1948.
Arizona. Frontera con México.
En territorio de Estados Unidos, a una
treintena de kilómetros de Nogales, localidad divida en dos por la frontera, cierto número de matrimonios de
rancheros que viven una vida opulenta esperan con expectación la llegada de las
lluvias en el lado mexicano, en las montañas. El agua correrá ladera abajo de un país a otro y convertirá el río
Santa Cruz, habitualmente una rambla seca o medio seca, en un caudal imposible
de traspasar. Ellos quedarán aislados durante unos días, pero el agua llenará de pasto
las montañas.
P. M. uno
de los rancheros, un abogado de origen humilde que tras trabajar duro se casó
con una rica propietaria, como habitante de la zona tiene fácil acceso al paso
fronterizo de Nogales: los guardias conocen a P. M. y le dejan ir y venir sin pedirle el permiso de paso cuando, de vez en
cuando, tras tomar unas copas se permite darse un revolcón de pago en el lado
mexicano. El día en que comienza la historia P. M. regresa a tiempo de cruzar
el río. Al llegar a casa su esposa aún no ha llegado: sigue en una de las interminables pachangas que montan
los vecinos; encuentros que pueden durar horas y horas e incluso días, porque,
aparte de hablar y beber, ¿qué va a hacer uno en su posición? Y más cuando comienza a llover y, fuera de casa, la única diversión es acercarse al río y ver la crecida.
Pero
quien ha llegado, y P. M. no esperaba es su hermano menor, con el que hace
siglos que no mantiene relación. El hermano es un hombre que tuvo las mismas
pocas oportunidades que él, pero, así como P. M. supo prosperar, Donald, que
así se llama su hermano, se limitó a fracasar en todo y, para colmo, acabó en
la cárcel, de donde se ha fugado.
A partir
de aquí, se abre un ambiente de suspense en torno a qué va a suceder:
¿identificará alguien a Donald, al que es imposible ocultar? ¿Querrá y podrá P.
M. echarle una mano en su huida? Aunque lo más importante no son las
decisiones, sino las cuestiones que suscitan: ¿Hasta qué punto obligan los
lazos familiares? ¿Hasta qué punto la necesidad o la carestía justifica el
chantaje? ¿Hasta qué punto debe sentirse culpable el que está mejor que otro?
¿Cómo debes sentirte cuando disfrutas de un bienestar que no te has ganado tú
por completo? ¿Qué es y cómo se demuestra el amor fraternal? ¿Y el amor entre cónyuges?
No voy a
contar más, porque no es cuestión de destripar la obra, pero de todo esto trata El
fondo de la botella, y lo que sucede lo sabrá quien lea una novela que no necesita más que un día para
ser leída y en la que –meritoriamente- se respira un ambiente áspero y
desagradable desde la primera línea porque lo requiere la historia.
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(A 29-11-2021 no aparece disponible en Todos tus libros)
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