Agostino,
un chaval de doce o trece años que ni siquiera se ha preguntado si los niños
vienen o no de París, está veraneando con su madre, viuda joven, atractiva y
adinerada, en un lugar de playa.
La confortable soledad entre madre e hijo se ve interrumpida por la aparición de un joven con
el que la madre comienza a irse a diario a navegar en patín. El niño, que los
acompaña en alguna de esas excursiones, percibe, sin llegar a asimilar, que su
madre, además de madre, es mujer. No ayuda poco a confundir sus sentimientos su ignorancia
mayúscula sobre la sexualidad.
La nueva
visión de su madre le resulta desagradable entre otras cosas porque no llega a desplazar a la
antigua, aunque él está convencido de que antes o después lo hará. Y en la
huida de esas situaciones y sensaciones que tanto lo desasosiegan termina
marchándose con un grupo de chavales, alguno más mayor, que se burlan de él sin
piedad y que, además, saben bastante más que él. Igual que no dudan en hablarle
de la admiración y deseo que les provoca su madre, también se pitorrean de
Agostino a costa de los amores de su madre con el joven del patín. Los
chavales, además, tienen su centro de reunión en torno a un viejo pescador –siempre
atento a llevarse al catre a algún chaval- al que desprecian por su
homosexualidad, sin por ello dejar de aprovecharse de él aunque, en realidad,
es él quien les deja hacer sabedor de que su objetivo es el que es.
Agostino
aprende a tortas. Unas reales y otras figuradas. Pero la ingenuidad no suele
desaparecer de un único sopapo; siempre queda suficiente para, cuando uno se
envalentona, llevarse uno nuevo que, a esas alturas, resulta también humillante.
Un libro
breve (sin que por eso se lea rápido), magnífico como casi todos los de
Moravia, escrito con la precisión, concisión y profundidad que caracterizan su
estilo. Cada libro de Moravia es una lección magistral de literatura, un
ejemplo de cuánto se puede decir sin hablar demasiado y partiendo, casi
siempre, de las emociones básicas del ser humano. Moravia nunca retuerce nada:
simplemente explora con su tremenda capacidad de profundizar y de exponer de
modo sencillo lo complicado.
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