El otro
libro que he leído de Westlake, Adiós, Sherezade, es una maravilla, razón por
la que compré Un diamante al rojo vivo, recién publicado en RBA y, creo, lo
único no descatalogado de este autor en España.
Pese a mis expectativas, esta novela está a años luz de Adiós, Sherezade, pero no deja de ser una
lectura amena y entretenida; literatura de consumo, pero buena literatura de
consumo, evidentemente influida por la cinematografía, hasta el punto de que el
lector cree estar viendo una de esas viejas comedias norteamericanas a la vez
disparatadas e inocentonas.
Dortmunder,
el más relevante de los personajes, acaba de salir de la trena y es de
inmediato reclutado por un antiguo amigo para dirigir una operación importarte:
birlar un descomunal diamante expuesto en un museo, propiedad de un diminuto país
africano, para entregárselo al otro país africano que lo disputa, cuyo embajador, un tipo obsesionado por los informes, es quien pretende contratar al grupo.
La
historia de la novela es la de la persecución de la joya: a cada paso que dan,
surge un inconveniente, y para cada inconveniente encuentran una solución cada vez más
audaz y alocada. A medio camino entre la novela de humor y la negra, con ese
humor americano tan propenso a reírse de lo exagerado, Un diamante al rojo vivo
es, sobre todo, una novela de acción donde todos los personajes (los cinco
integrantes de la banda y otros dos caballeros que circulan por ahí) están tan
bien definidos que el lector no debe hacer ningún esfuerzo por situarse.
Literatura de consumo, he dicho, lo cual no significa que sea sencillo escribir
con tanta claridad, fluidez y ritmo.
Una
lectura entretenida, para divertirse, desconectar y no pensar, que para eso también sirve
la literatura.
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