En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 30 de enero de 2023

Tres días y una vida – Pierre Lemaitre

 



Me había rendido a Pierre Lemaitre hace ya unas novelas, y aquí estoy otra vez, vuelto a rendir.

¡Qué buena es esta breve obra! Qué manera más concisa y clara de explicar y afrontar el sentimiento de culpa y los miedos y zozobras que genera. Qué manera, a la vez, de plantear una intensa situación de suspense a un lector que todo lo sabe excepto lo que nadie en la novela sabe. Y, por último, qué final tan brillante, qué modo de dar un giro a la situación y, de paso, humanizarla aún más. Y esto último es lo más importante: por más interés que despierte la trama, esta novela es, sobre todo, humana.

Los tres días del título hacen referencia a aquellos, durante la Navidad de 1999, en que el protagonista, un niño de doce años, se ve envuelto un crimen en la pequeña localidad francesa de Beuval, una zona rural al norte de París, a medio camino entre Paris y Calais. Conocemos con detalle ese día y los dos siguientes: lo que sucede, quién hace qué, quién va, quién viene y, sobre todo, el miedo de Antoine Courtin, el niño, víctima de sí mismo, incapaz de asumir la responsabilidad por sus actos, espantado ante las consecuencias que el conocimiento de la verdad puede tener para él y para su madre.

¿Pero es necesario que ser reconocido culpable por los demás para serlo? ¿La condena social es la única posible?

La novela, yendo desde esos tres días a la vida posterior a la que alude el título, nos dice que la respuesta a las dos preguntas es negativa. Que quien es y se siente culpable vive o malvive con ello, y que esa culpabilidad «privada» puede no ser menos atroz que la eventual condena social que te deja extramuros de la sociedad pero con la tranquilidad de que ya no tienes nada que esconder.

Argumento interesante, acción intensa, ideas complejas expuestas con claridad, concisión expositiva y profundidad en las emociones. Y, para colmo, brevedad. No sé qué más se puede pedir a un autor.


jueves, 26 de enero de 2023

Bouvard y Pécuchet – Gustave Flaubert

 



Bouvard y Pécuchet es una obra inacabada de la que, afortunadamente, podemos saber lo que tenía pensado Gustave Flaubert para su desenlace, el cual, por cierto, no es difícil de prever a la vista del discurrir de esta obra cómica que aúna lo absurdo, la elegancia, el dominio del lenguaje, un montón de conocimientos más o menos superficialmente expuestos y -de haber alcanzado el final previsto- cierto efecto moralizante.

Bouvard y Pécuchet son dos tipos físicamente opuestos y con trabajos similares en oscuras oficinas.  Un buen día se conocen paseando y, gracias a la infinidad de coincidencias de sus caracteres y una verdadera catarata de afinidades, se convierten en amigos inseparables. Tanto que acaban viviendo juntos tras «jubilarse» ambos gracias a una herencia que Bouvard recibe. 

El planteamiento de la obra es simple y un tanto soso al principio, hasta que el lector comprende que más que rumbo hacia un final se busca el placer de la navegación. Por eso, tras ese primer momento en el que se nos cuenta la historia de cómo esta pareja acaba compartiendo techo y vivencias, nos encontramos con que el ingenuo entusiasmo de ambos les lleva de una dedicación a otra, a cada una de las cuales se dedica un capítulo. El esquema de todas ellas es similar. Así, cuando les da por ser agricultores, se toman el asunto tan en serio que amenazan con convertirse en estudiosos de la naturaleza, aunque, ¡ay!, al final todo les sale mal porque cuando no la pifian por una cosa lo hacen por otra, y es que su voluntad y su trabajo, siempre intensos y entregados, no alcanzan a compensar su torpeza, su voluntarismo y la monumental ignorancia que los libros lo alcanzan a cubrir y que acaba tomándola con ellos. Consumado un fracaso se olvidan de él ilusionándose por cualquier otro asunto; y, nuevamente, estudian y experimentan con científica intensidad hasta que intentando descubrir la pólvora les explota hasta la arena. Las sucesivas ilusiones y subsiguientes fracasos de la pareja, que paso a paso se va dejando pelos económicos en la gatera, marcan el paso de la historia, junto a las relaciones sociales del lugar, que mucho tienen que ver con una viuda interesada y con los avatares políticos de la época.

Una novela divertida, y más brillante por cómo está escrita –la maestría en el lenguaje y la abundancia de datos y razonamientos son de los que hacen calificar a estas historias de «deliciosas»- que por el argumento en sí, que de alguna manera precede a todas las parejas de tontos muy tontos que en el mundo han sido después, aunque desde luego también los había habido antes. Algunos, incluso, más célebres que Bouvard y Pécuchet. En cualquier caso, ambos personajes son dos consumados ejemplos de cómo mezclar bondad, torpeza e ingenuidad produce todo tipo de divertidos sobresaltos.




lunes, 23 de enero de 2023

El huerto de Emerson – Luis Landero

 



Creyendo citar a Emerson, indica el narrador que cada ser humano recibe un pequeño huerto que cultivar cuyos frutos van a ser su vida. Lozanas o mustias, lechugas tendremos. Pero, en cualquier caso, por más esmero que pongamos, debemos asumir que en muchos huertos vecinos se crían mejores lechugas y que las nuestras, en comparación, son una birria. La cuestión es conformarse con la propia lechuga sabiendo que nunca será mejor de lo que nosotros seamos capaces de hacer con ella.

Luego, en un giro divertido, el autor explica que no sabe de dónde sacó lo del Emerson y el huerto, ni lo de las lechugas. Que Emerson jamás dijo una palabra sobre el tema.

Da igual, obviamente, porque este breve libro de recuerdos y reflexiones parte de esa idea esencial: la vida es lo que somos capaces de hacer con ella, y la mayoría de nosotros no somos hortelanos especialmente brillantes.

De este modo, la vida se equilibra o desequilibra en función de las dosis de insatisfacción y de resignado realismo por la que optemos. O, dicho de otra manera, hay que elegir entre la frustrante persecución de quimeras y la lacerante conciencia de nuestra ridícula pequeñez.

Escrito en un lenguaje claro pero rico, y sumamente cercano al lector, El huerto de Emerson se lee como quien recibe las confesiones de un amigo. El tono basta para crear un ambiente agradable, hogareño, confianzudo. Un diálogo con el lector que permite mirar sin ira al pasado y con melancólica resignación al futuro. Lechugas tendremos. No muy pimpantes.


jueves, 19 de enero de 2023

El Ejército Furioso – Fred Vargas

 



Serie Adamsberg, 8


Empiezo a pensar si la estrambótica brigada Anne Capestan, de Sophie Hénaff (dos novelas que me gustaron mucho y que están reseñadas en el blog) no se habrá inspirado en parte en la extravagante brigada que el comisario Adamsberg ha ido formando en las dos o tres últimas novelas de la saga que he leído y que fueron publicadas bastante antes: junto al comisario, cuyo método de investigación consiste, básicamente, en pasear pensando en las musarañas y en olvidarse del caso mientras se fija en cada mosca que pasa, tiene a su número dos, el comandante Danglard, un policía alcohólico con cinco hijos y con una cultura enorme, erudita; a un teniente antiguo rival de juventud en el Bearn, también siempre dispuesto a saltarse las normas siguiendo unas inspiraciones tan espirituales e intuitivas que no desmerecen a las de su jefe, un tipo con mechas rojizas naturales que, además, declama versos a todas horas; sigue la versátil e imponente figura de Violette Retancourt, tan próxima a una gigante estoica y todopoderosa; añadamos la agente que acumula comida por todas partes, el que se sabe las preferencias de todos a la hora de comer, el que se queda dormido a todas horas y en todas partes… En fin, una banda de lunáticos capaces de todo eso y de acoger gatos en la comisaría, esconder bebidas, habilitar dormitorios delante de una máquina de café… ¿Por qué no, si al fin y al cabo su jefe tiene una cornamenta de ciervo en el suelo del despacho procedente de uno de los últimos casos, en Normandía?

          Y allí es donde vuelve la acción, porque el Ejército Furioso al que alude el título es un fantasmal ejército compuesto por guerreros mutilados y medio despellejados que, según una ya milenaria leyenda local, puede ser visto por las noches por cierto camino llevando consigo a varios prisioneros, gente de la zona que en realidad está durmiendo a pierna suelta en su casa, pero que, por el hecho de haber sido vistos con el ejército, se saben condenados a muerte. Estos prisioneros, además, suele ser lo mejorcito de cada casa. Vamos, que el ejército, además de furioso es justiciero.

Y ocurren dos cosas: la primera, que cierta joven dama de pecho opulento y tentador y perteneciente a una familia desarrapada y medio pirada ha visto al ejército, y que uno de los prisioneros vislumbrados ha sido luego hallado muerto. ¿Suicidado o asesinado? El capitoste policial del lugar, un tipo también rarico, con ínfulas de mariscal de campo napoleónico, piensa en lo primero. Adamsberg no pinta nada en este asunto, pero la vela en el entierro se la da la madre de la dama presentándose en París para contar la película. Una película tan extraña que no puede dejar de atraer una mente como la del comisario.

La segunda es que mientras tanto, en París, alguien ha achicharrado un lujoso coche con un anciano potentado dentro. Un tipo tan bien relacionado con las altísimas esferas que la cabeza Adamsberg puede caer en cualquier momento si no soluciona el caso de inmediato y detiene al principal sospechoso: un pirómano, un chispas aún joven, pero ya viejo conocido de la policía, que a ojos o a las sospechas de muchos parece beneficiarse de las intuiciones (o locuras) del comisario.

Para complicar aún más el asunto Adamsberg quiere averiguar quién ha sido el malnacido que ha puesto la trampa para palomas en la que ha caído la que han rescatado en la acera, frente a la comisaría. Adamsberg ha acogido en su casa al palomo, y el maltrecho animalico también le acompañará a Normandía. Al comisario y a su hijo recién descubierto en la novela anterior; un personaje en gran medida parecido a su padre.

Ni que decir tiene –para esto está la literatura- que Adamsberg encuentra el modo de encargarse del primer caso, de culebrear en el segundo para que no le pase nada pese a los riesgos que asume y que, además, el azar le planta en las narices a alguien que algo puede decir de ambos casos. Todo muy fantasioso, pero, aunque monumentalmente irreal, con la verosimilitud necesaria para hacer disfrutar de la literatura.

Esta novela, marca de la casa Fred Vargas, se disfruta, pese a que continúa por el camino de introducir en el planteamiento elementos supuestamente sobrenaturales que presentan cierto atractivo para el lector, amén de la deriva del protagonista hacia una extravagancia cada vez más clamorosa.

La única objeción que le pongo es que para entender la novela en plenitud es necesario haber leído en orden todas las anteriores, especialmente las dos o tres precedentes. Y, a ser posible, que no transcurra mucho tiempo entre esas lecturas, para no olvidar los principales detalles y las circunstancias de los personajes que se van incorporando al show.


lunes, 16 de enero de 2023

Petirrojo – Jo Nesbo

 



Comienzo con una confesión: tengo algún amigo al que le encanta Jo Nesbo. Eso, y la advertencia por otra vía de que Petirrojo era una de sus mejores novelas, me hizo comenzar a leer desde el principio estas obras protagonizadas por el policía noruego Harry Hole, y así leí Murciélago y Cucacharas para no perderme nada del nacimiento y crecimiento de un personaje relativamente célebre en la novela negra.

Siguiendo con los bichos en el título, por fin le ha llegado el turno a Petirrojo, cuya lectura, habida cuenta de las flores que le habían echado, era el objetivo.

La primera sorpresa es que podría haberme ahorrado la lectura de las dos primeras novelas (aunque tampoco me arrepiento de haberlas leído) ya que el personaje es el mismo solo nominalmente, puesto que la mayoría de sus traumas y su tendencia al alcoholismo que otrora lo caracterizaron apenas asoman la patita en Petirrojo, haciendo de Harry Hole, en esta ocasión, un personaje casi nuevo, un policía más normalito, un buen vecino solterón entregado a su trabajo y capaz de digerir casi todos los problemas.

Y el primero es no pequeño: con ocasión de la visita a Noruega del Presidente de los Estados Unidos, Harry Hole se ve metido en un lío, lo cual afecta a su carrera y, de rebote, lo sitúa ante dos encomiendas muy distintas y aparentemente banales: la de controlar los movimientos de grupos de extrema derecha y la de averiguar, casi por pasar el rato, quién diablos y por qué ha comprado un fusil tremebundo.

Subrayo lo de los grupos de extrema derecha porque, curiosamente, su crecimiento en los últimos años dota a esta novela hoy, en 2022, de una actualidad mayor que la que tenía en el momento de su publicación en el año 2000.

En las investigaciones citadas el grandullón de Harry está ayudado por una policía agradable y simpática, cuyo destino es el que Nesbo, por lo visto, reserva a las chicas guapas que salen en sus novelas. Aunque en esta también sale otra: una comisaria hija de un anciano noruego que en la II Guerra Mundial se piró a luchar en favor del nazismo y en contra del comunismo. 

Y esto enlaza con otra de las novedades de esta novela: los saltos temporales entre el presente (1999) y los años cuarenta; movimiento acompañados por saltos geográficos, porque lo que se nos cuenta de aquellos ya lejanos años son las vicisitudes en el frente de batalla de varios de aquellos noruegos que pelearon en favor de Hitler y que cuando regresaron a su país, al final de la guerra, fueron considerados traidores a la patria, juzgados y condenados. Todos ellos son, a finales del siglo XX, hombres que rondan los sesenta o setenta y muchos años, la mayoría con achaques, ya más ancianos que adultos y con un pasado vergonzante.

Nesbo juega con la expectación que provoca lo obvio: aquel lejano pasado y el presente que aparentemente nada tiene que ver seguro que están relacionados. El lector lo sabe, o lo intuye, y desea saber más. Para colmo, respecto a las investigaciones en marcha, aunque en realidad no ha pasado nada, aunque no hay crimen que investigar, sin duda algo ha de pasar y sin duda de alguna manera estarán interconectadas entre sí y con ese pasado al que acabo de aludir.

Azuzada por este múltiple gancho y lubricada la lectura por capítulos muy cortos y ágiles, lo cierto es que Petirrojo es, con mucho, la novela más adictiva de las tres que he leído de Jo Nesbo. La acción atrapa y la lectura se disfruta. No es ningún prodigio literario ni desde el punto de vista de la forma ni por los escasos sentimientos y reflexiones que inspiran la acción o los personajes, pero es una excelente novela de entretenimiento que impulsa una alta curiosidad por el desenlace y solo algo de curiosidad por conocer un retazo del pasado ignorado por casi todos fuera de Noruega; una de las infinitas situaciones que se dieron en la II Guerra Mundial cambiando para siempre la vida y el destino de tantas y tantas personas.


jueves, 12 de enero de 2023

Los extraños – Jon Bilbao

 



En un escenario fácilmente localizable en Google Maps, en el lado oeste de la ría de Ribadesella, el cual aconsejo «visitar virtualmente» a medida que se lee la novela, hay una casita en una ladera, rodeada por una verja tras la cual, antes del camino a la vivienda, hay una cueva en la roca. Esto, según la novela y según lo que podréis ver googleando las imágenes. Ya solo según la novela, en la casa vive una joven pareja –Jon y Katharina- entregada a una rutina que parece peligrosa para la estabilidad de su relación por decepcionante, hasta que en muy poco tiempo surgen dos novedades.

La primera, que sobre el mar, cerca de la costa, se avistan unas luces raras, lo cual provoca, en los días siguientes, la aparición y acampada de un nutrido rebaño de ufólogos, la mayor parte de los cuales están como regaderas.

La segunda, que un buen día aparece en la casa un hombre de la edad de Jon, llamado Markel, que asegura ser pariente suyo. Markel, un tipo afable y desenfadado, dice andar recorriendo el mundo para dejar atrás ciertas cosillas, y viaja acompañado de una mujer joven llamada Virginia. Los visitantes se acomodan en la amplia casa obligando a Jon y Katharina a cambiar algunas de sus costumbres, pero aportando, también, la frescura de la novedad.

Sin embargo, a medida que pasan las páginas de esta breve obra narrada con frases frías y concisas, la inquietud del lector va creciendo: los huéspedes van colonizando la vivienda, cada paso que dan es un paso que retroceden sus anfitriones, que pueden perder no solo su soberanía sobre la casa sino también sobre sí mismos; además, los ufólogos y sus delirios contribuyen poco a la tranquilidad, y  poco a poco se va generando una tensión que sufre el lector tanto o más que los personajes. Y así, con esa tensión creciente y la aparición de otro personaje que da la impresión de que puede ser clave para desentrañar las razones de la extraña conducta de los invitados, se llega a un final que cada lector interpretará de una manera, pero que, en cualquier caso, hace imaginar varias posibilidades.

Un buen y breve libro.


lunes, 9 de enero de 2023

El largo camino a casa – Louise Penny

 



          Es admirable cómo de un planteamiento algo tonto unido a un modo de investigar entre infantil, calamitoso y grotesco puede salir una novela tan entretenida y en cierto modo enriquecedora como El largo camino a casa, que comienza cuando Clara Morrow, la pintora recién entrada en la fama, que había acordado con su marido -también pintor famoso- separarse y reencontrarse justo un año después para reevaluar la situación matrimonial, anuncia que Peter no ha vuelto en ese plazo y que a saber qué ha sido de él. ¿Ha decidido poner pies el polvorosa o es que le ha sucedido algo al pobrecico?

          Aunque la policía seguro que tiene métodos mejores para encontrar a un supuesto desaparecido, Armand Gamache, que ya no es policía sino ilustre jubilado residente en ese idílico pueblecito llamado Three Pines, comienza una peculiar investigación policial -porque cuenta con la ayuda de su yerno, el inspector Beauvoir- en la que a través de los viajes y las pinturas intentan reconstruir el pensamiento, las emociones y las intenciones de Peter, para, de este modo, dar con él. ¿Se puede investigar mirando cuadros? Tras leer esta novela uno diría que, a efectos novelescos, sí.

          Lo curioso de esta novela es que ayuda a los profanos a ver e interpretar el arte: frente a un cuadro cualquiera, da igual si figurativo o abstracto, no intentes ver nada; simplemente contempla y céntrate en los sentimientos que te provoca; cuáles sean esos sentimientos y de qué intensidad te dará la medida de la calidad del cuadro, aunque no sepas ni patata de técnica, y aunque no sepas si lo que estás viendo es una bailarina o un pimiento morrón.

          Lo cierto es que mirando, mirando, van siguiendo la pista a Peter, que anduvo por acá y por allá y pintó esto y lo otro, lo cual quiere decir vaya a saber usted qué, porque elucubraciones hacen unas cuantas, casi todas interesantes y con un componente psicológico notable. Y de este modo, persiguiendo personas y pinturas, Gamache, Beauvoir, la propia Clara (¿esposa despechada o viuda?) y la oronda librera de Three Pines, con la colaboración en la distancia de la famosa poetisa borracha Ruth y de la esposa del excomisario, deambulan por buena parte del Canadá más urbano para acabar en la desolada costa este, donde un vistazo con Google Maps permite al lector confirmar que hay pueblecitos sin carreteras a los que solo puede llegarse con avioneta o barco, y con tal número de casas -apenas media docena o una docena- que localizar a alguien en ellos más que fácil es inevitable.

          Un argumento inverosímil contado con verosimilitud o, lo que es lo mismo, el mejor modo de vivir en un mundo distinto al real. Tiene mucho mérito Louise Penny.

          Por lo demás, el lector fiel a la saga -¿qué otro va a llegar hasta aquí, si este libro es ya el décimo de la serie?- encontrará en esta novela a los personajes de siempre, con sus manías de siempre y con sus miedos de siempre. Un reencuentro con viejos amigos. 

          En cuanto al final… Sorprendente por varios motivos. El que más me ha sorprendido a mí es que ningún personaje se llegue a plantear lo guapos que hubieran estado todos si se hubieran quedado quietos.



jueves, 5 de enero de 2023

Brujas de viaje – Terry Pratchett

 



Divertidísimo libro en el que Terry Pratchett juega con varios cuentos para niños: la Cenicienta, la Bella Durmiente, Hansel y Gretel, Rapunzel, Caperucita, el Gato con Botas, el Mago de Oz… Solo que en esta ocasión no se trata de que el príncipe bese a la dama para deshacer un hechizo, ni de que la dama bese a una rana asquerosa para transformarla en un príncipe guapetón, sino precisamente de todo lo contrario: se trata de evitar que a Brasas –un alter ego de la Cenincienta- se le ocurra casarse con un príncipe algo más feo que un vulgar batracio. 

          Quien debe velar por tan elevada misión es un personaje ya conocido por los lectores de Pratchett: Magrat Ajostiernos, un hada madrina sobrevenida, porque en realidad es una joven bruja más idealista que competente, cuya inexperiencia se ve acosada por dos colegas, también conocidas de los lectores: Yaya Ceravieja y Tata Ogg. La primera, una horrible gruñona que más sabe por vieja que por bruja; la segunda, una anciana más risueña. A las tres las conocemos por Brujerías, la parodia de Machbeth firmada por Pratchett, y a la primera de estas dos también por Ritos Iguales. Por supuesto, también está presente el hada rival (¿o la bruja rival?) que trata de hacer algo tan cruel como que la realidad se parezca a los cuentos.

          Y esa es la misión de la feorra hada madrina y sus dos amigas: que la realidad siga siendo la realidad sin contaminarse por la fantasía.

          Este planteamiento provoca un largo y divertidísimo peregrinar desde el país de las tres brujas hasta «el lugar de los hechos», peregrinar en el que se topan con muchos lugares y «cuentos» o retazos de ellos, en los que los personajes aparecen ante el lector parodiados de un modo tan inteligente e ingenioso que lejos de pensar que Pratchett se aprovecha de su fama la sensación es la de querer más y más. Por supuesto, también hace apariciones esporádicas uno de los personajes más celebrador de Pratchett, si no el que más: la Muerte.

          Tras ese viaje que justifica el título del libro llega un largo desenlace, el cual, en realidad, es como una segunda historia enlazada con la primera. También muy divertido, aunque en ocasiones un pelín confuso.

          Los recursos humorísticos son infinitos, y aunque no tengo capacidad para juzgar traducciones intuyo que el trabajo necesario para jugar con tanto doble sentido de las frases y con la fonética de las palabras es muy meritorio, y que el traductor debió de sudar tinta y de pasárselo en grande a la vez. 

          A modo de anécdota, las fantásticas portadas y contraportadas de la serie creo que son las mismas en todos los países. Quizá eso haya provocado un error en la editorial: en la sinopsis los personajes de la novela no se citan por el nombre por el que han sido traducidos al español, sino por el original en inglés.

          Lo que nunca acabo de entender es que Pratchett se recomiende como lectura «juvenil». No digo que no lo sea, pero para apreciar tantas parodias como hay en sus novelas hace falta algo más que un barniz cultural.


lunes, 2 de enero de 2023

Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso – Miguel Delibes

 



El protagonista de esta historia –un viejo periodista retirado- tiene alguna cosa más en común con Miguel Delibes, además de la profesión: una edad similar y un profundo amor por la vida rural. Por lo demás, el protagonista, recién jubilado, es un solterón castellano algo maniático, poco o nada consciente de su falta de atractivo, que emprende una correspondencia de tono entre educado y pomposo con una viuda sevillana que en una revista había puesto un anuncio para conocer caballeros.

La correspondencia que se ofrece al lector es unidireccional: solo conocemos las cartas escritas por protagonista. Las respuestas de la viuda las conocemos por lo que el protagonista le responde. Y a través de esta breve correspondencia que dura alrededor de un año el lector averigua la vida, costumbres, manías, valores y aspiraciones del un jubilado presto a enamorarse que, al tiempo que cuenta su historia, reconoce pecados, pesares y aspiraciones insatisfechas. Pero, sobre todo, el lector espía cómodamente el desarrollo de una historia de amor que ve evolucionar desde el primer escarceo, a la vez osado y educado, pasando luego por la ilusión que, pronto transformada en audacia, comienza a dar forma al galanteo y a expresarse de modo cálido y entusiasta para ir a parar, después, a las primeras desavenencias y a un final a un tiempo sorprendente, divertido y doloroso. Un final con algo de tragicómico, por cuanto el protagonista, que siempre ha intentado llevar la batuta y tomarse a sí mismo como vara de medir, queda a merced de lo imprevisto e incontrolable.

Las cuarenta y dos cartas que componen esta obra llevan al lector a través de las aspiraciones, sueños, esperanzas y decepciones del protagonista, haciéndole compartir todos estos sentimientos, junto al temor por si las cosas acabarán siendo como parece o de otra manera. Las misivas son en general breves, y permiten construir en paralelo esas dos historias (la del protagonista y la de su historia de amor), con un elevado grado de detalle. Conviene, para valorar al personaje y disfrutarlo en su justo término, pensar que este recién jubilado tiene sus 65 años en 1983 (Delibes publicó la novela ese año con 63). Es, por tanto, una persona nacida aproximadamente en 1918, por lo que sus valores y modo de ser son los adecuados a un hombre de esa edad y en esa época; y si bien se advierten sus esfuerzos por modernizarse y establecer una relación en pie de igualdad con la viuda, su educación, su cultura y sus costumbres son una losa de la que no acierta a desprenderse; cuando lo hace, buena parte de las cesiones más parecen guiadas por el miedo a la soledad o a perder a ese repentino amor que por ningún otro motivo. Este galanteo epistolar en el que se ve un modo de ser que se va y se adivina un modo de pensar que aún no acaba de llegar es también muy interesante y definitorio de la época en la que transcurre la acción, los años 80 del siglo XX, avanzando ya en las libertades traídas por la Transición, lo cual, con el colofón del final, sitúa al protagonista en la exacta dimensión de lo que su modo de ser ha acabado haciendo de su vida.