A
mediados de marzo del 2020 el confinamiento estricto decretado para mitigar la
propagación del covid-19 impuso a los más afortunados una nueva vida hecha de
soledad, silencios, distancia y espacios vacíos. Aislamiento facilitado por la
suspensión de toda obligación social. Para otros -los que más sacrificaron en beneficio de todos- impuso trabajo duro con
permanente sensación de riesgo y en numerosos casos hacinamiento, nervios, degradación, paro, inseguridad y pobreza. Para los
primeros fue también una oportunidad para la introspección, la reflexión, para
la búsqueda de uno mismo a través del pensamiento, la lectura o la escritura,
actividades que pudieron hacerse con una calma y continuidad imposibles hasta
entonces. Sin embargo, en algún momento llegaría el momento de dejar ese mundo
y volver. Pero volver a dónde. Primero, durante el confinamiento estricto y
para huir de él, volver al pasado; a lo que fuimos y, sobre todo, a quienes nos
acompañaron; y volver, tras el confinamiento, a la «normalidad» que, a la vista
de la experiencia, ya no se vive igual ni inspira las mismas sensaciones y
emociones.
En esto
transcurre esta especie de diario que es Volver a dónde, magnífica y
enriquecedora obra que se lee con tanto sosiego como placer. Las anotaciones de
algunos de los días del confinamiento estricto se alternan con las del momento
posterior, verano y otoño de 2020, cuando se va recuperando una normalidad que ni
es normal ni inspira los pensamientos del pasado; y todo esto se alterna,
también, con los recuerdos de la infancia y las reflexiones que inspiran. ¿De qué habla Volver a dónde? De
volver a donde no se puede volver: a un pasado, el de la generación del autor,
cuyos recuerdos de infancia son los de unos modos de vida cuya memoria se
extinguirá con quienes los vivieron, y volver a esa normalidad que
costará volver a ver normal a la luz de tantas cosas buenas y malas como se
vivieron durante los primeros meses de la pandemia: desde la solidaridad y el
disfrute de los espacios recuperados para la vida de calidad, hasta la
insolidaridad y la bárbara irresponsabilidad de quienes fueron capaces de
mentir para aumentar el dolor y el sufrimiento y sacar tajada. Todo lo bueno y lo
malo se hizo más evidente durante los peores meses de la pandemia, y la falta
de anclaje derivado de la conciencia de lo irrecuperable del pasado provoca una
intensa sensación de deriva que el autor intenta mitigar buscando certezas en su familia y sus costumbres, buscando arraigos en algo tan simple como sentarse
en el balcón a ver y reflexionar sobre la vida con media copa de vino en la
mano, rodeado de las plantas a las que no había hecho caso hasta marzo de 2020.
Un gran viaje de ida y retorno hecho sin salir de un balcón en un lugar
privilegiado de Madrid. ¿Volver a dónde? A uno mismo.
Una
escritura serena, limpia, profunda, contundente, más dolida que esperanzada y a
la vez molesta y resignada por la influencia decisiva que sobre el porvenir
tienen los peores vicios del ser humano: desde la ambición irresponsable de los
políticos sin ética a la mortal irresponsabilidad de las cataratas de imbéciles
incapaces de perderse una juerga.
Si
admitís un consejo, leedlo cuanto antes: cuanto más fresco tengáis el recuerdo
de esos momentos que año y medio después parece ya tan lejanos, mejor.
Muchas gracias Miguel, me leeré libro. Quizás ¿volver a dónde?...es una pregunta que nos hacemos todos. Personalmente opino que hay mucha gente que no ha vuelto, otros que han hecho un paréntesis para seguir en el mismo sitio y otros que olvidan el sitio dónde estuvieron. Lo que si está claro es que como sociedad sí que estamos en otro espacio, en otro lugar, hemos dado un salto ¿hacía atrás o hacía adelante? o quizás ¿hacía abajo o hacía arriba?....ya se verá....
ResponderEliminarHemos dado un salto y cada uno ha caído de una manera. Unos bien, otros se han dado un porrazo, y algunos aún no saben dónde han caído.
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