En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

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lunes, 2 de junio de 2025

Mascarada – Terry Pratchett

 


La solemnidad es la liturgia inventada por el ser humano para dar importancia a las cosas o, más frecuentemente, a sí mismo. Por eso, cuanto más importante pretende ser una persona de mayor solemnidad se rodea. El mejor ejemplo lo hemos tenido hace poco con la elección de León XIV: los papas, que al atribuirse el papel de representantes de Dios se situaban incluso por encima de los reyes, se rodearon de una solemnidad sin parangón para dejar constancia de su insuperable posición (¡casi divina!) e incluso organizaron el tinglado de los cónclaves dotándolos de un deliberado punto de misterio: el aislamiento de los cardenales electores y el secretismo absoluto sobre cuanto acontece en la Capilla Sixtina permite que sea la imaginación de la gente la que ponga la guinda (divina, por supuesto) al monumental pastel que desde la tierra llega al cielo y que lo mundano de las negociaciones, de ser públicas, hubiera derrumbado.

En realidad, no existe ámbito humano sin cierta jerarquía. No existe profesión o grupo en el que unos no se sientan superiores a otros e intenten traducirlo en algo visible. Y cuanto más visible desee hacerse, más precisa y útil es la solemnidad.

Entre los músicos, sean instrumentistas, cantantes o compositores, no hace falta ser muy espabilado para darse cuenta de que la música clásica y la ópera se invistieron hace tiempo del honor de ocupar la cúspide. Y, por tanto, para que nada los desmereciera, su público también debía ser el más selecto. Todo esto debían proclamarlo los gestos, la liturgia, los oropeles. Desde lo grandioso y artístico de los teatros y las puestas en escena hasta el trato a las figuras («divo» procede de «divus», que significa «divino»), las más célebres de las cuales, según el tópico creado, son incapaces de pisar un hotel de menos de ochenta estrellas, de contentarse con menos de no sé cuántos minutos de aplausos y toneladas de rosas y que para colmo desarrollan sus particulares «liturgias solemnes», totalmente exclusivas, a través de excentricidades o caprichos que los distingue del vulgo. Como ya he dicho, el público tampoco puede estar compuesto por desarrapados, sino por lo mejorcito de cada lugar y encopetado. Que este modo de encumbrarse en el mundo de la música ha sido la pauta desde hace algún siglo que otro siempre lo han reconocido tácitamente, por imitación, quienes andan por debajo en el escalafón: las estrellas de la música popular, envidiosas y no menos vanidosas, a medida que crece su fama (no antes, por si acaso) se apresuran a emular las extravagancias de los divos y, para no dejar dudas sobre su valía, siempre han estado dispuestos a «consagrarse» «viéndose reconocidos» con una filarmónica detrás, da igual si uno se llama Freddy Mercury o Raphael. Otra cosa es, claro, la pela manda, que a menudo haya que abrir el espectáculo al populacho, que al final es lo que da dinero, aunque bien es cierto que muchos acuden atraídos por lo que acabo de contar.

Digo todo esto porque la solemnidad es territorio abonado para la parodia, pues apenas el boato deja ver una costura, a través de ella se vislumbra la prosaica realidad: un ser humano con ínfulas y no pocas veces necesitado (a menudo enfermizamente) del reconocimiento ajeno; alguien, en definitiva, que pretende ser superior a aquellos a quienes necesita inexcusablemente para sentirse así.

Terry Pratchett construye en Mascarada un mundo operístico chapucero, tristemente alegre y con muchos puntos patéticos en el que, como en el mundo real, la espiritualidad de lo excelso se derrumba como víctima de un tiroteo ante la presencia de la pasta, lo cual demuestra una vez más que, fuera de los oropeles, famosos y poderosos no se diferencian de menesterosos. 

Además, Pratchett parodia una especie de ópera sobre la ópera: «El fantasma de la ópera». Repito: parodia la ópera parodiando una ópera sobre la ópera. Parodia a la enésima potencia. «El fantasma de la ópera» (1910) fue una novela de Gaston Leroux que alcanzó la celebridad tras su paso por el cine y la perpetuó gracias al musical –con más ínfulas operísticas que operístico- del mismo título compuesto con Andrew Lloyd Webber (estrenado en 1986, sigue en cartelera casi 40 años después). No es lo único que Pratchett parodia. El personaje de Christine (así se llamaba el amor del fantasma en las obras inspiradoras) corresponde en Mascarada al tópico de la rubia guapa y tonta: un personaje con menos memoria que una ameba, siempre alegre y que habla con muchas exclamaciones: una diva que, como verá el lector, no lo es tanto porque la realidad es más… A ver cómo lo digo… Gordita.

Sin embargo, como el simple ir y venir de fantoches con más o menos aires de grandeza hubiera complicado montar una parodia, Terry se agarra a Gaston y a las novelas negras y regala al lector algún fiambre que otro, de modo que la parodia es un marco para una pintoresca investigación. Tan chapucero es este mundo que los investigadores son tanto las víctimas potenciales como los señores que pasaban por allí.

Como siempre en Pratchett no hay un solo personaje normal. Todos son, de un modo u otro, caricaturas. Pero, a diferencia de otras veces, en Mascarada prescinde por completo de la magia del Mundodisco a pesar, incluso, del papel destacado que juegan dos viejas conocidas de los lectores de la saga: las brujas Yaya Ceravieja y Tata Ogg. Por supuesto, también hay un pequeño papel para uno de los más logrados personajes de Pratchett, la Muerte, aunque en esta ocasión aparece un poco desdibujada.

¿El resultado? Una novela algo más ágil que otras, entretenida y divertidísima. 

    Mascarada se titula así no solo por la célebre máscara del fantasma, sino porque la solemnidad, en el fondo, es la mayor mascarada.


lunes, 24 de febrero de 2025

Tiempos interesantes – Terry Pratchett

 


Suena bien lo de vivir «tiempos interesantes», ¿eh? Pero ocurre que en el imperio agatano, situado más o menos en el cul… del… bueno, en el quinto pino del mundo… perdón, del Mundodisco, la expresión se usa como maldición.

El imperio agatano es un trasunto de China, que si todavía hoy es una cultura desconocida en occidente aún lo era mucho más cuando se publicó este libro, en 1994. 

Tiempos interesantes comienza cuando un par de dioses se entretienen en jugar una partida de algo parecido al ajedrez, y de sus movimientos resulta lo siguiente: Lord Hong, gran visir del imperio agatano, planea dar un golpe de estado aprovechando que el emperador tiene más años que la tos y está a punto de cascar. ¿Cómo hacerlo? Sofocando una revuelta del Ejército Rojo, lo que hará de él el salvador y líder indiscutible del imperio. Lo que sucede es que el Ejército Rojo no sabe que tiene que hacer la revolución, ni mucho menos posee medios, capacidad, talento y soldados. Ni siquiera animadores. Lo único que podría impulsarlos a la revolución es el cumplimiento de una profecía, según la cual un Gran Hechicero apoyó en su día y apoyará en el futuro al citado ejercitillo. Así que Lord Hong, de modo clandestino, pide a Ankh Morpork el envío de un echicero, sin hache, falta ortográfica por torpeza o chamuscamiento que provoca que el archicanciller de la Universidad Invisible termine localizando y enviando al cul… del... ejem, al quinto pino del Mundodisco nada menos que Rincewind, el asendereado mago que dio comienzo a la saga del Mundodisco con El color de la magia, apareció también en la segunda novela, La luz fantástica, y en Rechicero y Eric

Y no solo con él se van a reencontrar los lectores, sino también con un personaje que solo salió en solo aquellas dos primeras entregas: Dosflores, el turista propietario del equipaje con piernas que ha estado junto a Rincewind en todas sus aventuras.

Sale más gente, claro: una horda de bárbaros capitaneados por Cohen que tienen la sana intención de invadir el imperio agatano para arrasarlo un poco, saquearlo y tal, aunque como son solo media docena de guerreros y todos rondan los noventa años quizá tengan un poquitín más de trabajo del habitual para acabar con los dos millones de soldados enemigos, lo cual propicia que cierto medio sabio que se les ha unido les inste a utilizar un método distinto del tradicional de cascar calaveras: utilizar la astucia y, sobre todo, el comportamiento civilizado.

Rincewind es ya un mago escarmentado. Todo su afán desde la primera página es escapar a un destino desdichado que da ya por supuesto. Pero, como el lector ya sabe de otras veces, la misma huida es la que propicia el cumplimiento de su sino. Los bárbaros, por su parte, van a colaborar con él sin pretenderlo, y el Ejército Rojo por ahí anda dando tumbos desorientado y completamente en la inopia. Frente a ellos Lord Hong y, en la distancia y chapuceros como siempre, los perezosos y glotones magos de la Universidad Invisible.

El libro es de los mejores de la saga si por la trama se le ha de juzgar, y también por la relativa claridad de la acción, y no digamos ya por el humor, especialmente acertado en lo que hace referencia a los bárbaros.

Algo menos acertado está, a mi juicio, respecto a Rincewind y su equipaje (al limitarse a «colmos»), y muy acertado, si no acertadísimo, al principio, cuando Pratchett muestra al lector los movimientos en Ankh Morpork, singularmente los del archicanciller, que terminan con Rincewind en el cul… del… ejem, en el quinto pino del Mundodisco.

La parte paródica está dedicada, como he dicho al principio, a China, que en 1994 solo era aún un gigante despertándose, nada que ver con la situación actual en que ya se ha zampado el mundo. Entonces era un país aún más cerrado, que estaba dando los primeros pasos hacia su singular «capitalismo» y casi desconocido para occidente. Las protestas de Tiananmén estaban recientes y aún lo era también, relativamente, la noticia de los guerreros de terracota de Xi´an, que también juegan un papel en esta historia, lo mismo la Gran Muralla.

Una gran, entretenida y divertida aventura para todos los seguidores de Pratchett y su Mundodisco.


martes, 7 de enero de 2025

Soul Music - Terry Pratchett

 


Dos historias convergen (más o menos) en la decimosexta novela del Mundodisco: la primera es la de la Muerte y su, ejem, familia. La muerte ha hecho dejación de funciones y el negocio queda de facto en manos de Susan, su nieta adoptiva (hija de Mort -que da título a otra de la mejores novelas de la saga- e Ysabel); y la segunda historia es la de un músico, Buddy, que acaba tocando una especie de guitarra salida de no se sabe muy bien dónde (cosas de la magia y del Mundodisco) en compañía de un troll percusionista de pedruscos y un enano que toca el cuerno; los tres, influidos por el extraño instrumento que toca Buddy, inventan el rock and roll, o algo parecido que en la novela se llama Música con Rocas Dentro.

La musiquica en cuestión es la pera, algo inaudito y desconocido hasta ese momento. Y además parece peligrosa, por antisistema, ya que arrastra multitudes enfervorecidas que son capaces de olvidar lo mismo rencillas que intereses para unirse a disfrutar delante de un escenario. Opio del pueblo en manos de unos advenedizos que hasta hace dos días eran unos pelagatos. Opio consumido con todos: desde trolls hasta los mismísimos magos de la Universidad Invisible.

Con este planteamiento huelga decir que Soul Music es una parodia de cuanto rodea a la música moderna escuchada por masas que irrumpió en la sociedad de mediados del siglo XX gracias a los avances tecnológicos, con numerosos guiños a cantantes y temas consagrados en la cultura norteamericana. Por ejemplo, los miembros del grupo tienen un éxito inexplicable hasta para ellos, se les puede subir a la cabeza, pueden acabar siendo juguetes rotos, sus seguidores lo son emocionales, no racionales, con lo que sale a relucir el fenómeno fan, singularmente encarnado en Susan, que se siente muy atraída por Buddy; también juega un papel divertidísimo y sumamente crítico un personaje recurrente: Y Va A La Ruina Escurridizo, el empresario siempre ansioso por ganar dinero fácil que se convierte en representante, promotor y todo lo que haga falta: ¡Todo sea por la pasta, incluso, o principalmente, escamoteársela a quien la genera! ¡Ah, el maravilloso mundo de los intermediarios! Por supuesto, dentro del fenómeno fan también salen los imitadores del éxito, los aspirantes, donde el grado de inutilidad es más que apreciable y solo comparable a la profundidad de sus fracasos e ilusiones rotas.

Como en la vida, las causas del éxito a menudo son también las del fracaso, igual que en la vida comer es necesario pero también podemos diñarla de un empacho. En Soul Music el éxito lo ha traído ese extraño instrumento que termina por comerse la personalidad del protagonista. Al final, parece que o uno se carga al instrumento (y al éxito) o el instrumento y el éxito se cargan a la persona. Alguien o algo tiene que cascarla, y esto sirve de enlace con Susan, que además de fan anda la mujer sacando a flote el negocio de su abuelo, aunque con sus propios criterios. Y al final…

Bueno, el final lo sabrá quien lea la novela. Baste decir que, desde el principio, y no solo por la dejación de funciones de la muerte, hay algún personaje al que no podemos llamar zombi, pero quizá si un mal muerto. O alguien incorrectamente vivo, vaya usted a saber. Cosas del Mundodisco.


jueves, 18 de abril de 2024

Hombres de armas - Terry Pratchett

 


Dentro de la longeva saga del Mundodisco hay «subsagas» que solo comparten entre sí el peculiar planeta ideado por Pratchett y algunos personajes, entre los que la Muerte es el más recurrente, sin olvidar al patricio, Lord Vetinari, que gobierna ese otro personaje también casi inevitable que es la ciudad (¿o cloaca?) de Ankh-Morpork. Lo digo porque Hombres de armas, decimoquinta novela de la serie, recupera a los personajes de la sexta, ¡Guardias! ¡Guardias! El protagonista en ambas es el forzudo, ingenuo, responsable, entusiasta y carismático cabo Zanahoria, hijo adoptivo de una pareja de enanos. Zanahoria, por suerte, ya no se toma las cosas tan literalmente como en su primera aparición. En esta comparte protagonismo con su jefe, el desencantado capitán Vimes, que está a punto de jubilarse para casarse con la adinerada y excéntrica dama que en ¡Guardias! ¡Guardias! se dedicaba a la cría y cuidado de dragones.

En esta ordenada, ejem, ciudad de Ankh-Morpork, donde los gremios de Asesinos, Ladrones, Bufones y demás campan a sus anchas dentro de los límites de, ejem, la ley, la guardia nocturna está compuesta por los dos personajes ya citados, un sargento, otro guardia más y, recién fichados, un troll tan tonto como todos los trolls y un enano. ¿Introduce Pratchett alguna figura clásica de la literatura o el cine? Sí, claro, como siempre. En este caso la licantropía, a través de una hermosa damisela que también incorporada a la guardia para parodiar las políticas de cupos.

El inicio de la novela es, no obstante, confuso: un noble venido a menos y miembro del honorable gremio de Asesinos, Edward De M´uerthe, husmeando por los archivos del gremio de Asesinos descubre un dato importantísimo que solo queda claro al final: la identidad del heredero al trono de Ankh-Morpork, por lo que si el buen Edward De M´uerthe logra cargarse a Lord Vetinari quizá retorne la monarquía y con ella la familia De M´uerthe recupere su esplendor.

¿Y qué parodia Pratchett en esta ocasión? Sin duda, la novela negra, porque hay muertos, porque la guardia nocturna intenta localizar al asesino, porque los jefes de los guardias parecen ser un obstáculo en la investigación, porque tropiezan con poderes fácticos, como son los gremios, porque lo que parece una cosa acaba siendo otra, porque siguen unas pistas más o menos razonables que dan lugar a la parte de acción de la novela… una suma de clichés típicos de la novela negra. Y, en el colmo de la parodia, el investigador principal investiga en su contra por lo que el lector verá, y, sobre todo, porque la protagonista indiscutible acaba siendo un arma de fuego, prodigio nunca antes visto en el Mundodisco.

Con esta excusa Pratchett despliega su mundo de seres estrafalarios y costumbres y normas extravagantes donde la realidad y la fantasía conviven en compleja armonía. Pero no por eso deja de lanzar un mensaje en contra de las armas de fuego, visible en solo un par de páginas, pero de una enorme contundencia: las armas cambian a las personas. El arma dota de poder. Del poder de imponerse a otros, y una vez probado ese poder es difícil prescindir de él. Las armas, en definitiva, empeoran a quienes las poseen.

Quedaos con ese mensaje. Y con el humor de Pratchett en esta novela que, sin ser la mejor de la saga, tampoco es la peor. Mantiene el nivel medio y su fin promete meter al cabo Zanahoria en nuevos problemas. 


jueves, 14 de septiembre de 2023

Lores y damas – Terry Pratchett

 



Creo que fue en Brujas de viaje donde Magrat Ajostiernos, la joven bruja más cercana a la medicina que a la magia, acabó a las puertas de ser feliz y comer perdiz junto a Verence, un bufón devenido rey.

Lores y damas cuenta cómo intentaron ser felices y comer perdices. En concreto, la acción se produce en los días previos a la boda, la cual, como todo enlace real, debe ser un bodorrio por todo lo alto incluso en un país tan diminuto como el que sirve de escenario a la novela.

Este planteamiento bastaría a un autor como Pratchett para parodiar las novelas románticas, pero Pratchett complicó aún más la cosa con la presencia de elfos irresponsablemente traídos desde su dimensión por otra joven bruja con ínfulas de ser la única (un personaje clave, pero prácticamente abandonado por el autor), lo que fuerza la intervención de las otras dos brujas ya conocidas por los asiduos del Mundodisco: Yaya Ceravieja y Tata Ogg, cuyos jabalinescos encantos hacen tilín en algunas personas (o seres parecidos): el mismísimo archicanciller de la Universidad Invisible y un enano, infatigable don Juan con más entusiasmo que resultados. Todo lo cual refuerza los elementos a disposición de la parodia romántica.

Ocurre, sin embargo, que parte de esta parodia (creo que no muy bien hilada) necesariamente se disuelve en la lucha por librar de los elfos al renacuajo reino, la cual, además, se complica por la división entre las brujas y los soponcios que se llevan. Un modo de apelar al corazoncito del lector ya encariñado con ellas.

El resultado es divertido, pero un poco confuso. Esta novela, a mi juicio, está un pelín por debajo de otras de la saga, y estoy convencido de que al bodorrio real se le podía haber sacado bastante más jugo como elemento nuclear del argumento que como marco de la acción.

Una novela más de la saga, a cierta distancia de las mejores.


jueves, 27 de abril de 2023

Dioses menores – Terry Pratchett

 



No hay dios sin creyentes. O, si lo hay, su influencia en la conducta humana es tan minúscula que bien cabría calificarlo de «dios menor».

Sobre esta idea edifica Terry Pratchett una magnífica parodia de las religiones monoteístas partiendo de un dios, Om, cuyos muchos fieles han desvirtuado tanto su figura con el paso del tiempo que, en realidad, creen ya en otra cosa y, como ya nadie cree en el verdadero Om, el pobre lleva una existencia muy arrastrada. La casualidad le lleva a encontrar en un muchacho torpe y tonto pero de prodigiosa memoria (Brutha), la única esperanza para volver a ser, para no desaparecer disuelto en el olvido. O, lo que es lo mismo, si el pueblo debe conocer al verdadero Om -quien solo así recuperará su lozanía-, quien lo dé a conocer será su profeta. 

El principal problema al que se enfrenta Om –aparte las peculiaridades y limitaciones de Brutha y de que los profetas anteriores no estuvieron muy atinados- es el planteado por sus propios defensores. Los defensores de las esencias rara vez están abiertos a cambio alguno, y en esa cerrazón destaca Vorbis, parodia de gran inquisidor, un tipo astuto, cruel y ambicioso, pero a la vez austero y, a su modo, ascético.

Los equivocados seguidores de Om mantienen, contra toda lógica, que el mundo es una esfera, cuando ya se sabe cómo es el Mundodisco. Creer que el mundo es un disco colocado sobre cuatro elefantes que a su vez descansan sobre una tortuga gigante que nada en el espacio, es signo evidente de herejía y causa de apiole instantáneo. El recurso a Galileo es evidente, y le sirve al autor para diferenciar la fe de Omnia –el país donde ocurren los acontecimientos- de los países herejes, fundamentalmente Efebia, trasunto de la antigua Grecia, lugar plagado de filósofos que, sin que el lector se dé cuenta hasta que no se para a pensar, ofrecen un modo de estar en el mundo que supera en ventajas a las religiones, aunque solo sea porque la filosofía se sustenta en la duda y la conciencia de la duda conduce a la tolerancia, mientras que las fes inquebrantables a menudo acaban en el quebranto de pescuezos de distinta fe.

Todas estas cosillas se nos dejan caer con la excusa de la historia de Om, de Brutha, de Vorbis, de otros personajes secundarios y, sobre todo, de la especie de cruzada o de guerra santa emprendida por Omnia.

Como he dicho, la sátira de las religiones monoteístas es obvia, aunque las politeístas también acaben dado juego.

Un libro excelente, que he leído muy rápido, que hace pensar (sobre todo a partir de la idea que he citado al principio,  y también sobre el papel de la filosofía) y que, además, tiene la singularidad, dentro de la saga del Mundodisco, de que es el primero donde la magia no juega ningún papel.


jueves, 5 de enero de 2023

Brujas de viaje – Terry Pratchett

 



Saga Mundodisco, 12


Divertidísimo libro en el que Terry Pratchett juega con varios cuentos para niños: la Cenicienta, la Bella Durmiente, Hansel y Gretel, Rapunzel, Caperucita, el Gato con Botas, el Mago de Oz… Solo que en esta ocasión no se trata de que el príncipe bese a la dama para deshacer un hechizo, ni de que la dama bese a una rana asquerosa para transformarla en un príncipe guapetón, sino precisamente de todo lo contrario: se trata de evitar que a Brasas –un alter ego de la Cenincienta- se le ocurra casarse con un príncipe algo más feo que un vulgar batracio. 

          Quien debe velar por tan elevada misión es un personaje ya conocido por los lectores de Pratchett: Magrat Ajostiernos, un hada madrina sobrevenida, porque en realidad es una joven bruja más idealista que competente, cuya inexperiencia se ve acosada por dos colegas, también conocidas de los lectores: Yaya Ceravieja y Tata Ogg. La primera, una horrible gruñona que más sabe por vieja que por bruja; la segunda, una anciana más risueña. A las tres las conocemos por Brujerías, la parodia de Machbeth firmada por Pratchett, y a la primera de estas dos también por Ritos Iguales. Por supuesto, también está presente el hada rival (¿o la bruja rival?) que trata de hacer algo tan cruel como que la realidad se parezca a los cuentos.

          Y esa es la misión de la feorra hada madrina y sus dos amigas: que la realidad siga siendo la realidad sin contaminarse por la fantasía.

          Este planteamiento provoca un largo y divertidísimo peregrinar desde el país de las tres brujas hasta «el lugar de los hechos», peregrinar en el que se topan con muchos lugares y «cuentos» o retazos de ellos, en los que los personajes aparecen ante el lector parodiados de un modo tan inteligente e ingenioso que lejos de pensar que Pratchett se aprovecha de su fama la sensación es la de querer más y más. Por supuesto, también hace apariciones esporádicas uno de los personajes más celebrador de Pratchett, si no el que más: la Muerte.

          Tras ese viaje que justifica el título del libro llega un largo desenlace, el cual, en realidad, es como una segunda historia enlazada con la primera. También muy divertido, aunque en ocasiones un pelín confuso.

          Los recursos humorísticos son infinitos, y aunque no tengo capacidad para juzgar traducciones intuyo que el trabajo necesario para jugar con tanto doble sentido de las frases y con la fonética de las palabras es muy meritorio, y que el traductor debió de sudar tinta y de pasárselo en grande a la vez. 

          A modo de anécdota, las fantásticas portadas y contraportadas de la serie creo que son las mismas en todos los países. Quizá eso haya provocado un error en la editorial: en la sinopsis los personajes de la novela no se citan por el nombre por el que han sido traducidos al español, sino por el original en inglés.

          Lo que nunca acabo de entender es que Pratchett se recomiende como lectura «juvenil». No digo que no lo sea, pero para apreciar tantas parodias como hay en sus novelas hace falta algo más que un barniz cultural.


lunes, 12 de diciembre de 2022

El segador – Terry Pratchett

 


 

              No creo ni remotamente probable que Las intermitencias de la muerte (2005), de José Saramago, se inspirara en El Segador (1991), pero, aparte de que ambas reservan un papel al humor en sus páginas (si bien con una concepción y desarrollo muy distintos), las dos comparten como argumento una idea: ¿qué ocurre si la muerte deja de existir?

              La idea no es original, porque está en la esencia del ser humano, pero da mucho juego.

              Saramago comenzó aplicando la lógica a esa situación ilógica y acabó, a mi juicio, perdió un poco el rumbo, pues comenzó con algo cercano a la tragedia para acabar en algo parecido a la comedia. De Pratchett, por el contrario, sabemos que desde la primera a la última letra aspira a crear una obra humorística; lo consigue incluso, de forma mucho más ingeniosa que Saramago.

              La Muerte es, desde la publicación de Mort, uno de los personajes más logrados de Pratchett. La Muerte, para la que no existe ni el tiempo, ni los sentimientos, ni las emociones, ni la bondad, ni la maldad, ni la justicia, pero que, debido a su trato siempre correcto, educado y prudente, no hay diálogo en el que intervenga que no resulte tronchante.

              Que la Muerte deje de actuar no deja de ser algo así como «la muerte de la Muerte». Y por ahí andan los tiros, porque lo que recibe la Muerte es la noticia de que le ha sido adjudicado, como a cualquier bicho viviente, un «biómetro», esos relojitos de arena que en los mundos de Pratchett determinan el lapso temporal de cada existencia. Las consecuencias son dos: la Muerte deja de actuar, porque tiene otras cosas que hacer, y, además, se humaniza.

              La humanización lleva al protagonista a acabar trabajando en la granja de una viuda algo tacaña. Lo que mejor se le da a la Muerte, obviamente, es segar. ¡Anda que no maneja bien la guadaña! El entorno y las características del personaje originan no pocas escenas divertidas. El nuevo destino de la Muerte permite al autor hacer numerosas reflexiones (siempre divertidas, pero no superficiales) sobre el sentido de la vida y el por qué, sabiendo que nuestro tiempos es limitado, hacemos las cosas que hacemos. Y, por otra parte, para desarrollar el conjunto de la historia Pratchett circunscribe la ausencia de muerte a dos situaciones concretas (a diferencia de esa otra novela de Saramago). La primera, la «no muerte» de alguien concreto: Windle Poons, un mago que acaba de «no fallecer» a la edad de 130 años; sobre este personaje Pratchett aplica la lógica (del Mundodisco) a lo ilógico del planteamiento, como posteriormente haría Saramago, pero mientras que este basó su novela en extender esa idea a todo lo vivo, Pratchett voluntariamente se olvida del efecto de la ausencia de muerte -salvo en el caso de Windle Poons-, se olvida de los «no fallecidos» en el resto del mundo salvo (y esa es la segunda situación) para crear una distorsión en el devenir del Mundodisco debida no a la falta de muerte sino al «exceso de vida» cuyas originales consecuencias verá quien lea la historia.

              Una novela buena, ágil, entretenida, y que permite a los lectores reencontrarse con la Muerte. Quién iba a decir que algo así haría ilusión, ¿eh?



jueves, 7 de julio de 2022

Imágenes en acción – Terry Pratchett

 



Utilizar el Mundodisco para parodiar nuestro Mundobola, eso es lo que hace Terry Pratchett, que en esta ocasión casi cambia a los magos por los alquimistas que han inventado un particular celuloide que, en ese territorio oscilante entre lo medieval y el presente que es el Mundodisco, permite rodar películas mudas.

¡Ah! ¡El cine y la televisión! ¡Qué inventos capaces de poner ante las narices de todos los más célebres museos con sus obras comentadas por los mayores expertos, las más interesantes charlas de los sabios más didácticos, la puesta en escena de las laureadas obras de teatro con los mejores actores…! ¡Lo más excelso del conocimiento humano (bueno, y del resto de seres que pueblan el Mundodisco)!

Magnífico invento que hubiera hecho de todos nosotros seres cultos y mentes preclaras de no ser por el pequeño detalle de que el vil metal tiene mucho fan dispuesto a prescindir de tan enriquecedoras posibilidades si da más dinero contar batallitas o mostrar arrumacos, y es que el público anda más preocupado de entretenerse que de aprender, de disfrutar rascándose que de gozar pensando. Qué le vamos a hacer. Pudimos ser dioses y elegimos ser sabandijas.

Hasta aquí, el componente crítico de Imágenes en acción, que no dura muchas páginas para zambullirse en una historia más próxima a la caricatura que a la parodia: dos protagonistas, jóvenes y guapos, que descubren algo tan incomprensible como la fama; un «vendedor de salchichas/productor/director» lunático obsesionado por ganar dinero con el cine y con cuanto se le arrime, y un público aborregado plegado a modas que da igual como sean porque lo importante es que sean la moda. Todo en medio de referencias a algunos de los clásicos del cine, en especial a Lo que el viento se llevó. Aunque para intentar que la caricatura no se adueñe de todo Pratchett espolvorea unos cuantos de esos «misterios» procedentes de otras dimensiones que interfieren en la acción y que el autor no llega a aclarar muy bien ni en su planteamiento, ni en su influencia en el argumento, ni en su resolución.

El resultado, una novela divertida y entretenida, a menudo brillante en lo puntual pero algo fallida como conjunto.




martes, 24 de mayo de 2022

Buenos presagios Terry Pratchett y Neil Gaiman

 


       Andaban por este valle de lágrimas, desde el origen de los tiempos, un ángel y un demonio ejerciendo de tales, pero, también, aprovechando para vivir cómodamente, cuando va y resulta que el sábado por la tarde es el Apocalipsis. No les pilla de nuevas, sobre todo al demonio, que unos años antes había pegado el cambiazo en un hospital británico para facilitar la llegada del Anticristo, cosa que hubiera sucedido según lo previsto no de haber habido, ejem, algún imprevisto. No les pilla de nuevas, digo, pero cuando uno vive opíparamente la llegada del fin de los tiempos es un fastidio. 


        Protagonista del Apocalipsis es el Anticristo, el cual resulta ser un chaval no muy dispuesto a ejercer el cargo ni a cargarse el mundo, pero que, pobrecico, no puede dejar de sentir la llamada de la selva. Tampoco al ángel ni al demonio les motiva mucho el tema del Apocalipsis, aparte de por lo dicho porque luego tendrán que cambiar de destino previa rendición de cuentas por las chapucillas realizadas y los errores cometidos. Para colmo, tras miles de años de convivencia se llevan estupendamente, siquiera sea porque cada uno sabe quién es el otro y ambos tienen claro su papel. 

        Con estos mimbres, los prolegómenos del Apocalipsis son un tanto cutres y eso que, adaptados a los tiempos, los cuatro jinetes llegan en moto. Las historias de multitud de personajes se entrecruzan, y entre ellas la de una muchacha descendiente de una bruja, Agnes la Chalada, autora, en 1655, del único libro de profecías que, más o menos, se han ido cumpliendo, y del que solo queda un ejemplar: Las Buenas y Acertadas Profecías de Agnes la Chalada. O, llegado ese temido sábado por la tarde, manual de instrucciones del Apocalipsis. 

        No puedo identificar la huella de Nel Gaiman en el libro, porque no he catado su obra, pero sí puedo decir que la mano de Terry Pratchhet se nota de tal manera que cualquier lector de sus otras novelas no dudaría en adjudicarle la paternidad de esta por el modo en que narra y por la forma en que se usa el humor, con grandes dosis de relativización que permiten arrasar la solemnidad, y la mayor parte de las cosas solemnes quedan reducidas, sin solemnidad, a la instrascendencia. Una novela a dos manos donde la colaboración se debió de dar más en el diseño del argumento y en las soluciones que en la redacción. Una novela a dos manos, también, que se gestó mucho antes de que la fama alcanzase a sus autores, lo cual, sin duda, realza su valor porque nadie podrá decir que se trató de aprovechar las circunstancias para crear un producto con más lectores potenciales. 

        En resumen, Terry Pratchett en estado puro, hasta el punto de que en Buenos presagios aparece uno de sus personajes más brillantes y celebrados: la Muerte. 





lunes, 28 de marzo de 2022

Fausto Eric – Terry Pratchett

 

Fausto Eric – Terry Pratchett



Cuando eres un chavalín jugando a ser Fausto puede ocurrir que en lugar de convocar a algún demonio acabes plantando ante ti uno de esos seres que, en el mundo de Terry Pratchett, andan vagando por las dimensiones distintas del espacio-tiempo, como la dimensión mazmorra, en la que, por cierto, Pratchett abandonó libros atrás a un viejo conocido de sus lectores: el pobre mago Rincewind.

¿Y qué haces cuando juegas a ser Fausto y logras convocar a un demoniete? Pues le pides tres deseos, como si en lugar de un demonio al que vender tu alma fuera el genio de Aladino. Tres deseos normalitos: dominar el mundo, vivir toda la eternidad y la mujer más bella que hayan conocido los tiempos. Aunque, ya se sabe, el concepto de belleza es relativo y, además, cuando en una pareja a uno de los dos le da por vivir toda la eternidad pueden surgir ciertos desajustes cronológicos. ¡Qué difícil es la vida en pareja!

Esta breve obra de Pratchett (la más corta de las nueve primeras del Mundodisco, y creo que la más corta también de al menos las primeras veinticinco) se permite bromear con varios mitos literarios: Fausto, La Iliada, La Odisea y La Divina Comedia, aunque para la mayoría de los lectores las más sencillas de reconocer entre estas cuatro obras serán, por su difusión, las dos de Homero, en especial las divertidas referencias al caballo de Troya y a la suerte de Ulises. Hay también otros temas clásicos de la literatura y la ficción en general, como los viajes en el tiempo y la posibilidad o imposibilidad –para el viajero- de cambiar el futuro. Las relaciones entre demonios y dioses y las triquiñuelas de cada cual también forman parte del paisaje.

Todo, claro, contado con el desarmante ingenio de Terry Pratchett, que en esta ocasión recurre más de una vez a mezclar las proezas únicas con soluciones que parecen sacadas de la idea de Guillermo de Ockahm de que la explicación más sencilla suele ser la más probable, creando efectos muy divertidos y chocantes.

La novela, sin embargo, no es tan brillante como alguna de las anteriores de la saga. Da la impresión de que Pratchett se conformó con hacer la parodia sin molestarse demasiado en urdir la trama conductora, poco elaborada y limitada al constante y vano intento de los protagonistas de que la cosa no se les vaya de las manos para poder volver cada cual a la realidad que desea. Quizá por eso sea una novela significativamente más breve que las anteriores. 





jueves, 27 de enero de 2022

Brujerías – Terry Pratchett

 



Serie Mundodisco, 8


Excelente versión plena de humor de Machbeth y de esos cuentos donde un usurpador se carga al rey (quien en este caso tampoco es precisamente una bella persona), crimen a consecuencia del cual el joven heredero, un bebé también en la lista del usurpador para ser pasado a cuchillo, es protegido en el último momento por un alma caritativa que lo birla y lo envía al quinto pino (o al sexto a ser posible) para que crezca en paz a la espera de que el destino haga efectivos los derechos sucesorios de la criatura.

La peculiaridad, en este caso, es que el niño queda al cuidado de unos actores que deambulan por el reino –una renacuajada que apenas sale en los mapas- formando una compañía ambulante. También ocurre que la guapísima hada madrina del bebé no es tal, sino, a modo de hadas madrinas sobrevenidas, una tríada de brujas bastante feorras que, por lo demás, son buena gente, aunque muy quisquillosas para cuanto tiene que ver con sus asuntillos, especialmente la más anciana (Yaya Ceravieja, ya conocida por Ritos Iguales), que desprecia la tradición por la que se pirra la más joven.

          El jovenzuelo, «bendecido» por los dones de sus madrinas, se convierte en un actor fabuloso. El usurpador, por su parte, tiene unos problemas de conciencia solo comparables al problema de estar casado con la harpía que tiene por esposa; de tantas penas no lo consuela su bufón, un tipo harto de su profesión y que, dada su soledad, es propenso a enamorarse de cualquiera que repare en su existencia, incluso aunque tenga la atractiva silueta de palo pocho de escoba, el pelo como el esparto y un aliento como para poner en fuga a un buitre.

Brujerías es una divertidísima parodia de todos los mitos sobre las brujas de cuento, al tiempo que se pitorrea sobre el sentimiento de culpa, el de venganza y hasta del amor. Una novela donde, además, no se ve por dónde va a salir el autor hasta bien avanzada la obra, cuando se inicia uno de esos largos y espectaculares finales en los que Terry Pratchett mete poco a poco al lector sin que éste se entere hasta que, de pronto, se da cuenta de que lleva ya un montón de páginas arrastrado por el desenlace.

          Merece la pena su lectura.


lunes, 17 de enero de 2022

Pirómides – Terry Pratchett

 


Serie Mundodisco, 7


Un motivo para leer un montón de libros de Terry Pratchett es que su Mundodisco siempre sorprende sin necesidad de forzar el relato. Para Pratchet el más difícil todavía siempre parece un más fácil aún, probablemente porque nunca renuncia a los orígenes más comunes de la afición a la lectura: los cuentos, leyendas e historias de fama universal, siempre de algún modo presentes. 

Si uno lee más o menos en orden estas obras, advierte que el papel de la magia, protagonista en las primeras, evoluciona a marco en las siguientes. Es lo que ocurre en Pirómides, donde lo sobrenatural juega un papel secundario tras un objetivo principal: el humor negro, porque si algo tiene esta novela es humor muy, muy bueno y muy, muy negro a cuenta del peculiar modo de morirse y no morirse de faraones, dioses y señores que pasaban por allí.

Pero el humor negro no es la única fuente de humor en Pirómides, donde la parodia del antiguo Egipto es constante. El heredero al trono es un buen chaval que ha cursado brillantemente estudios de asesino en esa bella y fragante ciudad que es, ejem, Ankh-Morpork. De vuelta a su reino se encuentra con que, tras el fallecimiento de su padre -el faraón-, el sumo sacerdote, llamado Dios (con un sospecho parecido al Dios cristiano) ha dispuesto enterrar al finado en una pirámide colosal que hay que construir a toda prisa. No obstante, hay varios problemillas: al difunto no le hace ninguna gracia que lo encierren en semejante celdón; los arquitectos no saben muy bien lo que llevan entre manos; las pirámides acumulan esas extrañas energías que se producen en el Mundodisco y que casi siempre acaban regulín y, para colmo, cuando el nuevo faraón dice «blanco», Dios, delante de sus barbas, indica que ha querido decir «negro», de modo que siempre se acaba imponiendo la voluntad de Dios.

El reino, además, es un churro interpuesto entre dos países que no se declaran la guerra precisamente por existir ese churro en medio. Pero los países y los churros geográficos, ya se sabe, aparecen, desaparecen, se envuelven sobre sí mismos… Todas esas cosillas raras que suceden cuando de modo que suena verdaderamente convincente (y que es uno de los rasgos de Pratchett) te cuentan un montón de tonterías con tal verosimilitud que los ajetreos del tiempo y el espacio te parecen tan normales como para disfrutar, sin ninguna reserva, hasta de las más disparatas consecuencias. ¡Lo que se divierte uno!

Otra magnífica obra plena de fantasía, ingenio, imaginación, humor negro y crítica a las relaciones de poder.





lunes, 27 de septiembre de 2021

¡Guardias! ¡Guardias! – Terry Pratchett

 


               Divertidísima e intensa novela de acción que transcurre en el imaginario Mundodisco creado por Pratchett y en la que, a diferencia de en las anteriores, la magia juega un papel tan residual que bien puede afirmarse que ¡Guardias! ¡Guardias! es una novela «normal», pues casi todo transcurre con arreglo a las leyes naturales de nuestro mundo, al menos por lo que a los protagonistas más o menos humanos respecta; aunque el entorno, lógicamente, sigue siendo maravillosamente ilógico.

              Un grandullón criado en una comunidad de enanos es devuelto a su mundo enviado como guardia nocturno voluntario a Ankh-Morpork. La plantilla no es muy grande, con él cuatro personas, y el trabajo tampoco es complicado dado que el crimen está tan bien organizado que los guardias no llegan ni a elemento decorativo. Pero hete aquí que una organización secreta de las muchas que van por ahí tropezando entre ellas, los Hermanos Esclarecidos, o su jefecillo, algo anda tramando para hacerse con el poder en la ciudad. ¿Qué? Invocar a un bicho tan poderoso y terrible como extinguido. Un dragón.

              Zanahoria, que así se llama el protagonista, es un fortachón peligrosamente entregado a cumplir la ley tan al pie de la letra que es capaz de arrestar a un rayo por fulminar a un transeúnte (y es que está muy mal fulminar a nadie, aunque uno sea un rayo). Sus voluntariosos excesos y el modo en que sus compañeros tratan de apañarlos sirven para hacer una buena crítica a las prácticas del poder: desde sus pasadas de frenada a las razones de sus miradas hacia otro lado. Las peripecias de Zanahoria corren parejas a la de sus compañeros, entre los que destaca un capitán tan desengañado de todo que se ha dado a la bebida. Hay también una dama gigantesca, de la alta sociedad, entregada al noble arte de la cría de malolientes dragones de pantano. En medio, el flemático e inteligente mandamás depuesto, el aspirante a mandamás, un dragoncillo monumental y peligroso que se erige en mandamás y, de fondo, los cuentos del príncipe que se carga al ladrón y se casa con la princesa (siempre y cuando el dragón no se la haya papeado o la haya dejado irremediablemente mordisqueada).

              Una trama típica de lucha por el poder donde unos pelanas con los que nadie cuenta son llamados por la casualidad a solventar el desaguisado. Unos perfiles en el protagonista y sus compañeros, típicos también, en la que el voluntarismo del inexperto e ingenuo mocetón convive con la prevención de los gatos mil veces escaldados. Pero claro, estando en el Mundodisco, lo típico es solo una excusa para disfrutar de la fantasía y la imaginación aplicadas al humor. Esa es la esencia de Pratchett y en esta obra de disfruta de principio a fin de un modo muy constante y con una estructura de la narración muy ordenada, sin titubeos ni disertaciones que diluyan la acción.

              En ¡Guardias! ¡Guardias! apenas encontramos personajes de las novelas anteriores: solo el patricio, que así llama, en minúscula, al mandamás del lugar, el orangután bibliotecario de la Universidad Invisible y, también, encontramos alguna aparición fugaz de alguien que, desde Mort, se ha ganado del cariño de todos los lectores por su ironía y buena fe: la Muerte.

Una historia divertida por lo insólito de las situaciones, por las corrosivas críticas a las debilidades del ser humano y, en especial, a la pasión por el poder y a las relaciones de poder; una novela muy meritoria y divertida, también, por la naturalidad con la que Pratchett mezcla lo humano y lo fantástico y, también, los elementos medievales con los modernos: el lector no sabe donde está ni por qué las cosas son como son, pero no le extraña está donde está ni que pasen las cosas que pasan. Para quienes hayan leído otras novelas de la saga, una historia deliciosa.

 

jueves, 27 de mayo de 2021

Rechicero – Terry Pratchett

 


 Serie Mundodisco, 5


              El octavo hijo de un octavo hijo ha de ser, necesariamente, mago, como, ejem, todo el mundo sabe. Pero cuando a ese mago en lugar de ser célibe como debe ser le da por procrear, entonces nace un rechicero, el cual, como, ejem, también sabe todo el mundo, es un peligro enorme, morrocotudo, tan grande que el Mundodisco entero corre peligro, porque la rechicería y los rechiceros… Ya se sabe.

              O más o menos así es la cosa, como diría Terry Practchett.

              Y así es como en esta historia donde la magia sucumbe a la rechicería entre destellos octarinos el lector se encuentra con viejos conocidos: la Muerte -con la que nada puede y a la que nada interesa más que hacer su trabajo con una despreocupación muy parecida al buen humor- y también a varios de los protagonistas de las primeras novelas de la saga: Rincewind, el mago más inútil de todo el disco, su equipaje con pies y el bibliotecario convertido en orangután. El protagonismo es compartido con el rechicero –un niño influido por el báculo en el que su padre ha escapado de la muerte- y hasta con un sombrero, porque como también es sabido por todos, ejem, el sombrero de archicanciller es nada más y nada menos que… que el sombrero del archicanciller.

              Una «típica historia de aventuras» donde los antihéroes –que además de Rincewind son una hermosa bárbara que desea ser peluquera y un inútil que sigue un manual para hacer gestas- intentan salvar al mundo, aunque sea un mundo tan extraño como el Mundodisco. Lo que no es típico, y es el gran valor de las novelas de Pratchett, es la exuberante imaginación y el agudo sentido del humor que partiendo del absurdo se apoya en las debilidades humanas para acabar haciendo una crítica de buena parte de nuestros defectos.

              Una novela un poco confusa en algún punto, pero divertida, entretenida y, como las anteriores, una novela donde el autor es capaz de explicar cosas inexistentes e imposibles de modo que el lector no sabe lo que entiende, pero lo entiende, y todos los fenómenos acaban teniendo una ilógica lógica interna a la que nada puede oponerse. Un disparate tan autosuficiente que no queda sino aplaudir.



jueves, 25 de febrero de 2021

Mort – Terry Pratchett

 



Serie Mundodisco, 4


Mort, abreviatura de Mortimer, en un muchacho entre torpe e inútil que, en el último momento, consigue trabajo como ayudante de la Muerte en el pintoresco mundo creado por Terry Pratchett en el que conviven en paz y armonía la lógica, la magia y los anacronismos. Pero la Muerte, aunque a todos nos inquieta, es buena persona (o buena lo que sea) y, sobre todo, muy profesional: hace su trabajo sin dejarse llevar por emociones o intereses, sin sentimiento de justicia o injusticia.

Ocurre, sin embargo, que Mort es algo más torpe que ella, y en el momento en que debe liquidar a cierta princesa que le ha parecido guapísima, acaba cargándose al tipo que la iba a asesinar. Con semejante desaguisado, y dado que futuro es como es y todo está predeterminado en los relojes de arena que marcan la existencia de cada cual, el lío está asegurado. En concreto, con su torpeza Mort ha creado dos realidades paralelas. El problema es, sin embargo, temporal: la realidad, la buena, con su inercia y amplitud, acabará imponiéndose a la creada por la torpeza de Mort, lo cual implicará, cómo no, la muerte de la princesa. Claro que Mort ha hecho tilín a alguien, la joven adolescente de cincuenta y tantos años –pero con apariencia de dieciséis- que es hija adoptiva de la muerte, y en medio se meterá también un joven hechicero no muy brillante y hasta nada menos que el fundador de la Universidad Invisible, a quien todos daban por muerto dos milenios atrás.

Con todo este disparate y jugando con el concepto del tiempo en relación a la muerte (¿existe el tiempo para la muerte?) Terry Pratchett consigue el milagro de construir una historia completamente lógica, racional y plena de humor inteligentísimo, donde el eufemismo, el disimulo y los juegos de palabras tienen un papel esencial. Mort es una novela muy entretenida, divertida y con el gran mérito de saber entrelazar todos esos elementos tan locos para hacer algo coherente. Una especie de milagro. Ni Saramago, aunque en otro registro, consiguió algo así en Las intermitencias de la muerte, que comenzó bien y se le acabó yendo de las manos, que comenzó siendo una novela de reflexión y terminó siendo una parodia de sí misma. Mort, en cambio, es lo que es de principio a fin: una fantástica novela de humor llena de inteligencia e imaginación donde, si algo tiene la muerte, es que por ella el tiempo no pasa.



lunes, 7 de octubre de 2019

Ritos iguales – Terry Pratchett





Serie Mundodisco, 3

              Novela por completo independiente de las dos anteriores, con la única excepción de que todas transcurren, como en lógico, en el Mundodisco, ese mundo plano y circular a lomos de cuatro elefantes que a su vez reposan sobre una tortuga errante de 15.000 kilómetros que avanza por el espacio nadie sabe hacia dónde. Un mundo con un eje central que termina en cataratas que se despeñan al espacio y en el que la magia, como una especie de fuerza física, tiene un papel esencial.

              La protagonista de Ritos iguales se llama Eskarina. Es una niña que vive en un pueblecillo perdido entre las montañas donde va a parar un mago a punto de morir para ceder su cayado a alguien que ha sucederle y que, lógicamente, ha de ser el octavo hijo de un octavo hijo. Solo que, lo que son las cosas, no es un niño, sino una niña, y ya en 1987, cuando publicó Ritos iguales, Terry Pratchett se permitió hacer humor con un muy respetuoso tratamiento de algo, la igualdad entre hombre y mujer, tan en boga más de tres décadas después que a menudo en la actualidad empiezan a mezclarse demasiadas cosas, por convergencia de intereses, provocando que con frecuencia los mensajes resulten confusos unas veces, contradictorios otras y poco rigurosos en muchas más. Y es que Mundodisco y, en especial, los magos, no están preparados para que una mujer entre a formar parte de ellos, cofradía que concentra el poder de tal modo que ni si quiera se sabe si es el poder político. O sí: un poder fáctico, la magia, que en la práctica (¿os suena de algo?) los hace determinantes en el destino del Mundodisco. Nunca antes ha ocurrido que una mujer llegue a ser mago, decía, razón por la cual creen que se trata de algo prohibido. Como verá quien lea Ritos iguales, a la igualdad es más fácil llegar ejerciéndola que reclamándola.

              Pero, antes de enfrentarse a esas reticencias, Eskarina sabe que para ser llegar a ser mago debe pasar por la Universidad Invisible –lógicamente, si no admiten mujeres mago, también cerrada a las mujeres- y no por cuestión de titulitis, sino porque de otra manera a ver quién es el guapo capaz de dominar la asilvestrada fuerza de la magia.

              Ritos iguales es la historia de cómo Eskarina comienza a moverse en el mundo de la magia primero a través de la bruja de su pueblo –otra reivindicación de la autonomía femenina- y de cómo emprende un viaje iniciático a la capital para poder ingresar en la universidad. Una vez allí, veremos que le resulta imposible conseguir su objetivo porque la tradición y los prejuicios tienen un poder que ríete tú del de la magia, aunque, como es de esperar, Eskarina tiene ocasión de meterse en líos suficientes como para que los prejuicios no se estén del todo quietos, en lo que juega cierto papel Simón, otro proyecto de mago que, además, es un tipo brillantísimo.

              Junto a un argumento de novela juvenil late el humor de Terry Pratchett, del que no hay edad para disfrutar porque en él, a través del eufemismo y del disimulo para no horripilar a nadie con la burda realidad, se critica desde la forma de ser de las personas hasta la pompa del poder. Me encanta cómo, siempre, Practchett desacraliza el poder reduciéndolo a la condición «humana» -por más mágica que sea- con todas las miserias a cuestas de quienes lo detentan. Y todo, como siempre, con un derroche de imaginación que por sí solo justifica la lectura de este libro, el tercero de la saga, que muestra mejor ejecución que los dos anteriores, como si a medida que le cogía al tranquilo al Mundodisco Practchett se hubiera sentido más suelto, despierto y agudo. Y así es.



lunes, 17 de junio de 2019

La luz fantástica – Terry Pratchett




              
              Soy más desastre que Rincewind. La prueba es que leí la segunda novela de la saga de Mundodisco hace unos meses y se me había olvidado contaros por aquí que La luz fantástica mejora, con mucho, la novela inicial de la saga, El color de la magia. Y es que La luz fantástica es más ordenada y la acción sigue un propósito más claro, lo que facilita su lectura.

              La novela comienza más o menos donde terminó la primera, con los principales personajes recién idos al diablo. Pero, cosas de la magia, hete aquí que el Mundodisco está en peligro porque las tortugas, ya se sabe, a veces van por donde no deben. Por ejemplo, hacia una estrella achicharrante.

              La solución no pasa por las vulgaridades que intentaríamos hacer en este sufrido planeta. En Mundodisco hay soluciones más sencillas, al menos teóricamente. La práctica, es otra cosa. Y es que pronunciar los ocho hechizos del Octavo es un tanto complicado, sobre todo cuando hay mucho mago dispuesto a aprovechar la ocasión para hacerse con el poder y cuando uno de esos hechizos está en la cocorota de un pringadillo como Rincewind quien, por una vez, se ve obligado a ser valiente.

              Así es como entre hechizos bastante menos poderosos y solemnes de lo esperado, entre héroes peculiares que ayudan a Rincewind y al turista Dosflores, y en medio de toda suerte de prodigios que a menudo coquetean llevando al absurdo cuestiones propias de la literatura infantil, la trama va avanzando arrastrada por el constante alarde de humor e imaginación que encumbró a Terry Pratchett.

              Y ahí sigue cuatro años después de su muerte, en la cumbre, porque a pesar de lo estrambótico del Mundodisco, nos reconocemos en la crítica a las limitaciones y miserias del ser humano, que es lo que está detrás del humor de Pratchett.

              Eso sí, os aviso de que al terminar la novela sentiréis un poquito de pena.