Serie Mundodisco, 3
Novela
por completo independiente de las dos anteriores, con la única excepción de que
todas transcurren, como en lógico, en el Mundodisco, ese mundo plano y circular a lomos de cuatro elefantes que a su vez reposan sobre una
tortuga errante de 15.000 kilómetros que avanza por el espacio nadie sabe hacia dónde. Un mundo con un eje central que termina
en cataratas que se despeñan al espacio y en el que la magia, como una especie
de fuerza física, tiene un papel esencial.
La
protagonista de Ritos iguales se llama Eskarina. Es una niña que vive en un
pueblecillo perdido entre las montañas donde va a parar un mago a punto de
morir para ceder su cayado a alguien que ha sucederle y que, lógicamente, ha
de ser el octavo hijo de un octavo hijo. Solo que, lo que son las cosas, no es
un niño, sino una niña, y ya en 1987, cuando publicó Ritos iguales, Terry Pratchett se permitió hacer humor con un muy respetuoso tratamiento de algo, la
igualdad entre hombre y mujer, tan en boga más de tres décadas después que a
menudo en la actualidad empiezan a mezclarse demasiadas cosas, por convergencia de intereses,
provocando que con frecuencia los mensajes resulten confusos unas veces, contradictorios otras y poco rigurosos en muchas más. Y es que Mundodisco y, en especial, los
magos, no están preparados para que una mujer entre a formar parte de ellos, cofradía que concentra el poder de tal modo que ni si quiera se sabe si es el poder político. O sí: un poder fáctico, la magia, que en la práctica (¿os suena de algo?) los hace determinantes en el destino del Mundodisco. Nunca antes ha ocurrido que una mujer llegue a ser mago, decía, razón por la cual creen que se trata de algo
prohibido. Como verá quien lea Ritos iguales, a la igualdad es más fácil llegar
ejerciéndola que reclamándola.
Pero, antes de enfrentarse a esas reticencias, Eskarina sabe que para ser llegar a ser
mago debe pasar por la Universidad Invisible –lógicamente, si no admiten
mujeres mago, también cerrada a las mujeres- y no por cuestión de titulitis, sino
porque de otra manera a ver quién es el guapo capaz de dominar la asilvestrada
fuerza de la magia.
Ritos
iguales es la historia de cómo Eskarina comienza a moverse en el mundo de la
magia primero a través de la bruja de su pueblo –otra reivindicación de la
autonomía femenina- y de cómo emprende un viaje iniciático a la capital para
poder ingresar en la universidad. Una vez allí, veremos que le resulta imposible
conseguir su objetivo porque la tradición y los prejuicios tienen un poder que
ríete tú del de la magia, aunque, como es de esperar, Eskarina tiene ocasión de
meterse en líos suficientes como para que los prejuicios no se estén del todo
quietos, en lo que juega cierto papel Simón, otro proyecto de mago que, además,
es un tipo brillantísimo.
Junto a
un argumento de novela juvenil late el humor de Terry Pratchett, del que no hay
edad para disfrutar porque en él, a través del eufemismo y del disimulo para no
horripilar a nadie con la burda realidad, se critica desde la forma de ser de
las personas hasta la pompa del poder. Me encanta cómo, siempre, Practchett
desacraliza el poder reduciéndolo a la condición «humana» -por más mágica que
sea- con todas las miserias a cuestas de quienes lo detentan. Y todo, como siempre, con un derroche de
imaginación que por sí solo justifica la lectura de este libro, el tercero de la
saga, que muestra mejor ejecución que los dos anteriores, como si a medida que
le cogía al tranquilo al Mundodisco Practchett se hubiera sentido más suelto,
despierto y agudo. Y así es.
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