No puede
decirse que las novelas de Louise Penny sean muy realistas, pero sí que tienen
la necesaria verosimilitud para disfrutar con ellas. O, dicho de otro modo, Un
bello misterio es una muy buena obra de ficción construida con materiales alejados
del mundo real.
Hay dos
«misterios» que se apuntan ya en las primeras líneas de la novela. El
primero, el «bello» que da título a la novela, es la música y, por la parte que
ocupa a esta novela, el punto inicial del canto gregoriano; la «clave» desconocida
a partir de la cual se desarrolló. El segundo misterio, también bello aunque no
tanto, es cómo una comunidad de monjes –con voto de silencio- escapada de
Europa a causa de la Inquisición pudo largarse a Canadá, construir sin que
nadie lo supiera un monasterio recóndito y llegar hasta el siglo XXI sin que ni
el Vaticano ni el gato tuviera noticia de su existencia, al tiempo que
conservaban entre sus muros el canto gregoriano más puro del mundo.
Y el
tercer misterio, bastante más feorro que bello, es quién ha apiolado a uno de
los veinticuatro monjes que viven y cantan en el monasterio. Y allá se va
Gamache, con su ayudante el inspector Beauvoir, a desarrollar una novela negra
no sé si llamar «de salón», de «iglesia» o «de saca capitular».
Como es
de prever, la acción consiste en ir hablando con unos y otros para que cada
uno hable de sí mismo y de los otros, a la búsqueda de información, contradicciones
y silencios significativos. Así es como Gamache y Beauvoir van sacando a la luz
las rencillas y diferencias de una comunidad que, pese a sus esfuerzos y a lo espiritual de
sus cánticos, sigue siendo demasiado humana. La organización monástica es
también un factor atrayente en la narración, y también lo es que una de las
pistas que inmediatamente encuentran los investigadores apunte a un misterio
secular relacionado con la música. Unan ustedes a ello mucho canto gregoriano y
que el inspector Beauvoir mantiene un idilio con la hija de su jefe y no sabe
cómo decírselo, que ambos aún pagan las consecuencias del soponcio lleno de
tiros que vivieron en Enterrad a los muertos y que, para colmo, cuando nadie lo
esperaba aparece el jefazo de ambos con intenciones nada pacíficas, más bien
cizañeras, que parecen traer por causa una intervención de Gamache que
posiblemente Penny haya contado en alguna de las novelas de la saga no
traducidas al español (que yo sepa, la segunda, tercera y cuarta).
El
resultado es una novela sumamente interesante, escrita con solvencia aunque sin
florituras, que capta la atención del lector de tal manera que a pesar de sus
494 páginas se lee rápidamente. Una lectura muy otoñal e invernal. O, al menos,
a mí me gusta leer a Louise Penny cuando comienza el frío. Será por sus
ambientes.
Así que
ya sabéis: a disfrutar con los asesinatos en los conventos, que son un clásico.
Que se lo digan a Umberto Eco con El nombre de la rosa o a P. D. James con
Muerte en el seminario.
Un bello misterio en Todos tus libros
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