Akragas,
actual Agrigento, se rindió a los cartaginenses en el 406 antes de Cristo.
Camilleri imagina cómo la suerte de uno de los defensores propició más de dos
milenios después, en 1909, que un tosco jornalero encontrara en el campo una
moneda única, excepcional. Una moneda tan diferente a todas que el jornalero ni siquiera era capaz de imaginar lo que había descubierto.
¿Y qué
hizo con ella? Regalársela al médico de Vigàta, aficionado a la numismática, en
agradecimiento porque varios años antes éste le había salvado una pierna.
El
médico, al inclinarse desde su caballo para ver la moneda que el jornalero le ofrece, se pega con trompazo
de aúpa, y de esta tonta manera comienza la historia de una moneda que parece
resistirse a ser poseída y, también, una historia donde la codicia de unos se
mezcla con la honestidad de otros y con el respeto al destino y al significado profundo de las cosas de unos pocos. Todo ello sazonado con la presencia del poder que, ya que pasaba por ahí, se puede permitir algunos caprichines, y, también, jugando con cierto misterio acerca del extraordinario parecido físico entre dos personajes. La moneda como cruce de destinos, porque no hay resto arqueológico importante u obra de arte relevante que no sea el punto en el que se cruzan destinos a través unas veces de la vida y, otras, a través de los siglos.
Una
novelita corta, que fácilmente puede leerse de un tirón, en la que encontramos
muchas de las señas de identidad de Camilleri, sin faltar lo irónico de su
humor –la ironía del destino con la que siempre juega- y en la que se echa
en falta un poco de chispa posiblemente porque algunos de los personajes
aparecen insuficientemente retratados, lo cual puede traer por causa bien las prisas del autor (parece una novela no demasiado trabajada) bien que muchos de esos personajes son dejados
de lado cuando su vida se separa de la suerte de la moneda, que es la verdadera protagonista.
La moneda de Akragas está por
debajo de otras de Andrea Camilleri, pero, en cualquier caso, es una lectura agradable
que, en mi caso, ha sido como un bálsamo tras leer la horripilante novela que
ha merecido la reseña anterior.
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