En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 8 de julio de 2021

La hoguera de las vanidades – Tom Wolfe

 


             

              La vanidad nos hace creer mejor de lo que somos, luego la verdad es su enemiga.

              Tom Wolfe construyó esta larga y magistral historia a partir de lo que pudiera ser uno de esos casos de laboratorio que a veces se usan en los talleres sobre relaciones humanas; uno de esos casos en los que nadie es por completo culpable (o donde todos son casi inocentes), pero donde todos tienen algo que ocultar (a veces, simplemente, sus motivaciones) y es su conducta estratégica lo que determina la ética de su comportamiento y termina agravando el problema de partida.

              Y es que una o varias cosas ciertas no son una verdad. Son una mentira. La verdad surge del conjunto de todas las cosas ciertas que inciden en la situación evaluada. Basta una omisión para que la verdad escape por su hueco.

              Es lo que sucede con casi todos los personajes de esta apasionante novela: el protagonista quiere ocultar que tiene una amante; la amante también quiere ocultar que conducía; un tal reverendo Bacon camufla que solo persigue el dinero; Fallow, el periodista, esconde la falta de mérito de sus supuestos éxitos para vivir de ellos; el fiscal y el vicefiscal tratan de acomodar la «realidad» a sus ocultos intereses personales; otros tratan de esconder sus delitos... Y esto, unido al «orgullo social» de una ciudad que en los años 80 era la referencia mundial, hace que todos estén pendientes de desarrollar las apariencias para no sentirse menos que nadie.

              El entorno no podía haber sido mejor escogido: en la época en la que se escribió y transcurre esta novela –los años 80 del siglo XX- la cúspide social estaba en los mercados financieros, como ahora lo está en las grandes multinacionales de nuevas tecnologías, y Wall Street representaba el cénit de ese ambiente. El summun, como ahora lo puede ser Silicon Valley. En consecuencia, Nueva York era también la referencia mundial de la vida social. Quien triunfaba en Nueva York había triunfado en el mundo. Buen lugar para cultivar vanidades y egos desmesurados.

              Sherman McCoy, el protagonista, va en su lujoso coche con su amante y al tomar una salida equivocada se pierden en el Bronx. Al huir de lo que creen un intento de atraco, con ella al volante, dudan de si han llegado a golpear a uno de los atracadores. A partir de aquí, y con el simbólico telón del fondo del único inocente completamente desactivado (Wolfe se cuida mucho de dejarlo en esa posición), los participantes en esta opereta se van retratando con las omisiones con las que tratan de provocar la confusión entre el resto de hechos ciertos y «la verdad». Pero como cada cual omite lo que le interesa, cada omisión genera una «verdad» distinta; y, claro, entonces las cosas no cuadran, se van complicando y en el intento de mantenerse a flote casi todos se ven arrastrados a pasar de mentir por omisión a mentir por acción. El resultado, como puede suponerse, nada tiene que ver con la justicia (con la verdad) y sí con la habilidad de cada cual y con su posición de partida.

              Pero si interesante es la trama y el juego de estrategias que la hace avanzar, lo que hace de esta novela una obra magnífica es la profundidad y crudeza (tan explícita que rezuma humor cínico) con que se exponen los miedos de cada cual, que no son otra cosa que el reverso de su vanidad, y los pasos y huidas que esos temores inducen. Pese a que los personajes son muchos, muy distintos y prácticamente todos muestran sus ambiciones vanas y sus defectos, raro será que el lector no logre sentir cierta simpatía –y antipatía- por todos ellos, porque gracias a la habilidad de Wolfe todo, desde los anhelos a las debilidades, se hacen comprensibles y, también, porque en un mundo físicamente violento todos ejercen la «violencia de la mentira», que parece menos peligrosa aunque en realidad puede tener consecuencias fatales. El mejor retratado es, lógicamente, el protagonista: Sherman McCoy. El «Amo del Universo» lo mismo nos parece un estúpido fatuo que un pobre adolescente de 38 años atormentado por haber transgredido, sin querer, normas que otros se saltan sin pestañear. Es un personaje peculiar: íntegro en lo que tiene que ver con el cumplimiento de las normas legales, pero con una moral relajada en las relaciones de pareja y completamente estropeada por el entorno en cuanto a los valores y al sentido de la vida se refiere.

              La historia se refuerza con el enorme contraste entre esa exigua cúspide social de personas adineradas y enamoradas de sí mismas y el desastre vital, la absoluta marginación que se vive en el Bronx. Blanco y vecino de Park Avenue es sinómino de honradez y éxito. Negro y vecino del Bronx, lo es de delincuente. El racismo, lo mismo el asumido por quien lo practica que el no asumido, enmarca la obra, lo que no quiere decir que Wolfe nos hable de buenos y malos. Más bien intenta ser descriptivo: hay blancos racistas que no saben que lo son y hay negros marginados que se resignan a seguir siéndolo; todos ellos son poco ruidosos; pero hay también blancos y negros que quieren prosperar fingiendo luchar contra el racismo y estos, en cambio, sí hacen ruido, y mucho. Mucho más que los poquísimos que sí emprenden honestamente esa lucha. ¿Qué sale de todo esto? Una serie de presunciones tenidas como «verdades» por la «vanidad» de cada grupo social, falsas verdades que arden también en la hoguera que relata Tom Wolfe y que acaban provocando el incendio en el que terminan ardiendo una parte de los protagonistas.



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