Serie Mundodisco, 8
Excelente versión plena de humor de Machbeth y de esos cuentos donde un usurpador se carga al rey (quien en este caso tampoco es precisamente una bella persona), crimen a consecuencia del cual el joven heredero, un bebé también en la lista del usurpador para ser pasado a cuchillo, es protegido en el último momento por un alma caritativa que lo birla y lo envía al quinto pino (o al sexto a ser posible) para que crezca en paz a la espera de que el destino haga efectivos los derechos sucesorios de la criatura.
La peculiaridad, en este caso, es que el niño queda al cuidado de unos actores que deambulan por el reino –una renacuajada que apenas sale en los mapas- formando una compañía ambulante. También ocurre que la guapísima hada madrina del bebé no es tal, sino, a modo de hadas madrinas sobrevenidas, una tríada de brujas bastante feorras que, por lo demás, son buena gente, aunque muy quisquillosas para cuanto tiene que ver con sus asuntillos, especialmente la más anciana (Yaya Ceravieja, ya conocida por Ritos Iguales), que desprecia la tradición por la que se pirra la más joven.
El jovenzuelo, «bendecido» por los dones de sus madrinas, se convierte en un actor fabuloso. El usurpador, por su parte, tiene unos problemas de conciencia solo comparables al problema de estar casado con la harpía que tiene por esposa; de tantas penas no lo consuela su bufón, un tipo harto de su profesión y que, dada su soledad, es propenso a enamorarse de cualquiera que repare en su existencia, incluso aunque tenga la atractiva silueta de palo pocho de escoba, el pelo como el esparto y un aliento como para poner en fuga a un buitre.
Brujerías es una divertidísima parodia de todos los mitos sobre las brujas de cuento, al tiempo que se pitorrea sobre el sentimiento de culpa, el de venganza y hasta del amor. Una novela donde, además, no se ve por dónde va a salir el autor hasta bien avanzada la obra, cuando se inicia uno de esos largos y espectaculares finales en los que Terry Pratchett mete poco a poco al lector sin que éste se entere hasta que, de pronto, se da cuenta de que lleva ya un montón de páginas arrastrado por el desenlace.
Merece la pena su lectura.
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