Richard
Osman es uno de tantos escritores sobrevenidos a quienes la fama televisiva ha
abierto fácilmente un hueco en la industria editorial, lo cual no significa
necesariamente que como escritor sea un petardo, pues la novela ha llegado a
países donde nadie sabe quién es Richard Osman. Otra cosa es si lo ha hecho
por sus méritos literarios o comerciales, amparado en haber sido un best seller en otro sitio y sin especificar los motivos.
Pese a que la trama es compleja y en lo inesperado de los giros se
ve que ha sido intensamente trabajada, me ha parecido una novela ñoña, como
esas películas que no sé si se siguen programando a las cuatro de la tarde en
las televisiones. El club del crimen de los jueves está protagonizada por unos
cuantos abueletes más o menos bonachones, a quienes, como recurso cómico, se
les presenta unas veces como ingenuos y otras como intrépidos. ¿A que os suena?
También, claro, hay uno algo gruñón. ¿A que también os suena? En consecuencia, así
como la trama está bien estructurada (aunque la primera mitad de la novela sea
demasiado lenta), los personajes parecen caricaturas y, salvo alguna excepción,
carecen personalidad (o de algo distinto a la copia de personalidades de las
peliculitas esas).
¿De qué
trata El club del crimen de los jueves?
De que
en una especie de urbanización-centro asistencial donde viven más o menos tan
ricamente un montón de jubilados, hay cuatro de ellos que, cada jueves, se
dedican a recapacitar sobre crímenes no resueltos. Una afición como cualquier
otra dirigida por una jubilada sobre cuyo pasado el lector hubiera agradecido
saber algo más. Ocurre que un buen día es liquidado un empresario socio del
dueño del tinglado, y esta buena gente comienza una investigación sui generis
con cierto tira y afloja de intercambio de información con la pareja de
policías que se encarga del caso. A partir de aquí, y con la intervención de unos cuantos secundarios no menos relevantes que alguno de los cuatro, se inicia una exposición de
sospechosos y sus motivos, y la acción avanza descartando a unos e
incluyendo a otros, al tiempo que aparecen más cosillas a investigar; todo
jalonado con numerosas situaciones algo traídas por los pelos y con demasiadas
concesiones a la sensiblería entre los años de todos, las defunciones de
algunos y las graves enfermedades del resto, porque en semejante jardín de
infancia nadie va a mejor.
Una
buena trama, pero una novela fallida por la falta de verosimilitud (que no es
lo mismo que realismo) y por el abuso de situaciones y perfiles machaconamente
exhibidos en las «películas de las cuatro de la tarde». Como novela de humor no llega, y como novela negra no acierta. Esperaba bastante más,
aunque no sé por qué.
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