En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

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lunes, 9 de enero de 2023

El largo camino a casa – Louise Penny

 



          Es admirable cómo de un planteamiento algo tonto unido a un modo de investigar entre infantil, calamitoso y grotesco puede salir una novela tan entretenida y en cierto modo enriquecedora como El largo camino a casa, que comienza cuando Clara Morrow, la pintora recién entrada en la fama, que había acordado con su marido -también pintor famoso- separarse y reencontrarse justo un año después para reevaluar la situación matrimonial, anuncia que Peter no ha vuelto en ese plazo y que a saber qué ha sido de él. ¿Ha decidido poner pies el polvorosa o es que le ha sucedido algo al pobrecico?

          Aunque la policía seguro que tiene métodos mejores para encontrar a un supuesto desaparecido, Armand Gamache, que ya no es policía sino ilustre jubilado residente en ese idílico pueblecito llamado Three Pines, comienza una peculiar investigación policial -porque cuenta con la ayuda de su yerno, el inspector Beauvoir- en la que a través de los viajes y las pinturas intentan reconstruir el pensamiento, las emociones y las intenciones de Peter, para, de este modo, dar con él. ¿Se puede investigar mirando cuadros? Tras leer esta novela uno diría que, a efectos novelescos, sí.

          Lo curioso de esta novela es que ayuda a los profanos a ver e interpretar el arte: frente a un cuadro cualquiera, da igual si figurativo o abstracto, no intentes ver nada; simplemente contempla y céntrate en los sentimientos que te provoca; cuáles sean esos sentimientos y de qué intensidad te dará la medida de la calidad del cuadro, aunque no sepas ni patata de técnica, y aunque no sepas si lo que estás viendo es una bailarina o un pimiento morrón.

          Lo cierto es que mirando, mirando, van siguiendo la pista a Peter, que anduvo por acá y por allá y pintó esto y lo otro, lo cual quiere decir vaya a saber usted qué, porque elucubraciones hacen unas cuantas, casi todas interesantes y con un componente psicológico notable. Y de este modo, persiguiendo personas y pinturas, Gamache, Beauvoir, la propia Clara (¿esposa despechada o viuda?) y la oronda librera de Three Pines, con la colaboración en la distancia de la famosa poetisa borracha Ruth y de la esposa del excomisario, deambulan por buena parte del Canadá más urbano para acabar en la desolada costa este, donde un vistazo con Google Maps permite al lector confirmar que hay pueblecitos sin carreteras a los que solo puede llegarse con avioneta o barco, y con tal número de casas -apenas media docena o una docena- que localizar a alguien en ellos más que fácil es inevitable.

          Un argumento inverosímil contado con verosimilitud o, lo que es lo mismo, el mejor modo de vivir en un mundo distinto al real. Tiene mucho mérito Louise Penny.

          Por lo demás, el lector fiel a la saga -¿qué otro va a llegar hasta aquí, si este libro es ya el décimo de la serie?- encontrará en esta novela a los personajes de siempre, con sus manías de siempre y con sus miedos de siempre. Un reencuentro con viejos amigos. 

          En cuanto al final… Sorprendente por varios motivos. El que más me ha sorprendido a mí es que ningún personaje se llegue a plantear lo guapos que hubieran estado todos si se hubieran quedado quietos.



lunes, 13 de diciembre de 2021

Un bello misterio – Louise Penny

 


 

              No puede decirse que las novelas de Louise Penny sean muy realistas, pero sí que tienen la necesaria verosimilitud para disfrutar con ellas. O, dicho de otro modo, Un bello misterio es una muy buena obra de ficción construida con materiales alejados del mundo real.

              Hay dos «misterios» que se apuntan ya en las primeras líneas de la novela. El primero, el «bello» que da título a la novela, es la música y, por la parte que ocupa a esta novela, el punto inicial del canto gregoriano; la «clave» desconocida a partir de la cual se desarrolló. El segundo misterio, también bello aunque no tanto, es cómo una comunidad de monjes –con voto de silencio- escapada de Europa a causa de la Inquisición pudo largarse a Canadá, construir sin que nadie lo supiera un monasterio recóndito y llegar hasta el siglo XXI sin que ni el Vaticano ni el gato tuviera noticia de su existencia, al tiempo que conservaban entre sus muros el canto gregoriano más puro del mundo.

              Y el tercer misterio, bastante más feorro que bello, es quién ha apiolado a uno de los veinticuatro monjes que viven y cantan en el monasterio. Y allá se va Gamache, con su ayudante el inspector Beauvoir, a desarrollar una novela negra no sé si llamar «de salón», de «iglesia» o «de saca capitular».


              Como es de prever, la acción consiste en ir hablando con unos y otros para que cada uno hable de sí mismo y de los otros, a la búsqueda de información, contradicciones y silencios significativos. Así es como Gamache y Beauvoir van sacando a la luz las rencillas y diferencias de una comunidad que, pese a sus esfuerzos y a lo espiritual de sus cánticos, sigue siendo demasiado humana. La organización monástica es también un factor atrayente en la narración, y también lo es que una de las pistas que inmediatamente encuentran los investigadores apunte a un misterio secular relacionado con la música. Unan ustedes a ello mucho canto gregoriano y que el inspector Beauvoir mantiene un idilio con la hija de su jefe y no sabe cómo decírselo, que ambos aún pagan las consecuencias del soponcio lleno de tiros que vivieron en Enterrad a los muertos y que, para colmo, cuando nadie lo esperaba aparece el jefazo de ambos con intenciones nada pacíficas, más bien cizañeras, que parecen traer por causa una intervención de Gamache que posiblemente Penny haya contado en alguna de las novelas de la saga no traducidas al español (que yo sepa, la segunda, tercera y cuarta).

              El resultado es una novela sumamente interesante, escrita con solvencia aunque sin florituras, que capta la atención del lector de tal manera que a pesar de sus 494 páginas se lee rápidamente. Una lectura muy otoñal e invernal. O, al menos, a mí me gusta leer a Louise Penny cuando comienza el frío. Será por sus ambientes.

              Así que ya sabéis: a disfrutar con los asesinatos en los conventos, que son un clásico. Que se lo digan a Umberto Eco con El nombre de la rosa o a P. D. James con Muerte en el seminario.

 

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