Segunda
novela protagonizada por Arturo Zarco, el detective maduro, homosexual,
grandilocuente, hiperbólico en la expresión de sus sentimientos, enamorado de
un muchacho llamado Olmo y divorciado de Paula, una pragmática inspectora de
Hacienda coja a la que no se puede quitar de la cabeza, hasta el punto de que
Paula aparece constantemente en la novela, pero solo desde el interior de
Zarzo, a título de Pepito Grillo.
No es la
única inspiración en los cuentos infantiles que el lector
encuentra en esta novela. Y hay también jugueteos con otras referencias cuya detección exige un mínimo
hervor cultural.
Arturo
Zarco está mohíno. Ha decidido retirarse del mundo bajo la excusa de unas
vacaciones, pero no para olvidar y que le olviden, como dice la sinopsis, sino para
olvidar y comprobar cada dos por tres si no le olvidan. Aterriza como invitado en la mansión levantina,
el riurau de su antigua amiga Marina Frankell, de
la que fue amor platónico. En el riurau, situado en algún punto de la costa levantina donde junto a los naranjos han proliferado rascacielos abonados por el estiércol de la especulación inmobiliaria, vive una
extraña tropa: Marina y su hermana gemela (que a su vez tiene dos hijas gemelas
y un marido) junto a la tía que les hizo de madre (pues la madre, hermana
gemela de la tía, se largó a Alemania por las buenas), el podólogo marido de
ésta y el servicio. La familia Orts nada en la abundancia. Son dueños de
media ciudad.
La historia
que cuenta Un buen detective no se casa jamás es la de esta familia y la de las apariciones y
desapariciones de algunos de sus miembros, todo complicado por una maraña de
secretos, afinidades, rivalidades y amoríos reales, supuestos y platónicos. Y, en medio, un detective incompetente y enamoradizo de vacaciones. Un lío tejido y destejido de
modo excelente por la autora.
Más dudas
ofrece la excelencia en el modo de contarlo, porque la historia solo al final
se vuelve interesante; hasta entonces avanza modo tortuguesco y rococó, y el
interés radica en lo bien que escribe Marta Sanz, en el modo en que decora y
redecora hasta el más nimio paso de Arturo Zarco; en cada diálogo, a las frases
siempre breves de un personaje no sigue la inmediata respuesta de otro, sino las
sensaciones y pensamiento de Zarco, interrumpidas a su vez por Paula-Pepito
Grillo y la respuesta de Zarco a su ex antes de seguir con sus
elucubraciones. De resultas, aunque el lenguaje es rico, las ideas profusas,
divertidas, bien trabajadas y escritas con maestría, el ritmo se resiente y
tiene altibajos notables: cuando es Zarco el que narra hay que leer a
velocidad renacuaja, mientras que en los pasajes del libro en que lo hacen
otros personajes la velocidad de crucero se eleva notablemente.
Una buena
novela que, por el modo en que está escrita, no puede escribirla cualquiera,
pero que por eso mismo no debe leerse en cualquier momento y de cualquier
manera, sino despacito y con calma, con más voluntad de recrearse en el
lenguaje y en el repertorio de reflexiones-lamentos de Zarco que en la acción.
Pues me parece interesante, y eso que en Goodreads le dan palos hasta en el carné de identidad. Me la llevo anotada.
ResponderEliminarFeliz semana.
Mi confianza en Goodreads es limitada. En general, donde se opina mucho hay mucho lector de "literatura de consumo", y en cuanto un libro se sale un poco de las líneas argumentales sencillas y del lenguaje llano comienzan a caerle malas notas. En Amazon también pasa. Luego, claro, a veces caen malas notas porque el libro las merece, pero no es este el caso.
EliminarMe ha parecido una novela magnífica. Desde luego se necesita algo de sosiego para su lectura. Marta Sanz me parece una escritora muy interesante. Tengo pendiente la tercera entrega de nuestro amigo Zarco.
ResponderEliminarCoincido contigo. La tercera ya la he leído. La reseña, mañana ;-)
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