Tan pobres
son los pobres que sus historias no dan más que para 94 páginas de las cuales
un buen puñado están en blanco. Tan pobres son los pobres que su guerra se lee
en una o dos horas. Lectura para una tarde, para un viaje, para disfrutar en
una terraza con una cerveza delante (alemana, para no desentonar).
Inspirada en
la figura de Thomas Müntzer,
predicador alemán que a comienzos del siglo XVI promovió una revuelta campesina
que terminó en escabechina de campesinos, La guerra de los pobres más que una
novela es un relato que, apoyándose en unos cuantos hechos y personajes
anteriores a la época y a otros cuantos hechos atribuidos a Müntzer, nos recuerda que periódicamente
el sentido de la igualdad y dignidad de todos los seres humanos se abre camino
en el pensamiento, periódicamente esas ideas chocan contra los privilegiados que
ven en ellas una amenaza para su estatus, y periódicamente éstos hacen valer la
fuerza de su posición sacrificando la dignidad ajena para dejar las cosas como
estaban.
En
resumen, el oleaje de la historia, que cada cierto tiempo embate el hambre contra
las rocas de poder sin que haya otra esperanza que el lentísimo efecto de la
erosión ni otra certeza que la ruptura de las olas contra esas rocas que, mejor
o peor, van resistiendo, porque cuando unas caen otras aparecen detrás.
Escrito con un lenguaje claro y tan intencionadamente austero que reduce la obra a las ideas que acabo de expresar, La guerra de los pobres es un buen libro, un libro de calidad, pero, a mi juicio, no la maravilla con la que fue publicitado cuando se publicó hace pocos meses. Sin el prestigio del autor, no hubiera sido fácil publicar una obra así.
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