colosal farsa donde, así de cruel es la vida, lo cómico se deja ver entre los resquicios de lo trágico. Todos estos títulos comparten el fino humor de Camilleri basado en las ironías del destino y en el cariño a los personajes, cercano a la ternura, manifestado en su enorme comprensión de las debilidades humanas, fundamentalmente las derivadas del amor, el sexo y el general deseo de no meterse en líos en los que nada se tiene que ganar. También otras tentaciones están siempre presentes, aunque tratadas con intencionada y significativa distancia: la tentación del poder y la del dinero. En muchas de estas novelas se hace algo de luz sobre los orígenes de la mafia y casi todas son corales, historias construidas a partir de la confluencia de la vida de cada personaje, porque para que a Fulano le toque la lotería o esté en el sitio preciso en el momento adecuado para conocer a Menganita, con la de problemas que le ha de traer, hace falta una combinación de factores imprevisible vinculada a la vida de muchas otras personas. Como la realidad, las costumbres y mentiras cotidianas propiciadas por el deseo de caer en diversas tentaciones y apetencias sin dar cuenta a nadie, se mezclan hasta crear resultados sorprendentes. Entre estas novelas se cuentan –pongo el enlace de las reseñadas en el blog- La ópera de Vigàta, El homenaje, La pensión Eva, La concesión del teléfono, La captura de Macalé, La desaparición de Patò, El movimiento del caballo, El sobrino del emperador, Privado de título. La moneda de Akragas, La revolución de la luna (que transcurre en Palermo) o aquella con la que descubrí a Camilleri, cuando nada sabía de él, al encontrarla casi por casualidad en un librería y comprarla a ver qué pasaba: La temporada de caza.


No me resisto a citar como un bloque independiente tres libros preciosos y distintos a todos los anteriores –aunque también situados en esas épocas históricas- que forman una de las trilogías más hermosas que se pueden leer:  la trilogía de la metamorfosis. En torno a personajes bondadosos y pobres de solemnidad se crea una historia maravillosa con un sutil enlace con la mitología. La trilogía está formada por El beso de la sirena, El guardabarrera y La joven del cascabel.


                Son numerosas también las novelas completamente independientes que solo tienen en común su origen: la afición de Camilleri de comenzar a escribir desarrollando noticias, fragmentos de ellas o hechos supuestamente acaecidos según la tradición, práctica que le permite desarrollar novelas negras, de intriga o simples frescos de la sociedad. Me refiero a novelas que giran en tono a diversas relaciones sociales. Vosotros no sabéis (donde aborda el tema de la mafia), La banda de los Sacco (dura, breve y brillante obra acerca de cómo la mafia es capaz de transformar en delincuente –a ojos hasta de la Justicia- al honrado que se resiste por todos los medios a dejar de serlo), El color del sol, La muerte de Amalia Sacerdote (premio RBA de Novela Negra), El cielo robado, Las ovejas y el pastor o El caso Santamaría.


                No centradas en relación social alguna, sino en las profundidades del yo, hay otro grupo de novelas como El traje gris, No me toques, La intermitencia o Un sábado con los amigos. En común tienen -además de una completa carencia de humor y de desarrollarse en el tiempo presente- que el protagonismo corre a cargo de mujeres jóvenes y algo promiscuas casadas a veces con hombres mayores. En ellas juega un papel importante la belleza femenina para unos, el afán de independencia para otros y, sobre todo, las pulsiones que las personas ocultan incluso a sus seres más queridos, el yo más profundo con el que a menudo es complicado convivir y con el que nos enfrentamos durante toda la vida. Unas veces gana él. Otras, no. Pero, ¿quién gana entonces?


                Bajo la denominación de «recuerdos» he esbozado un último grupo de obras sustentado en la memoria directa e indirecta del autor, como si a través de ellas Camilleri hubiera querido dejar de Sicilia una memoria más fideligna que la que se desprende de toda su obra de ficción. Entre ellas, Gotas de Sicilia, Mis momentos o, en otra medida porque es un recuerdo más de sí mismo y de su pensamiento que de sus orígenes, Mujeres.


                Y luego, claro, Montalbano. Empezad por donde queráis, pero empezad. Os aprovechará. Seguro.

               
               

jueves, 19 de septiembre de 2019

Nadie es perfecto – Joaquín Berges





                Supongo que la mayoría de autores de novelas de humor han sentido la tentación de localizar alguna de sus obras en una vieja mansión en la campiña inglesa propiedad de un lord excéntrico y cascarrabias, heredero de un apellido de alcurnia, con un mayordomo hierático y flemático y una moralidad matrimonial más relajada de lo oficialmente admitido; una mansión con aristocrático vecindario en la finca colindante; una mansión que alberga al resto de la tropa familiar, del servicio doméstico y a cierto número de invitados sin otra tarea que disfrutar del paso del tiempo. La tentación de escribir sobre un entorno así es fuerte no solo porque dos gigantes del humorismo, como Wodehouse y Tom Sharpe, siempre inspiradores, utilizaron con frecuencia estos escenarios, sino porque los ambientes cerrados y repletos de chiflados en los que conviven intrigas familiares, sexuales y crematísticas con claras jerarquías sociales y económicas se prestan a todo tipo de equívocos, contrastes y ataques a la solemnidad.

                Pero claro, con precedentes como los citados, para escribir algo así en estos tiempos hace falta una osadía considerable.

                Joaquín Berges la ha tenido y el resultado ha sido bueno. Sintió la tentación de trasladar su imaginación a una mansión inglesa y decidió dejarse caer de brazos abiertos en ella (en la tentación, no en la mansión, como aclararía su personaje). A juzgar por el resultado, la caída en la tentación debió de resultarle de lo más placentera. Ha mezclado mucho de esos escenarios típicos con algo de los hermanos Marx y con un punto inequívocamente personal amparado en el mundo moderno. El lector lo nota y lo agradece, porque es complicado que el autor se divierta sin que también lo haga el lector.

                                Nadie es perfecto -el título es un evidente guiño al final de Con faldas y a lo loco, una de las mejores comedias del Hollywood clásico- entronca con esas novelas de Sharpe y Wodehouse, con la significativa diferencia de que como la acción se sitúa en el tiempo actual el paso de las décadas ha propiciado el desarrollo de ciertas actividades mucho menos avanzadas en la época en la que escribieron estos autores. Por ejemplo, ejem, se han desarrollado mucho la industria del porno y ciertas actividades de laboratorio («Y hasta aquí puedo leer»), aunque la mayoría de lo que encontramos en Nadie es perfecto tiene, sin embargo, cierto aire intemporal que tan pronto nos hace sentir en el presente como en el castillo de Blandings que imaginara Wodehouse.  

La narración, en primera persona, la realiza un detective privado llamado Rhett Bull. Un tipo duro y flemático, aunque en el fondo tan simple que se pasa la novela aclarando al lector toda suerte de malos entendidos gramaticales que solo están en su cabeza, lo cual al principio me sorprendió negativamente -me pareció un recurso un poco pobre y tonto-… para acabar reconociendo mi error y aplaudiendo el modo natural en que Joaquín Berges ha introducido cientos de supuestos equívocos que terminan por dibujar al personaje y dar tono de humor absurdo a la novela formando, todos juntos, una muestra de ingenio y constancia notable.

Ingeniosa es también la caprichosa decisión (así lo dijo autor en la presentación a la que asistí hace unos años) de que todos los personajes lleven por nombre una marca comercial, principalmente de electrodomésticos. Digo ingeniosa no por solo por la originalidad del recurso, sino, sobre todo, por la adjudicación de los nombres en función de cómo su sonoridad encajaba en el perfil de cada personaje. Los nombres más pomposos corresponden a los personajes en teoría más solemnes y los más festivos, si puede decirse así, a sus opuestos.

¿Y de qué trata Nadie es perfecto? De cómo el eficaz Rhett Bull aparece en Kenwood Manor como invitado de la dueña, Lady Whirlpool, quien lo ha contratado para realizar una investigación peculiar que afecta al futuro y estabilidad de la familia: obtener ciertas «pruebas» de las que solo diré, para no chafar a nadie la sorpresa, que son comprometidísimas. En el ir y venir preciso para llevar a cabo su escabrosa misión, Rhett se cruza constantemente con el mayordomo -capaz de suministrar cualquier cosa, probablemente por eso se llama Harrods- y con un elenco de personajes donde cada uno tiene su propia manía, creando entre todos una suerte de camarote de los Hermanos Marx donde cada uno va a su aire aunque todos estén revueltos. Y también dos huevos duros. 

        
La complicada tarea de Rhett se ve favorecida, inesperadamente, por ciertas actividades «lúdico mercantiles» llevadas a cabo por un señor al que solo un sucinto atavío de superhéroe separa de ir completamente en cueros. Aunque, también, se ve dificultada por ciertos problemas alimenticios y por la abundancia de beldades que interfieren en el hacer de Rhett, en su discernimiento, en su tiempo y en su dormitorio.

La intriga tiene un elevado componente sexual enfocado desde una perspectiva humorística. Es lo que más aleja la novela de las referencias que al principio he citado (y eso que nadie podrá decir de Sharpe que no utiliza el sexo en su obra), aunque en realidad más que aludir al sexo lo hace a la pornografía y, como a menudo el porno tiene un alto contenido degradante, las alusiones desenfadadas producen una ligera sensación de desconcierto (más por lo atípico que por razones de fondo, porque anda que en la literatura de humor no hay alusiones festivas a asesinatitos y a otras cosillas igualmente edificantes).

Una novela divertida, distinta, que hace falta atreverse a escribirla y por la que también hay que felicitar al editor por atreverse a publicarla. El riesgo ha merecido la pena.

Leedla. Si os gusta como a mí, estupendo. Y si no, pensad que nadie es perfecto.





lunes, 16 de septiembre de 2019

Mentiras consentidas - Michael Hjorth y Hans Rosenfeldt




Serie Sebastian Bergman, 6
               El entusiasmo que he sentido al terminar esta novela no se debe tanto a sus méritos concretos –que los tiene- sino a la increíble la capacidad de los autores para mantener el listón del interés. Increíble este trabajo a dúo donde la profesionalidad y el buen hacer se notan a cada página. ¡Cuánto intercambio de ideas se intuye para depurar los hechos, dotarlos de la complejidad y el interés necesario y evitar cabos sueltos! Si bien, como es obvio, a medida que se suceden las entregas de esta magnífica saga las breves recapitulaciones para refrescar la memoria de los lectores y situar a los que han cometido el error de no leer las novelas en orden –pobrecitos, ellos se lo pierden-, son más frecuentes, por más que sean telegráficas.

              Juzgué las vueltas de tuerca de la quinta novela (Castigos justificados) como un síntoma de agotamiento, por lo que terminé su reseña diciendo: «Habrá que ver si los autores son capaces de capear el problema sin que las novelas pierdan interés o resulten repetitivas. Lo veremos en la sexta entrega». Bueno, pues han sido capaces. De sobras.

              Si en algunas de las novelas de la serie del egoísta, traumatizado y maleducado Sebastian Bergman toma el protagonismo el caso encomendado a la Unidad de Homicidios y en otras lo hacen las relaciones entre los miembros de esa unidad, en Mentiras consentidas las dos cuestiones avanzan de forma casi paralela, y así, junto a la serie de violaciones que se están sucediendo en cierta localidad y que provocan una muerte que justifica la presencia de los personajes, nos encontramos con la espada de Damocles que solo el lector sabe que pende sobre Billy al tiempo que asistimos a otras cuitas menores, pero interesantes, relativas al liderazgo de la unidad –cuestionado por el origen del caso y la jefa de policía que llevaba el asunto- y al modo en que el resto de sus miembros tratan de reorientar sus vidas. El protagonismo se reparte, se hace coral.

              Todo lo cual, por sí solo, bastaba para hacer una novela digna y que no desmereciera de sus predecesoras, pero es el final, brillante, el que sitúa toda la novela y con ella la saga en un nivel de interés que no recuerdo a estas alturas, ¡sexta entrega!, en ninguna otra saga de novela negra o policial, porque junto la suerte más o menos previsible de Billy, el modo en que la resolución del caso de las violaciones se mezcla con el devenir de los protagonistas abriendo varios descomunales interrogantes es magistral.

              Poco antes había leído un desastre de novela, una birria (best seller, para más escarnio) firmada por Camila Läckberg bajo el título de Una jaula de oro, y hacerlo pensé mil veces en cuánto le debía la autora al tirón de la novela nórdica auspiciado por la trilogía de Stieg Larsson, y en cuántos escritores suecos si méritos suficientes no habrán prosperado gracias a él. No es el caso de Michael Hjorth y Hans Rosenfeldt, pareja con méritos sobrados para propiciar ellos solitos ese tirón no solo por cómo saben mantener el interés de los casos y de la vida de los protagonistas, sino también por el modo en que escriben: claro, limpio, directo, conciso, sin recurrir a lugares comunes, con un fuerte dominio de la significación e interpretación de los detalles en la comunicación humana, con un impactante dominio de los tiempos y la estructura, con realismo cuando es posible y, cuando no, dotando de verosimilitud a lo irreal.

              Lo primero que hice tras terminar fue mirar si la siguiente entrega ya había sido publicada.

              Aún no. ¡Snif!




viernes, 13 de septiembre de 2019

Los milagros de la vida - Stefan Zweig





            Amberes. Hace tiempo, un joven, desconocido y recién llegado pintor italiano realizó allí, por encargo, un cuadro donde la Virgen aparecía tan hermosa que conmovía hasta el extremo. El pintor desapareció sin dar explicaciones tan pronto como le pidieron nuevas pinturas… con una modelo diferente.

            Ha pasado el tiempo, y un viejo pintor de la localidad recibe el encargo de pintar otro cuadro de la Virgen que complete la capilla en el que se encuentra aquel primero que realizó el italiano. Ambos cuadros, el viejo y el nuevo, van a estar uno al lado del otro. Al examinar el viejo cuadro, el pintor queda a la vez extasiado y apesadumbrado: no se cree capaz de realizar una pintura digna de estar junto a esa increíble Virgen. No, a menos que encuentre a una modelo capaz de inspirarle de modo similar a como lo hizo la modelo original al artista italiano.

            Tras mucho deambular y no hacer nada, un día, de improviso, da con una muchacha que a sus ojos se transforma en una revelación: le ha bastado verla para comprender que ella y solo ella es la que puede inspirarle esa obra maestra.

            Hay varios problemas, sin embargo. Es una muchacha huraña, insociable, acogida por un tabernero, nada amiga de tener contacto con nadie. Y además es judía. ¿Puede la Virgen adoptar la imagen de una mujer no cristiana?

            Esta breve obra de desenvuelve en el proceso por el cual la muchacha despierta de la adolescencia a la vida gracias a las sensaciones que le produce abrirse al mundo estableciendo contacto con un extraño y, en especial, sufriendo primero y disfrutando después las encontradas emociones del posado con un bebé en brazos. De modo paralelo vemos cómo el pintor hace balance de su vida comprendiendo que hasta ese momento, ya tan tarde, apenas ha hecho nada verdaderamente conmovedor. Es decir, arte en el sentido profundo. Ha sido un artesano más que el artista que todos creían, aunque por fortuna la posibilidad de serlo por una vez hace de él un hombre agradecido con la vida y, en especial, con su modelo, a la que trata de guiar sin imponer, en especial en el ámbito religioso, mientras convive con el temor a terminar el cuadro y, con su fin, a perder el contacto con la muchacha y con él la razón de vivir que ha encontrado.

          La historia hace pensar en la relación entre la realidad (las modelos de ambos pintores) y la espiritualidad y, en particular, entre el amor terrenal y la espiritualidad y entre la belleza y la espiritualidad, hasta el punto de que en ocasiones todo se confunde y las mismas modelos que han conducido a los autores a su culmen artístico se transforman en la deidad a la que acaban rindiéndose: el italiano, que renunció a sus oportunidades antes que a traicionar en su mente a la modelo a la que presumiblemente amó de tal manera que terminó sublimando su amor en arte, y el pintor que protagoniza esta novela, que acaba más preocupado por lo que supone terminar la obra que por la obra en sí.

          También hace pensar en cómo una persona, en este caso la modelo, deja de ser quien es y evoluciona cuando el entorno le da la ocasión de recibir y dar cariño; y en cómo espanta más la imposibilidad de dar afecto que de recibirlo, y en cómo el ser humano es capaz de refugiarse en sí mismo para, desde allí, amar lo que ha perdido. 

            Y sí, el cuadro termina. Termina de muchas maneras y no todas buenas. Leedlo y lo comprobaréis, y comprobaréis también el magnífico fogonazo de hermosura que el autor es capaz de sacar en el momento más trágico.

            Una historia bella, breve, conmovedora, narrada con un lenguaje rico y plagado de metáforas encadenadas que por momentos pueden resultar algo recargadas y un tanto superlativas. Una historia que acaba enfrentando la paz, a través del arte, con la barbarie de la sinrazón. Allá donde ha habido belleza, durante algún momento ha habido paz.


martes, 10 de septiembre de 2019

Una comedia ligera – Eduardo Mendoza





              La transición del mundo rural -inmutable durante siglos- a la modernidad llevó poco más de un siglo en casi toda Europa. En España comenzó más tarde y duró apenas unas décadas. Ese periodo de frenético cambio alumbró contextos inéditos extinguidos para siempre poco después. Fogonazos de realidad irrepetible. En este periodo transitorio donde todo fue efímero transcurre Una comedia ligera, novela de Eduardo Mendoza recientemente inmortalizada en Cátedra y que, injustamente, no se suele contar entre las mejores del autor posiblemente por carecer de los elementos dramáticos, históricos y algo epopéyicos de La verdad sobre el caso Savolta o La ciudad de los prodigios. Y es que la vida de los personajes de Una comedia ligera es precisamente una comedia ligera, pues con todos sus dramas a cuestas en nada hubiera cambiado ni lo más pequeño del mundo si su suerte hubiera sido una o la contraria.

              La acción se desarrolla en los años cuarenta, en Barcelona y Masnou, pueblecito costero a apenas una veintena de kilómetros de la capital. Allí han comenzado a convivir la tradición pescadora secular con las primeras villas para veraneantes adinerados procedentes del empresariado barcelonés, los cuales encuentran allí una suerte de ensueño donde disponen de amplias residencias ajardinadas –donde hasta se llevan al servicio doméstico- con acceso a playas vacías; un lugar donde el «casino» se viste de gana esos meses para dispensar a los turistas el trato de clientes privilegiados. Un mundo efímero, ligero. Inexistente poco antes y desaparecido poco después, un mundo, también, donde el rol de la mujer comenzaba a cambiar, despuntaban las primeras «atrevidas» y, entre las más tradicionales, los primeros «atrevimientos».

              El protagonista, Carlos Prullàs, es un autor teatral de comedias cuyo estilo comienza a estar pasado de moda. Comedias ligeras. Su próximo estreno, en ensayo en el transcurso de la novela, lleva por título «¡Arrivederci, pollo!», lo cual da idea de su contenido y de lo alejado de las influencias que comienzan a moverse en torno a La náusea de Sartre haciendo de Prullàs una reliquia superada. Sus mejores amigos, o al menos las personas con las que más se relaciona, son el director de escena y la actriz principal, que se ha dejado la juventud interpretando las comedias ligeras de Prullàs y es ya una mujer madura con problemas para aceptar su edad. Aunque ha tenido hasta ese momento cierto éxito, Prullàs se hubiera muerto de hambre de no haberse casado con la cándida heredera de un empresario lo bastante acaudalado para que Prullàs, un tipo afable y que no hace ascos a trabajar duro en lo suyo, se pueda permitir todos los caprichos y solidaridades.

              Una comedia ligera es una novela partida en dos. Durante la primera mitad no sucede otra cosa que el ir y venir de los personajes: Prullàs es también un mujeriego que se ha liado (en varios sentidos) con la bella y depresiva pelirroja vecina en el Masnou, y también se ha fijado en una pésima y bella actriz secundaria que ensaya el estreno de «¡Arrivederci, pollo!» gracias al enchufe de otro empresario catalán con el que todo el mundo sospecha que la actriz mantiene un romance.

              La orientación de la novela da un vuelco cuando Prullàs pasa a ser el principal sospechoso de un crimen. O al menos lo es a los ojos del investigador principal, un tipo poderoso ingenuamente identificado –lo cual lo hace más temible- con los valores y la concepción de España del régimen franquista; un guardián de las esencias puede ser más peligroso que un corrupto con poder. Ante él todos tiemblan, y Prullás el que más pues no estar a bien con el poder puede arruinar de inmediato su carrera artística. Se abre en este punto un ir y venir en el que, intentando demostrar su inocencia, el protagonista se va metiendo cada vez en más problemas mientras sortea otro no menor: que su esposa y su familia política no se enteren del follón ni de los líos de faldas que ha tenido.

              En Una comedia ligera la lectura transcurre con placidez, con calma, sin prisa, como contagiada de la molicie que disfrutan en el Masnou algunos de los personajes. El lector se siente tumbado a la bartola observando entretenido las peripecias de Prullàs. Este efecto se refuerza mezclando un ritmo constante pero pausado con una considerable sencillez y claridad en la exposición, lo cual permite trasladar mucha información sin esfuerzo de comprensión. Es muy difícil bucear la sencillez sin caer en la simpleza, y Mendoza lo hace tan bien que quizá ese sea uno de los motivos por los que esta obra no es más reconocida, y es que los simples, tan abundantes, no son capaces de distinguir la simpleza de la sencillez.

              Más allá de la variedad de registros de Mendoza y de la historia de los personajes, el contexto es relevante. Quizá lo que más. Si uno observa el segundo plano de la novela ve un vasto horizonte. Un paisaje a guardar en la memoria. Ya he hablado de esa época fugaz. Ahora quiero mencionar también la opresión. Ni los personajes ni el autor hablan de ella, no se meten en políticas porque no hace falta decir lo que los hechos muestran: un sistema en el que todo el mundo da por hecho el control y la necesidad de estar a bien con el poder (que no es necesariamente lo mismo que estar a bien con la ley). Además, aunque solo es evidente al final, se cumple la máxima gatopardiana, y quien maneja los hilos del poder económico y a través de él influye en la política, siempre enreda en ellos a quien le conviene para salir bien parado. Todo cambia para que nada cambie. O quizá sea mejor decir que nada cambia ni aun cuanto todo lo hace. Mendoza nos recuerda que hasta en esas épocas de cambio acelerado y paisajes urbanos y sociales fugaces todo cambia, aunque, en el fondo, nada lo hace.

              La conclusión bien pudiera ser que no hay que tomarse muy en serio nada, porque nada ha de cambiar: la vida y todos sus dramas, lo mismo tomada con filosofía que vista en la distancia, no deja de ser una comedia ligera.


domingo, 8 de septiembre de 2019

Regalar ebooks





                El buen humor se multiplica cuando se comparte. Posiblemente por eso tantas de las personas que han conocido a Ajonio Trepileto en cualquiera de sus dos novelas las han comprado luego de nuevo para regalarlas. Gracias dobles, o triples, o cuádruples o lo que proceda a cada uno de ellos.

                Es posible que algunos de los lectores que las hayan considerado dignas de toda condena y oprobio también las hayan regalado, aunque en este caso habrá sido a sus enemigos. Para que sufran leyendo. Más o menos gracias también a ellos (a sus enemigos no, sino a los otros, a los enemigos de los enemigos, no sé si me explico).

                Expongo esto porque los lectores de Ajonio en digital se cuentan desde hace tiempo por alegres millares (y lástima que no por algún que otro millón, lo cual me permitiría retirarme y pasar el día tumbado a la bartola fabulando nuevas locuras), y resulta que también se pueden regalar los dos libritos en ese formato a través de Amazon. ¿Cómo? Siguiendo los dos pasos que ilustra la foto, el primero de los cuales aparece en el lado derecho de la pantalla cuando se accede en Amazon a cualquier libro. El segundo se despliega tras atizarle al primero.

                Cierto es que un regalo de 2,99 euros no es lo mismo que una mansioncilla rodeada de diez hectáreas de césped al borde de un enorme y tranquilo lago lleno de patitos, pero el deseo de hacer reír es un detallito agradable, regalar libros implica estimar en algo las entendederas de quien los recibe y, para colmo, con estas novelas te ríes más que con cualquier mansión y no hay que regarlas, ni pasarles el cortacésped, ni nada, y tampoco tienen mosquitos aunque Ajonio sea un poco moscón.

                En definitiva, si quieren ustedes regalar las aventuras de Ajonio lo mismo pueden hacerlo en papel (Mira Editores también se alegrará) que en ebook.





jueves, 5 de septiembre de 2019

La moneda de Akragas – Andrea Camilleri



              
              Akragas, actual Agrigento, se rindió a los cartaginenses en el 406 antes de Cristo. Camilleri imagina cómo la suerte de uno de los defensores propició más de dos milenios después, en 1909, que un tosco jornalero encontrara en el campo una moneda única, excepcional. Una moneda tan diferente a todas que el jornalero ni siquiera era capaz de imaginar lo que había descubierto.

              ¿Y qué hizo con ella? Regalársela al médico de Vigàta, aficionado a la numismática, en agradecimiento porque varios años antes éste le había salvado una pierna.

              El médico, al inclinarse desde su caballo para ver la moneda que el jornalero le ofrece, se pega con trompazo de aúpa, y de esta tonta manera comienza la historia de una moneda que parece resistirse a ser poseída y, también, una historia donde la codicia de unos se mezcla con la honestidad de otros y con el respeto al destino y al significado profundo de las cosas de unos pocos. Todo ello sazonado con la presencia del poder que, ya que pasaba por ahí, se puede permitir algunos caprichines, y, también, jugando con cierto misterio acerca del extraordinario parecido físico entre dos personajes. La moneda como cruce de destinos, porque no hay resto arqueológico importante u obra de arte relevante que no sea el punto en el que se cruzan destinos a través unas veces de la vida y, otras, a través de los siglos.

              Una novelita corta, que fácilmente puede leerse de un tirón, en la que encontramos muchas de las señas de identidad de Camilleri, sin faltar lo irónico de su humor –la ironía del destino con la que siempre juega- y en la que  se echa en falta un poco de chispa posiblemente porque algunos de los personajes aparecen insuficientemente retratados, lo cual puede traer por causa bien las prisas del autor (parece una novela no demasiado trabajada) bien que muchos de esos personajes son dejados de lado cuando su vida se separa de la suerte de la moneda, que es la verdadera protagonista.

              La moneda de Akragas está por debajo de otras de Andrea Camilleri, pero, en cualquier caso, es una lectura agradable que, en mi caso, ha sido como un bálsamo tras leer la horripilante novela que ha merecido la reseña anterior.