Serie Sebastian Bergman, 5
En cada
libro protagonizado por Sebastian Bergman no dejo de admirar el excelente
trabajo a dúo de sus autores, ni de reconocer su habilidad para mantener la
atención del lector sin forzar las situaciones. Se reconoce en ellos la
profesión de guionistas.
Castigos
justificados, aunque no es la novela más apasionante de las cinco primeras,
mantiene el nivel y el interés. Es una novela especial, porque en ella estalla
algo que el lector lleva temiendo desde el final de la primera novela y quizá
por eso dé la impresión de que lo relacionado con la vida y relaciones de los
miembros de la unidad de homicidios presenta signos de agotamiento, aunque
habrá que esperar a la sexta novela, que en España se ha publicado en marzo,
para comprobarlo.
Parte
de la habilidad de los autores es ir alternando qué lleva el peso de cada novela:
en unas es el crimen cometido y en otras
esos asuntos personales a los que me he referido. En esta ocasión guía la
novela lo primero, el crimen. O los crímenes, porque
nuevamente (y esto sí me ha parecido ya demasiado repetitivo) nos encontramos
con «asesinatos de autor»: un nuevo asesino en serie que, la verdad, resta
bastante realismo, como cada vez que lo excepcional se convierte en habitual.
Varios
participantes en programas de telebasura son apiolados en Suecia, en lugares
distintos, pero con un procedimiento común. Desde la primera página sabemos que
el asesino quiere castigar la vacuidad de la sociedad actual, donde los medios
de comunicación priman la carnaza sobre el intelecto. Un asesino justiciero,
que pretende implantar con sangre la cultura de mérito. La sucesión de
crímenes, como en tantas otras novelas negras, va aportando datos con los que
llegar al malo de turno pero, a diferencia de otros escritores que abusan de
este recurso (como Márkaris, por ejemplo), Michael Hjorth y Hans Rosenfeldt
hacen que la investigación avance de verdad y que a la pregunta del quién se una la emoción del cómo. A este respecto hay un par de
giros verdaderamente espectaculares que hacen que la historia tome un rumbo inesperado y que no anticipo para no fastidiar a nadie la sorpresa (aunque no
son del todo originales porque ya en alguna otra novela de la serie se ha
utilizado algún recurso similar).
Por
desgracia, con cinco novelas ya a cuestas algunas de las vicisitudes de los protagonistas
ya no son por completo originales, lo cual hace que el lector sepa que al final
las cosas no serán tan terribles como antes le parecían. En el intento de
renovar el interés por los personajes de la unidad de homicidios Billy pasa a
tener más protagonismo, sobre todo en el cierre de la novela. Ya veremos cómo
le van las cosas porque, de entrada, parece uno más de esos síntomas de
agotamientos de la trama principal entre los personajes: si hay que dar terreno
a Billy, es que lo que centró la atención en las novelas anteriores no da más
de sí sin repeticiones. Habrá que ver si los autores son capaces de capear el
problema sin que las novelas pierdan interés o resulten repetitivas. Lo veremos
en la sexta entrega.
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