En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 29 de abril de 2021

Mariposas para los muertos – Diane Wei Liang

 



(Trilogía negra de Pekín, 2)

 

                El ojo de jade, primera novela de la trilogía, no me gustó demasiado, pero tuve la sensación de que la lectura había sido víctima colateral de la pandemia del covid-19, porque es la novela que estaba leyendo cuando comenzó el confinamiento en marzo de 2020. Que el virus y la novela vinieran a la vez y de China igual no era la asociación de ideas más estimulante en unos días en que mi mente no estaba precisamente en la literatura, sino, como la de todo el mundo, en los problemas personales y profesionales que la situación imponía.

                Mariposas para los muertos la he leído casi un año después, quince día arriba o abajo, y me ha servido para saber que la sensación de que la primera novela había sido víctima de las circunstancias era errónea: aquella primera novela no me gustó por las mismas razones por las que la segunda tampoco me ha chiflado: una acción algo entrecortada, con idas y venidas y encajes de piezas demasiado fáciles, demasiado sencillos, como si para encontrar una aguja en un pajar bastara pasear unos minutos entre la paja y enseguida la aguja saliera ella solita a saludarte. Eso, respecto a la trama. Respecto a los personajes, casi todos grises, planos y más de uno estereotipado. Y respecto al entorno, que quizá podría ser lo más atractivo, el Pekín de hace un par de décadas tampoco es que aparezca muy definido, más allá de la constante mención a la ilegalidad de las tareas de investigación privada -que por eso se camuflan-, y al omnipresente poder de la dictadura, que aplastando tiempo atrás la revuelta de Tian´anmen ha provocado dos cosas: que la protagonista, Mei, todavía no haya superado estar en aquella ocasión en el bando equivocado (esto es, de parte del Gobierno para el que trabajaba en el departamento de seguridad) y, por otra, que cierto pueblerino encandilado con aquella reclamación de libertad diera con sus huesos en la cárcel durante un porrón de años.

                ¿Qué más sucede? Pues que Mei es contratada por un mandamás de la industria musical para localizar a una joven estrella musical: Lin. No hace falta ser muy avispado para comprender que las dos historias se entrecruzarán conforme Mei pasee de un sitio a otro atando todos los cabos que el viento, siempre favorable, pone en su camino. Y como el camino es tan sencillo, lo «complicado» es el final: es el que es como podía haber sido cualquier otro, porque el planteamiento ofrecía múltiples soluciones.

                Los dilemas familiares de Mei son mencionados para que el lector no los olvide, pero si forman una historia que ha de evolucionar a lo largo de la trilogía, aquí permanecen como estaban. Poco aportan. O más bien nada.

                En resumen, ahora tengo un dilema: leer la última novela de la trilogía, ya que he llegado hasta aquí, a ver si entre las tres hacen más luz que por separado, u olvidarme de ella. Ya veremos.


lunes, 26 de abril de 2021

Un diamante al rojo vivo – Donald Westlake

 


 

                El otro libro que he leído de Westlake, Adiós, Sherezade, es una maravilla, razón por la que compré Un diamante al rojo vivo, recién publicado en RBA y, creo, lo único no descatalogado de este autor en España.

                Pese a mis expectativas, esta novela está a años luz de Adiós, Sherezade, pero no deja de ser una lectura amena y entretenida; literatura de consumo, pero buena literatura de consumo, evidentemente influida por la cinematografía, hasta el punto de que el lector cree estar viendo una de esas viejas comedias norteamericanas a la vez disparatadas e inocentonas.

                Dortmunder, el más relevante de los personajes, acaba de salir de la trena y es de inmediato reclutado por un antiguo amigo para dirigir una operación importarte: birlar un descomunal diamante expuesto en un museo, propiedad de un diminuto país africano, para entregárselo al otro país africano que lo disputa, cuyo embajador, un tipo obsesionado por los informes, es quien pretende contratar al grupo.

                La historia de la novela es la de la persecución de la joya: a cada paso que dan, surge un inconveniente, y para cada inconveniente encuentran una solución cada vez más audaz y alocada. A medio camino entre la novela de humor y la negra, con ese humor americano tan propenso a reírse de lo exagerado, Un diamante al rojo vivo es, sobre todo, una novela de acción donde todos los personajes (los cinco integrantes de la banda y otros dos caballeros que circulan por ahí) están tan bien definidos que el lector no debe hacer ningún esfuerzo por situarse. Literatura de consumo, he dicho, lo cual no significa que sea sencillo escribir con tanta claridad, fluidez y ritmo.

                Una lectura entretenida, para divertirse, desconectar y no pensar, que para eso también sirve la literatura.



viernes, 23 de abril de 2021

Reflexiones sobre literatura y humor

 



«El humor es el lenguaje que emplean las personas inteligentes para entenderse con sus iguales».


Edgar Neville (28 de diciembre de 1899-23 de abril de 1967)


jueves, 22 de abril de 2021

Las mutaciones – Jorge Comensal

 


 

                Que puede hacerse humor con el cáncer queda demostrado con esta novela de Jorge Comensal que, de un modo respetuoso y a la vez melancólico, enfrenta al lector a la historia de un abogado que sufre un cáncer de lengua, lo que deja fuera de combate su instrumento de trabajo, con las implicaciones económicas que eso tiene para él. Aunque, desde luego, las económicas no son las más importantes aunque sí las que ocupan cierta parte de su tiempo porque planificar estos asuntos sí entra dentro de su margen de actuación y de su voluntad, a diferencia del devenir de la enfermedad..

                No solo las células mutan en Las mutaciones. También lo hace en entorno del enfermo, y no solo por la enfermedad, sino por sus consecuencias para la comunicación. La esposa debe asumir un nuevo rol, los hijos, perdidos en su adolescencia, afrontan la situación refugiándose en sí mismos y en sus obsesiones, y la asistenta aporta las creencias supersticiosas. En medio, el codicioso y maleducado hermano de Ramón, que así se llama el protagonista. De todos ellos, con quien Ramón acaba entendiéndose mejor es con el más ajeno a su enfermedad: el loro que le han regalado. Pero tampoco le va del todo mal con Teresa, la psicoanalista a la que acude y que, además de estar como un cencerro, cultiva marihuana para sus pacientes sin llegar a saber quién psicoanaliza a quién: si ella a sus pacientes o a sí misma a través de ellos. El loro, la marihuana, la adolescencia, el hermano pendiente de su peculio, la esposa que ha de seguir viva sea cual sea su suerte... Cuando el cáncer hace presa en alguien, el tiempo puede detenerse para él, o quizá transcurrir más lento, pero para el resto del mundo sigue corriendo.

                Entre el diagnóstico, la operación, y la evolución de la enfermedad hasta el desenlace que conocerá quien lea el libro, las páginas transcurren con rapidez pero con sensación de calma, de lentitud, porque el autor no se recrea en los sentimientos, sino en los hechos, y es de ellos de donde brotan todos los momentos que hacen de Las mutaciones una historia bien estructurada, tierna y con un punto de melancólico humor negro.



lunes, 19 de abril de 2021

La guerra de los pobres – Éric Vuillard

 


 

                Tan pobres son los pobres que sus historias no dan más que para 94 páginas de las cuales un buen puñado están en blanco. Tan pobres son los pobres que su guerra se lee en una o dos horas. Lectura para una tarde, para un viaje, para disfrutar en una terraza con una cerveza delante (alemana, para no desentonar).

                Inspirada en la figura de Thomas Müntzer, predicador alemán que a comienzos del siglo XVI promovió una revuelta campesina que terminó en escabechina de campesinos, La guerra de los pobres más que una novela es un relato que, apoyándose en unos cuantos hechos y personajes anteriores a la época y a otros cuantos hechos atribuidos a Müntzer, nos recuerda que periódicamente el sentido de la igualdad y dignidad de todos los seres humanos se abre camino en el pensamiento, periódicamente esas ideas chocan contra los privilegiados que ven en ellas una amenaza para su estatus, y periódicamente éstos hacen valer la fuerza de su posición sacrificando la dignidad ajena para dejar las cosas como estaban.

                En resumen, el oleaje de la historia, que cada cierto tiempo embate el hambre contra las rocas de poder sin que haya otra esperanza que el lentísimo efecto de la erosión ni otra certeza que la ruptura de las olas contra esas rocas que, mejor o peor, van resistiendo, porque cuando unas caen otras aparecen detrás.

                Escrito con un lenguaje claro y tan intencionadamente austero que reduce la obra a las ideas que acabo de expresar, La guerra de los pobres es un buen libro, un libro de calidad, pero, a mi juicio, no la maravilla con la que fue publicitado cuando se publicó hace pocos meses. Sin el prestigio del autor, no hubiera sido fácil publicar una obra así.



jueves, 15 de abril de 2021

Día del libro. Recomendaciones literarias.

 

Se acerca del Día del Libro. Aquí os dejo, de entre los que he leído y reseñado en los últimos doce meses, una selección fabulosa para la salud de vuestra mollera. Para leer la reseña de cada obra, pulsad en la imagen.



 





lunes, 12 de abril de 2021

Seis cuatro - Hideo Yokoyama

 


 

              Hace catorce años, en un lugar de Japón se produjo el secuestro y asesinato de una niña de siete años. El departamento de Investigaciones Criminales de la prefectura codificó la investigación con el número «seis cuatro». El caso, a punto de prescribir, sigue sin estar resuelto y aún escuece no poco en la conciencia de cuantos participaron en los dispositivos de búsqueda e investigación. La máxima autoridad policial de Japón anuncia una visita, en apariencia de imagen, para reafirmar su compromiso con la familia de la víctima y dar un impulso, ojalá que definitivo, a las moribundas investigaciones.

              Al hilo de esta visita, el protagonista, recientemente trasladado, contra su voluntad, al puesto jefe de relaciones con la prensa de la policía en el departamento en cuestión, recibe el encargo de allanar las cosas para la visita del jefazo tanto con la familia de la niña como con la prensa. La tarea, relativamente sencilla, se transforma en un infierno cuando Mikami, que tal es el apellido del señor, intenta averiguar la razón de todas las trabas que encuentra.

              El origen de las mismas está en los enfrentamientos entre los policías «de calle» (que se sienten orgullosos de ser los «pata negra») y los policías «de moqueta», en las complicaciones personales de Mikami por ser ahora de los segundos y sentirse de los primeros, en las complicaciones aún mayores porque su propia hija adolescente ha escapado de casa y su esposa lleva meses noqueada por este hecho, en los líos, rivalidades y trapos sucios, en la enorme descentralización administrativa que suscita recelos del departamento –con diferencias notables entre cada rama- respecto a «Tokio», y  en las propias las intenciones «de Tokio», que enredan aún más las cosas. Y todo enfangado por los fallos en las investigaciones, que cada cual oculta o explota en su propio interés y según su calaña, enfangado también por una férrea jerarquía en la que, sin embargo, no es difícil saber quién va a sustituir a quién, y complicado, lógicamente, por la necesaria discreción cuando se investigan según qué asuntos. Un último elemento acaba de enloquecer la situación: lo encrespados de los ánimos de la prensa local a cuenta del tratamiento del anonimato en las informaciones policiales; una relación, la de la prensa y la policía, tan intensa como agobiante y en ocasiones disparatada. Y todo, con personajes que, en general, son más bien introvertidos. Por no decir muy introvertidos. Cuestión cultural, supongo.

              La compleja maraña de causas, intenciones y acciones se sigue razonablemente bien, aunque en ocasiones puntuales uno se siente un poco perdido. Algo parecido sucede con el organigrama y jerarquía policial, aspecto clave en esta historia. También hay que leer con cierta continuidad porque el número de personajes es considerable, y todos son presentados por su nombre y cargo; nombres, por cierto, que a la mayoría de los lectores no les bastará para identificar el sexo del personaje.

              La novela es intensa e interesante, aunque con altibajos en el ritmo, con abundantes reiteraciones que no traen por causa refrescar la memoria del lector y que podrían haberse evitado, ganando agilidad sin perder esencia. Está escrita con un nivel de detalle abrumador: solo falta acompañar al protagonista al baño, lo cual es bueno para trasladar la sensación de agobio y mayúsculo estrés al que se ve sometido Mikami, en buena parte por su propia curiosidad. En cuanto al final, es brillante; largo y brillante, con varios giros inesperados que no solo tienen por objeto proporcionar acción sino, también, provocar en el lector cierta conmoción por las implicaciones emocionales que tiene el modo en que las cosas alcanzan su desenlace. Seis cuatro es una novela buena, distinta a casi todo lo que puede leerse en novela negra, y enriquecedora desde varios puntos de vista (tanto por la situación personal del protagonista como por lo que muestra de la idiosincrasia japonesa y administrativa en Japón). Ahora, de ahí a decir, como dice la faja, que si hubiera un Nobel de novela negra había que dárselo a Yokoyama...



jueves, 8 de abril de 2021

La red de protección – Andrea Camilleri

 


 

(Serie Montalbano, 31)


                Dice la faja del libro (ese degenerado subgénero literario) que Vigàta está invadida por los suecos para rodar una serie, o algo así, como si el asunto fuera determinante en esta novela, cuando no es más que, a lo sumo, un decorado irrelevante, un artificio para que la reiteración de personas y lugares no se le haga pesada al lector que, como yo, ha llegado a leer las ya más de treinta novelas del comisario Montalbano. Y qué cerca está esta ya de la última, por cierto.

                En el marco antedicho, pese a las idas y venidas de los suecos y al modo en que disfrazan el pueblo, reina calma chicha en la comisaría de Vigáta, hasta el punto de que Salvo Montalbano está dispuesto a salir de su elemento, Sicilia, y volar a Génova para pasar unos días con su eterna novia, Livia. Tan plácida está la cosa que el comisario tiene tiempo para el reto que un lugareño le plantea: ayudarlo a averiguar por qué su difunto padre grabó varias películas, una al año, hace décadas, todas en la misma fecha, en las que siempre se ve un mismo trozo de pared. Apasionante documental, ¿eh?

                Las cosas, sin embargo, no pueden ser tan cómodas ni inofensivas, y apenas el comisario llega  a Génova debe volver de inmediato –cómo no- porque en un colegio se ha producido un tiroteo en el que se ha visto implicado su subcomisario, Mimí Augello.

                Como tantas otras veces, son dos los casos que evolucionan a la par, el de las películas y el del tiroteo, y como tantas otras veces ambos acaban convergiendo, si bien, en este caso, lo que tienen en común no son hechos ni personas sino motivaciones. Motivaciones, por cierto, que justifican el título de esta obra y que están relacionadas con la forma en que la obcecación y el miedo puede corromper los sentimientos elevados hasta convertirlos en lo opuesto a lo que se supone que son.

                Una vez señalado el argumento, poco más hay que decir, porque en La red de protección el lector encontrará todos los elementos típicos de la saga: la agilidad debida a los rápidos diálogos, el humor, los personajes con sus manías y, cada día un poco más, el sentimiento de vejez de Montalbano, que ya comienza a pensar en la jubilación, y sus lectores, snif, en despedirnos de él.