Algún
premio Nobel (creo que Modiano) repite con frecuencia que todos los autores escriben una y otra
vez el mismo libro. No fue el caso de Andrea Camilleri (1925-2019), que siempre
dijo de sí mismo ser incapaz de escribir inspirándose solo en sus demonios
interiores por lo que recurría con frecuencia al desarrollo imaginario de
hechos reales. Por eso, al forzarse a imaginar una historia para cada situación
ajena a él, aunque sí abordó recurrentemente ciertos temas casi siempre tuvo algo que
contar. Y fue capaz de hacerlo con estilos variados que solo tienen en común la
claridad expositiva, la economía de lenguaje, el ritmo ágil y la cercanía al
lector: desde el tono burlón y socarrón de muchas de sus obras, hasta el grave
de otras pasando por el poético de algunas, Camilleri tuvo una considerable
amplitud de registros.
Hace unos días tuve ocasión de participar en un programa de radio acompañado de muy
buenos y grandes lectores. Homenajeamos a Andrea Camilleri dedicándole una hora
entera, y yo hablé de la parte de su
obra ajena al comisario Salvo Montalbano, a quien dedicó veintitantos libros, o quizá más. No,
no me quedaron pocos: los restantes, aquellos de los que hablé, alcanzan los
setenta títulos, más los aún sin publicar, lo que da idea de lo prolífico de
Camilleri. No he leído toda su obra, pero sí cuarenta y tantos títulos, y
aunque cada uno merece un comentario individualizado, me he obligado a ordenarlos
como sigue.
He
identificado –si no es que se identifica solo- un primer grupo que me he
permitido llamar «de la antigua Vigàta». Son obras que transcurren desde el
siglo XIX (salvo alguna anterior) hasta la Segunda Guerra Mundial en la
imaginaria localidad que remeda los orígenes del autor. Siempre giran en torno
a dos momentos históricos significativos: la unificación de Italia –donde siempre podemos ver en segundo plano la resistencia siciliana a las autoridades nombradas por Roma,
vistas siempre con desafección y desconfianza por los personajes, y a las que intentan
sortear como a un estorbo molesto- y el fascismo, época dramática cuyos excesos
obligaron a mucha gente a hacer del comportamiento cotidiano normal algo casi
clandestino, lo que transformó a la sociedad entera en una colosal farsa donde,
así de cruel es la vida, lo cómico se deja ver entre los resquicios de lo
trágico. Todos estos títulos comparten el fino humor de Camilleri basado en las
ironías del destino y en el cariño a los personajes, cercano a la ternura, manifestado en su enorme
comprensión de las debilidades humanas, fundamentalmente las derivadas del
amor, el sexo y el general deseo de no meterse en líos en los que nada se tiene
que ganar. También otras tentaciones están siempre presentes, aunque tratadas
con intencionada y significativa distancia: la tentación del poder y la del
dinero. En muchas de estas novelas se hace algo de luz sobre los orígenes de la
mafia y casi todas son corales, historias construidas a partir de la
confluencia de la vida de cada personaje, porque para que a Fulano le toque la
lotería o esté en el sitio preciso en el momento adecuado para conocer a Menganita, con la de problemas que le ha de traer, hace falta una combinación de factores imprevisible vinculada a la
vida de muchas otras personas. Como la realidad, las costumbres y mentiras
cotidianas propiciadas por el deseo de caer en diversas tentaciones y
apetencias sin dar cuenta a nadie, se mezclan hasta crear resultados
sorprendentes. Entre estas novelas se cuentan –pongo el enlace de las reseñadas en el blog- La ópera de Vigàta, El homenaje, La pensión Eva, La concesión del teléfono, La captura de Macalé, La desaparición de Patò, El movimiento del caballo, El sobrino del emperador, Privado de título. La moneda de Akragas, La revolución de la luna (que transcurre en Palermo) o aquella con la que descubrí
a Camilleri, cuando nada sabía de él, al encontrarla casi por casualidad en un librería y comprarla a ver qué pasaba: La temporada de caza.
No me resisto a citar como un
bloque independiente tres libros preciosos y distintos a todos los anteriores –aunque
también situados en esas épocas históricas- que forman una de las trilogías más
hermosas que se pueden leer: la trilogía
de la metamorfosis. En torno a personajes bondadosos y pobres de solemnidad se
crea una historia maravillosa con un sutil enlace con la mitología. La trilogía
está formada por El beso de la sirena, El guardabarrera y La joven del cascabel.
Son
numerosas también las novelas completamente independientes que solo tienen en
común su origen: la afición de Camilleri de comenzar a escribir desarrollando
noticias, fragmentos de ellas o hechos supuestamente acaecidos según la
tradición, práctica que le permite desarrollar novelas negras, de intriga o
simples frescos de la sociedad. Me refiero a novelas que giran en tono a
diversas relaciones sociales. Vosotros no sabéis (donde aborda el tema de la
mafia), La banda de los Sacco (dura, breve y brillante obra acerca de cómo la
mafia es capaz de transformar en delincuente –a ojos hasta de la Justicia- al
honrado que se resiste por todos los medios a dejar de serlo), El color del
sol, La muerte de Amalia Sacerdote (premio RBA de Novela Negra), El cielo
robado, Las ovejas y el pastor o El caso Santamaría.
No
centradas en relación social alguna, sino en las profundidades del yo, hay otro
grupo de novelas como El traje gris, No me toques, La intermitencia o Un sábado
con los amigos. En común tienen -además de una completa carencia de humor y de
desarrollarse en el tiempo presente- que el protagonismo corre a cargo de
mujeres jóvenes y algo promiscuas casadas a veces con hombres mayores. En ellas
juega un papel importante la belleza femenina para unos, el afán de
independencia para otros y, sobre todo, las pulsiones que las personas ocultan
incluso a sus seres más queridos, el yo más profundo con el que a menudo es
complicado convivir y con el que nos enfrentamos durante toda la vida. Unas
veces gana él. Otras, no. Pero, ¿quién gana entonces?
Bajo la
denominación de «recuerdos» he esbozado un último grupo de obras sustentado en
la memoria directa e indirecta del autor, como si a través de ellas Camilleri hubiera
querido dejar de Sicilia una memoria más fideligna que la que se desprende de
toda su obra de ficción. Entre ellas, Gotas de Sicilia, Mis momentos o, en otra
medida porque es un recuerdo más de sí mismo y de su pensamiento que de sus
orígenes, Mujeres.
Y luego, claro, Montalbano. Empezad
por donde queráis, pero empezad. Os aprovechará. Seguro.
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