¿Cuál es el valor de la verdad? ¿Y
sus efectos? ¿Dependen del momento en que la verdad aflora? ¿O del momento en
que se calla? ¿Qué verdades son las más importantes? ¿Las familiares?
1977. Juan y Rosa, extremeños de
Plasencia que aún no llegan a los veinte años, cruzan la frontera a Portugal
para que ella pueda abortar. Pero sufren un accidente. Juan muere. Posteriormente, Rosa da a
luz. La encontramos años más tarde, terminando el siglo XX al frente de un
pobre camping en Tarragona, cerca de las centrales nucleares. En él vive con un
hijo, Iván, que lo ignora todo sobre su pasado y que, por su edad, ya
adolescente, comienza a buscar su propio camino en la vida.
Iván echa de menos al padre que no
conoció, sin saber que si su padre hubiera vivido él no hubiera nacido. Ignora
casi todo sobre él y sobre el resto de sus familiares, ignora mucho incluso sobre su propia
madre. Rosa, por su parte, se ha refugiado en Iván y en el recuerdo de un corto
amor que, en su brevedad, tuvo la perfección de lo que no ha tenido tiempo de estropearse. Junto a ellos
comienza a vivir Mabel, una mujer que se ha visto obligada a rehacer su vida. A
la vez, Iván se enamora de una muchacha francesa, Céline, que vive en Toulouse.
El conjunto de estas relaciones se ve condicionado por la huida del pasado en
su día emprendida por Rosa y contagiada a su hijo a través de su carácter posesivo y,
también, por la oscuridad que impuso sobre lo acontecido años atrás. Pero es
imposible escapar del pasado porque somos fruto de él, y antes o después hay
que retornar a él para comprendernos a nosotros mismos y tomar decisiones con
criterio.
Aunque a veces también el criterio o la falta de él está condicionado por cómo nos afectó el pasado.
Fin de temporada, escrita con la
clara y lúcida prosa de Ignacio Martínez de Pisón, bucea en situaciones y sentimientos
profundos sin apenas esfuerzo, denotando la claridad de ideas, el dominio sobre
lo que se quiere escribir y la maestría para hacerlo. Martínez de Pisón domina el arte de narrar
las relaciones familiares convulsas, que no por ser familiares dejan de
irradiar sus efectos al resto de relaciones de sus personajes: amistad, amor,
interés… El pasado vuelve siempre, dice Martínez de Pisón en una entrevista; y
así es, porque somos su fruto, aunque cierto es que unos lo digieren mejor que
otros.
La historia, que comienza lenta,
coge ritmo de modo suave, constante, hasta terminar con una intensidad
desgarradora. El realismo es absoluto, tanto por la fidelidad al
modo de ser y hablar de las personas como por las descripciones y la carencia de efectismos artificiales. El
único efecto buscado por el autor, y alcanzado con éxito, es el poso que deja
la novela tras un final, emocionalmente complejo, al que conduce la deriva de
unas vidas que han creído poder avanzar sin haber levado anclas.
Fin de temporada es también un
magnífico reflejo de la sociedad y del rápido cambio de las últimas décadas. La
misma persona que en 1977, con apenas 18 años, experimenta el drama de ser
madre soltera y el fundado temor a una dura condena social que la convierta en una paria, tan solo veinte
años después, aún joven con solo treinta y tantos, vive en un mundo que no entiende
aquellas vivencias que cambiaron y aún condicionan su vida.
Ignacio Martínez de Pisón es un
maestro del realismo y de las relaciones familiares complicadas, que, al final,
marcan como ningunas otras. Uno de los mejores escritores españoles.
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