En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

sábado, 26 de diciembre de 2020

Woke - Titania McGrath (Andrew Doyle)




Brillante y gamberra sátira de una influencer con casi 600.000 seguidores en Twitter, Titania McGrath, que oculta la identidad del comediante y columnista político Andrew Doyle.

Titania da al lector un directísimo y divertido manual de justicia social, entendida como la defensa de los valores de todas las minorías y causas que el progresismo ha hecho suyas en las últimas décadas, pero llevada al extremo, especialmente por lo que hace al retorcimiento de las justificaciones y a las tragaderas con las contradicciones. Doyle ha elegido un método eficaz, pues en los tiempos de Internet y de las redes sociales el pensamiento más que comprimirse se reduce -ese es el término exacto- a frases, titulares y tuits. Filosofía reducida a eslogan que, con millones de fuentes/filósofos y otros tantos lectores dispuestos a defender sus ideas más desde la fe que desde los argumentos rigurosos que nunca han llegado a estudiar, acaban convirtiendo en una miríada de disparates repetidos hasta el infinito que no solo desacreditan a quienes los formulan, sino también a aquello que pretenden defender. Lo peor, y de ahí la necesidad de sátiras como ésta, es que la cantidad de dislates es tal que buena parte de ellos acaban imponiéndose, a fuerza de repetición, como verdades que conducen a extremos primero ridículos, luego peligrosos y, finalmente, dañinos.

      No hay mejor manera que criticar los excesos que llevar al límite, al absurdo, las extravagantes argumentaciones que a menudo se emplean y que llevan al ficticio personaje de Titania a defender, por ejemplo, un feminismo que ve como algo deseable la supresión de los hombres, o a que los recién nacidos no reciban un nombre, sino un número, hasta que tengan la madurez suficiente como para elegir su sexo.

Woke, que se lee en muy pocas horas, hará las delicias de cualquiera que tenga dos dedos de frente. Pero aún entusiasmará más a quienes carezcan de ellos y se sientan en el espectro ideológico opuesto al de la ficticia Titania, pues serán incapaces de comprender que en Woke, cambiando solo unas cuantas palabras, se criticarían con idéntica contundencia los extremos opuestos.

 

sábado, 19 de diciembre de 2020

Tantos lobos - Lorenzo Silva

 


 

              Ni el lobo más tonto queda hambriento en un mundo lleno de Caperucitas, aunque como hay tantos a veces resulta complicado saber cuál de todos se ha merendado a la pobre.

              Los cuatro magníficos relatos que forman este libro, escritos en diversos momentos del tiempo, no requieren haber leído ninguna de las andanzas previas de Bevilacqua y Chamorro, que también protagonizan estas historias.

              Al igual que algunos otros escritores del género negro, Lorenzo Silva ha decidido que sus chicos también pueden enfrentarse a casos donde la complicación investigadora es mínima porque basta con aplicar el protocolo para obtener resultados rápidos, lo que no da pie a novelas pero sí relatos donde el interés radica en conocer a los personajes implicados, en si puede avanzarse algo hasta que las pruebas sometidas a examen hablan por sí solas y, sobre todo, en conocer y comprender los motivos de los crímenes. Con este proceder, Lorenzo Silva nos ofrece cuatro espléndidas historias que retratan de modo impecable a la juventud actual, en cuyo mundo no falta la violencia ni las frustraciones y carencias culturales, económicas y emocionales que la causan, y en el que las redes sociales y, en general, las relaciones telemáticas, constituyen una realidad paralela en la que las nuevas generaciones viven y conviven con la misma naturalidad, desenfado e inconsciencia con que lo hacen en la «realidad real», pero con frecuencia sin llegar a advertir que cada una de esas realidad tiene normas y peligros diferentes.

Un libro que, frente a la novela negra habitual, es todo un baño de realidad. De la única existente.



lunes, 14 de diciembre de 2020

Un buen detective no se casa jamás – Marta Sanz

 


              

              Segunda novela protagonizada por Arturo Zarco, el detective maduro, homosexual, grandilocuente, hiperbólico en la expresión de sus sentimientos, enamorado de un muchacho llamado Olmo y divorciado de Paula, una pragmática inspectora de Hacienda coja a la que no se puede quitar de la cabeza, hasta el punto de que Paula aparece constantemente en la novela, pero solo desde el interior de Zarzo, a título de Pepito Grillo.

              No es la única inspiración en los cuentos infantiles que el lector encuentra en esta novela. Y hay también jugueteos con otras referencias cuya detección exige un mínimo hervor cultural.

              Arturo Zarco está mohíno. Ha decidido retirarse del mundo bajo la excusa de unas vacaciones, pero no para olvidar y que le olviden, como dice la sinopsis, sino para olvidar y comprobar cada dos por tres si no le olvidan. Aterriza como invitado en la mansión levantina, el riurau de su antigua amiga Marina Frankell, de la que fue amor platónico. En el riurau, situado en algún punto de la costa levantina donde junto a los naranjos han proliferado rascacielos abonados por el estiércol de la especulación inmobiliaria, vive una extraña tropa: Marina y su hermana gemela (que a su vez tiene dos hijas gemelas y un marido) junto a la tía que les hizo de madre (pues la madre, hermana gemela de la tía, se largó a Alemania por las buenas), el podólogo marido de ésta y el servicio. La familia Orts nada en la abundancia. Son dueños de media ciudad.

              La historia que cuenta Un buen detective no se casa jamás es la de esta familia y la de las apariciones y desapariciones de algunos de sus miembros, todo complicado por una maraña de secretos, afinidades, rivalidades y amoríos reales, supuestos y platónicos. Y, en medio, un detective incompetente y enamoradizo de vacaciones. Un lío tejido y destejido de modo excelente por la autora.

              Más dudas ofrece la excelencia en el modo de contarlo, porque la historia solo al final se vuelve interesante; hasta entonces avanza modo tortuguesco y rococó, y el interés radica en lo bien que escribe Marta Sanz, en el modo en que decora y redecora hasta el más nimio paso de Arturo Zarco; en cada diálogo, a las frases siempre breves de un personaje no sigue la inmediata respuesta de otro, sino las sensaciones y pensamiento de Zarco, interrumpidas a su vez por Paula-Pepito Grillo y la respuesta de Zarco a su ex antes de seguir con sus elucubraciones. De resultas, aunque el lenguaje es rico, las ideas profusas, divertidas, bien trabajadas y escritas con maestría, el ritmo se resiente y tiene altibajos notables: cuando es Zarco el que narra hay que leer a velocidad renacuaja, mientras que en los pasajes del libro en que lo hacen otros personajes la velocidad de crucero se eleva notablemente.

              Una buena novela que, por el modo en que está escrita, no puede escribirla cualquiera, pero que por eso mismo no debe leerse en cualquier momento y de cualquier manera, sino despacito y con calma, con más voluntad de recrearse en el lenguaje y en el repertorio de reflexiones-lamentos de Zarco que en la acción.



jueves, 10 de diciembre de 2020

El banquete anual de la cofradía de sepultureros – Mathias Enard

 


              

              Escribir como los ángeles no está reñido con alumbrar un ladrillo. Enard es un escritor fabuloso, con un inmenso dominio del lenguaje y una enorme cultura que sitúan su texto en la tradición de los más grandes escritores. Sin embargo, en esta ocasión le ha fallado la historia.

              El banquete anual de la cofradía de sepultureros es una extraña y alegre ruta por los alrededores de Niort, tierra natal del autor. Una parte del comienzo y del fin de la obra son las andanzas de un veinteañero instalado en un pueblecito de la zona, en calidad de etnógrafo, para hacer su tesis doctoral, aunque lo que acaba descubriendo no tiene mucho interés para la ciencia: descubre que es un vago rematado, un incompetente, un tipo que se despista con una mosca, que casi por ocio se enamorisca de una muchacha que vive de la explotación de una huerta y al que el cambio de aires de París al campo le ha permitido descubrir un nuevo mundo que admira y degusta con ojos de paleto urbano. Alrededor de él hay, lógicamente, otros personajes, unos en su entorno cercano y otros en un entorno distante, pero todos ellos antes o después se enfrentarán a la muerte; es más: la mayoría ya se han muerto un montón de veces, pues la reencarnación funciona a pleno rendimiento en la zona: todos fueron algo –personas o animales- antes de ser lo que son y serán algo distinto después de ser lo que son. Incluso algunos solo dan vueltas, porque se reencarnan en momentos del pasado. Todo lo cual da ocasión a Enard de contar la historia de personas y estirpes a lo largo de ese tiempo para algunos circular (sobre todo se detiene en alguna de esas estirpes) con un nivel de detalle asombroso, con un inteligente tono humorístico y con un realismo tal que casi ni cabe calificarlo de mágico. Verdaderamente es meritorio para el lector tratar de encontrar un sentido a tales cosas, por más que todo hace pensar en la muerte y en el sentido de la vida. En medio, y sin venir mucho a cuento, se nos detalla hasta el vómito la inmensa tripada que la cofradía de sepultureros se atiza cada año en un autohomenaje que ni tiene la entidad suficiente para dar título al libro ni para servir de argamasa entre todas las extrañas cosas que acabo de referir.

              Dicho lo cual, el derroche lingüístico es espectacular, y las referencias culturales tantas y tan amplias que la mayoría de los escritores quedan, al lado de Enard, como pobres tarugos  con el cerebro en barbecho.

              Un libro no para cualquier lector, sino para aquellos que disfruten más con el lenguaje, la cultura y los malabarismos intelectuales que con una historia.



lunes, 7 de diciembre de 2020

El precio de los libros: papel vs ebook



             El ebook sigue, despacito, encontrando su hueco entre los lectores. En estos tiempos en que tanto se habla (y con tan poco rigor) de la suerte de las librerías, he sentido curiosidad por husmear sobre uno de los muchísimos factores -ninguno por sí solo determinante, aunque en conjunto lo sean- que les afectan: el ebook y, en concreto, la diferencia de precio entre el papel y el ebook. He seleccionado unos cuantos libros en tapa blanda (en general, novedades) y otros tantos en edición de bolsillo. Los datos son del 4 de diciembre, obtenidos en Amazon. En total, veinte libros. Alguien que hubiera comprado todos habría ahorrado, de haberlos adquirido en ebook a haberlo hecho en papel, un 47,68% (141,09 euros), aunque el ahorro es proporcionalmente mayor en los libros de "no bolsillo" (55,41%, 111,05 euros) que en los de bolsillo (31,46%, 30,04 euros). ¿Mucho o poco? Desde el punto de vista del lector, depende de cada cual; desde el punto de vista del mercado, y echando un vistazo a los últimos años, es obvio que estas diferencias de precio no han producido un vuelco, pero probablemente sí influyen en el sostenimiento de una lenta tendencia. 

          También podréis notar que, por término medio, el libro de bolsillo cuesta 9,55 euros frente a los 20,04 del resto. Un 52,43% menos. 

          Espero que me disculpéis la pequeña coquetería de haber incluido uno de mis títulos (lo cual, dicho sea de paso, me ha sido útil para situarme). 

 

Factótum – Charles Bukowski

 


 

              No sé muy bien por qué, cada cierto tiempo acabo leyendo algo de Bukowski. Lo digo porque todos sus libros son iguales: beber, follar y rascarse. Todo en un ambiente sórdido (incluido el doméstico), siempre sin un céntimo, en la calle, en el trabajo, vagando entre bares, escenarios de los que solo sale para ir a apostar a hipódromos y a los infinitos lugares donde encuentra trabajo y lo pierde a los pocos días por estar más pendiente de dormir, beber o rascarse que por trabajar.

              Sí es cierto que en todos sus libros, también en este, el lenguaje es tan claro que se leen fácilmente. También lo es que de vez en cuando no está mal «viajar» a los ambientes más o menos marginales. Y también es verdad que es raro no encontrar algunas páginas verdaderamente divertidas no tanto porque Bukowski pretenda ser gracioso sino porque los episodios grotescos son indisociables de ciertas existencias. Además, Chinaski, el alter ego del autor, es un tipo que, en general, no hace demasiado daño a nadie aunque tampoco quiera a nadie. Es un desarraigado de sí mismo y de todos.

              Supongo que lo dicho explica el éxito de Bukowski y que se siga reeditando más que aquellos, como Henry Miller, que también reflejan ambientes sórdidos pero con mucha mayor fuerza, riqueza verbal y profundidad, con los que Bukowski es comparado aunque jamás les haya llegado a la suela del zapato. Bukowski tiene una ventaja mercantil: es mucho más liviano e insustancial, su literatura es accesible a cualquiera.



viernes, 4 de diciembre de 2020

El rey campesino - Andrea Camilleri

 


 

              Pese a lo que dice la faja del libro en boca de no sé qué medio, El rey campesino no es la gran novela de Andrea Camilleri. Lo cual, por cierto, no es sorprendente, porque haber esperado a publicar «su gran obra» a estas alturas hubiera sido un disparate. El rey campesino, una más de las novelas de Camilleri situadas en el pasado siciliano, se diferencia de éstas en que se va mucho más lejos en el tiempo de lo habitual: nada del siglo XIX o primeros años del XX, donde tantas divertidas peripecias nos ha contado el autor. Se larga hasta el siglo XVII.

              La novela se inspira en un dato real, pero casi ignorado: el efímero acceso al poder (si es que puede llamarse así), en medio de ciertas algaradas, de un campesino más cercano al maleante que al líder revolucionario, un tipo cuyo parecido con el protagonista de la novela es inexistente, pues el Michele Zosimo de Camilleri es un bendito. Sin embargo, el hecho da pie a Camilleri para imaginar una historia que comienza con la del padre de Zosimo y sigue con la de éste.

              Aunque es estilo y el modo de hacer de Camilleri es reconocible en cada página, la novela no es de las mejores que escribió. Hay una mezcla organizada, pero no bien estructurada, de la mayoría de sus recursos habituales.

              Por ejemplo, las historias intercaladas que de tan breves aparecen solo a título de simple chismorreo en tantas de sus novelas, amenizan; pero en esta ocasión se alargan demasiado sin que, por otra parte, afecten a lo sustancial de la historia. Divagaciones. Otro ejemplo de recurso «camilleresco», el uso de premoniciones y hechos casi sobrenaturales que apuntan al protagonista como a un elegido por el destino y acaban mezclando realidad y fábula. En cuanto a la forma, la mayor diferencia con otras de sus obras es el menor peso del diálogo, pero sin renunciar a explicar, narrando, lo que otras veces traslada con breves conversaciones, lo cual espesa la lectura. Por otra parte, da la sensación de que esta novela ha sido escrita en varios momentos del tiempo, en cada uno de los cuales Camilleri ha variado un poco el modo de escribir según su humor o sus intereses; de resultas, se resiente el cariño que otras veces parecen inspirarle los personajes, uno de los habituales grandes méritos del autor.

              En resumen, una novela entretenida que gustará sobre todo a los incondicionales de Camilleri, pero por debajo de otras de sus obras.


martes, 1 de diciembre de 2020

Qué leer este invierno

          

          Como otros años por estas fechas y con el ánimo de dar ideas para leer o regalar, ahí van veinticuatro libros que, por su calidad, me alegro especialmente de haber leído y reseñado en los últimos doce meses. No tienen nada que ver con la lista de novedades. En el título está enlazada la reseña. 


Benito Pérez Galdós




Miguel Delibes







Julián Barnes



Alberto Moravia




Antonio Muñoz Molina




Mario de Carvalho




George Steniner



Sophie Hénaff





Pierre Lemaitre





Irene Vallejo



Carson McCullers



Woody Allen



Luis Landero



Alejandro Dumas



John Williams



Ignacio Martínez de Pisón



Eduardo Mendoza



Louise Penny



Sara Mesa



Giousé Calaciura









lunes, 30 de noviembre de 2020

Moscas – Agustín Pery

 


 

                En el grupo de amigos que de vez en cuando compartimos libros, alguien me ofreció esta novela estimulándome a leerla con la siguiente alabanza: «Es corta». Laconismo que, en nuestra jerga, significa: «Es una novela que ni fu, ni fa, pero con la que se puede ocupar un rato tonto». El rato llegó tras leer varias muy buenas novelas.

                La crítica era acertada. Y el contraste con esas lecturas anteriores no ha hecho sino acentuar la impresión.

                Dice la solapa que el autor fue director de El Mundo en Baleares hasta 2013, y que al frente de su equipo destapó varios casos de corrupción. Con esa presentación y a la vista de la sinopsis, que sitúa la acción en Mallorca en entornos corruptos, esperaba algo distinto a lo encontrado.

                Moscas, con el decorado de una sociedad pueblerina y caciquil, es un desfile de personajes estereotipados, comenzando por el protagonista, un inspector de policía grosero en todo momento y brutal cuando puede, que se regocija por ser tan cabestro y contagia su zafiedad al resto de personajes y, por extensión, al narrador cuando pone pensamiento indirecto a todos ellos, e incluso más allá. Mal andamos cuando la fuerza de los personajes nace casi exclusivamente del uso de términos soeces y su jerarquía literaria y hasta moral del ingenio con que los usan.

También son arquetipos las mujeres «tremendas» (en la terminología del narrador), por ejemplo, la jueza o la esposa de uno de los personajes; bellezones, todos, que no dudan en usar su palmito para nublar las entendederas del personal; bellezones, algunos, siempre dispuestas a usar la cama para convertirse en mantenidas de los también típicos malos malísimos, nuevos ricos sin escrúpulos obsesionados por el lujo y por esas señoras «tremendas». Aunque, como es tristemente previsible cuando reina el estereotipo, el malo más malo es además rico riquísimo pero no practica la ostentación, lo cual demuestra su «astucia».

Hay también, pero de nuevo solo de decorado, buenos buenísimos: los pobrecitos que ven cómo los trepas político-empresariales engordan a costa de su honradez mientras las autoridades miran hacia otro lado no sea que alguien les mueva el sillón aprovechando sus debilidades; sin embargo, afortunadamente, quedan ciertos funcionarios intachables e irreductibles: cuatro gatos que, a pesar de sus acomodaticios y débiles jefes, y con cierto punto de fervor heróico tan mal dibujado que rozan lo tonto, luchan, campeadores, contra los malos.

Para terminar, en el culmen de los estereotipos, ciertas alusiones no justificadas por la trama permiten adivinar al fondo los políticos chupasangres, que replican punto por punto a esos nuevos ricos, pero con las ínfulas que da el poder.

                Cierto es que la realidad patria nos ha deparado un ingente número de corruptos que, a fuerza de papanatismo e ignorancia han imitado los estereotipos con gran y patético éxito, pero no por eso la novela es original ni interesante para una historia que comienza con el asesinato de un periodista que investiga la corrupción balear sin que su muerte suponga ningún «misterio a resolver», pues casi de inmediato conocemos al responsable y la suerte que corre;  el centro de atención queda entonces en una especie de limbo, y en él se mantiene la acción, dando tumbos de una escena a otra, entre fresco y fresco, sin llegar ni a centrar el objeto de la historia ni a generar curiosidad, aunque si el lector se esfuerza advierte que la novela consiste en un recorrido museístico por personajes y prácticas que oscilan entre lo inmoral y lo ilegal, y en el crescendo sobre cuántos malos hay hasta en un pequeño y provinciano mundo y cuántas maldades comenten. Sin embargo, cuando se aclara de qué iba la novela se comprueba que el crescendo no era tal, y se desemboca en un final artificialmente sorprendente, pobre, infundado, irreal y falto de verosimilitud; todo se deshilacha, el meollo era un meollín porque no hace falta hilar fino cuando el final te lo vas a sacar de la chistera. Pese a lo sugerido por la sinopsis y los galones de la solapa, se deja en paz a los verdaderos protagonistas de la corrupción para limitar la novela a una poco ordenada exhibición de groserías y violencia truculenta, con algunos personajes secundarios cuya presencia y papel tiene menos que ver con la historia que con lo que a continuación voy a decir.

                Algo ajeno a la literatura ha reforzado la valoración que hasta ahora he hecho de esta novela: pasada la mitad de la lectura me topé con un personaje claramente inspirado en una persona que conozco y que ejerce una profesión que difícilmente yo podría conocer mejor. Ambas cosas me permiten decir que la figura y andanzas del personaje (bueno, buenísimo) evidentemente son fruto de una desinformación interesada a mayor gloria de sí mismo y, por tanto, en inevitable detrimento de otros. Si el autor fue consciente de esa desinformación o no, lo ignoro, pero me ha resultado imposible no sentir la impresión de que también otros personajes secundarios serán hasta algún punto trasuntos de personas reales y de que el maniqueísmo simplón con que todos son presentados es una forma de usar la ficción para ajustar cuentas no con los crímenes investigados, sino con aquellos a quienes un periodista tiene algo que agradecer o reprochar. Mira a quién trata bien un periodista, y conocerás sus fuentes.

                Aunque ajustar cuentas propinando o regalando estereotipos a la vez que se escatiman o regalan páginas al margen de que el fulano pinte o no algo en la trama, casi inspira ternura, y lo que claramente no inspira es interés alguno, ni siquiera a título de chismorreo.

                Seguramente otros lectores tendrán otra visión. Yo puedo haberme equivocado en mis apreciaciones, claro, pero son las que me ha producido esta novela, y uno lee para otra cosa.

Llegado a este punto, solo me queda volver al principio y disculparme: la crítica de mi amigo fue, sin duda, mucho más breve y mejor que la mía. 



jueves, 26 de noviembre de 2020

El club del crimen de los jueves – Richard Osman

 


 

                Richard Osman es uno de tantos escritores sobrevenidos a quienes la fama televisiva ha abierto fácilmente un hueco en la industria editorial, lo cual no significa necesariamente que como escritor sea un petardo, pues la novela ha llegado a países donde nadie sabe quién es Richard Osman. Otra cosa es si lo ha hecho por sus méritos literarios o comerciales, amparado en haber sido un best seller en otro sitio y sin especificar los motivos.

                Pese a que la trama es compleja y en lo inesperado de los giros se ve que ha sido intensamente trabajada, me ha parecido una novela ñoña, como esas películas que no sé si se siguen programando a las cuatro de la tarde en las televisiones. El club del crimen de los jueves está protagonizada por unos cuantos abueletes más o menos bonachones, a quienes, como recurso cómico, se les presenta unas veces como ingenuos y otras como intrépidos. ¿A que os suena? También, claro, hay uno algo gruñón. ¿A que también os suena? En consecuencia, así como la trama está bien estructurada (aunque la primera mitad de la novela sea demasiado lenta), los personajes parecen caricaturas y, salvo alguna excepción, carecen personalidad (o de algo distinto a la copia de personalidades de las peliculitas esas).

                ¿De qué trata El club del crimen de los jueves?

                De que en una especie de urbanización-centro asistencial donde viven más o menos tan ricamente un montón de jubilados, hay cuatro de ellos que, cada jueves, se dedican a recapacitar sobre crímenes no resueltos. Una afición como cualquier otra dirigida por una jubilada sobre cuyo pasado el lector hubiera agradecido saber algo más. Ocurre que un buen día es liquidado un empresario socio del dueño del tinglado, y esta buena gente comienza una investigación sui generis con cierto tira y afloja de intercambio de información con la pareja de policías que se encarga del caso. A partir de aquí, y con la intervención de unos cuantos secundarios no menos relevantes que alguno de los cuatro, se inicia una exposición de sospechosos y sus motivos, y la acción avanza descartando a unos e incluyendo a otros, al tiempo que aparecen más cosillas a investigar; todo jalonado con numerosas situaciones algo traídas por los pelos y con demasiadas concesiones a la sensiblería entre los años de todos, las defunciones de algunos y las graves enfermedades del resto, porque en semejante jardín de infancia nadie va a mejor.

                Una buena trama, pero una novela fallida por la falta de verosimilitud (que no es lo mismo que realismo) y por el abuso de situaciones y perfiles machaconamente exhibidos en las «películas de las cuatro de la tarde». Como novela de humor no llega, y como novela negra no acierta. Esperaba bastante más, aunque no sé por qué.



lunes, 23 de noviembre de 2020

Los niños del Borgo Vecchio – Giosuè Calaciura

 


 

                Se puede crear belleza con la prosa. Es lo que hace Giousè Calaciura con esta historia dura, melancólica y poética con trazas de realismo mágico que le sirven para iluminar los mitos de los pobres, como el mito de Totò, el ratero capaz de huir con la velocidad del viento y  a quien todos guardan una reverencial admiración porque, como el mundo sabe en el Borgo Vecchio, el paupérrimo barrio de Palermo, Totó siempre lleva una pistola oculta  en el calcetín.

                Totò, el ratero al que nadie le recrimina serlo, porque de algo hay que vivir, acaba enamorado de Carmela, una prostituta que trabaja en su piso del Borgo Vecchio, tan diminuto que, cuando vienen sus clientes, su hija Celeste debe quedarse en el balcón, así llueva o haga sol. ¿Y allí quién la contempla desde la calle? Un chaval de su edad, Mimmo, cuyo inseparable amigo, Cristofaro, sufre a diario las palizas de un padre borracho hasta que, como todo también el mundo sabe, llegue el día en que en una de ellas Cristofaro muera. Y allá van todos los personajes, con anhelos tan potentes como evitar una paliza, que alguien te haga caso o casarte pudiendo llevar unos zapatos nuevos.

                Dura, con alguna pincelada de humor tan tierna que se transforma en belleza, Los niños del Borgo Vecchio es una historia a la vez amarga y deliciosa, que se lee en poco tiempo y que, a su conclusión, demuestra con qué poco se construyen los mitos. Precisamente por eso es a la vez una denuncia y un canto a la fuerza de la ilusión.



viernes, 20 de noviembre de 2020

En compañía de extraños – Robert Wilson

 

 



                A pesar de estar publicado en la «Serie negra» de RBA, En compañía de extraños es una novela de espionaje, género del que nada puedo decir porque, si leí algo en un pasado remoto, se ha borrado de mi memoria. Sí puedo decir que no me extraña que haya amantes de ese género donde nada es lo que parece y todo el mundo anda engañando al resto, donde quien no es un simple espía es un agente doble, de modo que cuando todo son apariencias y nadie puede fiarse de nadie, hasta los más conocidos son extraños. De ahí el título.

                La novela, interesante y de buen ritmo, con tres o cuatro emocionantes acelerones en la acción, cuenta sucesivas historias para acabar contando solo una: la de los dos personajes protagonistas, la joven y bella inglesa Andrea Aspinall y el alemán Karl Voss, siempre fiel a la memoria de su familia.

                La primera es tan solo una muchacha recién entrada en la mayoría de edad cuando, tras una somera preparación, es enviada como espía, en 1944, a Portugal. Allí, entre un inmenso lío de agentes de todos los países que intentan captar información lo mismo sobre la carrera atómica que sobre cualquier cosa que afecte a la guerra, vive quince intensos y violentos días que cambian para siempre su vida, con el telón de fondo de la dictadura portuguesa. Una de las personas a las que conoce entonces es  a Karl Voss, un alemán que ha llegado a Lisboa gracias a la habilidad con que, en beneficio propio, ha sorteado algunos problemas en el entorno más directo de Hitler y que se siente deudor de todo lo que el nazismo ha provocado en su familia: un padre, militar, caído en desgracia, y un hermano enviado al frente ruso.

                El libro tiene tres partes. La primera es la más larga, y narra esa época en Portugal.

                La siguiente da un salto temporal hasta los años sesenta, en la que los protagonistas, ya cuarentones, han debido reciclarse en función de los avatares personales y profesionales de cada uno, para acabar ejerciendo su trabajo –por unas motivaciones u otras- en plena guerra fría. Cambia el entorno: Londres y Berlín Este, capital de una República Democrática Alemana en la que empezaban a pasar cosas, como ilustra el pintoresco mecanismo usado por Erich Honecker para sustituir a Walter Ulbritch al frente del Partido Socialista Unificado de Alemania. Un entorno, el de la Alemania del Este, asfixiante y peligrosísimo por el control de la Stasi y por el papel en la sombra del poder ruso en las intrigas por el poder.

                La última parte, con los protagonistas ya ancianos, trascurre en los años 80 y primeros 90 del siglo XX, cuando la caída del muro acaba con décadas de una situación a la que han dedicado lo mejor de su vida. Es momento de hacer balance, de comprobar si realmente se ha perseguido lo importante o si se ha errado al determinar qué lo era. Es, también, el momento de que la historia culmine. Y lo hace con un final contundente y amargo que redunda en la importancia de los motivos personales.

                Intensa, interesante y, para mí, novedosa por lo que al principio he señalado. Una novela que tiene mucho en común con otras tan ajenas al espionaje como Los puentes de Madison County, en la que «solo fueron cuatro días, pero valieron por toda una vida». En esta novela fueron quince, y ninguno completo, aunque también valieron por toda una vida. Una de esas historias que hace pensar que la vida no son años, sino unos pocos momentos, unos pocos días. Quizá unas pocas horas.



lunes, 16 de noviembre de 2020

Sobre los huesos de los muertos – Olga Tokarczuk

 


 

                Olga Tokarczuk (nacida en Polonia el 29 de enero de 1962), recibió en 2019 el Premio Nobel de Literatura correspondiente a 2018.

                Lo único que he leído de su obra ha sido Sobre los huesos de los muertos, novela que sorprende más tras el Nobel, premio más asociado a la narrativa que al género negro; novela que sorprende, también, porque su maestría y elegancia en el uso del lenguaje y de ciertos recursos expresivos proclaman la pobreza de la mayoría de la novelas del género, a las que por costumbre les perdonamos la sustitución de la falta de cuidado literario por la simple corrección formal, a cambio de que nos cuenten una historia entretenida.

                Janina Duszejko, que aborrece su nombre de pila, es una ingeniera retirada que da clases de inglés en un montañoso pueblecito polaco cerca de la frontera con Chequia; aunque, más bien, es una de las escasas habitantes de un puñado de casitas que solo se pueblan en los escasos meses en los que la nieve y el hielo no lo invaden todo.

                Janina, a medida que la novela avanza, parece una vieja loca: no cesa de escribir cartas a la policía y a todo el que se pone a tiro exigiendo medidas, entre extravagantes e imposibles, vinculadas al cuidado de la naturaleza, y, en lo que parece el colmo de su obsesión, envía varias misivas avisando de la sobrenatural explicación para ciertos accidentes producidos en la zona, que han tenido como víctimas, invariablemente, a personas poco respetuosas con el medio ambiente y, en especial, con esos animales para los que la frontera entre Polonia y Chequia simplemente no existe. Los animales, según ella, se están vengando del ser humano.

                Según pasan las páginas, sin que, a diferencia de las novelas legras convencionales, el lector tenga noticia de investigación alguna oficial o extraoficial, las rarezas de la protagonista, las idas y venidas de algunos secundarios –todos preocupados por la alarmante cantidad de muertes en un entorno tan pequeño- y lo que se va mostrando de las víctimas, conducen a un desenlace inesperado casi hasta el mismo instante en que se produce.

                Una novela que entretiene con calidad literaria y que, por exposición de extremos, invita a reflexionar sobre la relación con la naturaleza y sobre la naturaleza de la culpa.



viernes, 13 de noviembre de 2020

Un amor – Sara Mesa



 

                Una novela tan buena como agobiante, en la que todo sucede en la mente de la protagonista, hasta el punto de que la narradora nos cuenta la realidad a través de los ojos del personaje, siempre con un lenguaje certero, rico y claro.

                Nat, una joven traductora, llega a un diminuto y ficticio pueblo como consecuencia (al menos en apariencia) de lo que claramente parece una derrota personal: o ha abandonado su anterior mundo, o su anterior mundo la ha abandonado a ella; con pinta de no tener un céntimo, acaba de inquilina en una vivienda horrorosa a la que solo ha encontrado un atractivo: no ha encontrado otra más barata. Su inmediato interés en tener un perro proclama su soledad, pero el chucho que le regala el casero se parece demasiado a la propia Nat: un perro esquivo, al que nadie sabe muy bien qué le ha pasado ni cómo tratar, y con problemas para relacionarse con los demás.

                Y en ese nuevo entorno, Nat se encuentra… con el entorno. En él unas cosas son más o menos hostiles (como el casero, un hombre avaro, prepotente e irrespetuoso), otras son amigables y otras van a su aire. Sin embargo, desde la perspectiva de Nat todas tienen algo en común: no hay manera de que alguien diga o calle algo, o haga u omita, sin que ella lo interprete de la peor forma posible. De ahí al agobio, el viaje es instantáneo. Nat es insegura, espera que sean los demás quienes la juzguen y no deja de ver juicios en todos los actos y omisiones de quienes la rodean; sin embargo, como es lógico, ellos están a otra cosa: a vivir su propia vida.

                Y, sin embargo, pese a la constante imagen de «pobrecilla», la situación de Nat tiene mucho de elección propia.

                Sobre la historia planea una duda: ¿hasta qué punto el modo de ser de la protagonista es particular del personaje y hasta cuál es fruto de los roles entre sexos? La pregunta es legítima, pues la mayoría de los secundarios son hombres y cada uno tiene un papel distinto, aunque, en conjunto, cubren un amplio abanico de conductas poco edificantes: el hombre abusón, el protector (y, por tanto, juez) y el simplemente egoísta. La interpretación que se dé sitúa la novela en planos muy distintos.

                Pero, sea cual sea la carga de denuncia que pueda atribuirse a la novela, Un amor es la historia de «autoenvenenamiento», porque según pasan las páginas es más evidente el deterioro de los pensamientos de Nat y hasta qué punto son ellos los causantes de su desazón. A fin de cuentas, nadie puede pensar por ti, y, al final, solo queda darse un buen tortazo, pues es así como a menudo se reacciona. Si es el caso de Nat, lo sabrá quien lea esta muy interesante novela.

                Una novela que pretende hacer Literatura, con mayúscula, y que en gran medida lo consigue. Una novela que cuenta mucho en pocas páginas, y que apunta alto. Es la primera obra que leo de Sara Mesa, que evidentemente es una gran escritora. No será la última.