El
montacargas, publicada en 1961, es una excelente novela que se lee y se ve en
blanco y negro, porque parece una excelente película de la mejor época del cine negro. Una historia bien contada, breve, concisa, con un punto de intriga
notable, otro mayor de suspense y un final fantástico, inapelable.
Estamos
en Nochebuena. El protagonista es un caballero en la treintena que acaba de
salir de la cárcel tras seis años en ella. En su casa no lo espera su madre,
muerta hace cuatro, sino una soledad tan absoluta que se lanza a la calle para huir de ella. A
deambular y, sin pensarlo, a cenar.
Y cenando
conoce a una mujer, la señora Dravet, joven y guapa, que va acompañada de su
hija, una niña.
Tiene
suerte el protagonista: la mujer parece no rechazar su presencia y hasta
hacerle caso. La cosa llega al punto de que, incluso, lo invita a subir a su
casa. Todo discurre de modo lógico, haciendo sentir al protagonista una
compañía como nunca ha sentido. Solo una sola cosa ha llamado su atención como fuera de lugar: la extraña coquetería de la señora Dravet de lavar dos manchitas inapreciables. Y qué bonito y hogareño es el comedor de
la señora Dravet. Y cuántas veces va a visitarlo, como ya anuncia el índice.
La
cuestión es qué va a encontrar en cada una de ellas. Quien lea esta novela
quedará de inmediato atrapado en la dinámica de los acontecimientos. Es muy
posible, también, que el lector se anticipe y encuentre cierta explicación
racional a sucesos extraños ayudado en la pista que supone el título, pero que
no se engañe: las cosas son bastante más complicadas y el giro que el autor,
que también fue guionista y se nota, da a la historia, es sencillamente
magistral.
Escrita
en primera persona en el tono lúgubre del hombre que ha perdido todo y se
aferra a un atisbo de esperanza que no cesa de torcerse, El montacargas es una
novela breve, magnífica, que hace reflexionar sobre los motivos de las personas
y las extrañas solidaridades que a veces practicamos como consecuencia de una
migaja de afecto, una novela todavía más inquietante por su fabuloso final que lo mucho
que ya lo es en su desarrollo.
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