En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

viernes, 30 de octubre de 2020

Quién es fascista - Emilio Gentile

 


 

              Emilio Gentile es uno de los mayores expertos en la historia del fascismo italiano, de modo que no voy a cometer la osadía de juzgar este ensayo, redactado como una suerte de conversación entre el autor y un oponente ficticio que replica a sus argumentos seguramente con las razones que Gentile se ha encontrado en numerosos foros a lo largo de su vida.

              Gentile intenta responder a la pregunta de si hoy existe el fascismo y de si es posible su resurrección, al hilo de tantos políticos como están surgiendo con un amor por la democracia perfectamente descriptible y del uso casi indiscriminado del término.

              La respuesta depende de la definición que se haga de «fascismo», y a hacerla dedica Gentile la mayor parte de la obra, pues una cosa fue el «fascismo histórico», o inicial, y otra su evolución, que en numerosos casos llevó a planteamientos abiertamente opuestos a los iniciales. ¿Cuáles de esos planteamientos contradictorios son los que deben tenerse presentes para definir al fascismo? Y una vez decidido esto, ¿cómo llamar a los planteamientos excluidos de la definición pero alumbrados por las mismas personas que antes defendieron lo opuesto? A esta segunda pregunta no responde Gentile.

              Gentile se limita, que no es poco, a delimitar el concepto de fascismo y a analizar si en la actualidad hay conductas políticas que encajan esa definición. La respuesta es, a su juicio, que no, lo que abre la puerta al análisis de otra circunstancia en la que no entra: ¿cómo definimos entonces esas conductas presentas a las que mucha gente llama ahora «fascismo»? También cabe preguntarse si el fascismo al que actualmente se alude aunque sea incorrectamente es o no heredero de aquellas conductas que, no encajando en el concepto que pule Gentile, sí fueron puestas en práctica por los originariamente fascistas, y a través de las cuales se separaron del fascismo histórico.

              Que lo que muchos llaman en la actualidad «fascismo» no se corresponda con el «fascismo histórico» sirve para aclarar ideas, lo cual siempre es muy útil, pero no resulta tranquilizador, pues son infinitas las formas que el ser humano ha ideado para para acabar con el discrepante. Qué principios enarbola el que me rompe la cabeza puede no ser tan importante como que, simplemente, me ha roto la cabeza, pero esa cuestión excede el ensayo de Gentile, con lo cual, en última instancia, el lector llega a una conclusión: los movimientos totalitarios que están tomando forma y poder en buena parte del mundo seguramente no pueden llamarse «fascistas», pero eso no los hace inofensivos. Qué características tienen, qué peligros implican y qué causas los originan no lo explica este ensayo. 


lunes, 26 de octubre de 2020

Los frutos de la pasión – Daniel Pennac

 


            

            Una de las novelas más cortas y sencillas de la serie de Benjamín Malussène y, también, de las más agradables de leer posiblemente porque su mayor brevedad permite que las cosas se líen menos.

            Thérèse, la hermana vidente de Benjamín, a la que tan unida está, anuncia por sorpresa que va a casarse, y no con cualquiera sino con un tipo de nombre y cargo tan rimbombante como Marie-Colbert de Roberval, consejero refrendario de primera clase del Tribunal de Cuentas y, además, conde. Casi nada.

            A Benjamín al proyecto le hace tanta gracia como un tiro en el estómago, e intenta sabotear el enlace argumentando que el citado caballero seguramente pretende utilizar en sus negocios y en vida política las dotes visionarias de Thérère. Sin embargo ella lo considera imposible pues, afirma, perderá el don tan pronto como pierda la virginidad.

            Benjamín, además de hurgar en el pasado de los Roberval, teme que el asunto termine como todos los problemas que le afectan: primero, con alguna catástrofe en la que todo lo señale a él como culpable (por algo trabajó como chivo expiatorio); y, segundo, con el nacimiento de un nuevo bebé que unir a la tribu Malaussène.

            Y, efectivamente, como es marca de la casa, la hecatombe sucede: hay algún muertecillo que otro, aunque en esta ocasión Malaussène se libra, muy a su pesar, de ser el sospechoso, lo cual no significa que las sospechas no lo inquieten. Qué ha pasado en realidad lo sabrá quien lea la novela, que no es cuestión de destriparla en esta reseña, pero sí de destacar una vez más las dotes de Daniel Pennac para hacer humor no solo con las absurdas situaciones que viven sus personajes, sino también con el lenguaje, que utiliza de un modo magistral en boca de un protagonista que, además, utiliza con gracia grandilocuencia e hipérbole unas veces para impactar al lector y otras para reírse de sí mismo.

            En resumen: a pesar de lo complicado que recordar quién es quién en la tribu, una buena novela. ¿Qué otra cosa voy a decir si aquí estoy y es la quinta entrega de la serie?


miércoles, 21 de octubre de 2020

Fin de temporada – Ignacio Martínez de Pisón

 



              ¿Cuál es el valor de la verdad? ¿Y sus efectos? ¿Dependen del momento en que la verdad aflora? ¿O del momento en que se calla? ¿Qué verdades son las más importantes? ¿Las familiares?

              1977. Juan y Rosa, extremeños de Plasencia que aún no llegan a los veinte años, cruzan la frontera a Portugal para que ella pueda abortar. Pero sufren un accidente. Juan muere. Posteriormente, Rosa da a luz. La encontramos años más tarde, terminando el siglo XX al frente de un pobre camping en Tarragona, cerca de las centrales nucleares. En él vive con un hijo, Iván, que lo ignora todo sobre su pasado y que, por su edad, ya adolescente, comienza a buscar su propio camino en la vida.

              Iván echa de menos al padre que no conoció, sin saber que si su padre hubiera vivido él no hubiera nacido. Ignora casi todo sobre él y sobre el resto de sus familiares, ignora mucho incluso sobre su propia madre. Rosa, por su parte, se ha refugiado en Iván y en el recuerdo de un corto amor que, en su brevedad, tuvo la perfección de lo que no ha tenido tiempo de estropearse. Junto a ellos comienza a vivir Mabel, una mujer que se ha visto obligada a rehacer su vida. A la vez, Iván se enamora de una muchacha francesa, Céline, que vive en Toulouse. El conjunto de estas relaciones se ve condicionado por la huida del pasado en su día emprendida por Rosa y contagiada a su hijo a través de su carácter posesivo y, también, por la oscuridad que impuso sobre lo acontecido años atrás. Pero es imposible escapar del pasado porque somos fruto de él, y antes o después hay que retornar a él para comprendernos a nosotros mismos y tomar decisiones con criterio.

              Aunque a veces también el criterio o la falta de él está condicionado por cómo nos afectó el pasado.

              Fin de temporada, escrita con la clara y lúcida prosa de Ignacio Martínez de Pisón, bucea en situaciones y sentimientos profundos sin apenas esfuerzo, denotando la claridad de ideas, el dominio sobre lo que se quiere escribir y la maestría para hacerlo.  Martínez de Pisón domina el arte de narrar las relaciones familiares convulsas, que no por ser familiares dejan de irradiar sus efectos al resto de relaciones de sus personajes: amistad, amor, interés… El pasado vuelve siempre, dice Martínez de Pisón en una entrevista; y así es, porque somos su fruto, aunque cierto es que unos lo digieren mejor que otros.

              La historia, que comienza lenta, coge ritmo de modo suave, constante, hasta terminar con una intensidad desgarradora. El realismo es absoluto, tanto por la fidelidad al modo de ser y hablar de las personas como por las descripciones y la carencia de efectismos artificiales. El único efecto buscado por el autor, y alcanzado con éxito, es el poso que deja la novela tras un final, emocionalmente complejo, al que conduce la deriva de unas vidas que han creído poder avanzar sin haber levado anclas.

              Fin de temporada es también un magnífico reflejo de la sociedad y del rápido cambio de las últimas décadas. La misma persona que en 1977, con apenas 18 años, experimenta el drama de ser madre soltera y el fundado temor a una dura condena social que la convierta en una paria, tan solo veinte años después, aún joven con solo treinta y tantos, vive en un mundo que no entiende aquellas vivencias que cambiaron y aún condicionan su vida.

              Ignacio Martínez de Pisón es un maestro del realismo y de las relaciones familiares complicadas, que, al final, marcan como ningunas otras. Uno de los mejores escritores españoles. 



sábado, 17 de octubre de 2020

El disputado voto del señor Cayo - Miguel Delibes

 

               

                Las elecciones de finales de los setenta en España tuvieron características únicas, tanto por su significación como hasta por el modo en que los partidos inundaron las calles de carteles y folletos que se acumulaban por las aceras. En ese entorno comienza la novela: en el «cuartel general» de un partido progresista en una pequeña capital castellana, andan a la caza y captura del voto, para lo que pretender visitar todos los pueblos para hablar con los lugareños y «vender el producto». Pocas son las localidades que les restan por visitar y, entre ellas, unas pocas en un extremo de la provincia, ya entre montañas. Para allá se van una tarde el candidato a diputado –Víctor, un hombre pausado y sensato-, un joven y entusiasta colaborador, y una guapa mujer: la joven y resuelta esposa (o todavía esposa, porque el matrimonio es ya solo una apariencia) de un candidato a senador que ha apostado por la publicidad «a la americana».

                Los tres personajes emprenden viaje, pero no pasan del primer pueblo. Allí se quedan, a iniciativa de Víctor, encandilado con el señor Cayo, el único morador del pueblo –de los tres que hay- al que han encontrado; posteriormente aparece su esposa muda, y el tercer vecino, con el que Cayo anda enfrentado, no llega a ser más que una borrosa presencia. Cayo es un octogenario que sobrevive en soledad, haciendo lo que los seres humanos han hecho durante siglos para vivir: conocer el entorno para encontrar y aprovechar lo que se necesita, y trabajar para obtenerlo. Contando cómo vive y contando la historia del pueblo, Cayo, sin darse cuenta, da una lección magistral de historia y, también, y en cierto modo, de justicia. El choque entre las «ofertas» de la política y de los políticos con la sincera y simple exposición del señor Cayo de cuáles son las necesidades humanas y de qué poco basta para satisfacerlas, es tan brutal que de los tres visitantes dos pronto sienten un profundo desdén basado en el sentimiento de superioridad que tantas veces genera la ignorancia, pero el tercero, Víctor, el candidato a diputado, queda maravillado, prendado de la lección moral del anciano, y sumido en una crisis en la que se pregunta si ellos, los que se presentan ante los demás como salvadores, no son en realidad los principales candidatos a ser salvados.

                El principio se me ha hecho raro, como si Delibes narrando en un entorno urbano tuviera algo de pez fuera del agua. Quizá sean impresiones mías, pero los dos fragmentos «urbanos» de la novela (el inicial y el final) me han parecido algo encorsetados frente a la maravilla de la parte rural, cuya riqueza de vocabulario y naturalidad es superlativa), puro Delibes

                El disputado voto del señor Cayo no es una novela para echar la vista atrás hacia una situación histórica única, sino que invita, en cualquier momento, a una profunda reflexión acerca de la sociedad moderna, de la inutilidad de consagrar la existencia a unos valores que tienen mucho más de mercantiles que de humanos, y de las razones para reencontrarnos con nosotros mismos en el mundo del que realmente hemos salido y al que, nos guste o no, no podemos arruinar sin arruinarnos moralmente, porque ese mundo es el que contiene la esencia del ser humano. El ser humano, renunciando a la naturaleza, se ha situado extramuros de sí mismo.


lunes, 12 de octubre de 2020

Aviso de muerte – Sophie Hénaff

 


 

              Segundo caso de Anne Capestan, la comisaria francesa al frente de una brigada-desastre creada para dar destino a todos los bichos raros de la policía parisina y dejarlos allí, quietecitos, sin trabajar, no sea que rompan algo. O a alguien. Y, ya de paso, sus superiores les endilgan todos los expedientes llenos de telarañas con los que nadie sabe qué hacer, para tener así junto y bien almacenado todo lo inservible.

              La novela comienza con el asesinato de un policía jubilado: Serge Rufus. Si la brigada de los torpes tiene parcial y renacuaja participación en la investigación es solo porque el finado fue suegro de Anne, y los «polis listos» suponen que ella, si participa, podrá aportar información rápida y fideligna. Pero, en realidad, Anne sabe poco de Rufus, y posiblemente lo que ignora no sea bueno saberlo; además, ¿para qué quiere averiguar si su exsuegro tuvo enemigos o trapos sucios? ¿Para qué quiere escarbar en su pasado a la búsqueda de expedientes problemáticos cuando su asesinato le ha dado la ocasión de volver a verse con su ex, Paul, por quien no ha dejado nunca de sentir afecto entre otras cosas porque la separación fue un poco…? Bueno, pues eso, que se separaron porque todos se habían puesto nerviosos.

              Por otra parte, y en otro lugar, un asesino «avisa» de sus asesinatos a quienes van a ser sus víctimas (hace poco comenté otra novela de Fred Vargas donde este planteamiento, no original, también se da) lo cual ofrece al lector desde el inicio un reto o combate casi intelectual entre protagonistas y criminal. Típica también es la posterior sucesión de crímenes que repiten el patrón incial (ni sé las novelas que he comentado que usan y abusan de ese truco) lo que permite ir acumulando pistas para, entre pitos y flautas, acabar pillando al malo. Pero la originalidad y el mérito de Sophie Hénaff, lo que verdaderamente hace que merezca la pena leerla, no es el fondo de la historia, sino su éxito en algo dificilísimo: la mezcla de comedia y novela negra.

              A ello ayudan no poco la caterva de personajes extraños que pueblan la brigada, así como su evanescente situación en el organigrama policial y el singular carácter de Anna Capestan, a la vez voluntariosa, permisiva, dejada, calculadora, impaciente y, desde las más buenas intenciones, capaz de perder los nervios y cargarse a alguien.

              La idea de Hènaff de crear una brigada con semejante elenco es una magnífica jugada literaria: le ofrece inmensos recursos para salir airosa de cualquier aprieto creando situaciones estrafalarias y, también, le permite captar el interés del lector provocando el fracaso de unos «héroes» que no lo serían si no fracasaran constantemente. Además, ¿cómo no va a solidarizarse el lector con ellos cuando todos los desprecian y ningunean?

              Una magnífica y poco frecuente mezcla de comedia y novela negra que merece la pena tener en cuenta.

              Leed a Sophie Hénaff.


jueves, 8 de octubre de 2020

El día del perro - Caroline Lamarche

 


             

              Un perro abandonado cruza una autopista con riesgo de ser atropellado y de provocar un accidente. Varias personas lo ven y hasta se detienen para intentar hacer algo. Un camionero, un sacerdote, una madre y su hija… Hasta seis personajes. El libro consiste en la versión de cada uno de ellos o, más bien, en las reflexiones que les inspira a cada uno un mismo hecho, reflexiones dispares pues lo que en verdad las hace surgir no es el pobre perro, sino el pasado de cada uno, lo cual viene a demostrar eso de que no vemos más que aquello que nos interesa.

              Aunque cada capítulo intenta adaptarse al modo de ser y de expresarse de quien lo protagoniza, el conjunto es algo desvaído porque, aparte de la mucha o poca sorpresa que cause al lector cada una de las reflexiones, su propia heterogeneidad contribuye a esquivar los más concretos intereses del lector, que necesariamente se ha de identificar más con una historia que con otras, lo que provoca oscilaciones en el interés y la atención.

              ¿Un libro de relatos? Más bien sí, pese al hilo conductor común. Interesante. 


lunes, 5 de octubre de 2020

Muerte en mar abierto – Andrea Camilleri

 



(Serie Montalbano, 28)

 

              A fecha de hoy, ya están comentados en este blog todos los libros protagonizados por el comisario de Vigàta, Salvo Montalbano, publicados en España. En su lectura he seguido siempre el orden cronológico de publicación, excepto en este libro con ocho relatos, uno de los cuales –una investigación exitosa por la sagacidad de Montalbano para hacer preguntas- da título al volumen. La razón para saltarme el orden en esta ocasión es que en las novelas conviene mantenerlo debido a que las relaciones de Montalbano con Livia y el resto de personajes evolucionan; en cambio, estos relatos resulta complicado situarlos en el tiempo de Montalbano, porque aunque la contraportada advierte de que tratan del «joven Montalbano» en realidad solo una alusión al atentado de Juan Pablo II permite situarlos en el tiempo, amén de que el protagonista está algo menos gruñón con la edad, que no se mencionan los móviles y que todavía no ha cerrado la trattoria donde iba en las primeras novelas.

              Los relatos, puro Camilleri: rápidos, agilísimos, completísimos dentro de su brevedad, siempre con algo que contar y, en este caso, con especial dedicación a la mafia (en ocasiones porque actúa y en otras porque parece haber actuado). Todo coloreado con el costumbrismo siciliano y el tono siempre levemente humorístico de Camilleri, tan bien trabajado que se funde y confunde con el espíritu del comisario hasta dotarlo de esta manera de su personalidad.

              Siempre me llama la atención con qué pocos trazos consigue Camilleri contar, de forma sencilla, tramas complejas. Este libro es una buena muestra: cada uno de los ocho relatos es una pequeña novela donde no falta nada.

              Una estupenda lectura para desengrasar la mente.


jueves, 1 de octubre de 2020

Huye rápido, vete lejos - Fred Vargas

 



              Lo que menos esperaba encontrar en este libro, tercera entrega del comisario Adamsberg, publicado en 2001 y en España en 2003, es encontrar un tema tan de actualidad como una pandemia. Bueno, más o menos, porque lo que hay tras la misteriosa aparición de un singular número cuatro en varias puertas de pisos en París y en los mensajes que un antiguo marinero, reconvertido en pregonero, va soltando por encargo a diario, parece tener que ver con la voluntad de alguien de provocar una nueva epidemia de peste.

              La novela se desarrolla en el entorno del lugar donde opera el peculiar pregonero: una pequeña plaza en un barrio de París donde se gana la vida clamando a los cuatro vientos anuncios que van desde la venta de lechugas hasta declaraciones de amor. Hasta él llegan extraños mensajes que preludian muertes siempre que uno sepa leer entre líneas, y el hombre los suelta sin tener ni idea de lo que está diciendo. Luego, los muertos van apareciendo. Aparte del birlibirloquismo por el cual la policía puede llegar a enlazar los crípticos mensajes del pregonero con los crímenes, la idea es parte del recurso fácil, tantas veces usado por los autores de novela negra, de utilizar criminales que anuncian sus andanzas para meter el miedo en el cuerpo al personal, para escarnecer a la policía o porque son así de chulos, que de todo hay, de modo que la novela se plantea como una lucha entre retador y retado, un combate mental.

              Fred Vargas va cambiando la narración desde las peripecias de Adamsberg (que, como siempre, consisten en observar y poco más) hasta las de los malos malísimos, que solo durante unas páginas permanecen ignorados aunque luego la autora juegue con el lector limitándose a mantenerlos en el anonimato (otro recurso fácil: vemos a alguien hacer las pificas pero no se nos dice quién es). La novela es un tranquilo discurrir que tiene mucho de contemplativo, incluyendo algún que otro fiambre por el camino. Lo que Fred Vargas deja ver en relación a los culpables, parece confirmarse con tanta antelación que a medida que se lee cabe imaginar un giro final inesperado, y así es: el desenlace, por lo inesperado, será festejado por aquellos lectores que gusten de las sorpresas finales; es este caso, además, las piruetas no resultan demasiado forzadas.

              Una novela negra entretenida y casi casi «de salón».