En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 31 de enero de 2013

El ardor de la sangre – Irene Némirovski


     
          Recupero la reseña de esta breve historia de infidelidades que leí hace ya tiempo.

          La acción se sitúa en un pequeño pueblecito francés donde todos andan ocupados de sí mismos, de sus patrimonios y, por supuesto, del qué dirán. Pero como siempre ocurre, bajo la superficie de educación, buenas maneras y buenas costumbres palpita el mundo oculto, más real que el visible, el mundo de lo que cada uno verdaderamente es. El mundo de las pasiones. “El ardor de la sangre”, en ese mundo, es el motor y el detonante, es aquello que nos impulsa a entregarnos aun asumiendo enormes riesgos, aquello que nos hace renunciar la tranquilidad de un término medio seguro para buscar el todo arriesgándonos a la nada.

          ¿Y de dónde sale ese impulso? Por una parte, de la constatación de que el día a día de la existencia ceñida a “las buenas costumbres” tiene una inercia, una rutina, algo de impuesto, de extraño a uno mismo, un conjunto de cosas que permiten vivir la vida con “tranquilidad” (el valor supremo para muchos). Pero además, por otra parte, hay momentos en la vida en que el corazón exige latir con más fuerza, y si no se atiende su llamada siempre queda la duda de lo que pudo ser y no fue o, peor aún, uno se pervierte a sí mismo: deja de ser quien es para convertirse en lo que cree que debe ser. ¿Qué vida lleva entonces? ¿La suya? ¿O la de quién? Por eso el narrador llega a decir, refiriéndose a la que una vez fue su amante y ahora lleva muchos años viviendo ejemplarmente, que ya no la reconoce, que es una muerta en vida, que quien no desea decir “te quiero” no lleva una vida digna de ser vivida porque, seguramente, no está viviendo su propia vida. Quienes en cambio atienden a la llamada del ardor de la sangre viven con enorme intensidad: aman con intensidad, gozan con intensidad, sus miedos son grandes, sus temores inmensos, sus alegrías desbordantes, cada uno de sus placeres irrepetible... Se juegan mucho, pero no pueden dejar de hacerlo. Para ellos nada hay rutinario, frío o gris. Todo es excepcional, cálido, colorido, feliz o trágico, espléndido y peligroso, anhelado e inolvidable...

          Por medio de algunos personajes se ve también cómo el paso de los años influye en la percepción de estos temas. Hay quien se arrepiente de no haber porfiado cuando pudo, y quien se arrepiente de haber caído en la tentación. Es contradictorio, pero la vida es contradictoria. Aunque quizá sea contradictorio sólo aparentemente, porque el arrepentimiento a menudo aparece ligado al fracaso.

        Pero, en cualquier caso, los “implicados” son culpables ante la sociedad. No ante ellos mismos ni, creo yo, ante el lector, porque a ninguno lo mueve un ánimo distinto que el de disfrutar de la vida, del amor... La autora da todos los datos, pero no juzga. Es mera notaria de algo que ha existido siempre –el ardor de la sangre- frente lo que siempre lo ha reprimido: las “buenas costumbres”. Solo el final, la frase final, introduce una enorme duda respecto a los motivos de uno de los personajes (el narrador): ¿Qué es para él el ardor de la sangre? ¿Todo lo que he dicho o el amor propio, la necesidad de sentirse por encima, de conquistar...? Esa última frase es contradictoria con los sentimientos que expresa páginas atrás, pero plenamente consistente con la historia personal del narrador: su sangre ardió por motivos distintos a los que ardió la de su amante. Por eso él, ahora, aún siente el ardor de sus propias brasas; pero ella, me temo, vive sobre sus propias cenizas.



lunes, 28 de enero de 2013

Ya no somos niñas – Vicente Marco



   Hay que leer Ya no somos niñas. Es un libro excelente, maduro, de una categoría superior a casi todo lo que se publica, lo cual es muy serio, aunque el argumento, de entrada, parezca festivo.

   Nos encontramos en el futuro. En algún momento del siglo XXII o siguientes. Un mafioso malvadísimo, O. Brayan, controla todo lo controlable en la ciudad donde discurre parte de la acción. Una serie de mujeres se echa al monte (casi literalmente), comenzando por la que se dedica a hacer masturbaciones piadosas a impedidos, y siguiendo por un puñado más que sería largo enumerar, entre las que se encuentran “renunciantes a la monogamia”, una chica mona y con pocas luces o una prostituta de belleza legendaria. Todas estas señoras están unidas por la necesidad de escapar de O. Brayan. Algunas por ser sospechosas de proteger o esconder al “niño de Alburquerque”, al que O. Brayan quiere capturar no se sabe por qué (se sabe, pero al final, y no pienso destriparlo); y otras, por ejemplo, por haber “perdido” un paquetito de droga o por su disidencia en el club “monógamo” controlado por el mafioso. Si el dicho indica que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, en Ya no somos niñas detrás de casi cada una de estas grandes mujeres corretea un pequeño desgraciado. Pero en cualquier caso, la conducta de este grupo es interpretado por el mundo como una “revolución femenina”, lo que le otorga un halo épico que refuerza la narración en forma de “investigación periodística” sobre “qué pasó realmente en...” que contribuye a hacer más interesante e intensa cada una de las líneas.

   Sin embargo, el argumento no es el fin de esta novela, sino el medio del que se sirve el autor para bombardearnos con un sinfín de críticas al mundo actual. Un mundo que, desde el futuro, aparece ridiculizado; los avances de los que ahora nos sentimos orgullosos aunque no tengamos ni idea de cómo funcionan, son las antiguallas que harán reír a nuestros igualmente ignorantes nietos. No deja de ser divertido que nos creamos tan serios e importantes cuando sabemos que alguien igual que nosotros, en algún momento, nos verá solo como pobres pringadillos que se creían los reyes del mambo. Al mismo tiempo, el mundo de las Ya no somos ha superado la religión y buena parte de las convenciones sociales, de las que apenas quedan vagos restos; incluso la política parece haber desaparecido del mapa por innecesaria, aunque algún vestigio queda. Lo que sí ha pervivido, en cambio, es el interés y el miedo, como si el mundo viviera en la “paz de la corrupción”.

   Con esos mimbres, las situaciones son tan increíbles que incluso las más violentas se hacen divertidas, y ese humor constante y en segundo plano es el que hace digerir sin esfuerzo la crítica y la enorme carga de violencia que el ser humano genera incluso cuando todo “va bien”, porque no hay mayor violencia que cuando nadie disiente de nada.

   En ese avance al “todo vale” hasta hacer normalidad de lo que hoy es excepción, el sexo ha evolucionado de igual manera. Está presente a cada momento. En unos casos, como las “exmonógamas”, es la forma de afirmar su “liberación”; en otros, como en el del estrafalario exceso programado por O. Brayan parece una forma de canalizar la frustración, la insatisfacción permanente del ser humano que le obliga a buscar la solución a todos sus males dando siempre un paso más allá. En el caso de la “masturbadora piadosa” es su manera de socorrer al desdichado, de acercarlo a quien no lo es. Aunque quizá lo más curioso sean los motivos de “la Diosa”, que se descubren al final, y que no dejan de ser chocantes a la vista de todo lo anterior. No me resisto a señalar, como culminación del proceso de “siempre un paso más” a que conduce la permanente insatisfacción con el presente, que el club de referencia para el despendole femenino lleva por nombre “Black and black and black and more black”.

   Como ya he dicho, el libro está escrito en plan “investigación periodística”, alternando hechos y “declaraciones” de algunos de los personajes. Utiliza también, como recurso humorístico, las notas a pie de página dirigidas a un lector del futuro para explicarle las rarezas de la vida en el siglo XXI. Esta forma de escribir da mucho dinamismo, y permite el efecto, siempre cómico, del contraste de pareceres, y la relación directa entre autor y lector. Además, la redacción es excelente y proporcionada; si hay algo que me haya llamado la atención es precisamente la sensación de proporcionalidad, de solidez. Y no es poca cosa, porque en un mundo tan estrafalario como el de las Ya no somos, hubiera sido fácil acabar desbarrando, recreándose en lo anecdótico hasta acabar perdiendo el hilo conductor.

            En resumen, un libro que nadie se arrepentirá de leer.



jueves, 24 de enero de 2013

Cuatrocientos años de humor



He aquí una muestra del humor de Quevedo, que ha sobrevivido ya algo menos de cuatro siglos. Casi nada. Catorce líneas de chanza que seguirán siendo conocidas cuando todo el mundo haya olvidado las cincuenta próximas listas de best sellers.

SONETO
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado;
era un reloj de sol mal encarado.
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
un Ovidio Nasón mal narigado.
Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egito,
los doce tribus de narices era;
érase un naricísimo infinito,
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal, morado y frito.

lunes, 21 de enero de 2013

Un frío de muerte - Fedra Egea




He aquí un libro para leer en invierno, con mucho frío, cuanto más mejor, para que así sea más sencillo ambientarse. Y en que en Un frío de muerte hace mucho. Hasta 19 bajo cero llegan a marcar los termómetros en la imaginaria estación de esquí española donde transcurre casi toda la acción; una estación peculiar, por su cercanía al mar, aunque todos los escenarios son ficticios.
La historia comienza con una protagonista, médico de profesión, hasta las narices de su pareja, un conocido periodista. Tan harta está que se marcha a la ciudad pensando en la separación, pero en pleno viaje se topa en la carretera a un tipo de lo más maltrecho. Lo sube al coche, y acaba curándolo en casa. El hombre es un jugador de baloncesto ruso que milita en el equipo de la ciudad, también imaginaria, que completa el marco de la novela. Y ocurre, además, que uno o dos días después es asesinado un directivo del club de baloncesto. Tanto el jugador como la médico deciden entonces hacer de detectives.

Este es el planteamiento. El desarrollo transcurre entre las idas y venidas de la ciudad a la estación, y en medio de los intereses de los aspirantes a presidir el club, lo que facilita la aparición de un buen número de personajes bien posicionados socialmente; algunos de ellos, incluso, viajan habitualmente en helicóptero. La trama principal se mezcla con las cuestiones afectivas (¿qué ocurre con la protagonista, su pareja, el jugador y la novia de este?) y con hechos que pueden ser interpretados de diversas formas con consecuencias muy distintas. ¿Cómo acaba todo? Lo sabrá quien lea esta original historia. 

Y ya que la cito, la originalidad se basa en tres elementos:

-Lo pintoresco de los detectives: un jugador de baloncesto ruso y una médico española. Ni que decir tiene que sus posibilidades de investigación se basan en la observación, los “interrogatorios disimulados” y, sobre todo, en darle muchas vueltas a la cabeza, amén de alguna que otra aventurilla arriesgada. Esto, en algún momento, genera cierta reiteración, aunque perfectamente asumible. Eso sí: el jugador no es el deportista al uso; se trata de un hombre más cultivado de lo normal; además, tiene una osadía un tanto inconsciente que viene bien a la novela y que da encanto al personaje, haciendo de él un tipo tan afable como desconcertante.

-Lo poco habitual del entorno. Ni las estaciones de esquí ni los equipos de baloncesto (y menos todo mezclado) son paisaje frecuente en las novelas negras. El conjunto ofrece una “estética” atractiva y difícil de olvidar: paisajes blancos y tipos largiruchos. Parece una cuestión menor, pero no es ninguna tontería. Hay novelas que se recuerdan por sus paisajes (se me ocurre, por ejemplo, Zapatos italianos, de Mankell), y esta es una de ellas.
-La adaptación de la acción al entorno. Es quizá lo más complicado de explicar, porque no hay dos estaciones de esquí iguales y, por tanto, a veces resulta complicado imaginar cómo pueden darse según qué situaciones. Esto me ha despistado un poco, pero no porque interfiera en el desarrollo de los acontecimientos, que en una novela son los que dice el autor y no otros, sino porque (mea culpa) siendo muchas estaciones de esquí entornos muy atípicos y con circunstancias tan cambiantes que pueden pasar de lugar idílico a infierno en cuestión de pocos minutos, o de pocas horas, no he podido dejar de preguntarme, condicionado por poco que sé de estos sitios, hasta qué punto pueden hacerse o no, o en qué condiciones, ciertas cosas. Y estas reflexiones despistan un poco, aunque también es cierto que por otro lado ayudan a meterte en la historia, pues no dejas de preguntarte cómo pueden haber ocurrido ciertas cosas y, de alguna manera, comienza uno a darle vueltas a la cabeza tal y como hacen los protagonistas. Dicho de otra forma, el lector se enfrenta a dos problemas: lo que sabe o no sabe sobre estaciones de esquí (que condiciona su visión), y (de esto seguramente el lector es menos consciente) lo que saben o no saben de ese tema los protagonistas cuando se ponen a elucubrar en voz alta.
La primera mitad de la novela (el 45% en concreto, porque está en formato electrónico), me la ventilé muy rápidamente, lo que prueba el interés que despierta. Luego sufrí un pequeño parón de un día o dos debido al poco tiempo que pude dedicar a leer, pero cuando enfilé el último tercio ya no la dejé. Y es que Un frío de muerte mantiene hasta el final la incógnita. Y no solo eso, la autora, poco antes de acabar, se permite una pirueta (que no voy a desvelar para no chafar la historia) que opera en el lector como una montaña rusa.
En resumen, una novela negra original y entretenida, de las que dejan huella tanto por lo peculiar de los personajes (sobre todo el jugador) como por el paisaje, y que además solo me costó algo más de dos euros y medio en Amazon.

jueves, 17 de enero de 2013

Balada de Perros Muertos - Gregorio León



          Balada de Perros Muertos es una novela centrada, aunque no se dice, en la frontera entre Méjico y Estados Unidos, inspirada en la violencia de Juárez. Antes de leerla me permito aconsejar echar un vistazo en Google al mapa de la zona, a la fina línea que separa la violencia de Juárez de la “civilización” de El Paso, ya en territorio estadounidense; será una buena forma de comprender lo irracional de la violencia, y de la impotencia que pueden llegar a sentir las víctimas, que lo son por la arbitrariedad de las fronteras y de las personas.


          La trama es sencilla: varias muchachas aparecen muertas, con indicios sobrados para pensar que han sido asesinadas por un mismo criminal. El comisario Padura es el encargado de la investigación, pero su interés por avanzar es equiparable al que tiene por perder la vida, que es lo que le puede pasar si los caminos del crimen, como es esperable en esa zona, conducen al narcotráfico. Como además su propia hija murió en circunstancias extrañas que no han sido aclaradas, el comisario asume la investigación de estos crímenes rendido de antemano a la fatalidad de dejarlos impunes.

          Pero algo mueve a Padura en contra de él mismo: su irracional enamoramiento de una pintora empeñada en echar luz sobre el asunto. Y así transcurre la historia: con el protagonista sin querer investigar mucho para evitar problemas, pero sí lo bastante como para que la pintora no lo mande al diablo. Entre medio, el capo local del narcotráfico, cuyo poder no se limita a su propia mafia, sino que se extiende por las instituciones, y que, acostumbrado a hacer y deshacer a su antojo, el único límite para satisfacer sus caprichos lo marca su propia y trastornada imaginación. A su servicio, además, cuenta con un antiguo policía que trabajó con el comisario.
          Basta esto para descubrir los ingredientes que hacen mantener la tensión al lector, incluso hasta exasperarlo: la injusticia de la violencia por una parte y, por otra, la indolencia de los poderes públicos, incluso de las funcionarios honestos, cuando el miedo y la corrupción se ha adueñado de la vida de todos.

          Una novela dura, bien narrada aunque con algunos pasajes algo confusos, que fue premio Alfonso en Magnánimo en 2008. 


lunes, 14 de enero de 2013

Un náufrago en la sopa – Álvaro de Laiglesia



     Da pena que libros de humor tan buenos como este no sean reeditados con asiduidad. Me temo que encontrar Un náufrago en la sopa es hoy tarea complicada incluso en formato electrónico. O, al menos, yo no he sido capaz de encontrarlo tras leer la vieja edición que ahora comento.

     Un náufrago en la sopa es, de alguna manera, pariente de Amor se escribe sin hache, de Enrique Jardiel Poncela. Comparten hilo argumental (el amor como “recursos supremo de los ociosos”) y gusto por el absurdo. Aunque en el caso de Un náufrago en la sopa el absurdo adopta la forma de cierto “gamberrismo literario”, de travesura del autor, de ingenio constante, a cada párrafo. Un humor así se dirige tan directamente al lector que le fuerza a reaccionar: o le gusta o lo detesta. Y a mí me ha gustado. Y mucho.

     El argumento no es para tirar cohetes: Hugo, aburrido, hastiado de la vida, está a punto de morir de pura ociosidad, pero conoce a Palmira y se enamora como un tonto. Luego sufre un desengaño, trata de olvidarla pero, por fin, vuelve a la carga con un éxito que verá quien lea la historia, aunque como lo importante no es el qué sino el cómo, tampoco es gran problema desvelar lo ya sabido: que las personas solo sueñan con lo que no tienen. Pero si he dicho que el argumento no es original, ¿por qué estamos ante un magnífico libro de humor? Por la inaudita cantidad de disparates que el autor es capaz de hilar, uno tras otro, sin dar tiempo a reponerse de uno cuando ya llega el siguiente. El argumento es, en realidad, una excusa para encadenar ideas tan graciosas como ingeniosas.

    Junto al absurdo se dan otras muchas formas de humor, como por ejemplo ciertas repeticiones, perfectamente dosificada, que generan un efecto muy gracioso (y si no que se lo digan a don Roberto Fropp, don Carolito Massip, don José Primavera y hasta al propio Lupo), también son frecuentes las calificaciones chocantes atribuyendo relevancia a hechos circunstanciales ajenos a toda acción (como lo de “enana madre”), que mezcla lo importante con lo accesorio, haciendo que no sé sepa en realidad qué es lo importante y qué lo accesorio;  hay confusiones entre la realidad y la fantasía, como el asunto del tatuaje, y personajes tan delirantes y divertidos que su sola aparición ya mueve a la sonrisa (como el doctor Valière o Zezé, el amigo de Hugo, cuya desaparición, por cierto, se cierra con un colofón magistral que culmina al personaje y mueve a la carcajada)

     Literatura de humor imprescindible, pero, por desgracia, prescindible para las editoriales. 



jueves, 10 de enero de 2013

Arqueología en Internet


     Recuerdo haber hecho un gran descubrimiento siendo renacuajo: una casete, en una caja con papel blanco, gris oscuro y grandes puntos rojos que una vecina, años antes, había grabado supongo que directamente de la tele (esas cosas que se hacían entonces) y había regalado a sus alegres vecinitos (quizá para que se callaran) bastante antes de que yo la descubriera en casa como quien descubre un tesoro olvidado. Ha pasado mucho tiempo y de aquella cinta solo recordaba una canción (que entonces me llamaba la atención porque hablaba de "un cohete de vapor"), pero no tenía ni idea de cómo se titulaba ni de quién la cantaba (aunque hubiera apostado a que era alguien con acento sudamericano). Lo único que tenía claro es que la letra no era muy seria. 

     Hoy me ha venido a la cabeza igual que vienen otros recuerdos infantiles: sin que uno sepa por qué, y me he puesto a hacer arqueología en Internet. A partir de la frasecita "en un cohete de vapor" no me ha costado mucho averiguar que la canción original se titulaba "Mama" y ganó el festival de Eurovisión en 1969 interpretada por Jean Jacques, que hizo también la versión en español que encabeza este articulillo. Pero la versión que alguien grabó en aquella cinta y que yo recordaba era de Emilio el Moro (1924-1987), humorista, guitarrista y cantaor melillense ya caído en el olvido, y que vivió su momento de gloria a mediados del siglo XX. De hecho es la versión humorística la primera que he localizado, porque la original habla de "un gran barco de vapor", y no de un cohete. Ciertamente, ejem, mis gustos infantiles no eran muy selectos musicalmente hablando, pero como me ha hecho gracia recuperar estos sonidos, aquí quedan: original y versión humorística.

     Solo espero no haber hecho esto porque de aquella vieja versión quedara grabada en mi subconsciente una de las frases finales: "un gran lunático seré". Ejem.






lunes, 7 de enero de 2013

Becas flacas - Tom Sharpe



     No hay que leer Becas Flacas sin haber leído Zafarrancho en Cambridge. En esta última conocemos el colegio de Porterhouse, en Cambrigde, y lo chapado a la antigua de sus responsables. Y también nos da el punto de partida de Becas flacas: la suerte del Rector, que pretendía modernizar Portherhouse.
     Becas flacas comienza cuando la esposa del Rector decide crear una cátedra con su nombre y poner al frente a alguien que pueda esclarecer qué ocurrió (cosa de la que el lector de Zafarrancho en Cambridge está completamente informado). La selección del candidato queda en manos de unos pintorescos abogados y de su secretaria, la cual acaba eligiendo a su primo, que mantiene grotescas teorías sobre la culpabilidad del criminal y, además, está locamente enamorado de una tal Madame Ma´Ndangas, que se gana la vida dando conferencias sobre técnicas masturbatorias e informando a quien quiera escucharla sobre cómo Idi Amín se papeó a su esposo.
     La cátedra viene de perlas a Porterhouse, porque no tiene un penique; y todavía les viene mejor otra cosa: la posibilidad de sangrar a una cadena de televisión por los destrozos causados en la capilla. Al frente de la cadena está un lunático estrafalario, pero no tan loco como para haber entrado en contacto con Porterhouse casualmente.
     El Decano, por su parte, anda buscando candidato al rectorado entre los antiguos alumnos acaudalados. Acaudalados económicamente, claro está, porque intelectualmente son dignos discípulos de Porterhouse. Skullion, el antiguo portero y actual Rector, está en silla de ruedas pero ha recuperado el habla, y el pintoresco General, con su mezcla de conservadurismo y amor al vicio, es otro de los apoyos que sirven para mezclar todo y construir una historia divertidísima.
     Es más: una historia magníficamente hilvanada, porque no es nada sencillo unir tantas cosas tan alejadas y disparatadas y hacerlas avanzar de forma fluida, sin desajustes, con el ritmo justo. Cierto es que para que la historia avance alguien, desde dentro, debe tomar la batuta. En esta ocasión el personaje elegido ha sido el Praelector, lo cual no lo transforma en protagonista. Toda una muestra de buen hacer en una de las cosas más complicadas a la hora de escribir una historia como esta: guardar las proporciones, que todo vaya en la misma dirección, que todo concuerde, que todo tenga su razón de ser.
     El humor, como es habitual en Sharpe surge de los malos entendidos, de lo ridículo de muchas personas y de sus comportamientos, de la opinión y prejuicios sobre los americanos, a quienes algunos personajes consideran poco menos que seres intelectualmente inferiores debido a la modernidad de sus costumbres, en la exageración a que conduce la inamovilidad de los principios y, sobre todo, en los irónicos comentarios que completan la información que Sharpe da sobre cada personaje. Habitual en Sharpe es también presentar una caterva de individuos con extravagancias muy diferentes, incluso opuestas entre sí, y cada uno, a su manera, un poco monomaníaco. Las referencias a Madame Ma´Ndangas, por ejemplo, son muy divertidas (más que el desenvolvimiento del personaje cuando aparece); la prostituta de baja estofa que contrata el General es también un secundario impagable, y así hay unos cuantos, además del Decano, que gana peso y personalidad. Solo chirría, creo yo, la loca estética de los miembros de la cadena de televisión y la locura delirante de sus responsables: demasiado irreal para encajar, y demasiado chocante en el ambiente casi medievalesco de Portherouse, porque hubiera sido chocante incluso en un ambiente normal.
     Un par de “peros”, para que no todo sean elogios. Hay algunos “trucos” que Sharpe repite aquí de otras novelas, como por ejemplo el de la administración de fármacos cuyo efecto secundario es trastornar la personalidad. No es que me parezca mal, pero parece una solución demasiado fácil (aunque aquí es más recurso humorístico que solución literaria). Y, el mayor “pero”, se lo doy al final de la novela: es un desenlace demasiado simple e inofensivo, como si Sharpe fuera consciente de que la chicha de la novela está en su desarrollo, y, una vez hecho lo difícil, se hubiera relajado.
     Y termino con una anécdota: uno de los “golpes” del libro ha hecho reír a carcajada limpia como no recuerdo haber reído nunca con un libro.



jueves, 3 de enero de 2013

Microrrelatos de humor


 
 
Murió con las botas puestas porque era de día. De noche, para dormir, se descalzaba.
 
 
 
 
 


martes, 1 de enero de 2013

Los cinco de 2012



Terminado el 2012, he aquí los cinco artículos más visitados del blog desde su creación, por orden de mayor a menor número de visitas, aunque no deje de ser una clasificación relativa, porque no es lo mismo haber estado 12 meses en el blog que 12 días:
Primer puesto, para ¿Qué aspecto tendría hoy don Quijote?, una reflexión para ayudarnos a entender el efecto que don Quijote causó en su momento, hoy ya difícilmente perceptible.
Segundo puesto para En un rincón del alma, de Antonia Corrales, un libro que trata sobre lo que sucede, precisamente, en un rincón del alma.
Tercer puesto para Vargas Llosa, el ebook y la literatura banal, un análisis, al hilo de unas declaraciones de Vargas Llosa, de cómo el ebook afectará a la calidad de la literatura.
Cuarto puesto para Las guerras de Elena, de Marta Querol, que tras encabezar la lista absoluta de ventas en Amazon con El final del Ave Fénix, estrenó en ebook esta nueva novela, que en 2013 podremos leer en papel.

Quinto puesto para El asesino hipocondríaco, una novela de humor con aspecto de novela negra, verdaderamente original.