En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 30 de noviembre de 2023

Marianela – Benito Pérez Galdós

 



Marianela (1878) toma su título del nombre de la protagonista, una pobre adolescente canija y debilucha como un renacuajo hambriento y más fea que Picio, que, para colmo de desdicha, no tiene a nadie en el mundo y malvive de la caridad. A pesar de lo cual es un encanto de chica: buena, bien intencionada, generosa y amable.

Aparte de triscar por el monte, Marianela tiene un elevado cometido: hacer de lazarillo del hijo de uno de los ricos del lugar. El rico es un hombre justo, serio y amable al modo en que lo son quienes tienen interiorizada la diferencia de clases (la acción transcurre es de suponer que en 1878) y su hijo, el ciego, es también un dechado de virtudes y, además, de lo más guapetón. 

Como el argumento es sobradamente conocido no descubro nada si digo que entre el ciego y Marianela ha surgido el amor. El problema asoma la nariz cuando aparece un pariente, eminente oftalmólogo y tipo bienintencionado y generoso, que cree que con cierta audaz operación el ciego podrá recuperar la visión.

El muchacho, ciego de nacimiento, ignora cómo es el mundo, y Pérez Galdós traslada al lector, magistralmente, la expectación, miedos y sensaciones de poder ver la realidad en la que uno ha vivido dos décadas sin ver ni una forma, ni una cara, ni una perspectiva, ni un color. A fin de cuentas, el personaje ni siquiera puede imaginar a sus semejantes porque no tiene mimbres de los que partir. La visión, además, le abrirá nuevas posibilidades. Laborales y, sobre todo, personales, porque, en caso de que vuelva a ver, su padre ya tiene pensado casarlo con una prima, la cual, además de ser un encanto, es tal bellezón que bien merece la pena lograr la visión para contemplarla.

Pero, ¿y Marianela? ¿Qué será de ella cuando su amor pose en ella sus ojos y reboten espantados?

Por supuesto, nadie se acuerda de ella o, si lo hacen, no es para cambiar en nada su destino. Pero ella tampoco se deja ayudar porque se sabe tan fea, se siente tan inútil, su autoestima es tan, tan minúscula, que la perspectiva de que su amado la pueda contemplar la avergüenza de tal manera que la vida se le antoja insoportable.

De este modo la historia se sostiene en tres patas: la reacción del ciego al ver el mundo, si es que llega a recuperar la visión; la de Marianela, incapaz de soportar la vergüenza que siente de sí misma y, finalmente, cuál será la concepción de la belleza del ciego si deja de serlo: ¿considerará físicamente bello lo que en la oscuridad tenía por hermoso? ¿Cómo reaccionará si no es así? ¿Mantendrá sus promesas de amor o se dejará llevar por el festival de los sentidos?

El argumento es sabido, pero, por si alguien lo ignora, mejor dejo todo sin respuesta.

Una novela corta y dura, con un lenguaje claro que hoy suena un poco arcaico y escrita en un tono entre sentimental y dolido que hace del narrador algo más que un mero testigo: un intérprete.


lunes, 27 de noviembre de 2023

Los siete maridos de Evelyn Hugo – Taylor Jenkins Reid

 


Publicada en España febrero de 2020 (y en Estados Unidos en 2017), Los siete maridos de Evelyn Hugo lleva desde entonces en las listas de libros más vendidos. En el momento en que escribo estas líneas ocupa el puesto 14 en Amazon en España y, en ebook, se mantiene en el top 100. En Estados Unidos, ¡seis años después de su publicación! sigue en el puesto 42 en Amazon, en papel. El éxito comercial es apabullante, a pesar de lo cual esta novela es una ilustre desconocida.

Evelyn Hugo es una actriz de origen latino, piel morena y pelo rubio, que a punto de llegar a octogenaria hace mucho que ha alcanzado la celebridad más absoluta por sus películas y por su agitada vida sentimental. O eso cree todo el mundo. Llegado ese momento de su vida, ya no muy lejano al final, Evelyn contacta con la periodista desconocida y de raza negra para redactar una biografía autorizada que le reportará a su autora fama y dinero sin fin.

Y Evelyn, ¿qué gana?

A partir de este peculiar comienzo se desarrolla una novela que alterna la vida de Evelyn, joven ambiciosa salida del arroyo y cegada por la fama, con la situación de la periodista (separada, a punto de divorciarse y con la ocasión profesional de su vida ante sus narices a cambio de no sabe qué). Varios misterios caminan de la mano en este recorrido: por qué Evelyn ha elegido precisamente a esa periodista; qué consecuencias tendrá la elección, y, sobre todo, cuál fue la peripecia vital de la actriz, que debido a la dimensión de su «libro de familia» y a su celebridad incuestionada a menudo recuerda a Elizabeth Taylor.

La historia fundamental es la de la Evelyn, mucho más que la de su biógrafa. Ella lleva el peso del libro, dividido en apartados cortos y fáciles de leer que se agrupan cronológicamente en función de los maridos. Otra cosa es que estos no siempre responden al concepto común de «marido». Los intereses, el amor, el pragmatismo y el utilitarismo muestran una vida aparentemente desordenada que, en realidad, persigue con toda coherencia un solo fin: el amor a quien de verdad se ama, y, también, un fin accesorio que durante muchos años es el principal: la fama, el prestigio, el dinero, dejar atrás para siempre las penurias.

La historia resulta atractiva, porque a los misterios señalados se une un entorno atrayente: gustan las historias de pobres pringados que a base de audacia y talento alcanzan la cima. Gusta también que los ricos lloren, por aquello consolarse por no serlo. Y gusta el glamour de la fama y husmear en los entresijos de las perfectas apariencias, para conocer qué engaños y miserias las sustentan.

Una lectura ágil, entretenida, fast food literario, pero buen fast food.





viernes, 24 de noviembre de 2023

Andanzas de los Reyes Magos

 


El próximo jueves 30 de noviembre, a las 19:30, los Reyes Magos llegarán a Teruel, a la Librería Senda (Perruca), después de haber pasado por Huesca hace poco, y antes de recalar en Zaragoza el 15 de diciembre, a las 18:00, en la Librería Central, donde completarán el periplo de las tres capitales aragonesas con una sesión de firmas.

Pero, vivas donde vivas, que los Reyes Magos vayan a tu casa es tan fácil como comprar la novela encargándola en cualquier librería. También está en ebook, en Amazon.

          Así los Reyes te regalarán un muy buen rato de lectura y, según dicen ya de numerosos lectores, bastantes risas.

          Seguiré informando del resto del periplo.





jueves, 23 de noviembre de 2023

Todas las almas – Javier Marías

 



Confieso el pecado: hace bastantes años intenté leer un libro de Javier Marías. Las primeras páginas fueron un tostón que dispersó mi mente por mil otros temas, y ahí lo dejé. Sin embargo, sabía que con el correr del tiempo antes o después volvería a intentarlo, entre otras cosas porque tengo varios amigos, con excelente criterio, que eran y son devotos de Marías y que no paraban de recordarme lo que me perdía si no lo leía. También mucho de lo que leía sobre él invitaba a conocer algo de su obra.

Bien, pues como decían mis amigos, yo no tenía ni idea de lo que me perdía, porque tan solo conocía a Marías por sus artículos, algunas polémicas y -¿por aquello de «dime con quién te juntas y te diré quién eres»?- por lo poco que podía elucubrar a partir de la amistad con Marías de la que presumía hasta el hartazgo (¿para equipararse indirectamente a él?) un triste chorbo de cuyo nombre, va implícito en el término, no quiero acordarme.

Bueno, pues ya he leído Todas las almas, y no solo es que me haya gustado mucho, que también, sino que me ha parecido un libro excepcional por el modo en que está escrito (según el autor, el mismo que empleaba en las cartas a sus amigos; es decir, su tono natural o por defecto). El lenguaje, claro y accesible, se enreda por la complejidad de las ideas, la cual, a su vez, está muy relacionada con el análisis pormenorizado de cuanto pasa por delante de la nariz del protagonista y narrador, que se dirige al lector en primera persona. Como este análisis no se pospone, sino que se realiza a medida que las sensaciones llegan, el resultado es una navegación profunda por lo cotidiano, pero también enrevesada y lenta.

Esa lentitud puede ser (como ha sido mi caso) fuente de placer si el lector se da a la lectura sin prisa y con placidez, dispuesto a dar un largo paseo con mil rodeos, o (sospecho) fuente de impaciencia si el lector no es capaz de abandonar desde la primera palabra las diarréicas prisas contagiadas por tanta novela actual en la que, el mercado manda, se somete al lector a una suerte de curiosidad perpetua sobre la base de abrir y cerrar constantes enigmas, misterios, dudas, cotorreos y situaciones tensas. Que un libro invite a la reflexión sosegada y profunda y no a la falta de pensamiento que deriva de la acción trepidante es, en estos tiempos, casi revolucionario, aunque quizá cuando Todas las almas fue publicada en 1989, año en que el autor cumplió 38 años, esto no se notara tanto.

Al hablar del argumento hay que comenzar por el epílogo, una brillante disertación de Marías sobre las ventajas y peligros de escribir en primera persona desde la boca de un personaje que, sin ser el autor, comparte con él numerosos rasgos biográficos. Es decir, el personaje es Marías sin ser Marías, y hasta qué punto es uno u otro en cada momento quizá solo lo supo el Marías autor. En cualquier caso, el epílogo deja clara su intención de distanciarse del personaje. Eso sí, fijaos en la argucia que confiesa haber utilizado para establecer esa distancia. Fijaos en ella, porque el somero y superficialísimo modo en que la trata en la novela (tan en contraste con la profundidad de todo lo demás) me hace pensar que Marías habla poco de lo que no ha vivido y al revés, lo que, de ser correcta esta apreciación, haría de esta novela algo mucho más autobiográfico de lo que se desprende del epílogo.

Y es que el innominado, soltero y madrileño protagonista ejerce temporalmente de profesor en Oxford, clavadito a Marías, lugar que no es presentado como uno de los templos del saber, sino del aburrimiento. Allí, fuera de su ambiente y sabedor de que la brevedad de su estancia no justifica mucho empeño ni ilusión en echar nuevas raíces, se ve rodeado de una caterva de eminentes profesores que solo tienen en común entre sí su exacerbado individualismo: en Oxford hay muchos «yos» y pocos «nosotros», y aún son menos los «yos» en los que un recién llegado puede anclar su confianza. El protagonista no nos dice una palabra sobre las clases (el objeto de su presencia allí) pero hace un contundente repaso de los diferentes puertos a los que llega (cada uno de los profesores que le prestan mucha o poca atención) y, singularmente, de una mujer a la que siempre se refiere por su nombre y apellido: Clara Bayes. Con ella, que está casada y con un hijo, inicia una relación amorosa (o más bien sexual) que ambos saben llamada a morir al fin de la estancia del protagonista en Oxford, por lo que más lo viven como un pasatiempo que como un romance. Las reflexiones que surgen al hilo, sobre todo, de ese previsto final conviven en la novela con las que suscitan el resto de personajes (viejos y jóvenes, sanos y decrépitos, heterosexuales y homosexuales…) y, también, con las expediciones del protagonista a las librerías de viejo donde busca y rebusca las obras de un autor desconocido, actividad que le lleva a intentar averiguar algo de un escritor real, John Gawsworth, seudónimo de Terence Ian Fytton Armstrong, quien anduvo por diversas partes del mundo para morir a los 58 años después de estar más de una década alcoholizado y en la indigencia. Sobre la misteriosa vida de este desconocido caballero tiene ocasión el protagonista de averiguar algunas cosillas en el momento más inesperado, que es también el más delicado (según se mire) de su relación con Clara Bayes.

La acción, por llamarla de algún modo, transcurre tan lentamente que parece que el autor no está contando nada, sino divagando sin cesar, hasta que, una vez concluida la novela, el lector se da cuenta de las muchas cosas, de las muchas historias, que contiene Todas las almas.

Una gran novela cuyo título alude al All Souls College de Oxford (su nombre exacto es «The Warden and College of the Souls of all Faithful People deceased in the University of Oxford»), uno de los muchos que organizaba cenas ceremoniales para propiciar encuentros y darse pisto, y con el que, si no recuerdo mal, aparece relacionada Clara Bayes. Dando cuenta de una de estas cenas es como la conoce y comienza la novela.






domingo, 19 de noviembre de 2023

Tiempos de hielo – Fred Vargas

 



Serie Adamsberg, 9


Hace ya varias entregas que Fred Vargas dirigió los pasos de Adamsberg por casos que parecen lindar con lo sobrenatural, aunque al final la lógica se imponga. En el caso de Tiempos de hielo no es exactamente así, pero tampoco puede decirse que se haya echado en brazos del realismo.

Diversas damas y caballeros aparecen muertos en lo que parecen simples suicidios. Sin embargo, la diosa Chiripa permite averiguar que algo tienen en común: son asesinatos de autor, pues en todos los escenarios aparece cierto simbolito.

A partir de aquí, el protagonista abre dos vertientes de investigación: una tiene que ver con un antiguo viaje a Islandia, en el que un grupito de turistas cometió la imprudencia de acercarse a un islote donde no crecía ni un solo hierbajo que echarse a la boca, situado muy cerca de la costa, y en él quedaron atrapados durante semanas por culpa de la niebla más densa que quepa imaginar, con el sofocón consiguiente y algunos otros asuntillos que dejarían helado a más e uno, y quizá de ahí venga el título, aunque tiempo de hielo también fue el tiempo del Terror, el de la otra vertiente de la investigación, la que tiene por protagonista nada menos que a Robespierre, y no porque don Maximilien haya tenido a bien resucitar con la cabeza bajo el brazo, sino porque la trama alcanza a un gigantesco grupo de recreacionistas de la época de la Revolución Francesa que, si fueran cuadrúpedos, andarían con un pie en la historia, otro en la diversión, el tercero en el teatro y el último en el manicomio. Obviamente, todo lo que tiene que ver con la historia es terreno abonado para el interés y el lucimiento del comandante Danglard, ese alcohólico erudito que a medida que pasan las novelas es más de las dos cosas.

La trama es, pues, lo bastante fantasiosa y atractiva como para resultar interesante, aunque aquí acaban las virtudes. La trama avanza gracias a un recurso muy manido (la reiteración de crímenes que permite atar cabos gracias a puntos en común y despistes del asesino en serie) y, por otra parte, hay algo que no me ha convencido: hay un intento, que no cuaja, de dar algún papel que otro a toda la tropa que depende del Comisario, cuando la trama apenas da para el lucimiento de dos o tres personajes adicionales. El resultado es que algunos de los más desdibujados quedan más difusos aún.

Por lo demás, el lector de la saga encontrará al Adamsberg de siempre: un tipo cuyo trabajo consiste en pasear a ver qué se le ocurre o, mejor dicho, qué siente. Un tipo cuyas corazonadas aciertan siempre saltándose toda la lógica derivada de los hechos constatados. Pero claro, los detalles son importantes en las novelas de salón, y esta, como el esto de la saga, lo es aunque no haya salón. Ni versallesco ni ningún otro.






jueves, 16 de noviembre de 2023

Llamando a las puertas del infierno – Carlos Pérez Merinero

 



Solo quienes hayan disfrutado en su adolescencia, y quizá un poco más allá, del placer de decir, a solas con los amigos, las mayores burradas que pasaban por sus entendederas -en la confianza de que ese acto de libertad y autoafirmación comenzaba y terminaba en la brutalidad de las palabras- podrán disfrutar de esta obra de Carlos Pérez Merinero, solo que, en ella, para el protagonista, que está como una regadera, las palabras no son el límite de su libertad, sino que las transforma en hechos.

Así que el caballero se pone contentísimo cuando «el cabrón de su padre casca», por así decirlo, porque así podrá heredar y darse el gustillo de comprarse una finca donde criar bichos (que sean unos u otros qué más da) y solazarse con su novia. Que haya o no algo que heredar, u otros herederos o que la novia sepa que lo es, es lo de menos.

Estos dos elementos (un protagonista con el cerebro como unas maracas) y un modo de expresarse en primera persona con una contundente mezcla de inocencia y brutalidad, bastaron a Carlos López Merinero para escribir una novela tragicómica en la que lo escandaloso y desagradable se mezcla con lo divertido provocando al lector sensaciones convulsas.

El protagonista narrador no solo está chiflado. Su tipo de locura es peligrosísima: no solo carece de los conceptos del bien y el mal (o, mejor dicho, el bien es aquello que le apetece y el mal cuanto le impide satisfacer sus apetencias), sino que su visión del mundo le hace confundir sus deseos con la realidad. El resultado de soltar un tipo así en las páginas de un libro solo puede ser uno: acabar a las puertas del infierno.

Una lectura breve, ágil, inteligente, divertida y, como ya he dicho, convulsa.







domingo, 12 de noviembre de 2023

Annie Ernaux – La vergüenza

 



Los niños creen que el mundo es como se muestra. Pero lo que se muestra son las convenciones sociales. La protagonista, que no deja de ser la autora, vive inmersa en esa confusión. Sus padres la quieren y se quieren entre sí. Hasta que un día, sin pensar, tras una prolongada bronca de su madre a su padre, la niña presencia cómo este agarra a su esposa e intenta, al parecer, asesinarla con un hacha. Sin embargo, minutos después todo ha vuelto a la calma, a la placidez. Nada parece haber sucedido entre ellos ni, por supuesto, han menguado las muestras de afecto a la hija.

Sin embargo, la fugaz visión de lo que pudo acabar en asesinato supone un monumental roto imposible de coser por el que la protagonista no deja de ver ya, a lo largo de su vida, que tras el tolerable y hasta agradable mundo de las apariencias subyace otro, sórdido, donde cada cual es quien de verdad es, sin imposturas.

Que cada persona sea su versión más sórdida o sea capaz de ser mil cosas, buenas y malas, sucesivamente es algo sobre lo que tendrá que reflexionar el lector, pero la narradora nos habla de la vergüenza: de aparentar ser lo que no se es, de cómo afrontar la vida ofreciendo a los demás una versión propia y familiar que sabe ficticia; de cómo, también, la fuerza de la impostura puede hacer que aquella brecha a través de la que vio el submundo pueda parecerse mucho a un mal sueño que solo pervive porque su contundencia fue tal que resulta inolvidable.

El libro es, también, una invitación a reflexionar quién es quién. ¿Es el padre de la protagonista un asesino? No, porque no ha matado a nadie. ¿O sí, porque pudo hacerlo? Y, ¿un criminal lo es siempre y en todo momento? ¿Quién es cada persona? ¿La persona que es en su más tenebroso día o quien es en sus momentos más luminosos?

Cómo convivir con la vergüenza, podemos decir que cuenta el libro, aunque más exacto es decir que cuenta cómo convivir con el trauma.

Una obra breve, directa, que se lee rápido y bien.







jueves, 9 de noviembre de 2023

Púa – Lorenzo Silva

 



Buen libro de Lorenzo Silva, bien escrito, bien estructurado, ya premiado cuando escribo estas líneas y, en el momento de su publicación, muy esperado por la temática que aborda: la guerra sucia contra el terrorismo. O, dicho de otra manera, el terrorismo de estado. Que un autor buen conocedor y defensor del mundo de la Guardia Civil trate este tema tiene un interés evidente.

Dicho lo cual, cualquiera de los lectores habituales de Lorenzo Silva, entre los que me cuento, reconocería este libro como suyo aunque su nombre no apareciera por ningún sitio, ya que el tipo de personaje y el tono es en todo similar al de muchas otras obras del autor. Escrito en primera persona por el protagonista, un hombre maduro (cada vez más maduro, como el propio Silva) que habla directamente al lector siempre haciendo balance, siempre con una mirada desengañada y en cierta manera conformista o, mejor dicho, resignada. El autor vuelve a usar un tipo de protagonista  que no va de nada, pero que en cierta manera es un «duro» porque es fiel a su filosofía de vida; un tipo de personaje, también, tan dado a la autocrítica, la autoflagelación y el autodiagnóstico síquico que, sean cuales sean sus errores y culpas (y en este caso Púa no es ningún santo) el lector no puede sino solidarizarse con él o suscribir la crítica visión que da de sí mismo. Por último, Púa es –como esos otros personajes del autor- sensible a los encantos femeninos, pero capaz de dominar la tentación incluso cuando más fácil tiene caer en ella; un hombre que ni se cree un galán guaperas ni ejerce de tal, pero que acaba resultando atractivo a la dama más bella que transita por las páginas.

Dado que, como he apuntado, el protagonista se presenta y enjuicia él solico de modo contundente pero bastante sensato, para la valoración del lector queda, sobre todo, el argumento, que en Púa es doble: siendo el protagonista un caballero que participó activamente en la lucha contra el terrorismo, primero trabajando en «información» y luego participando activamente en el desarrollo de la guerra sucia, queda claro que el buen señor anda por los aledaños de los servicios secretos. Tan secretos que ni se mencionan más que eufemísticamente. Tan secretos que nadie tiene nombre, sino apodos. Tan secretos que ni deben preocuparse por el dinero, pues mientras cumplan su función el suministro fluye como caído del cielo. Pero me he ido por las ramas: la primera pata del argumento es el presente: Púa es un señor ya retirado de esas correrías, que lleva una vida gris y solitaria cuando se ve reclamado con un antiguo compañero, el compañero, para encarrilar, por la vía de los hechos, cierto asuntillo que se le ha ido de las manos y que él ya no puede solucionar. Esto da pie al protagonista a explicar por qué conoce los métodos que utiliza, por qué está dispuesto a utilizarlos y por qué es fiel a ese antiguo compañero, lo cual abre la puerta e explicar su propia vida.

Así es como la historia va alternando presente y pasado: el lío en el que se mete hoy y el mundo en el que se metió hace décadas. El primero de esos hilos desarrolla una trama cuyo interés para el lector es averiguar quién y por qué. El segundo, independiente, permite al lector saciar su curiosidad echando un vistazo al pasado y a métodos y organismos que solo por ser «secretos» ya tienen ganado el interés de todos. Si ambos hilos acaban confluyendo (como es típico en las novelas con doble argumento) o no, lo sabrá quien lea Púa.

No tan en primer plano queda el entorno de la acción, lo cual no impide que el lector lo capte y comprenda su importancia. De una época, años ochenta, en la que los sucesos y medios disponibles encuentran en la guerra sucia una vía de escape lo mismo para intentar combatir el terrorismo que para acallar las voces más críticas (e involucionistas y todavía influyentes en ciertos ámbitos) con la impotencia del Estado ante estos delitos (lo cual implica no poca comprensión hacia «la razón de Estado», eufemismo que ha cobijado un sinfín de tropelías) pasamos, de un capítulo a otro, a otra época, el presente, en la que los medios, la capacidad de acción y la ausencia de riesgo de involución permiten una lucha legal contra el terrorismo mucho más efectiva, al margen, claro está, de que la propia dinámica social, la pervivencia de la democracia, ha arrasado las bases de un terrorismo autojustificado en su origen en la lucha contra la dictadura; una situación, la del presente, en la que la guerra sucia ni al más tonto puede parecerle ya una salida lógica, ni tan solo una salida desesperada o una última solución, sino una barbaridad, un delito monumental y una equivocación colosal.

El entorno ha cambiado tan radicalmente en tan pocos años que quien no se siente cambiado e identificado con el presente está fuera del mundo, prisionero del pasado, como es el caso de Púa; y quien sí lo ha hecho, bien puede suscribir las palabras de Neruda a su amada: «nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos». 








domingo, 5 de noviembre de 2023

Carta de una desconocida – Stefan Zweig

 


Basta el primer párrafo para hacer ver al lector que el coprotagonista de esta historia es un escritor bon vivant y feliz ciudadano libre de su propio y privilegiado mundo, el cual tiene cierto parecido a la inopia.

La otra coprotagonista, que además se convierte en la narradora con lo que su peso en la obra se dispara, es la mujer desconocida que, con ocasión de la muerte de su hijo, ha escrito una voluminosa carta al escritor, quien la lee a la vez que el lector. O, mejor dicho, el lector la lee a través de los ojos del escritor, lo que, sin duda, produce un efecto perturbador, porque el lector, como el destinatario de la carta, trata de entender, de explicarse, de adivinar, de averiguar… Incluso el lector queda convertido en un chismoso, porque intenta anticiparse a la lectura del escritor para averiguar qué alegrías o soponcios lo esperan. La obra, en realidad, es esa carta y las preguntas que deja flotando sin llegar a formular.

El argumento es conocido, pero solo lo voy a sobrevolar para no destripar demasiado a quien no haya leído esta obra: la desconocida lo es porque no llega a decir su nombre y porque, aunque puede resultar identificable para el destinario de la carta, solo al final tiene certeza el lector de si la desconocida lo era realmente o no para el escritor. ¿Y qué cuenta la desconocida en su carta? Su vida. Que es tanto como decir su obsesión.

Dicho lo cual, me permito apuntar algunos temas que esta brevísima obra, tan contundente que seguro que es difícil de olvidar, deja para la reflexión.

El primero, si se pueda amar lo desconocido. Porque, ¿hasta qué punto la desconocida conoce al hombre al que ama? ¿Y hasta qué punto podría él amarla? ¿Y por qué motivos puede alguien amar así?

Lo segundo, al hilo de lo anterior, las diferencias entre amor y obsesión y la relación entre ambos conceptos.

En tercer lugar, los efectos sobre nuestra vida de la indiferencia espontánea de los demás, así como la relación entre indiferencia y soledad.

En cuarto lugar, hasta qué punto somos responsables o culpables de los sentimientos de los demás y de la influencia de nuestros propios actos en cada una de las personas que se nos cruza en la vida. 

Y en último lugar, qué sentido tiene la carta de la desconocida. Por qué la escribe. Cómo espera que se sienta el destinatario. Cómo debe sentirse. La respuesta a la primera pregunta parece compleja: ¿venganza, testimonio, echar en cara, postrera reivindicación, búsqueda de alivio, despecho? ¿No es contradictoria su conducta vital, tan discreta, con esa carta final? Que cada cual elija respuesta, pero debe siempre sobrevolar una idea tristemente pragmática: quizá para el autor no fuera esencial lo que podamos pensar sobre este asunto; a fin de cuentas, probablemente la desconocida «escribió» esa carta solo para que hubiera novela.

          Una joya de la literatura.