En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 30 de diciembre de 2021

Crimen en la hierba – Frédéric Dard

 



No es muy conocido en España Frédéric Dard (1921-2000). Pocas obras suyas hay traducidas y esta, publicada en su día por Bruguera, está descatalogada.  

Crimen en la hierba es una novela breve, muy directa, que parece una película de la mejor época del cine negro. 

La historia comienza en Francia, en la Costa Azul, donde el protagonista veranea en solitario tras la enésima ruptura con su pareja de siempre. Allí conoce por azar a Marjorie, una inglesa por la que siente un flechazo tan irresistible (¿o será que las crisis de pareja propician las huidas hacia delante?) que a los pocos días se ha largado a Edimburgo siguiéndole los pasos. Aunque, claro, hay un problemilla: un marido celosete que no deja a su esposa ni a sol ni a sombra.

Siendo una novela negra, y más a la vista del título, no descubro nada si digo que tras el peregrinaje se acaba vertiendo sangre. Ahora bien, como ya hizo Dard en El montacargas, la cuestión no es quién ha sido, ni si lo van a descubrir, ni por qué lo ha hecho. La cuestión, brillantemente dibujada, es otra. ¿Cuál? La que el lector sabrá si lee esta novela que va dando giros hasta un final sorprendente que no renuncia a una sorpresa adicional en la página final.

Entretenida, bien organizada e interesante. Parece haber sido escrita para ser llevada al cine.




lunes, 27 de diciembre de 2021

El hijo del chófer - Jordi Amat

 



El hijo del chófer es Alfons Quintà (1943-2016), periodista que sacó a la luz el caso Banca Catalana, pionero de El País en Cataluña y diseñador y organizador de TV3 en los que fueron los mejores años profesionales de quien el autor define como una persona maligna debido a sus complejos y a su brutal forma de ser.

La figura de Quintá está, a ojos del autor, marcada por el abandono de su padre, que dejaba solos en casa a madre e hijo para salir corriendo en busca de la felicidad con la amante que tenía no sé dónde y, también, aprovechando que tenía coche por su trabajo como comercial, para hacer de chófer de Josep Pla y su círculo. Esto último permitió al Alfons Quintá niño y adolescente conocer a un montón de gente y saber dónde llamar para obtener información. Sus fuentes, sobre todo al comienzo de su carrera, eran muchas y buenas.

La historia narra la peripecia vital de Quintá, íntimamente vinculada a la transición en Cataluña. Quintá fue un hombre cuya indudable capacidad periodística y organizativa se vio primero lastrada y pronto arruinada por su patológico modo de ser (brutal, mal educado, egocéntrico, caprichoso, inmoral y caótico), por la utilización de su profesión como instrumento de venganza hacia quien culpara (bastante irracionalmente) de haberlo dejado en la estacada y, finalmente, por la volatilización de su prestigio al ponerse a sueldo de aquellos a quienes previamente había criticado (¿o combatido?): cuando el silencio de un periodista se puede comprar, su prestigio desaparece.

Este retrato del ascenso y caída un hombre que, aunque puede llegar a ser brillante, está como un cencerro, sirve a Jordi Amat para hacer también un recorrido por la transición en Cataluña y, en particular, por la oscura y compleja figura de Jordi Pujol, mucho más clave en la vida de Quintá de lo que Quintá, pese a sus odios desaforados, fue en la de Pujol.

Alfons Quintá se suicidó en 2016, con 73 años, tras asesinar a la única mujer que, tras abandonarlo como todas las anteriores, había vuelto con él.

Una lectura amena y enriquecedora, aunque, por lo que cuenta, desagradable y dura.



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jueves, 23 de diciembre de 2021

Tres habitaciones en Manhattan – George Simenon

 


 

              Menudo descubrimiento, el famosísimo George Simenon, a través de estas tres novelas publicadas al alimón por Anagrama y Acantilado (las reseñas de las otras dos, El fondo de la botella y Maigret duda, son las inmediatamente anteriores a esta). Confieso que tanta fama y el hecho de haber escrito nada menos que dos centenares de novelas me hacía temer, antes de leerlo, que su literatura era fast food. Buen fast food, pero fast food. Me equivocaba. Como esas otras dos novelas recién publicadas en Anagrama-Acantilado, Tres habitaciones en Manhattan tiene un nivel literario elevado, una prosa concisa, clara, directa, poderosa, y una nítida estructura que de puro bien hecha resulta elegante y que conduce al lector del principio al fin de la novela sin trompicones ni esos falsos llanos que tan largos y vacuos se hacen a veces. Se trata de una obra donde la pulsión lectora es constante y deriva de la fuerza de los personajes.

              Nueva York. Años cuarenta del siglo XX. De noche, en un bar de mala muerte, coindicen un hombre y una mujer tan empapados de soledad que acaban conversando y marchándose juntos con la naturalidad con la que el suicida improvisado se tira al vacío. El lector asiste primero a los balbuceos de esa relación incipiente, simbolizados en la anónima habitación que llegan a compartir en un hotel. Después conoce a los demonios del protagonista masculino, famoso actor francés llegado a Estados Unidos huyendo del pasado; y los conoce cuando la pareja se traslada al cuchitril donde él vive. Es la segunda habitación. La incógnita, hasta ese momento, es la mujer, la protagonista femenina, cuya historia se termina de conocer cuando acaban yendo a la habitación en la que ella había vivido hasta aquella noche en la que se encontraron. Y después, el desenlace.

              Una historia de soledad, desesperación, egoísmo, generosidad y exorcismo de los demonios de cada cual. Una gran y breve obra que, como las otras dos antes reseñadas en este mismo blog, se puede leer en un día.

 


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(A la fecha de esta reseña el libro no está dado de alta en Todos tus libros)


lunes, 20 de diciembre de 2021

Maigret duda – George Simenon

 


             

              A pesar de haber leído bastante novela negra en los últimos años, de tener amigos expertos en la materia a los que veo con frecuencia y hasta de haber participado en varios programas de radio sobre el género, reconozco mi falta: hasta ahora no había leído ningún libro de George Simenon. Solo uno, breve, sobre él. Ya he corregido la falta: El otro día cayó El fondo de la botella (1948) y al día siguiente tuve el placer de conocer a Jules Maigret, que andaba el hombre por París en 1968, cuando está firmada la novela, husmeando yo diría que en esta casita de la calle Marigny, junto al Palacio del Eliseo.

           

              Maigret ha recibido una carta en un elegante papel avisando de la próxima comisión de un crimen. ¿Avisa el asesino, que es así de educado, u otra persona? Lo primero que hace Maigret es averiguar de dónde ha podido salir la carta y, una vez lo hace, se topa con una familia poderosa, adinerada y peculiar: un abogado, timorato y debilucho, experto en derecho marítimo y obsesionado con las eximentes penales por enajenación mental; su esposa, una dama soberbia que es la que pone el abolengo y la mala uva en la familia; la secretaria del abogado, una elegante muchacha con una facilidad prodigiosa para decir la verdad de modo directo y sin atisbo de vergüenza; los ayudantes del abogado, los hijos, el servicio, los parientes… Un revoltijo donde casi todo el mundo tiene algo que reprochar al resto y donde la policía no puede hacer nada por falta de crimen.

              Hasta que el crimen se produce, claro. Y entonces ahí está Maigret, en una novela negra de salón donde la identidad del criminal es un acertijo para el lector.

              Los primeros dos tercios de la novela permiten al protagonista y al lector conocer el ambiente del lujoso apartamento de la calle Marigny, donde las pulsiones de cada cual tensan una convivencia en la que la sensualidad también juega un papel importante. La última parte no hace falta que cuente de qué trata.

              El oficio de Simenon se nota constantemente, como si lo que estuviera uno leyendo fuera el resultado de una primorosa factoría literaria: una novela muy bien escrita, muy bien estructurada, que avanza de modo firme y sin rodeos haciendo que la lectura sea amena y rápida. Si alguna reflexión induce Maigret duda, hay que sacarla de los hechos narrados, no de las inexistentes reflexiones del autor. Una novela, también, de la dimensión exacta para ser leída en un solo día.

              Merece la pena acercarse a Simenon.

 

 

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(A 20-11-2021 no está disponible en Todos tus libros)



jueves, 16 de diciembre de 2021

El fondo de la botella – George Simenon

 


 

              1948. Arizona. Frontera con México.

              En territorio de Estados Unidos, a una treintena de kilómetros de Nogales, localidad divida en dos por la frontera, cierto número de matrimonios de rancheros que viven una vida opulenta esperan con expectación la llegada de las lluvias en el lado mexicano, en las montañas. El agua correrá ladera abajo de un país a otro y convertirá el río Santa Cruz, habitualmente una rambla seca o medio seca, en un caudal imposible de traspasar. Ellos quedarán aislados durante unos días, pero el agua llenará de pasto las montañas.

              P. M. uno de los rancheros, un abogado de origen humilde que tras trabajar duro se casó con una rica propietaria, como habitante de la zona tiene fácil acceso al paso fronterizo de Nogales: los guardias conocen a P. M. y le dejan ir y venir sin pedirle el permiso de paso cuando, de vez en cuando, tras tomar unas copas se permite darse un revolcón de pago en el lado mexicano. El día en que comienza la historia P. M. regresa a tiempo de cruzar el río. Al llegar a casa su esposa aún no ha llegado: sigue en una de las interminables pachangas que montan los vecinos; encuentros que pueden durar horas y horas e incluso días, porque, aparte de hablar y beber, ¿qué va a hacer uno  en su posición? Y más cuando comienza a llover y, fuera de casa, la única diversión es acercarse al río y ver la crecida.

              Pero quien ha llegado, y P. M. no esperaba es su hermano menor, con el que hace siglos que no mantiene relación. El hermano es un hombre que tuvo las mismas pocas oportunidades que él, pero, así como P. M. supo prosperar, Donald, que así se llama su hermano, se limitó a fracasar en todo y, para colmo, acabó en la cárcel, de donde se ha fugado.

              A partir de aquí, se abre un ambiente de suspense en torno a qué va a suceder: ¿identificará alguien a Donald, al que es imposible ocultar? ¿Querrá y podrá P. M. echarle una mano en su huida? Aunque lo más importante no son las decisiones, sino las cuestiones que suscitan: ¿Hasta qué punto obligan los lazos familiares? ¿Hasta qué punto la necesidad o la carestía justifica el chantaje? ¿Hasta qué punto debe sentirse culpable el que está mejor que otro? ¿Cómo debes sentirte cuando disfrutas de un bienestar que no te has ganado tú por completo? ¿Qué es y cómo se demuestra el amor fraternal? ¿Y el amor entre cónyuges?

              No voy a contar más, porque no es cuestión de destripar la obra, pero de todo esto trata El fondo de la botella, y lo que sucede lo sabrá quien lea una novela que no necesita más que un día para ser leída y en la que –meritoriamente- se respira un ambiente áspero y desagradable desde la primera línea porque lo requiere la historia.

 

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(A 29-11-2021 no aparece disponible en Todos tus libros)




lunes, 13 de diciembre de 2021

Un bello misterio – Louise Penny

 


 

              No puede decirse que las novelas de Louise Penny sean muy realistas, pero sí que tienen la necesaria verosimilitud para disfrutar con ellas. O, dicho de otro modo, Un bello misterio es una muy buena obra de ficción construida con materiales alejados del mundo real.

              Hay dos «misterios» que se apuntan ya en las primeras líneas de la novela. El primero, el «bello» que da título a la novela, es la música y, por la parte que ocupa a esta novela, el punto inicial del canto gregoriano; la «clave» desconocida a partir de la cual se desarrolló. El segundo misterio, también bello aunque no tanto, es cómo una comunidad de monjes –con voto de silencio- escapada de Europa a causa de la Inquisición pudo largarse a Canadá, construir sin que nadie lo supiera un monasterio recóndito y llegar hasta el siglo XXI sin que ni el Vaticano ni el gato tuviera noticia de su existencia, al tiempo que conservaban entre sus muros el canto gregoriano más puro del mundo.

              Y el tercer misterio, bastante más feorro que bello, es quién ha apiolado a uno de los veinticuatro monjes que viven y cantan en el monasterio. Y allá se va Gamache, con su ayudante el inspector Beauvoir, a desarrollar una novela negra no sé si llamar «de salón», de «iglesia» o «de saca capitular».


              Como es de prever, la acción consiste en ir hablando con unos y otros para que cada uno hable de sí mismo y de los otros, a la búsqueda de información, contradicciones y silencios significativos. Así es como Gamache y Beauvoir van sacando a la luz las rencillas y diferencias de una comunidad que, pese a sus esfuerzos y a lo espiritual de sus cánticos, sigue siendo demasiado humana. La organización monástica es también un factor atrayente en la narración, y también lo es que una de las pistas que inmediatamente encuentran los investigadores apunte a un misterio secular relacionado con la música. Unan ustedes a ello mucho canto gregoriano y que el inspector Beauvoir mantiene un idilio con la hija de su jefe y no sabe cómo decírselo, que ambos aún pagan las consecuencias del soponcio lleno de tiros que vivieron en Enterrad a los muertos y que, para colmo, cuando nadie lo esperaba aparece el jefazo de ambos con intenciones nada pacíficas, más bien cizañeras, que parecen traer por causa una intervención de Gamache que posiblemente Penny haya contado en alguna de las novelas de la saga no traducidas al español (que yo sepa, la segunda, tercera y cuarta).

              El resultado es una novela sumamente interesante, escrita con solvencia aunque sin florituras, que capta la atención del lector de tal manera que a pesar de sus 494 páginas se lee rápidamente. Una lectura muy otoñal e invernal. O, al menos, a mí me gusta leer a Louise Penny cuando comienza el frío. Será por sus ambientes.

              Así que ya sabéis: a disfrutar con los asesinatos en los conventos, que son un clásico. Que se lo digan a Umberto Eco con El nombre de la rosa o a P. D. James con Muerte en el seminario.

 

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jueves, 9 de diciembre de 2021

Vida de Gérard Fulmard – Jean Echenoz

 



Mientras leía esta novela puse en Instagram algo así como «Echenoz que no es Echenoz, pero sí», sabia reflexión, ejem, que anticipaba la impresión final: Vida de Gérard Fulmard es una novela sorprendente en comparación con las otras tres obras que había leído de Echenoz.

Vida de Gérad Fulmard es una lúcida novela de humor que demuestra que el humorismo no está reñido con la elegancia. Gérard es un inútil que, tras ser echado de su trabajo como asistente de vuelo se recicla como detective privado pese a tener menos capacidad y disposición que experiencia, y su experiencia es nula. De tamaño imbécil echa mano el entorno de unos personajes de vida más que bien acomodada que pululan en la cúspide de un partido político minoritario, renacuajo y que no pinta nada, creado en torno a la figura de un hombre ya mayor y en retirada, que ha hecho del partido un cortijo donde él reina en espíritu, su esposa corta el bacalao y aún queda por ver qué reservará el porvenir a la guapetona hija de ambos. Pero, como pasa en cualquier asociación, muchos de los que en ella se meten lo hacen por ambición, y todo partidete, hasta el de esta novela, tiene sus facciones y, dentro de cada una de ellas, su lucha de intereses.

Y esto es lo que cuenta la novela: las andanzas de unos y otros y, en medio, el inútil de Fulmard. 

Es una historia corta, de capítulos breves que se leen bien. Más cerca del telegrama que del romance, y con un sentido del humor que a mí particularmente me agrada mucho, basado en cómo los hechos esperados e inesperados, pero no por ello menos cotidianos o previsibles, van despojando al personal de la importancia que cada uno cree tener hasta reducirlo a su verdadera dimensión. Reducci´n de vanidades o aniquilación de solemnidades. Llámenlo ustedes como quieran. Un humor basado, también, en la cortedad de miras de creer que todos los que están conmigo tienen mis mismos intereses. Los que aquí confluyen son la vanidad, el poder, la ambición, pero también el sexo y la obsesión, y como cada uno tira para un lado, los equilibrios que en un momento dado han reunido y sostenido armónicamente todos esos intereses acaban saltando según evoluciona la vida y las páginas.

Una gran y breve lectura.



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lunes, 6 de diciembre de 2021

Pnin – Vladimir Nabokov



«La más deliciosa de las novelas de Nabokov», pone la sinopsis en boca de G. M. Hyde. La más humorística que he leído hasta ahora, desde luego.

Pnin es un exiliado ruso que se gana la vida como profesor en Estados Unidos. No es que el caballero tenga muchos entusiastas entre alumnos y colegas, aunque no por falta de profesionalidad sino porque, simplemente, hay cosas que interesan y otras que no, y él, qué le va a hacer, se ocupa de una de las segundas. Desde su aspecto físico a su vida solitaria y llena de estrecheces, todo ayuda a ofrecer una imagen de Pnin ridícula a ojos de los demás: un hombre poco apreciado, separado de una esposa que solo recurre a él para aprovecharse y abusar de su buena disposición, dedicado a una tarea que nadie valora y que vive o malvive como puede recibiendo, como mejor trato, la condescendencia de los demás. Sin embargo, Pnin no se arredra y sigue con su vida, con esa vida, lo cual hace de él un personaje también ridículo a ojos del lector, hasta desembocar en un final, cuando las cosas se le tuercen hasta situarlo fuera del cobijo de toda condescendencia, en el que emerge su dignidad de un modo que nos recuerda que la dignidad no tiene nada que ver con la ambición.

Una buena lectura, entretenida, quizá no tan profunda como muchas otras de Nabokov, pero más profunda que cualquier noveleja de las que infectan las librerías, y  escrita de ese modo a un tiempo natural, impecable, implacable y elegante que caracteriza a Nabokov y que resulta inalcanzable para el resto de los mortales.




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jueves, 2 de diciembre de 2021

Comimos y bebimos – Ignacio Peyró

 



              Tras leer Ya sentarás la cabeza no dudé en comprar y leer Comimos y bebimos –publicado dos o tres años antes- cuyo subtítulo, «Notas de comida y vida», no hace más que reforzar lo que el título anuncia. Como me habían avisado, sabía que iba a encontrar algo parecido a Ya sentarás la cabeza, y así ha sido, aunque hay notables diferencias: permanece y se intensifica el amor al papeo y la loa de todo buen plato, pero no aparecen ni a los postres las anécdotas profesionales ni las reflexiones a la buena de Dios; cuanto se dice en Comimos y bebimos tiene algo que ver con la pitanza.

              Para degustar este libro hace falta ser buen lector y tener buen apetito. Peyró habla de la comida con un lenguaje rico (también en el sentido de sabroso) y elevado, pero con el tono de quien sabe que está ensalzando hasta los cielos algo de lo que en última instancia todo el mundo puede prescindir y, si no queda otro remedio, cambiar por un mal bocadillo, de lo que resulta un texto que acerca tanto al humor como una buena comida.

              A capítulo por mes (porque cada época tiene sus peculiaridades gastronómicas), Peyró habla de las cuitas de quien tiene un paladar más excelso que abundante su bolsillo, realiza agudas observaciones sobre lo que ciertas comidas y bebidas representan en la sociedad (la de veces que he recordado sus palabras sobre el vino blanco) y de vez en cuando se deja llevar alegremente por la euforia de un magnífico sabor para revolotear entre elegía y poesía sin perder nunca el humor.

              El resultado, un libro que se lee como se saborea una magnífica comida.



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