El
nadador en el mar secreto es una novela de profundas emociones, pero también de
emociones contenidas, porque del joven padre que la protagoniza conocemos lo
que le sucede y lo que hace, pero lo que siente lo deduce el lector. Una breve
historia de hechos, sin calificaciones, con el halo poético que producen esos
personajes que pasan por el mundo como levitando porque no bajan al barro de
mostrar sus sentimientos. Lo cual, como digo, no significa que el lector no los
conozca, sino que los encuentra en su propio cerebro.
De esta
manera, El nadador en el mar secreto es una obra que provoca una intensa relación entre la historia y lector, una conversación silenciosa del lector consigo mismo que versa sobre la
felicidad y la desgracia, y el modo en que cada uno las aborda. La felicidad
del nacimiento de un hijo, y la desgracia de su pérdida. La serenidad de los
personajes hace que la violencia de los sentimientos –que, insisto, quedan a la
interpretación del lector- sea mayor, porque carecen de otra vía de escape que
el enfrentamiento silencioso a la realidad hasta, si es posible, su
asimilación.
Una
obra breve, que se lee en un par de horas que merecen la pena. Una obra que,
por su naturaleza, además, puede convenir releer en más de una ocasión en la
vida.
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