¿A que
alguna vez has fantaseado con recluir, dentro de un ámbito en el que te dejen
en paz y solo se relacionen entre ellos, a todos los idiotas, inútiles, caraduras,
vagos y gilipollas que a tu pesar te rodean?
La
policía francesa ha decidido hacerlo, creando, en un piso destartalado, una
comisaría íntegramente formada por lo mejor de cada casa. Al frente han
colocado a Anne Capestan, una comisaria de éxito venido abajo, algo atolondrada
y con tendencia a perder el control en ciertas situaciones, la cual ha hundido
su carrera tras haber disparado una bala de más.
¿Qué
casos encomiendan a tan singular unidad? Los que ellos elijan entre los chorrocientos que se
pudren sin resolver después de no sé cuántos años.
Y de entre
todos esos muertos, ¿cuáles eligen? Los muertos que tienen, literalmente, un
muerto. Son los dos casos más graves. Al menos
en eso tienen criterio.
Lo que
no tienen son demasiadas facultades para investigar, porque son más un cúmulo
de personas almacenadas que una unidad formalmente reconocida, lo cual obliga a
Anne a pedir ciertos favores y, también, a intentar nadar entre las agitadas
aguas de los jefes que una vez la estimaron o respetaron y ahora, sobre todo
algunos, cuando no la desprecian se mofan o, simplemente, la evitan.
La
comisaría calamidad está compuesta con cuarenta o cincuenta personas, la mayor
parte de las cuales ni se molestan en llegar a poner los pies en ella. En el
resto, hay un poco de todo, desde un agente gafe del que todos huyen hasta un ex de asuntos internos y una policía, escritora de éxito,
que, aburrida, se ha reincorporado al cuerpo acompañada por su perro.
Con
estos mimbres, y sin otra posibilidad de investigación que examinar las pruebas
que se realizaron en el año de Maricastaña e interrogar a quien se les ocurra, aunque la
acción es formalmente seria es imposible no hablar del humor que impregna cada
línea y que aparece constantemente de modo natural, en algunas ocasiones sutil, y
solo alguna vez algo forzado. A ello contribuye el lenguaje fluido, sin malabarismos, conciso y claro.
Como en
otras muchas historias negras, casos en apariencia independientes tienen puntos
en común. Lo que nadie esperaba (¿o alguno sí?) es que, además de
desentrañarlos, la calamitosa brigada de Anne Capestan, sin medios y con tanto
bicho raro, fuera capaz de descubrir, también, por qué nadie los había llegado
a resolver jamás.
Sophie Hénaff, una escritora con una biografía peculiar, ha firmado una novela de lo más agradable y entretenida.
Sophie Hénaff, una escritora con una biografía peculiar, ha firmado una novela de lo más agradable y entretenida.
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