En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

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jueves, 22 de mayo de 2025

El juez Surra y otros casos sicilianos – Andrea Camilleri

 



Ser devoto de Camilleri tiene dos problemillas. Uno, que además es una suerte: el más famoso escritor siciliano de las últimas décadas ha sido también uno de los más prolíficos. Dos, que quienes en el mundo editorial tienen el «monopolio de Camilleri» siguen la conocida técnica monopolística del racionamiento, para maximizar los ingresos. O, dicho de otro modo, en lugar de venderte un volumen con doce relatos por 25 euros, te venden cuatro de tres relatos a 20 euros la unidad. Una pena, porque demuestra que el sector está más empeñado en escurrir el bolsillo de esos lectores devotos que nos comportamos como cautivos (al menos con el autor que nos gusta, otra cosa si alguno toma represalias contra otros libros de la editorial) que en encontrar nuevos lectores para el autor (el cual, pobre, recibe así el mismo tratamiento que la gallinica de los huevos de oro). Sobre esto último, el más vale pájaro en mano no es tanto un principio monopolístico «técnico» como uno de prudencia empresarial para empresarios cobardicas. Pero, en fin, qué le vamos a hacer.

El juez Surra y otros casos sicilianos debería titularse El juez Surra y otros dos casos sicilianos. Sería más preciso e informaría de la escasez que ha sido disimulada estirando las páginas con un prólogo de Giancarlo De Cataldo, juez penal en Roma y escritor, quien nos cuenta que Camilleri era un tipo muy majo y tan competente que cuando, para no se qué proyecto, De Cataldo le pidió el relato que abre esta «radiante recopilación» (en serio, es la expresión usada) don Andrea no solo le dijo que sí sino que además, sin haber escrito aún la historia, le comunicó el número exacto de páginas que tendría.

El relatico en cuestión, titulado «Demasiadas confusiones», hace la recopilación más radiactiva que radiante, porque no es precisamente lo mejor que escribió Camilleri. Ciertamente es original y revela por enésima vez su increíble talento para encontrar una historia detrás de cada detalle y hacerla interesante, aunque en esta ocasión el papel de la casualidad –que tanto influye en la realidad- es demasiado forzado como para que no se note en exceso. Me refiero, en concreto, en la «broma» de atender una llamada. Demasiado forzada y antinatural (y el resto de coincidencias), y sin ella se cae la historia.

El juez Surra es el título del relato que lo da a la «radiante recopilación». No es tampoco excesivamente original, pues Camilleri escribió otros parecidos. Montelusa (que es a Agrigento lo que Vigàta a Porto Empedocle), 1862. Italia unificada. Llega un nuevo juez que cuanto sabe de la mafia es cero pelotero. Pero es un tipo íntegro y, como todos los tipos íntegros de Camilleri que asumen el protagonismo de sus historias, es también valiente y lo bastante ingenioso para salirse con la suya como «contra su propia voluntad». Además, es un tipo que cae bien, porque es sencillo y tiene tentaciones inocentes, como los dulces, y más cuando descubre los cannoli. En definitiva, un hombre de bien de inmediato amenazado por la mafia que se las apaña para salir airoso y provocar jamacucos de honor con el consiguiente ridículo insoportable para todo buen mafioso. Un relato más cómico que trágico, contado con el sentido del humor típico de Camilleri.

Y en la misma línea el último relato, «El medallón», en el que un anciano labrador solitario, que vive aislado en el monte, es «descubierto» por un oficial de los carabineros con ocasión de un inesperado tiroteo, momento a partir del cual se desarrolla una historia intimista, relacionada con amoríos y sentimientos, también en la línea de otros relatos de Camilleri donde la ternura y la piedad juegan un papel destacado en el auxilio al pobre desgraciado que nada tiene excepto sus sentimientos hechos trizas o sus ilusiones en riesgo.

Tres relatos más salpimentados que radiantes que satisfarán, sobre todo los dos últimos, a los lectores como servidor de ustedes, sin perjuicio de lo dicho al principio.


lunes, 24 de marzo de 2025

Historias de Vigàta, 1 – Andrea Camilleri

 


    Altamarea prometió cuatro volúmenes de «Historias de Vigàta». Este es el primero, publicado en 2022. Los dos siguientes son de 2023 y 2024. Del cuarto no tengo noticia, aunque de seguir el ritmo debería estar al caer.

Si he tardado a leer este conjunto de ocho relatos ha sido por cierta desconfianza hacia el tratamiento que Altamarea ha dado a Camilleri en los opúsculos con que trató de exprimir su memoria antes de que comenzara a diluirse y que culminaron con la lamentable refrito de «Conversaciones sobre la escritura».

Tampoco afirmaría que la editorial se haya matado ahora. Me da la sensación de que la traducción ha sido poco revisada. Además, las extrañas conjugaciones verbales que salpican el texto jamás las había visto en las casi setenta obras de Camilleri que llevo leídas.

En cuanto al contenido en sí, se trata de ocho relatos (La conjura, Regalo de Navidad, El mirlo parlante, Gran Circo Taddei, La última misión, El tiovivo, Tesoro enterrado y La revelación) que comparten extensión (adecuada para leer cada relato de un tirón); momento histórico (primer tercio del siglo XX); y la habitual tipología de personajes de Camilleri, donde abundan fascistas y caciques a la vez terribles y ridículos, mafiosos siempre peligrosos y taimados y los verdaderos protagonistas: los sufridores y perdedores, la gente de a pie, que solo tienen como armas la bondad, el ingenio y la osadía. Por supuesto, todas comparten escenario, como anuncia el título: Vigàta, trasunto de Porto Empedocle, la localidad natal de Camilleri, situada en la costa suroeste de Sicilia, frente a Túnez.

Pero lo que más llama la atención de estas historias donde el lector habitual de Camilleri lo reconocerá desde la primera línea es que todas comparten un tema central: el sexo. Por el modo en que están escritos, los relatos más parecen una excusa para hablar de él que otra cosa. Así vemos desde auténticos atletas sexuales de ambos sexos a ciertas damas que, ante la evidencia de que el «disparo de escopeta» necesario para quedar embarazas falla cuando dispara su marido, buscan el disparo de un «segundo cañón» (todo sea por la maternidad). Además, en cualquier caso y circunstancia existe una notable predisposición a la coyunda en todo bicho viviente.

Y así, aunque hay relatos, como el primero o el penúltimo, con un final brillante, otros dejan la impresión de que hablar de sexo en esos términos entre festivos e idealizados y con algo de adolescente inexperto no acaba de cuajar cuando, en lugar de ser una anécdota, el asunto se apodera del relato.

Unos relatos que parecen escritos como entretenimiento o ejercicio literario, todos con el humor característico de Camilleri, que se encariña del débil y ridiculiza al fuerte, y que gustarán a todos sus devotos, entre los que me cuento.


lunes, 18 de marzo de 2024

La guerra privada de Samuele – Andrea Camilleri

 



Las editoriales siguen exprimiendo la figura de Andrea Camilleri antes de que sus devotos comencemos a pasar a la historia o nos olvidemos de él. En solo tres meses han salido en España cuatro títulos del autor siciliano: la endeble La masacre olvidada (Destino), el tercer volumen de  Historias de Vigáta (Altamarea), La guerra privada de Samuele (Salamandra), que aquí reseño, y la reedición, ¡por fin!, de La desaparición de Patò (Booket, ved la reseña en el enlace), divertidísimo libro que desde hace años estaba más desaparecido que el personaje que le da título. ¡Cuatro títulos de Camilleri en tres meses!

La guerra privada de Samuele es un conjunto de seis relatos de los cuales uno, El homenaje (pulsad en el enlace para ver la reseña), ya había sido publicado de modo independiente en la misma editorial. Por tanto este volumen tiene algo de refrito, ciertamente, pero a su favor cabe decir que sus relatos reflejan al mejor Camilleri, al más incisivo y divertido a un tiempo, el que une historias que reflejan y denuncian lo peor de la condición humana del mediocre (es decir, de todos) a la que solo el amor salva algunas veces, con historias de honradez que tienen un componente que oscila en lo mitológico, lo onírico o que abordan el tema de la dignidad humana, cualidad siempre reclamada por Camilleri para el pobre, para el desarrapado, porque el rico, cuando pierde la dignidad suele estar en condiciones de recuperarla o, al menos, de que todos a su alrededor finjan que la mantiene. Merece la pena leer este libro.

Como curiosidad, quienes habitualmente seguimos la pista de Camilleri teníamos localizado desde hace más de una década un librito hasta ahora solo publicado en catalán, (Edicions Bromera): La triple vida de Michele Sparacino. Conociendo a Camilleri, el título prometía. Bueno, pues La triple vida de Michele Sparacino es uno de los relatos de este volumen, pero la historia, siendo buena, no es el enredo que el título sugiere, aunque sí parta de un equívoco para acabar demostrando el determinante poder de lo anecdótico.





lunes, 26 de febrero de 2024

La masacre olvidada – Andrea Camilleri

 


El título haría más justicia a la realidad si fuera «Otra masacre olvidada» porque realmente son pocas las que recordamos e incluso, estos días podemos verlo, las hay que nos esforzamos en ignorar pese a la heroica insistencia de algunos en recordárnoslas.

La masacre olvidada es la tercera obra que Andrea Camilleri publicó en su vida. Fue en 1984. La primera que no es una novela. En mi opinión quiso emular a su admirado paisano, Leonardo Sciascia, sin conseguirlo.

Lo digo porque el método de Camilleri en esta obra recuerda al de Sciascia:  a partir de un hecho histórico al que se aportan una serie de datos obtenidos con cierto rigor, pero no con rigor científico, se elucubra sobre la razón de ser de las cosas. Pero, así como Sciascia se fijaba en razones más trascendentes y enraizadas con la historia o causantes de ella, Camilleri se limita a echar algo de luz en un suceso violento y dramático pero históricamente intrascendente, acaecido en 1848 en su localidad natal, Porto Empedocle, del que su abuela guardaba «memoria heredada». Esta memoria y el husmeo en varios registros le permiten centrarse en la muerte de 114 prisioneros en un torreón fortificado en la costa. Pese a que la sinopsis también alude a la ejecución de quince agricultores acusados de mafiosos y terratenientes en una localidad cercana, el grueso de esta poco gruesa obra se centra en lo primero.

Aunque sea muy loable el intento de Camilleri de que todos estos inocentes no caigan en el olvido (la obra concluye con la relación de los 114 muertos, incluyendo su edad y localidad de nacimiento), se trata de un empeño poco justificado, porque el término «masacre» induce a pensar en una carnicería voluntaria y hasta planificada; desde luego, nada en defensa propia; mientras que la masacre de este libro es propiciada primero por el despiste o la incompetencia y, segundo, con el modo entre desesperado y salvaje con que las personas podemos actuar en defensa de nuestro propio pellejo. El dilema moral no es el mismo cuando los autores de una masacre creen estar defendiendo su propia vida que cuando no es así.

En cualquier caso, se trata de un libro un tanto caótico, como si hubiera sido poco trabajado (sobre todo en comparación con otras obras de Camilleri) y en el que las pinceladas de humor, habida cuenta del tema tratado, no deja de ser humor negro. Si Camilleri no hubiera alcanzado la celebridad que alcanzó, este libro jamás hubiera sido traducido y publicado a estas alturas, sino que se hubiera quedado en aquella primera edición, hace cuarenta años, en la pequeña editorial local a la que Camilleri fue fiel.

Eso sí, en esta tercera obra queda patente ya, como en las dos primeras, una constante en la obra de Camilleri: la denuncia de la impunidad que proporciona el poder político y económico y el modo en que las culpas de los poderosos son pagadas, siempre, por los que están abajo. El pueblo, para el poderoso, siempre ha sido carne de cañón. Esta es, quizá una gran diferencia con Sciascia: mientras que Leonardo Sciascia tiene obras que demuestran cómo se manifiesta la historia, en un momento concreto, aplastando al infeliz, la conclusión de Camilleri es siempre la misma sea cual sea el momento histórico que trate; es eso lo que le importa, mucho más que cómo la gran historia afecta a las historias individuales. Sciascia trata de demostrar. Camilleri, de denunciar.


jueves, 23 de febrero de 2023

El precio del honor – Andrea Camilleri

 


No sé qué induce más a confusión, si la edición de Destino o el comienzo de la obra, una de las primeras que publicó Camilleri (lo hizo en 1993).

La edición no ha estado muy inspirada. Cuatro motivos:

-El título debería ser «La bula de componenda», en traducción directa del original, el cual se ajusta al contenido infinitamente más que «El precio del honor».

-El dibujico de la portada, el titulico ya citado y la alusión en la faja a la novela negra invitan a pensar que nos encontramos precisamente ante una novela negra. Pues no.

-Tampoco el marco temporal que insinúa la portada se corresponde con mediados del siglo XIX, que es lo que verdaderamente se examina en las páginas.

-Y, por último, la sinopsis tampoco ayuda: habla de una breve anécdota personal que cuenta el autor como si a partir de ella se fuera a desarrollar una historia y, para colmo, se califica el libro de «hilarante», cuando a nadie hará reír salvo que se use el tomo para hacer cosquillas.

¿Quizá Camilleri ha despistado con los comienzos de esta obra hasta al editor?

A saber. Porque lo que comienza con unos pocos y brevísimos capítulos que parecen tener en común solamente el escenario (Sicilia) y las componendas (o acuerdos ilegales y carentes de ética entre delincuentes y autoridades para, hasta con la aquiescencia de las víctimas, echar tierra sobre los delitos de modo que el delincuente gane o no pierda, la víctima no pierda tanto o no asuma tantos riesgos y la autoridad se haya quitado un problema de en medio), lo que comienza así, digo, acaba siendo una investigación sui géneris acerca de la «bula de componenda», o bula por la cual la iglesia en Sicilia, previo pago de la bula, perdonaba los pecados cometidos y por cometer –sobre todo delitos contra la propiedad-, de modo que no solo legitimaba éticamente el delito sino que, para colmo, se convertía en beneficiaria. La investigación se realiza sobre todo en torno a las actas de una comisión que en 1875 fue a Sicilia a tratar el problema de la mafia, problema inexistente a juzgar por las declaraciones de todos excepto de algún escaso mando que trató de hacerse oír entre oídos tapados. Como hablan de su experiencia, de por qué los sicilianos son como son en aquel momento, hablan de la Sicilia de mediado el siglo XIX. La que conocieron. Es en el análisis de la permisividad social, de cómo el siciliano tiene interiorizadas según qué cosas, cuando sale a relucir la «bula de componenda» que da al libro su título original. La bula sin duda jugó durante décadas un papel legitimador: si pagando un poquito Dios te perdonaba, ¿cómo iban a ser los hombres más rigurosos con el infractor?

          Por este motivo la bula más que el precio del honor era el de la tranquilidad espiritual, porque para el siciliano, bendecido por la iglesia, el honor seguía intacto. Es más: la tranquilidad espiritual se tiene frente a uno mismo, mientras que el honor se tiene frente a los demás; y en el caso del delincuente contumaz -mafioso o no- es más fácil que esté preocupado por las exigencias divinas que por su prestigio humano; como los actos acogidos a la bula no solían ser públicos, la referencia al honor cojea. El título en la traducción española se debe a una pirueta arriesgada, que de algún modo equipara la honorabilidad con la paz espiritual, relación que a veces se da y a veces no, porque son cosas distintas. Pero si Camilleri no optó por ella, sino que prefirió un título claro y directo, ¿por qué no se ha respetado? El respeto al autor y a la integridad de las obras comienza por el título.

Hecho lo cual Camilleri termina de nuevo jugando al despiste, añadiendo el colofón de una minúscula historia inventada que viene a sugerir que en el imaginario siciliano todo puede retorcerse hasta hacer que la bula alcance hasta los delitos que teóricamente no cubría (razón de más para pensar que no es el honor lo que está en juego, pues el honor no entiende de triquiñuelas). A fin de cuentas, la naturaleza solo entiende de vida o muerte, y conceptos como «asesinato» o «robo» son cosillas surgidas de la mente del ser humano. A la hora de calificar una realidad, la semántica es importante. Y Dios –la Iglesia- nada ha dicho sobre juegos de palabras.


jueves, 8 de diciembre de 2022

El curso de las cosas – Andrea Camilleri

 


          El curso de las cosas es la primera novela que publicó Andrea Camilleri y que, como él mismo confiesa en el apéndice final, bien pudo ser la última, porque las peripecias de su publicación lo hicieron estar un montón de años sin escribir. ¡Menos mal que al final pudo ver la luz, aunque no en ninguna de las formas sucesivamente previstas!

          La novela, breve y de lectura fácil, fue publicada en España hace ya bastantes años, ha estado descatalogada casi desde entonces y acaba de ser reeditada ahora, en bolsillo, aprovechando el tirón del fin de la saga de Montalbano.

          El curso de las cosas es una novela corta, clara, bien escrita y de calidad, aunque puede defraudar las expectativas de los forofos de Camilleri porque -¿intencionadamente o fruto de que aún andaba buscando su estilo?- el tono no es exactamente el que ha dado tanta buena fama a las novelas «históricas» de Vigàta: tiene todo, menos el deje humorístico tan vinculado al cariño del autor a los personajes, que en esta ocasión no aparece quizá porque Camilleri –cosas de ser novato- no acabó de encontrarse a sí mismo. O sí, y esto es lo que quiso hacer. A saber. Tampoco recuerdo que aparezca mencionada Vigàta, aunque el escenario es reconocible. Lo único cierto es que si alguien tiene la expectativa que he señalado, no la satisfará.

          Lo que sí es muy propio del autor es el entorno de la trama: gente normal, perdedores o casi perdedores que se ven en una situación injusta a causa de su vulnerabilidad y de la falta de escrúpulos del poderoso. En este caso el protagonista, Vito, es un hombre joven que tiene una granja de gallinas, que vive en una vivienda cochambrosa porque no tiene para más, con una vecina de la que no sabe mucho, y que se acuesta regularmente con una mujer casada que tampoco le hace ascos a medio pueblo. Lo que le sucede al pobre Vito es que, un buen día, se sabe diana de la mafia y, lo que es peor, ignora el motivo.

          La angustia de poder morir en cualquier momento se mezcla con la inquietud por si será capaz o no averiguar el error que han cometido los mafiosos para sacarlos de él, y, también, con la inquietud por si ha hecho algo que no debería, aunque no se le ocurra qué. La mafia, además, habla a través de sus actos, e interpretarlos no siempre es sencillo; si encima interfiere el policía que anda investigando el asesinato de un pastor, las cosas se complican demasiado para Vito, hasta llegar a pensar que la realidad se corresponde con la más habitual tapadera de los crímenes mafiosos: el crimen pasional derivado de un ataque de cuernos.

Al final, como tantas veces ocurre en la vida, la explicación de todo está en los detalles. ¡Cuántas grandes cosas, buenas o malas, no ha provocado un detalle! ¿Cuál? Lo sabrá quien lea la historia.

          


martes, 11 de octubre de 2022

Riccardino – Andrea Camilleri

 



(Serie Montalbano, y 34)


          Entre el 1 de julio de 2004 y el 30 de agosto de 2005 (por cierto, fecha importante para mí), entre los casi 79 años y a una semana de cumplir los 80, Andrea Camilleri escribió Riccardino, la que en algún momento había de ser, póstuma o no, la última novela protagonizada por el comisario de la siciliana e imaginaria Vigàta, Salvo Montalbano. La obra que diera fin a sus peripecias.

En aquel momento, entre los planes de Camilleri no debía de figurar vivir casi hasta los 94 años (murió en julio de 2019), pero sí se dio cuenta pronto de que era incapaz de desprenderse de Montalbano, que algo le impelía a seguir escribiendo nuevas historias y que Riccardino, al final, acabaría siendo sí o sí una obra póstuma. Es un dato relevante, porque Camilleri estuvo activo casi hasta el final de sus días y, por tanto, tuvo nada menos que catorce años para reflexionar sobre esta novela y para cambiar lo que hubiera deseado.

El título, cuenta Camilleri, no es el que se podía esperar de una novela llamada a cerrar una serie como esta, en la que han abundado títulos más elaborados y en la que el protagonista es un tipo con una forma a su burdo modo selecta de aborrecer la vulgaridad. Riccardino fue el título provisional. El puesto a la espera de una mejor inspiración. Pero acabó siendo definitivo porque la fuerza de la costumbre hizo a Camilleri encariñarse con él. Quizá suene raro, pero yo lo comprendo perfectamente porque a mí también me pasó con mi primera novela: el título inicialmente sonaba a mil demonios, pero la costumbre tiene una fuerza terrorífica y pronto me acostumbré de tal modo a él que no me cabía en la cabeza que pudiera ser otro. Por eso, cuando llegó la oportunidad de publicarla, no fue otro.

Riccardino es nada menos que la trigésimo cuarta historia de Montalbano, lo cual significa que quien ha llegado a esta lectura es algo más que un aficionado a Camilleri y su mundo. Es un devoto.

Por tanto, es lógico pensar que quienes hemos leído Riccardino no nos hemos lanzando a sus páginas para disfrutar de un caso más de Montalbano sino, llenos de pesar y expectación, para despedirnos de él. Para despedirnos de un amigo que nos ha acompañado durante años en los mejores momentos y que ha hecho más llevaderos los malos.

Quien más y quien menos, antes de abrir la primera página toda esta tropa teníamos (y la mayoría todavía tiene, porque Riccardino salió a la venta el día 6 de este mes) una impresión (cada uno la suya) de lo que podía hacer Camilleri con su personaje. Mi opinión me remitía a Cervantes. A don Miguel de Cervantes le dolió lo indecible que un desaprensivo -ese misterioso escritorzuelo al que conocemos como Avellaneda- le birlara a su personaje. Gracias a eso hubo segunda parte del Quijote, pero también por culpa de Avellaneda don Quijote acabó como acabó, y Cervantes no dudó en explicar las razones, dedicando a ello las últimas líneas de su novela, que acabo siendo la novela entre las novelas (*)

Algo parecido y por los mismos motivos esperaba yo que hiciera Camilleri con Montalbano, pero no exactamente lo mismo, por supuesto, porque Camilleri siempre fue demasiado original para replicar, sin más, las ideas de otros. Al revés, siempre fue un maestro en la adaptación. Además, hubiera sido un descrédito para Montalbano acabar igual que cualquier anterior personaje novelesco, por más que se tratase del más famoso de la historia.

Dicho lo cual, ¿qué ha hecho Camilleri con Montalbano?

Tranquilos, que no lo voy a desvelar.

Lo que ha hecho lo sabrá quien lea la historia. Lo que ha hecho es acabar con Montalbano sin acabar con él. Con cierto estilo cervantino por el papel que se reserva a sí mismo, Camilleri, tras su muerte, ha garantizado que nadie resucitará a Salvo Montalbano, sin que ello signifique que el camisario haya muerto. Difícil lo tendrá quien lo intente, porque Salvo (¿Dónde está? ¿Es que está?) ya no está. Ni estará. Esta es su última novela y no habrá más. El prodigio tiene que ver con la imaginación de Camilleri y con sus dotes para caminar con un pie en la realidad y otro en lo irreal, y con su maravillosa capacidad para hacer verosímil lo fantástico.

Por lo demás, si por algo sorprende Riccardino es porque, sabiendo todo el mundo que es la última novela de Montalbano, durante muchas de sus páginas es una novela más. Una novela en la que según avanza la trama Camilleri se acerca al lector y a los personajes para mostrarnos algunos de sus trucos de escritor. Una novela en la que el desenlace de la trama, que puede ser uno u otro según le dé al lector (aunque todos elegiremos el mismo) es el detonante de ese otro desenlace que todos temíamos y nadie deseaba, aunque todos sabíamos inevitable.

Un gran final, emotivo, literariamente brillante; dedicado a los lectores que hemos amado al autor y al personaje; creo que dedicado también por Camilleri a sí mismo, porque también también a él le dolía terminar y en su mano estaba graduar el dolor; y estampado en la cabeza a los eventuales escritores oportunistas (aunque, vaya desastre, se me ha ocurrido una manera de burlar los deseos de Camilleri... con el recurso de comenzar una eventual nueva novela exactamente de la misma forma en han empezado muchas de la saga, y como no creo que sea el único al que se le vaya a ocurrir, igual algún desaprensivo lo intenta). Un final de altísimo nivel para una saga inolvidable de treinta y cuatro novelas con el enorme mérito de hacerse desear cada página y de tener cada una su punto particular a pesar de parecerse todas tanto. O precisamente, de hacerse desear por parecerse todas tanto. Echaremos de menos el universo de Salvo Montalbano en Vigàta junto al resto de inolvidables personajes: Livia, Fazio, Gallo, Augello, Catarella... 



Snif…

        Snif...

        Snif...

        Snif...

        Snif...


¿Alguien dijo algo así como que no están todas las que son, pero son todas las que están?





(*) Final del Quijote:


En fin llegó el último de don Quijote, después de recebidos todos los sacramentos y después de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballerías; hallose el escribano presente y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote, el cual, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu, quiero decir que se murió.

Viendo lo cual el cura, pidió al escribano le diese por testimonio como Alonso Quijano el Bueno, llamado comúnmente don Quijote de la Mancha, había pasado desta presente vida y muerto naturalmente. Y que el tal testimonio pedía para quitar la ocasión de que algún otro autor que Cide Hamete Benengeli le resucitase falsamente y hiciese inacabables historias de sus hazañas.

Este fin tuvo el ingenioso hidalgo de la Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero.

Déjanse de poner aquí los llantos de Sancho, sobrina y ama de don Quijote, los nuevos epitafios de su sepultura, aunque Sansón Carrasco le puso este:

Yace aquí el hidalgo fuerte

que a tanto estremo llegó

de valiente, que se advierte

que la muerte no triunfó

de su vida con su muerte.

Tuvo a todo el mundo en poco;

fue el espantajo y el coco

del mundo, en tal coyuntura

que acreditó su ventura

morir cuerdo, y vivir loco.

Y el prudentísimo Cide Hamete dijo a su pluma: «Aquí quedarás, colgada desta espetera y deste hilo de alambre, ni sé si bien cortada o mal tajada péñola mía, adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte. Pero, antes que a ti lleguen, les puedes advertir y decirles en el mejor modo que pudieres:

¡Tate tate, folloncicos!

De ninguno sea tocada;

porque esta empresa, buen rey,

para mí estaba guardada.

Para mí sola nació don Quijote y yo para él; él supo obrar y yo escribir; solos los dos somos para en uno a despecho y pesar del escritor fingido y tordesillesco que se atrevió o se ha de atrever a escribir con pluma de avestruz grosera y mal adeliñada las hazañas de mi valeroso caballero, porque no es carga de sus hombros ni asunto de su resfriado ingenio, a quien advertirás, si acaso llegas a conocerle, que deje reposar en la sepultura los cansados y ya podridos huesos de don Quijote y no le quiera llevar, contra todos los fueros de la muerte, a Castilla la Vieja, haciéndole salir de la fuesa donde real y verdaderamente yace, tendido de largo a largo, imposibilitado de hacer tercera jornada y salida nueva; que, para hacer burla de tantas como hicieron tantos andantes caballeros, bastan las dos que él hizo, tan a gusto y beneplácito de las gentes a cuya noticia llegaron, así en estos como en los estraños reinos. Y con esto cumplirás con tu cristiana profesión, aconsejando bien a quien mal te quiere, y yo quedaré satisfecho y ufano de haber sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente, como deseaba, pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que por las de mi verdadero don Quijote van ya tropezando y han de caer del todo sin duda alguna. Vale.


miércoles, 7 de septiembre de 2022

Conversaciones sobre la escritura – Andrea Camilleri y Manuel Vázquez Montalbán

 



La fama mundial de Andrea Camilleri ha justificado que, tras su muerte, y por si pasa al olvido, esté aprovechándose cuanto antes cualquier cosa que lleve su firma. La editorial Altamarea lo ha hecho con algunos opúsculos que he reseñado aquí: Conversación sobre Tiresias y Autodefensa de Caín. Ambos tenían la virtud de haber sido firmados por Camilleri. No es el caso, o no exactamente, de Conversaciones sobre literatura, refrito que recoge tres o cuatro conversaciones entre Camilleri y Manuel Vázquez Montalbán ante la prensa o en algún festival literario, con el agravante de que la primera «conversación» -la más larga- no es tal sino una entrevista de Camilleri (entonces casi un don nadie en el ámbito literario) a Vázquez Montalbán (entonces una figura de relumbrón); no es una conversación sino un monólogo sobre Vázquez Montalbán y su obra; Camilleri adoptó la posición de entrevistador agradecido hacia el egregio entrevistado, y Vázquez Montalbán la de estrella entrevistada. En las siguientes «conversaciones» ya aparecen en pie de igualdad.

Dicho lo cual, este opúsculo no pasará a la historia. En la entrevista primera, Vázquez Montalbán se va por las ramas en numerosas ocasiones llenándose la boca con el nombre de tendencias, filosofías y teorías, sin que quepa sacar mucho en claro sobre su obra (y cero absoluto sobre la de Camilleri). Las siguientes, las verdaderas «conversaciones», producen la sensación de que fueron meros bolos apenas trabajados y, de hecho, hay muchas ideas repetitivas, deprimente circunstancia un libro tan corto. 

Un desaguisado imputable al editor.


jueves, 31 de marzo de 2022

La secta de los ángeles – Andrea Camilleri

 



Camilleri fue tan fiel a sí mismo y a su estilo que es sencillo ver cuáles de sus obras están por encima o por debajo de resto. La secta de los ángeles es de las que elevan la media, de las que alguna vez apetecerá releer siquiera sea porque la trama –complicada por el elevado número de personajes- es sumamente ingeniosa en la adaptación de los hechos reales en los que se basa la obra, y porque se limita a una ordenada y dinámica exposición de hechos, situaciones y conversaciones que en ningún momento pierden de vista  la historia, que transcurre alrededor de 1901, y el objetivo de la narración. Todo está enfocado para situar la acción en el punto necesario para precipitar las consecuencias, que no solo son la culminación de la historia sino que contienen su mensaje y son su razón de ser.

Como tremebunda novedad en la literatura de Andrea Camilleri, la historia no transcurre en Vigàta, sino en Palizzolo, imaginaria localidad remedo de la también siciliana Alia, donde en verdad ocurrieron los hechos que inspiran la historia.

¿De qué trata La secta de los ángeles? De que tras una alarma por un brote de cólera se produce en el pueblo una situación inesperada: comienzan a proliferar mujeres embarazadas de dos meses, sin que se sepa quiénes son los padres. 

Como siempre en los mejores libros de Camilleri todo tiene explicación en hechos cotidianos pero privados y a menudo íntimos. En el origen de la alarma se encuentra la raíz del problema, o al menos el modo de sacarlo a la luz; pero además la desbandada que produce la noticia del cólera permite la llegada a Palizzolo de un capitán de los carabineros cuyo papel en la historia es relevante y apoyo imprescindible para la figura del protagonista, Matteo Teresi, un joven abogado preocupado por los derechos de los desfavorecidos, liberal, siempre presto a enfrentarse al poder –nobiliario, eclesiástico y mafioso- y que publica un periodiquito que se atreve con todos. La figura de Teresi está inspirada en el personaje del mismo nombre que protagonizó los sucesos de Alia, circunstancia que es un homenaje a aquel pobre siciliano.

Matteo Teresi no es una excepción a la suerte de los personajes bienintencionados de Camilleri. Todos topan con que la «ética del poder» (que consiste, básicamente, en mantener el poder y sus prebendas a cualquier precio) se apoya en el miedo y el ansia de comodidad del débil. Y así, sobre miedosos y comodones, el poder (político, eclesiástico, mafioso o nobiliario) consigue siempre la necesaria posición de dominio para, sin que nada chirríe demasiado, acabar con quienes lo cuestionan, e incluso acabar con quienes ejercen la censura del poder usando como arma la verdad y nada más que la verdad.

Y es que la verdad, como tantas veces nos recuerda Camilleri cuando verdad equivale a justicia, tiene un valor relativo para todo aquel no directamente afectado por la injusticia; y aun también para éstos, pues el amor al pellejo suele ser más poderoso que el amor a la justicia. Digamos que los pobres héroes de Camilleri quieren hacer valer la verdad y la justicia porque tienen principios. Eso es lo que los diferencia y sitúa por encima del resto de mortales, quienes, en cambio -incluso aquellos a quienes el héroe desea proteger-, solo tienen intereses.




martes, 22 de marzo de 2022

El cocinero del Alcyon – Andrea Camilleri

 



(Serie Montalbano, 33)


Camilleri murió en julio de 2019, dos meses antes de cumplir 94 años, y en abril de ese mismo año fechó las notas finales de esta novela basada en un guion en el que colaboró  y que no llegó a ningún sitio, así que decidió aprovechar la idea para la literatura. Visto el dinamismo y lucidez de la novela, parece mentira que Camilleri pudiera escribirla a tan avanzada edad. 

Esta penúltima entrega de la serie (¡qué pena!) tiene varias características que la diferencian de las demás: tiene mucho más de novela de acción y menos de novela de salón; y, también, coquetea tanto con la jubilación de Montalbano (o con verlo fuera de la policía, que viene a ser lo mismo) que anticipa el fin de la serie. Además, en esta novela Salvo Montalbano es más víctima que investigador y también se le puede ver fuera de Vigàta, acontecimiento que, a lo largo de las más de treinta novelas de la serie, apenas se ha producido un par de veces. En definitiva, intencionado o no, parece ir preparando el adiós al personaje, al que se empieza a desvincular de todos los órdenes de su entorno habitual, siquiera sea suavemente.

¿De qué trata la novela? De que un trabajador desesperado se suicida en una empresa de construcción naval cuyo dueño, hijo de quien la fundó, es un adinerado bon vivant a quien falta tanta educación y ética como dinero le sobra. Entre sus aficiones está rodearse de prostitutas de lujo, pero estas damas tienen otros clientes, y alguno parece navegar en un lujoso velero que va y viene misteriosamente: el Alcyon.

Como pueden ustedes suponer, no hace falta que pase mucho para que Montalbano curiosee aquí y allá, y así se ve envuelto en una historia enloquecida en la que sus recursos y métodos habituales saltan por los aires ante una investigación con tintes de novela de espías y cierre de película de acción del que la faja hace un fenomenal destripe.

Un buen broche para cerrar la serie, a falta de la novela que Camilleri dejó escrita para cerrarla definitivamente. Una obra que demuestra una vez más la versatilidad de su autor, que supo combinar ser prolífico con no ser demasiado reiterativo. Quizá el modo en que Montalbano es sacado de su hábitat en esta penúltima novela nos haga apreciar mejor la última. Ojalá: lo voy a pasar mal leyéndola.



lunes, 3 de enero de 2022

La temporada de caza – Andrea Camilleri

 



En 2005 Booket publicó en edición de bolsillo La temporada de caza, de Andrea Camilleri, un autor tan desconocido en España entonces que en la breve biografía de la primera página ni siquiera se mencionaba al comisario Salvo Montalbano, del que ya se habían publicado en Italia más de una docena de novelas; tan desconocido era que el libro que veis en la foto aguantó en las estanterías de La Casa del Libro en Zaragoza hasta finales de 2007, cuando me topé con él y supe así de la existencia de su autor. Lo leí en 2008. Trece años después he leído más de cincuenta libros de Camilleri, algunos dos veces, como La temporada de caza, que releí los dos últimos días de noviembre de 2021 y que, felizmente, tras más de una década descatalogado vuelve a estar a la venta a partir del 16 de febrero, de nuevo en Booket. A ver si este reseña anima a algún lector a conocerla.

Fechada su escritura en 1990 y publicada en 1992, cuando el autor tenía 67 años, La temporada de caza es la novela con la que arrancó de verdad la historia literaria de Andrea Camilleri. Antes solo había publicado dos novelas –El curso de las cosas (1978) y Un hilo de luz (1980). En 1994 Camilleri publicó en Italia la primera novela de Salvo Montalbano. Y su éxito sigue hasta ahora, más allá de su muerte.

Si la lectura de La temporada de caza desembocó en la orgía lectora que he mencionado es porque contiene lo mejor de Camilleri: es una novela breve, ágil, divertida, con personajes humanos abiertamente apegados a sus vicios y defectos, a la pequeñez de la que ni el más elevado puede escapar, y en la que constantemente se aprecia el cariño del autor por sus personajes. Esto último es muy importante y atrayente. ¿Cómo no va a ser atractivo presenciar una genuina relación de amor? También tenemos todo el universo de Vigáta, todas las categorías sociales y morales de personajes –nobles, plebeyos, ricos, pobres, ambiciosos, generosos, honrados, malechores…- que posteriormente poblaron las novelas de Camilleri, y además nos traslada a una época –finales del siglo XIX- en la que las cosas aún eran como habían sido siempre pero comenzaban a ser de una manera más cercana a como son en la actualidad, un largo periodo de tránsito en la que unas cosas están muriendo y otras naciendo con un montón de personajes en cada  territorio intentando conservar unos y forzar el cambio otros. Tampoco falta la permanente constancia de la diferencia de oportunidades entre ricos y pobres, hasta el punto de que estos últimos, sabedores de que por defecto son sospechosos y casi culpables si alguna vez pueden escapar a su suerte, se vez forzados a crear mentiras que justifiquen realidades cuyo origen honrado es tan real como imposible de probar Y, como es natural, siempre, en todos los estamentos, encontramos a personas dispuestas a dejarse llevar por el corazón y el amor de todo tipo antes que por las conveniencias y las convenciones sociales. El conjunto, un relato a la vez tierno y humorístico incluso cuando el trasfondo es duro; un relato que, siempre, transmite alguna idea.



Vigáta. Finales del siglo XIX. El marqués Filippo, prohombre en Vigàta, vive entregado a sus dos aficiones: charlar con los amigos en el círculo de nobles (en el que, por falta de nobles, ya es admitida otra gente) y darle alegrías al cuerpo (alimenticias y de las otras). Estas últimas tienen horripilado al cura del lugar, que no sabe qué hacer ni qué tramar con ayuda de ciertas damas para que la realidad sea más pudorosa. El marqués tiene una hermosa hija y un hijo bastante tonto, por no decir inútil perdido; el chaval anda enamorado de una cabra, pero al ser varón al menos sirve como heredero; y más vale, porque engendrarlo fue un suplicio debido al escaso fervor, por así decir, que la marquesa ponía en el empeño. Pero el destino es cruel, y el pobre muchacho fallece de forma tan tonta como él, lo que pone al marqués en la tesitura de engendrar un nuevo hijo, lo cual procura hacer en las agradecidas carnes de Trisìna, una muchacha casada con un servidor del marqués al que el asuntillo de los cuernos no le importa demasiado. Pero las historias de Camilleri son historias corales, historias de historias, y además de la vida del marqués conocemos bastantes otras: las de sus servidores, la de Trisìna y su esposo, la de algunas damas de Vigàta, la de la hija del marqués, la de su esposa y, también, la de un caballero con cuya llegada a Vigàta da comienzo la historia, un tipo que llega y abre una farmacia.

Las historias de unos y otros se cruzan y entrecruzan y, sabedores de que así es la vida, hay personas que intentan dar sus puntadas en ese tejido para intentar que el resultado les favorezca. Lo más extraño de toda la novela es el final: previsible en cuanto a las razones de ciertos sucesos, e imprevisible en cuanto a sus motivaciones. 

Leí esta novela cuando de nada conocía a Camilleri y, después, cincuenta suyas más. Y lo que me queda. Juzgad si recomiendo leerla o no.



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jueves, 25 de noviembre de 2021

Un hilo de humo – Andrea Camilleri

 



¡Gracias sean dadas a los dioses y a Booket por reeditar este libro publicado en España en Destino y descatalogado hasta el 17 de noviembre de este año!

Un hilo de humo fue la segunda novela publicada por Andrea Camilleri. Fue en 1980, cuando tenía 55 años. La tercera llegó en 1992, ya con 67. Ojalá la primera, El curso de las cosas (1978), vuelva a ver pronto la luz en español.

Para los devotos de Camilleri Un hilo de humo lanza un hilo de luz sobre los orígenes de su obra. En muchas de sus novelas posteriores reprodujo el planteamiento de ésta (una sucesión de escenas sobre varios personajes que crean una historia coral, o una historia de historias) si bien depurado y mejorado, pues en Un hilo de humo hay algunas escenas un poco confusas y la división entre «actos» es menos evidente que en obras posteriores del mismo tipo, como La desaparición de Patò, La concesión del teléfono, La ópera de Vigàta o El sobrino del emperador, todas reseñadas en este blog.

Es decir, Un hilo de humo no es la mejor obra de Camilleri en la «Vigàta histórica», ni siquiera es una obra ambiciosa, pero sí es una historia fresca que ya luce las principales características de las mejores y más divertidas novelas del autor: el universo de Vigàta comienza a tomar forma, es el primer salto a un pasado no demasiado remoto (finales del siglo XIX) donde la ingenuidad de unos y las malas artes de otros comienzan a conformar la situación política y social derivada de los cambios políticos impuestos por la unificación de Italia y del auge de la mafia; descubrimos que el estilo breve, directo, telegráfico de Camilleri, con poca descripción, mucho dato relevante y siempre con un punto de sensualidad vinculado a atracciones irresistibles, venía ya de antiguo y, por encima de todo ello, vemos su fidelidad al constante pivotar de sus historias sobre las debilidades del ser humano.

Salvatore Barbabianca es un estafador ya de cierta edad que ha hecho fortuna a costa de todo el que se ha cruzado en su camino. Un tipo que solo tiene escrúpulos a la hora de dejar de estafar una lira. La historia comienza cuando está a punto de llegar a Vigàta un carguero ruso para llevarse un montón de toneladas de azufre, encargo que Barbabianca, por culpa del «inexplicable» retraso en un telegrama, no va a poder atender. Un desastre que lo va a conducir a la ruina.

Todo el mundo se entera de la inminente llegada del carguero con la misma velocidad con que corre la voz de que los almacenes de don Salvatore están vacíos y que nadie va a mover un dedo por ayudarle a llenarlos, Al contrario, las zancadillas se van a suceder primero con amabilidad –por prudente cobardía- y, pronto, cuando la cosa se da por hecha y la cobardía desaparece, con un desprecio no fundado en la valentía sino en una ruín sensación de impunidad. Vigàta en pleno, y en especial todo el que tiene cuentas pendientes con el estafador, se dispone a disfrutar la caída en desgracia de Salvatore Barbabianca, patrocinada por uno de sus rivales.

    No deja de ser una venganza vergonzante porque todos la disfrutan pero ninguno da la cara. Barbabianca y los suyos, por su parte, tienen que soportar el amago trago de la humillación.

El hilo de humo al que alude el título es el del carguero ruso al divisarse en el horizonte. Un hilo que para unos representa la esperanza y para otros el final. No es mal título como presentación de la obra entera de Camilleri, en la que las distintas miradas que admiten la realidad juegan siempre un papel fundamental.

Lo que he dicho hasta ahora más o menos lo explica la sinopsis. Si añadiera más datos destriparía la novela, así que me limitaré a decir que quien es mezquino acaba expresando su mezquindad de una manera o de la opuesta, según sean las circunstancias. Camilleri muestra que de la adulación a la traición el paso es tan pequeño como la dignidad de quien incurre en cualquiera de esos dos vicios. Una historia sobre la mezquindad, la vanidad y la cobardía que les es aneja y, también, con un final humano, porque queda claro que ya desde el principio de su obra Camilleri cuidó este extremo. Un toque final, el de Camilleri, que nos dice que aunque la realidad nunca cambia, a veces es posible escapar a ella gracias a eso que ahora se llama «justicia poética» y que en realidad a menudo consiste en dar una oportunidad a la casualidad para que traíga la suerte.

Encantado de haberlo leído.


Portada de la primera edición en España.
Destino. 1980.


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martes, 19 de octubre de 2021

El método Catalanotti – Andrea Camilleri

 

 

(Serie Montalbano, 32)


              Al acercarse el final de esta fantástica saga, Andrea Camilleri ha tenido a bien terminar El método Catalanotti convirtiendo a Salvo Montalbano en el centro de interés de la siguiente novela. Un homenaje merecido para un personaje que ha compartido con el lector su vida desde la juventud hasta casi la jubilación. Justo es, para el personaje y los lectores, que Camilleri intente dar un final incontestable al comisario de Vigàta, enfrentándolo a sí mismo para dar respuesta a sus eternos temas pendientes, no sea que una caterva de advenedizos intente alguna vez resucitarlo con fines puramente mercantiles.

Pero no anticipemos nada, y menos elucubraciones, y centrémonos en El método Catalanotti, otra novela de la saga que a la vez que replica los tópicos de la anteriores –tan queridos por los lectores- vuelve a dar un ejemplo de imaginación. La capacidad de Camilleri para tejer historias aparentemente complejas y variadas es inmensa.

Catalanotti, permítanme que se lo presente, es el muerto. No es muy original encontrarse un fiambre en una novela negra, y quizá tampoco lo sean, por separado, los distintos ingredientes de esta, pero conseguir mezclarlos con éxito sí lo es. El título alude al modo de hacer las cosas del finado en una de sus aficiones: el teatro; lo cual, como anticipa el título, condiciona la investigación y sus resultados, además de permitir unas cuantas referencias cultas tan del gusto del autor. Por otra parte, un mozalbete es tiroteado al salir de la casa donde convive con su novia. Si ambos casos, en apariencia independientes, están relacionados o no lo sabrá quien lea la novela, y si al final piensa sobre el tema se preguntará lo mismo que yo: ¿ha jugado Camilleri a no ser Camilleri? Otro caso se mezcla: el «muerto no muerto», que descubre el subcomisario Augello al poner pies en polvorosa cuando aparece el marido de una de sus incontables amantes. Y, a todo esto, la investigación no corre mucha prisa y avanza a trompicones porque el comisario está bastante despistado por haberse cruzado en su camino una mujer por la que ha perdido su peculiar seso, que no el sexo, muy presente.

El método Catalanotti, ya lo he dicho, se diferencia en poco, en su estructura y modo de hacer, del resto de novelas de la saga, pero hay algunos aspectos que la empeoran: alguna relación entre situaciones evidente para el lector y no para los personajes produce una leve irritación, a lo que hay que añadir cierta sobreactuación «landiana» del comisario en temas amorosos, amén de que el modo de escribir «televisivo», sin duda heredero de la condición de guionista del autor, sufre en esta novela una excesiva aceleración que uno tiene la tentación de vincular al modo de escritura al dictado impuesto por las limitaciones de la edad, y es que cuando El método Catalanotti vio la luz en Italia Camilleri tenía ya 92 años. Más que dictar el libro que construía su mente, debió de dictar la película que veía en ella. El conjunto, siendo interesante y digna obra de la saga, da la impresión de haber descuidado un poco los detalles. Aunque para cuidarlos debía de estar Camilleri a esa edad. Bastante hizo con lo que hizo y con la dosis de humor extra un tanto payasete –quizá precisamente debido a la sobreactuación- que El método Catalanotti ofrece.


lunes, 4 de octubre de 2021

Autodefensa de Caín – Andrea Camilleri

 

 

              Brevísima obra destinada a ser representada a modo de monólogo, que el propio Camilleri iba a interpretar –dice el prólogo- en las termas de Caracalla unos días antes de su muerte. El acto se suspendió debido al estado de salud de Camilleri. Una pena, porque además esos días estaba yo por allí, y también acudí a una representación en ese lugar maravilloso. Si Camilleri hubiera estado, no me lo hubiera perdido.

              Como toda obra destinada a la representación, la lectura puede dejar un sabor u otro en función de en qué tono se lea, del mismo modo que ese monólogo, puesto es escena, gana o pierde enteros en función del actor que lo realiza.

              Pero el fondo, que al final es de lo que se trata, es una reflexión sobre los orígenes del mal –no exenta de ironía y retranca- al hilo de su «fundador». O al menos de su fundador en la tierra, Caín, porque antes de que liquidara a su hermano Abel el monopolio del mal lo tenía Lucifer, pero el asunto no era de este mundo.

              Lo mismo las excusas que Caín pone sobre el comportamiento de Abel que las distintas versiones de su vida apoyadas en diversos textos y tradiciones, sirven al monologuista, Caín, para defenderse. ¿Y cómo se defiende? Como le resulta imposible el «yo no he sido» (es una lata que Dios lo vea todo) recurre a lo que todos los humanos: la «defensa propia» en el sentido más amplio de la expresión: la reacción a todo lo que nos hace hacer lo que hacemos.

              Una lectura brevísima y entretenida, de la que se puede sacar más jugo por las reflexiones que induce que por las que realiza.


jueves, 20 de mayo de 2021

Los casos del comisario Collura – Andrea Camilleri

 


 

              Dentro de la obra de Camilleri, Los casos del comisario Collura son serie B, o C, o quizá D, aunque para valorarlos con justicia hay que explicar su origen. Esta obra recoge los ocho casos que Camilleri redactó, con fecha fija de entrega y límites mínimo y máximo de extensión, para su publicación periódica, durante un verano, en el diario La Stampa. Visto así, la cosa cambia. No en sencillo alumbrar ocho «misterios» de la misma extensión y en plazos perentorios.

              Sin embargo, lo que seguramente en su día fue una agradable lectura en el periódico, al leerlo como libro se ve afectado negativamente por las servidumbres de aquel encargo, aunque cierto es que la impresión queda mitigada por el acierto de incluir, al final, una entrevista con el autor en la que habla de estos relatos y da explicaciones que ayudan al lector a juzgar mejor y a apreciar virtudes que de otro modo quizá pasarían por defectos.

              Entre esas explicaciones, la principal es que el comisario Collura (así estuvo a punto de llamarse el que luego fue Montalbano) aparece con ese nombre en homenaje a quien pudo ser y no fue, pero advirtiendo que en realidad Collura no es un personaje sino una función.

              Y así es, porque dada la brevedad de los relatos no hay ocasión de perfilar al personaje, del que el lector solo llega a saber por qué está actuando, a modo de «policía privado», en un crucero que permite enlazar las tramas propias de Agatha Christie con el ambiente veraniego en el que se publicaron los relatos. Collura, en realidad, se limita a ir, venir y preguntar. Es solo el motor preciso para saber qué ha pasado con los implicados en cada caso.

              Las historias, como suele pasar con Camilleri, apuntan a una cosa, pero, si se sigue la pista de las debilidades humanas, acaban en otra. Nada nuevo, salvo que por cuál era el fin de los escritos no hay nada especialmente truculento o desagradable. Crimencitos de salón. Algunos, ni eso.

              La suma de los ocho relatos y la entrevista final –un acierto que no sé cómo no se incluye en más libros, porque es una especie de provechosa «presentación»- dan una agilidad notable que, unida a la brevedad del texto, ofrecen lectura entretenida para que apenas dura una tarde.



jueves, 8 de abril de 2021

La red de protección – Andrea Camilleri

 


 

(Serie Montalbano, 31)


                Dice la faja del libro (ese degenerado subgénero literario) que Vigàta está invadida por los suecos para rodar una serie, o algo así, como si el asunto fuera determinante en esta novela, cuando no es más que, a lo sumo, un decorado irrelevante, un artificio para que la reiteración de personas y lugares no se le haga pesada al lector que, como yo, ha llegado a leer las ya más de treinta novelas del comisario Montalbano. Y qué cerca está esta ya de la última, por cierto.

                En el marco antedicho, pese a las idas y venidas de los suecos y al modo en que disfrazan el pueblo, reina calma chicha en la comisaría de Vigáta, hasta el punto de que Salvo Montalbano está dispuesto a salir de su elemento, Sicilia, y volar a Génova para pasar unos días con su eterna novia, Livia. Tan plácida está la cosa que el comisario tiene tiempo para el reto que un lugareño le plantea: ayudarlo a averiguar por qué su difunto padre grabó varias películas, una al año, hace décadas, todas en la misma fecha, en las que siempre se ve un mismo trozo de pared. Apasionante documental, ¿eh?

                Las cosas, sin embargo, no pueden ser tan cómodas ni inofensivas, y apenas el comisario llega  a Génova debe volver de inmediato –cómo no- porque en un colegio se ha producido un tiroteo en el que se ha visto implicado su subcomisario, Mimí Augello.

                Como tantas otras veces, son dos los casos que evolucionan a la par, el de las películas y el del tiroteo, y como tantas otras veces ambos acaban convergiendo, si bien, en este caso, lo que tienen en común no son hechos ni personas sino motivaciones. Motivaciones, por cierto, que justifican el título de esta obra y que están relacionadas con la forma en que la obcecación y el miedo puede corromper los sentimientos elevados hasta convertirlos en lo opuesto a lo que se supone que son.

                Una vez señalado el argumento, poco más hay que decir, porque en La red de protección el lector encontrará todos los elementos típicos de la saga: la agilidad debida a los rápidos diálogos, el humor, los personajes con sus manías y, cada día un poco más, el sentimiento de vejez de Montalbano, que ya comienza a pensar en la jubilación, y sus lectores, snif, en despedirnos de él.