En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 29 de noviembre de 2021

El mal de Corcira – Lorenzo Silva

 


 

              Dentro de la saga de Rubén Bevilacqua, El mal de Corcira es, posiblemente, la novela más ambiciosa. En lo literario va más allá que las anteriores –de evolución casi siempre lineal- al confrontar presente y pasado de varios personajes junto a importantes saltos en el tiempo que no afectan al fondo; por otra parte, dentro del género negro supera la voluntaria limitación de otras novelas de la saga, que se ceñían al procedimiento policial para mostrar el máximo realismo; El mal de Corcira, en cambio, apuesta por mezclar equívocos –aunque también realistas- que implican pasos adelante y atrás de modo que la intriga crece con intensidad sin quedar reñida con el realismo; y, por fin, las circunstancias de la víctima le permite a Silva avanzar en otro frente, el más relevante y ambicioso en esta novela: el social. De modo tangencial pero importante se trata la homosexualidad de modo normalizado, pero, sobre todo, se aborda la existencia de ETA haciendo un repaso –a través de los recuerdos del protagonista- muy interesante de vivencias y procedimientos que muestran el grado de entrega y sacrificio que exige la lucha contra el terrorismo.

Este último aspecto es el que ha caracterizado la novela ante el público y casi con toda seguridad abordarlo era el objetivo de Lorenzo Silva. En algunos sitios se ha afirmado o insinuado que esta novela pretendió aprovechar el éxito de Patria, que habría abierto la veda del tema. No sé si es así, pero da igual porque no sería ningún crimen sino algo bastante lógico, comercialmente hablando, y dada la relevancia del tema tampoco puede decirse que sea propiedad de nadie. En cualquier caso, ambas obras solo tienen en común –además de ETA al fondo- que seguramente su publicación hubiera sido imposible, o al menos muy polémica, antes del fin de la violencia etarra.

Por lo demás, cualquier otro paralelismo resulta cuestionable o, directamente, absurdo. El mal de Corcira es deudor de su protagonista, por lo que no puede sino abordar la cuestión desde su óptica: la de un guardia civil directamente involucrado en la lucha contra el terrorismo que, además, cuenta la historia en primera persona. El resultado es muy interesante, pero, lógicamente, es más un retrato corporativo que social; cualquier visión, lo mismo la de la Guardia Civil que la de los terroristas o la sociedad, se hace a través de los ojos del protagonista.

¿Puede ser que Silva haya querido dar una visión más amplia que la que podía proporcionarle el personaje y haya expresado a través de él sus propias opiniones? Puede ser. Que la visión sea más la del escritor que la del personaje justificaría la sensación que he tenido de que Bevilacqua cuenta las cosas «desde fuera» y con cierta rigidez, con atrevimiento, pero con los recuerdos de 1992 encorsetados en la realidad de 2019 o 2020. Es la única crítica que se me ocurre hacer.

Yendo ya al argumento en sentido estricto, la cosa comienza con el asesinato en Formentera de un caballero que resulta ser un antiguo etarra, lo cual, por si las moscas, provoca la intervención de la unidad de Bevilacqua y desencadena los recuerdos que se van intercalando con el presente.

              Así vemos los procedimientos de investigación actuales frente a los procedimientos (de información) de los años 90. Dos mundos muy distintos detallados hasta producir una intensa sensación de realismo y que resultan apasionantes, sobre todo los segundos. El lector tiene ante sí en todo momento tres zanahorias: el interés que suscita el crimen concreto investigado, los modos de actuación en la lucha contra el terrorismo en los años 90 y, por fin, qué diablos le sucedió o dejó de suceder a Bevilacqua entonces, asunto pendiente desde el inicio de la saga. No defrauda.

              Como se ve, hay varias lecturas posibles de este libro, y todas compatibles. Por un lado, es una novela negra o policial y como tal puede leerse. Por otra, tiene un componente histórico muy atractivo para todos los que hemos vivido los años del terrorismo (de hecho, varios episodios y personajes son de inspiración claramente identificable) y, finalmente, tiene una lectura social (o política, pensarán algunos) por el posicionamiento de Bevilacqua o del autor a través de su personaje.

              Las dos primeras lecturas son interesantísimas y meritorias y la tercera, no siéndolo menos, es la que más división de opiniones ofrecerá. A mí me pareció valiente, pero un amigo «benemérito» me dijo que era un libro «demasiado equidistante». A saber. Lo que sí es, es una postura con sentido común y que intenta no dejarse llevar por las emociones. Quizá sea eso lo que lo hace más raro.

              Leedlo.


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sábado, 27 de noviembre de 2021

Damas y caballeros, pasen y lean. Selección de lecturas.

 

Damas y caballeros, pasen y lean:

 

Para lo que ustedes gusten, he aquí, de entre las reseñadas este año en este blog, una selección de diecisiete lecturas que me siento particularmente contento de haber hecho. Desde cada imagen puede accederse a la reseña.

 

Que ustedes lo lean bien.





















jueves, 25 de noviembre de 2021

Un hilo de humo – Andrea Camilleri

 



¡Gracias sean dadas a los dioses y a Booket por reeditar este libro publicado en España en Destino y descatalogado hasta el 17 de noviembre de este año!

Un hilo de humo fue la segunda novela publicada por Andrea Camilleri. Fue en 1980, cuando tenía 55 años. La tercera llegó en 1992, ya con 67. Ojalá la primera, El curso de las cosas (1978), vuelva a ver pronto la luz en español.

Para los devotos de Camilleri Un hilo de humo lanza un hilo de luz sobre los orígenes de su obra. En muchas de sus novelas posteriores reprodujo el planteamiento de ésta (una sucesión de escenas sobre varios personajes que crean una historia coral, o una historia de historias) si bien depurado y mejorado, pues en Un hilo de humo hay algunas escenas un poco confusas y la división entre «actos» es menos evidente que en obras posteriores del mismo tipo, como La desaparición de Patò, La concesión del teléfono, La ópera de Vigàta o El sobrino del emperador, todas reseñadas en este blog.

Es decir, Un hilo de humo no es la mejor obra de Camilleri en la «Vigàta histórica», ni siquiera es una obra ambiciosa, pero sí es una historia fresca que ya luce las principales características de las mejores y más divertidas novelas del autor: el universo de Vigàta comienza a tomar forma, es el primer salto a un pasado no demasiado remoto (finales del siglo XIX) donde la ingenuidad de unos y las malas artes de otros comienzan a conformar la situación política y social derivada de los cambios políticos impuestos por la unificación de Italia y del auge de la mafia; descubrimos que el estilo breve, directo, telegráfico de Camilleri, con poca descripción, mucho dato relevante y siempre con un punto de sensualidad vinculado a atracciones irresistibles, venía ya de antiguo y, por encima de todo ello, vemos su fidelidad al constante pivotar de sus historias sobre las debilidades del ser humano.

Salvatore Barbabianca es un estafador ya de cierta edad que ha hecho fortuna a costa de todo el que se ha cruzado en su camino. Un tipo que solo tiene escrúpulos a la hora de dejar de estafar una lira. La historia comienza cuando está a punto de llegar a Vigàta un carguero ruso para llevarse un montón de toneladas de azufre, encargo que Barbabianca, por culpa del «inexplicable» retraso en un telegrama, no va a poder atender. Un desastre que lo va a conducir a la ruina.

Todo el mundo se entera de la inminente llegada del carguero con la misma velocidad con que corre la voz de que los almacenes de don Salvatore están vacíos y que nadie va a mover un dedo por ayudarle a llenarlos, Al contrario, las zancadillas se van a suceder primero con amabilidad –por prudente cobardía- y, pronto, cuando la cosa se da por hecha y la cobardía desaparece, con un desprecio no fundado en la valentía sino en una ruín sensación de impunidad. Vigàta en pleno, y en especial todo el que tiene cuentas pendientes con el estafador, se dispone a disfrutar la caída en desgracia de Salvatore Barbabianca, patrocinada por uno de sus rivales.

    No deja de ser una venganza vergonzante porque todos la disfrutan pero ninguno da la cara. Barbabianca y los suyos, por su parte, tienen que soportar el amago trago de la humillación.

El hilo de humo al que alude el título es el del carguero ruso al divisarse en el horizonte. Un hilo que para unos representa la esperanza y para otros el final. No es mal título como presentación de la obra entera de Camilleri, en la que las distintas miradas que admiten la realidad juegan siempre un papel fundamental.

Lo que he dicho hasta ahora más o menos lo explica la sinopsis. Si añadiera más datos destriparía la novela, así que me limitaré a decir que quien es mezquino acaba expresando su mezquindad de una manera o de la opuesta, según sean las circunstancias. Camilleri muestra que de la adulación a la traición el paso es tan pequeño como la dignidad de quien incurre en cualquiera de esos dos vicios. Una historia sobre la mezquindad, la vanidad y la cobardía que les es aneja y, también, con un final humano, porque queda claro que ya desde el principio de su obra Camilleri cuidó este extremo. Un toque final, el de Camilleri, que nos dice que aunque la realidad nunca cambia, a veces es posible escapar a ella gracias a eso que ahora se llama «justicia poética» y que en realidad a menudo consiste en dar una oportunidad a la casualidad para que traíga la suerte.

Encantado de haberlo leído.


Portada de la primera edición en España.
Destino. 1980.


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lunes, 22 de noviembre de 2021

Don Camilo. Un mundo pequeño – Giovanni Guareschi

 



Tanto y tan bien había oído hablar de Don Camilo que me ha sorprendido no encontrar lo que esperaba, sino algo muy por debajo y parecido a una secuencia de episodios, más o menos sin orden ni concierto, de Tom y Jerry, Pixie y Dixie o el Coyote y el Correcaminos.

    La obra comienza con una declaración de intenciones del autor expuesta con tres historias que nada tienen que ver con las de Don Camilo, donde se nos explica qué es ese mundo pequeño en torno a una parte de la ribera del Po y a su idiosincrasia. Y luego, principian estas.

No hay un argumento propiamente dicho, sino una serie de sucesos cronológicamente ordenados que transcurren en el valle del Po en Italia, a finales de los años cuarenta del siglo XX y cuyos protagonistas son dos machitos enfrentados, orgullosos, eternos rivales –a fin de cuentas, cada uno representa un tipo de poder y todo poder aspira a ser el único- fortachones y más brutos que un jabalí: el cura del lugar, don Camilo, y el alcalde comunista, Peppone. Dos individuos a un tiempo agudos en la valoración de otro y de la naturaleza humana, dispuestos a moler a palos a cualquiera y realizar todo tipo de barbaridades, pero con cierto sentido de la nobleza y del respeto al rival: se le puede moler a palos, pero no humillar; se puede machacar su ideología y a él como su representante, pero hay que respetar a la persona.


Sin embargo, Guareschi sitúa a don Camilo en un plano moralmente superior a Peppone, porque, aunque el sacerdote es un cabestro, tiene línea directa con Jesuscristo, que le habla desde el altar mayor. Obviamente, cuando tienes un jefe a un tiempo gran hermano y hábil guía acabas yendo con la docilidad de un corderito por el camino que te marca. Las correcciones divinas a don Camilo –muy parecidas a su conciencia- solo con cierto voluntarismo pueden tomarse como crítica a los excesos de la religión, porque el autor se cuida de elevar a Peppone solo lo necesario para que sostener el combate de egos y dignidades, ni un milímetro más, y la notable inteligencia que se le concede no es suficiente como para evitar, con el paso de las páginas, que sea reflejado como un forofo de ideales que mantiene más por la fe del fanatismo que por la razón, aunque se le otorgue un fondo noble.

Al final, dos fes enfrentadas de la que siempre sale mejor parada la de don Camilo, como si el mensaje subliminal del libro fuera «seas inteligente o más bestia que un arado, el verdadero listo es el que gana y aquí siempre gana el mismo, así que no seas tonto». O quizá, incluso, el mensaje puede ser «el más inteligente de los comunistas nunca estará por encima del más tonto de los curas». Tal es así que a menudo las «derrotas» de don Camilo consisten, simplemente, en renunciar a humillar a Peppone. Además, por si no quedara claro quién está en el lado «correcto», Guareschi hace desfilar una legión de «rojos» (en general presentados en forma de manada), que así los llama, que reniegan de Dios en público y acuden a él en privado.

Contrariamente a lo que pensaba, no hay motivo literario para resucitar este libro de humor simplón, aunque sí resulta interesante para viajar a otros tiempos y reflexionar sobre la razón de su viejo éxito: la necesidad de seguridad o, lo que es lo mismo, de sentirse en el bando correcto, necesidad acuciante en situaciones tan turbulentas como lo habían sido los treinta años anteriores en Italia; o como lo están siendo ahora, con revoluciones tecnológicas, geopolíticas, enormes mutaciones económicas y hasta pandemias. ¿Quizá por eso ha resucitado con Camilo? En época de dudas son tantos los que quieren sentirse en el bando de los buenos que el negocio de señalar buenos y malos siempre acaba por florecer.


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jueves, 4 de noviembre de 2021

Guía del autoestopista galáctico – Douglas Adams

 


 

              Publicada en 1979 (y en España en 1983), Guía del autoestopista galáctico es una muy buena novela de humor fundada en el previo serial radiofónico firmado por el propio Adams que tanto éxito tuvo que devino en novela.

              Y la novela, muchos años después, en 2005, devino en película, o más bien en peliculeja a la que esta edición de la novela dedica más de un tercio de las páginas, comenzando por un epílogo en tono de epopeya seguido de entrevistas a varios de los actores, como si la película hubiera sido «el» objetivo y, además, se hubiera alcanzado cum laude. No debido de ser el caso. No sé nada de cine, pero husmeando por ahí sospecho que nadie recuerda ya la película, que debió de ser una birria como cualquier otra. La novela, por suerte, sobrevivió, y el lector de esta edición puede, felizmente, ahorrarse el soporífero epílogo y el tostón siguiente.

              Douglas Adams escribió Guía del autoestopista galáctico a los veintitantos años, lo cual quizá explique lo osado de su humor, fundado en el absurdo y la extravagancia. La novela, tras un comienzo titubeante donde hay un exceso de gracias consistentes en dar demasiados nombres absurdos y pretendidamente ingeniosos, consigue encarrilar la historia mezclando lo normal, lo imposible, lo inverosímil y la extravagancia. El resultado (una mezcla con dos partes de humor inglés -que lo que menos toma en serio es lo solemne- y una de humor americano -basado en el exceso-, y es que Douglas Adams nació en Inglaterra pero trabajó en Estados Unidos) es de lo más entretenido y va ganando gracia y forma según avanzan las páginas, y lo que al principio no se sabe qué es termina siendo una novela de acción en un caricaturesco marco de ciencia ficción (conviene recordar que en 1977 se había estrenado La Guerra de las Galaxias, poniendo de moda el tema).

              ¿Cuál es el argumento?

              La Tierra, un planetita más en medio de un universo mucho más abarcable de lo que los ignorantes terrícolas creen, es demolida de modo rutinario para hacer una vía espacial. Uno de sus habitantes, Arthur Dent, un pelagatos cuya casa también estaba a punto de ser demolida, consigue salvarse gracias a un amigo que resulta no ser tan terrícola con él creía. A partir de aquí, y tras diversos problemillas debido al genio de ciertas razas de extraterrestres, acaban en contacto con un tipo que, además de ser el presidente del mundo intergaláctico a título de testaferro de fuerzas ocultas, es también un tipo con objetivos propios –y oscuros hasta para él mismo- en los cuales, y junto a otra terrícola llamada Trillian, se ven envueltos Arthur y su amigo hasta desembocar en un final movidito donde se plantean, caricaturescamente, las grandes cuestiones del ser humano: quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos.

              Un muy buen libro de humor del que, en esta edición y como ya he dicho antes, se puede prescindir del epílogo y de todo lo que innecesariamente sigue a este. Más que «se puede» yo diría «se debe», porque la novela vale bastante más de lo que debió de valer la peliculeja, y el epílogo solo habla de ésta última, como, insisto, si rodarla hubiera sido el gran objetivo del autor. Y no. Una cosa es que Adams estuviera dispuesto a llevar la obra al cine y otra que la película sea culminación de nada. De las motivaciones de Adams apenas se dice nada, y entre aprovechar y culminar hay una diferencia enorme que no debe contaminar la valoración de la novela. Además, Douglas Adams murió en 2001, bastante antes de que la película -sospecho que con más pretensiones de negocio que de arte- se hiciera.



lunes, 1 de noviembre de 2021

La anomalía – Hervé Le Tellier

 

 

                En el maremágnum de continuas novedades existe un riesgo más que probable de que La anomalía pase con mucha más pena de la gloria que merece. Es una magnífica novela no porque lenguaje sea así o asá, que es bien normalito, sino por cómo un planteamiento y un argumento sumamente originales consiguen atrapar la atención del lector de un modo casi violento.

                La anomalía comienza contando, en breves capítulos, primero la historia de un sicario tan eficaz como modélico en el resto de su facetas y luego la de un montón de gente que solo tienen una cosa en común: haber viajado de París a Nueva York en el vuelo 006 de American Airlines del 10 de marzo de 2021. Todos tienen vidas independientes, se dedican a cosas distintas, incluso viven o están cada uno en un continente. Desde un arquitecto de fama cuya pareja es mucho más joven a un cantante de rap, una abogada, el comandante el avión… Ahora bien, según van pasando las páginas el lector se da cuenta de que toda esa tropa comienza a tener algo más en común que no voy a desvelar para no destripar nada. Eso sí: el FBI anda por medio.

                Qué ha pasado, lo sabe el lector mediado el libro, y se queda tan perplejo como los personajes. Así que tampoco lo voy a destripar, pero sí voy a decir que las consecuencias de la anomalía son uno de los golpes de efecto más contundentes que recuerdo haber leído. Solo por él merece la pena el libro.

                Saramago, a veces, hacía un planteamiento inverosímil al inicio de un libro (la muerte deja de existir, todo el mundo se vuelve ciego…) y a partir de ahí elaboraba una historia que prometía más de lo que acababa dando y se acababa disolviendo en su propia imposibilidad de seguir adelante. Hervé Le Tellier de algún modo hace aquí algo parecido, pero mejorado: comienza escribiendo una historia normal, no se sabe si de misterio o negra, para llegar al punto donde la anomalía que le da título se manifiesta; pero a partir de aquí, a diferencia de Saramago, la novela no decae progresivamente, sino que cambia hacia el nuevo y necesario rumbo sin dejar de mostrar al lector un paisaje interesante y extremadamente sugerente.

                Una lectura muy buena, potente, de las que resulta complicado separarse hasta saber qué ha sucedido.