En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 30 de marzo de 2023

España partida en dos - Julián Casanova

 

      

        Dos generaciones de españoles educados en la ignorancia y las hagiografías de parte sobre la Guerra Civil solo pudieron dejar en herencia a las generaciones siguientes esa misma ignorancia. Ignorancia alentada por infinidad de seudohistoriadores más interesados en enturbiar que en aclarar. No exagero: a poco medianamente riguroso que uno haya leído sobre este periodo se da cuenta de la supina ignorancia propia y de la mayoría de los mortales que le rodean, incluso aunque en casi todos los casos sus padres o abuelos vivieran aquella época. Aunque hace ya tiempo que es posible publicar y leer en España el trabajo de los historiadores profesionales sobre la Guerra Civil, sus trabajos hacen algo de luz solo en la cabeza de sus lectores, mientras que la desinformación sigue campando a sus anchas en el mayoritario resto.       

        Uno de esos trabajos, con claro espíritu divulgativo (la propia portada ya dice que se trata de una breve historia), es España partida en dos, del catedrático de Historia Contemporánea Julián Casanova, un gran experto en esa época. Con un lenguaje claro y ameno explica los orígenes inmediatos de la Guerra Civil y su desarrollo. Los orígenes algo más remotos -la evolución de las ideologías a raíz de la revolución industrial y cómo afectó esta a la sociedad y a las relaciones de poder hasta conducir a la I Guerra Mundial; las reacciones autoritarias posteriores a la Gran Guerra surgidas al calor de la crisis de los años 30, y las peculiaridades españolas- están suficientemente esbozados, aunque si uno tiene verdadero interés en ellos -como es mi caso- obligará a algunas otras lecturas. Igualmente tampoco se habla apenas del desarrollo de la dictadura franquista, más que para señalar que su desarrollo fue tristemente consecuente con su planteamiento.

        El libro está muy bien estructurado. Ni opta por un relato cronológicamente lineal ni por temas, sino que va combinando ambos métodos con la pericia que solo el conocimiento profundo permite. El resultado, un relato esclarecedor y ordenado que, al tiempo que es entretenido, suministra un elevado volumen de información.

        Todas las afirmaciones se sustentan en referencias señaladas al final del libro, en notas que conviene no saltarse porque algunas de ellas aportan, además de la fuente, comentarios enriquecedores.

        Un libro fabuloso para iniciarse en el conocimiento de una época convulsa y trágica que es preciso conocer para juzgar el presente y otear el futuro.



lunes, 27 de marzo de 2023

El gran día de la señorita Pettigrew – Winifred Watson

 


Es posible escribir una novela sin buenos y malos, o con solo buenos y, lo que es más complicado, que además sea una obra cómica. La inglesa Winifred Watson (1906-2002) lo demostró con El gran día de la señorita Pettigrew, obra publicada en 1938 que aún se sigue reeditando y cuyo éxito le permitió ser llevada al cine en 2008, setenta años después de su publicación.

Los días de la señorita Pettigrew nunca habían sido grandes, sino más bien pequeños, renacuajos, enanillos, tristes y grises. Y, lo peor, ella siempre había sido consciente de lo insignificante y tediosa que era su existencia, de la falta de emociones, de su condición de mujer poco atractiva, de inteligencia mediocre, sin fantasía, e incluso falta de talento para ejercer la pobre profesión que le había dado de malcomer: la de institutriz de niños aborrecibles, hijos, a menudo, de padres y madres insoportables. Para colmo, nunca ha tenido ni un céntimo, con lo que tampoco ha podido permitirse ni una sola de las extravagancias, caprichos y lujos grandes o pequeños que, a falta de imaginación, permite el dinero. Su vida anodina ha ido perdiendo color hasta el punto de que, en la primera página de la novela, está a punto de ser transparente: la señorita Pettigrew, arruinada tras demasiado tiempo en el paro, acude a su última oportunidad para no ser desahuciada de la habitación que tiene alquilada: una cita de trabajo en Londres, en un lujoso apartamento, para ser contrata como institutriz.

Llama a la puerta y quien le abre un bellezón de película. Una mujer joven, rubia, atractiva, voluptuosa, ataviada con un negligé. En la cama de tan singular anfitriona remolonea un caballero que más vale que salga pitando porque la atractiva señorita, que responde al nombre de señorita LaFosse, tiene más de un amante. Y es que para ella los amantes son como los vestidos: cada uno viene bien para una cosa.

A partir de aquí se desencadena un cúmulo de situaciones y equívocos que ponen a la señorita Pettigrew –una carca de cuidado de súbito sumergida en un ambiente mundano- en situación de hacer favores, y a quienes los reciben en situación de agradecerlos. Ninguno de esos favores implica grandes sacrificios, pero todos se encadenan dando pie a una jornada memorable en la que la señorita Pettigrew disfruta como nunca comprendiendo que hay más mundo que el que conoce, que si lo ignoraba era porque estaba más allá de sus valores y que esos valores no parecen tener demasiada lógica. Su disfrute es posible, además, porque no deja de sortear el tortuoso pensamiento que a cada momento la asalta: y al día siguiente, cuando toda esa vorágine haya pasado, ¿qué?

No se atreve a buscar una respuesta, pero sí a aprovechar el momento. 

Son tan pocos los ambientes en que se desarrolla la acción (el domicilio de la señorita LaFosse, un club nocturno y unas pocas páginas en la calle) que el lector tiene la sensación de estar presenciando una obra de teatro. Una buena obra de teatro.

Una lectura agradable, ágil, divertida, risueña. Atípica. Para desengrasar.


lunes, 20 de marzo de 2023

La casa de los hilos rotos – Angélica Morales

 


     Otti Berger (1898-1944), olvidada tejedora y artista textil de origen húngaro que alcanzó el éxito a partir de su experiencia como alumna y luego profesora en la Bauhaus, es una de las dos protagonistas de esta historia. La otra es la peripecia familiar, que transcurre en el tiempo presente, de una mujer joven, Penélope, cuyas relaciones con su madre son entre malas y peores; y quien, a cuenta de la venta de una vieja casona, acaba remontando la memoria de la vida familiar hasta enlazarla con la de Otti.

     La casa de los hilos rotos es así, por una parte, una biografía novelada de Otti Berger, con el atractivo de encontrar como personajes a unos cuantos artistas famosos de la época de la Bauhaus (Gropius, Mies van der Rohe, Kandisnki, Klee…); y, por otra, es una obra donde el lector, además de preguntarse qué va a ser de Otti en sus relaciones con su vocación, con el éxito y, más tarde, con el nazismo, desea saber qué pasó en esa familia catalana, la familia Ribó, donde las relaciones están prácticamente rotas y todos parecen presos de un pasado oscuro que ocultan a los otros. De este modo, la acción transcurre entre la actualidad y sucesos de hace aproximadamente un siglo.

    El planteamiento es ambicioso y bien resuelto. Cubre de sobras el objetivo de rescatar del olvido a Otti Berger, y la historia de Penélope, tanto por su planteamiento como por el modo brillante es que es resuelta hace que ambas historias converjan no solo por razones argumentales muy bien traídas y nada forzadas, sino también materiales: la idea de fondo, visible en cada página, se da tanto en los hechos de principios del siglo XX narrados como en los de principios del XXI, porque hay cuestiones que vienen evolucionando desde hace siglos y en las que cada vida es una pieza de una construcción inacabada pero que no deja de crecer: me refiero al modo en que el papel de la mujer ha ido evolucionando teniendo como guía el objetivo de que ser mujer no impida o dificulte desarrollar y disfrutar su propia identidad.

     En este sentido, en algún sitio he leído que esta es una novela feminista. Si lo es (el término es cualquier cosa, menos pacífico), lo es con inteligencia, porque no reivindica explícitamente nada, no espolvorea entre sus páginas ni eslóganes ni soflamas, no repite ideas mil veces reiteradas en otros mil sitios al hilo de la enorme actualidad del tema: solo muestra situaciones, solo cuenta hechos. Los hechos que conforman la vida de las protagonistas. Y como los hechos hablan con más contundencia que las proclamas, algo tan aparentemente simple como contar así una historia -real, en la parte que toca a Otti Berger- aporta a la construcción secular que antes citaba un granito de arena de más volumen que infinidad de estadísticas y discursos.

     Por último, quien haya leído algún texto de Angélica Morales reconocerá en las letras de La casa de los hilos rotos su claridad y concisión en la exposición de los hechos, siempre carentes de adornos innecesarios. Angélica deja caer las situaciones con la contundencia y naturalidad de lo inevitable, sin otro paracaídas que el lirismo que salpica el texto con metáforas de resonancias poéticas que, además, transmiten al conjunto cierta melancolía. Esa es precisamente la sensación que deja esta novela: Melancolía. Porque ni la vida ni la historia han sido justas con Otti Berger, ni con tantas otras mujeres representadas por el resto de personajes.

     Una muy buena lectura.




lunes, 13 de marzo de 2023

Polvo en los labios – Montero Glez

 


Primera obra que leo de Montero Glez, y no será la última porque esta breve recopilación de relatos me ha gustado bastante. No es que la mayoría de ellos tengan un final demasiado original o que dé qué pensar, sino que lo importante es el camino, el lenguaje barriobajero al que no se le notan las pretensiones de serlo (¡qué importante es que estas cosas suenen naturales), el entorno, siempre por debajo del límite de la honradez, de la necesidad y de la esperanza, y el modo en que los instintos, las paradojas y lo imprevisto por más normal que sea juegan siempre su papel para enfrentarnos a historias que lo mismo son racionales, como la primera, que narra la muerte de un trompetista, que entroncan con elementos más o menos mágicos, como la del gato.

Otro elemento frecuente en casi todos los relatos es el sexo, que forma parte de los instintos a los que he aludido, pero que tiene entidad propia porque condiciona el devenir de muchas historias, hasta el punto de ser elemento imprescindible de alguna. Un sexo ni muy explícito ni muy refinado, pero sí muy presente. También quiero destacar la pátina de humor, que deriva de la distancia entre en narrador y sus personajes (a fin de cuentas es el observador que nos cuenta lo que ve) y el cariño que se advierte hacia esa banda de desarrapados, traducido en el modo en que el lenguaje de estos se filtra en el modo de hablar del narrador.

          Es difícil que un libro de relatos enganche, porque la sucesión de puntos finales establece un antes y después de cada uno; todo es constante volver a empezar. Sin embargo este libro, por aquello de que, como he dicho, lo importante es el viaje, consigue que tan pronto como termina un relato el lector se zambulla en el siguiente.


lunes, 6 de marzo de 2023

El Verbo se hizo sexo. Teresa de Jesús – Ramón J. Sender

 



Cuando, después de haber leído El Verbo se hizo sexo, piensas que esta obra ha estado desaparecida de los catálogos durante alrededor de noventa años, sospechas, deprimido, lo que los lectores nos estamos perdiendo como consecuencia de la tiranía de la novedad. Por eso es importante y de agradecer la labor de Contraseña Editorial al rescatar obras de autores de la talla de Sender, que, además, apenas han perdido actualidad. 

El hilo conductor de la historia es una versión sui generis de la biografía de Teresa de Jesús, la santa española por excelencia y, también, personaje eminente en la historia de la literatura española. Aunque no es su fama, ni la santidad, ni la escritura el motor de la obra, sino la relación entre misticismo y sexualidad, o, dicho de otro modo, lo que en común tienen el éxtasis mítico y el sexual. Basten, para ilustrar lo que quiero decir, estas palabras de Teresa, que ilustran la «Transverberación»:

Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: Vi a un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal... No era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos, que parece todos se abrasan... Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento... Los días que duraba esto andaba como embobada, no quisiera ver ni hablar, sino abrasarme con mi pena, que para mí era mayor gloria, que cuantas hayan tomado lo criado.

Detalles del «Éxtasis de santa Teresa», de Bernini

De la juventud a la madurez de Teresa, Sender ofrece su versión de la vida de la santa con un lenguaje claro y rico en el que dos diminutivos con reminiscencias aragonesas, «Teresica» y el «conventico», se bastan para dar cuenta de en qué fase de la vida estaba la protagonista y en qué momento de desarrollo la orden que fundó, porque en lo que a este libro respecta son más importantes los inicios que los finales. Ese tratamiento también establece un doble juego: ¿es un hablar cariñoso -como algunas veces lo parece- o refleja la posición de superioridad del autor respecto a la protagonista? Esto último también se da, y no deja de ser una muestra velada de anticlericalismo. Volviendo al plano temporal, vemos a la Teresica adolescente coqueteando con el amor y con la religión, a la que finalmente se entrega por hallar en ella una plenitud mayor que en el amor humano; vemos también su evolución hasta experimentar el éxtasis místico que bien puede confundirse con el sexual, porque Teresica no ha dejado de pensar ni un momento en el amor, más que en Dios o en los hombres; y vemos el crecimiento de un proyecto que, en sus duros y dubitativos comienzos, la pone con un pie y medio en la ruina y la herejía.

El libro también plantea abiertamente un debate clásico: lo cerca que está la locura de la genialidad, lo fácil que es ser tenido por loco si no se es tenido por genio, y cómo que los demás te tomen por una cosa u otra no depende, a menudo, ni de tu locura ni de tu genialidad, sino de cómo encaje en cada momento en los intereses de los demás tomarte por cualquiera de las dos cosas, lo cual no hace menos loco al tenido por loco, pero sí menos genio al tenido por genio. Este caso resulta especialmente provocador, porque como la historia ha optado por proclamar la genialidad, plantear que bien pudo imponerse la declaración de locura no deja de ser un atrevimiento. Un atrevimiento, además, especialmente osado: algo así como sugerir que la Iglesia podría estar adorando la blasfemia. Sender publicó esta obra en 1931, cabe pensar que influido por el anticlericalismo nacido en el XIX, que había ido tomando fuerza (como reacción a la condición de la Iglesia como estamento extractivo y al alineamiento eclesial con las oligarquías terratenientes dominantes) y que, como hace poco leí a Julián Casanova, perdió casi toda su fuerza (y hasta la memoria de su tradición) tras la barbarie anticlerical del verano de 1936, lo cual seguramente explica, al menos en parte, el ostracismo de esta novela durante décadas. 

El libro, ni corto ni largo, conciso, con una pátina de buen humor que puede hacer menos visible la crítica y lo mordaz del planteamiento, es cualquier cosa menos inocente: aunque puede leerse «iocandi causa», fijaos especialmente en los breves diálogos y en la carga de profundidad que tienen muchas de sus frases. La otra carga de profundidad, la más contundente, es la que he señalado antes.