En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

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jueves, 13 de junio de 2024

Blancura – Jon Fosse

 


El Nobel sirve para saber de la existencia de escritores como el noruego Jon Fosse, de quien, pese a su extensa obra y a haber recibido un canasto de premios, lo desconocía todo.

Blancura es un librito corto, publicado a toda prisa en España por Random House pocos días después de la concesión del Nobel. Cuenta fantásticamente una muerte por congelación, y se lee de una sentada. 

El protagonista, que no parece andar muy lúcido, deambula sin rumbo con su coche por carreteras y carreteras, sin saber qué hacer con su vida, hasta que se mete por un camino, queda atascado y, en medio de unas reflexiones dignas de la más obtusa mollera que nos muestran a un ser humano lógico pero algo trastornado vaya usted a saber por qué, busca ayuda echándose a andar camino adelante. Hace un frío que pela, está a punto de anochecer y además comienza a nevar. No hace falta ser Einstein para prever la que se va liar, pero las neuronas del caballero, ya digo, no están en su mejor día.

El blanco de la nieve se confunde con otros blancos. Como el de cierta luz. Conviene reflexionar sobre lo que acaba viendo y oyendo el protagonista. ¿Por qué eso y no algo distinto? ¿Qué significa o simboliza cada cosa? ¿Qué nos dice sobre él? ¿Qué nos dice sobre una persona lo que cruza por su mente cuando solo inconscientemente puede saber que está en peligro de muerte inminente?

Y, ¿cómo es la muerte? 

        Eso es todo lo que vamos a saber del personaje. Da igual qué lo ha llevado allí, da igual su pasado, da igual todo. Es solo un ser humano algo aturdido. Y lo que le sucede después. Nada más ha querido contar el autor.

Blancura está magistralmente narrado, aunque a veces el lenguaje es reiterativo por la necesidad de trabajar la obsesión. Tan bien escrito está que las alucinaciones del protagonista parecen no serlo durante un buen rato. E incluso luego, cuando queda claro que lo son, son tan vívidas que el lector siente la necesidad de que no lo sean. 

No tiene ni un punto y aparte, pero entre la brevedad y la claridad de la exposición se lee con agilidad. 


lunes, 15 de abril de 2024

George Steiner. El huésped incómodo – Nuccio Ordine

 


George Steiner (1929-2020), quizá el más famoso crítico y teórico literario del siglo XX, estudioso de la cultura occidental y mil cosas más, fue tan amigo de Nuccio Ordine (1958-2023) que le concedió, o más bien le propuso, una entrevista para ser publicada póstumamente. Para, de algún modo, hablar después de muerto, dado que su archivo no se ha de abrir hasta 2070, cuando se sabrán opiniones, reflexiones, recuerdos y hechos que Steiner no consideró oportuno hacer públicas en vida de quienes en esos escritos aparecen. Eso, claro, como el propio Steiner advirtió, si para entonces alguien se acuerda de él, lo cual es cada vez más difícil en una sociedad cuya dinámica la conduce a devorar hasta su propia memoria.

La entrevista es sumamente interesante y enriquecedora, porque Steiner fue un hombre de ideas profundas y complejas, pero con una rara capacidad para expresarlas con claridad. Pero es también corta. Muy corta. Tanto que Ordine, para darla a la luz como libro, la completó con un breve estudio introductorio sobre la figura de Steiner y, en particular, sobre el arte de la enseñanza, esto es, de la transmisión del conocimiento y, sobre todo, del amor al conocimiento. Y también añadió al final una breve recopilación de otras intervenciones de Steiner sobre temas algo más diversos. De alguna manera esta breve obra es Steiner pasado por el tamiz de Ordine, en el bien entendido de que a Steiner no le disgustaba en absoluto pasar por él.

El resultado es un refrito, sí, pero un refrito cuidadoso, esmerado y sumamente enriquecedor. Si algo se echa de menos en la cultura es que llegue al ciudadano la reflexión rigurosa y profunda sobre los temas esenciales: la vida, la muerte, el amor, la sociedad en que vivimos. No deja de ser una desgracia que, con tantos medios como existen para facilitar la comunicación, la banalidad esté dejando tan pocos resquicios a la luz.

Y Steiner ilumina, siempre, aunque no se esté de acuerdo con él, y pese a lo gruñón que debía de ser en ocasiones y a las malas pulgas que debía de gastar en otras. Un hombre de carácter, un hombre apasionado. Un huésped incómodo porque siempre está dispuesto a decir lo que piensa a su anfitrión (en este caso, el lector) si con ello cree impulsarlo hacia lo mejor. La lealtad, cuando te preguntan, consiste en decir lo que piensas. Y cada lector de Steiner, y cada persona que acudía a cualquiera de sus conferencias, le lanzaba, por el hecho de estar ahí, sus preguntas. 

           Un breve libro que me ha durado bastante, porque lo he leído de café en café. Ideal para disfrutar de estos ratos.

lunes, 18 de septiembre de 2023

No te veré morir – Antonio Muñoz Molina

 


Hablando de amores, ¿quién no ha adoptado alguna vez decisiones cruciales, puntos de inflexión que a la vez son apuesta y renuncia?

O, dicho de otro modo, en el laberinto de la vida no hacemos más que elegir un camino en cada encrucijada. Así pasan los años y, cuando ya estamos lejos de todas partes menos del final del camino, seguro que no son pocos quienes rememoran las emociones que no vivieron y hacen balance del viaje, de si eligieron o no la mejor ruta. 

Y es que no es extraño tener más memoria de lo no vivido que de lo vivido. Lo que pudo ser y no fue tiene el atractivo del vértigo, y a su llamada algunas personas responden viviéndolo en sus fantasías o, en algún caso, cuando no han sido capaces de desprenderse de sus obsesiones, hasta en sus sueños.

Es el caso del protagonista de esta historia, un español que, en 1967, con veintimuchos años, se largó de España a Estados Unidos, tras haber estudiado en el extranjero merced al intenso sacrificio de un padre volcado en librar a su hijo de las estrecheces intelectuales y de la enloquecida y pavorosa arbitrariedad de la dictadura. Gabriel Aristu, que así se llama el personaje, al marcharse deja atrás al amor de su vida, Adriana Zuber; un amor pintoresco, pues ella, más o menos de su misma edad, en el momento de la despedida ya se había casado con otro. Entre ambos existía amor profundo que ambos conocían sin que ninguno lo hubiera manifestado, quizá porque entre ellos había faltado decisión y sobrado precaución, o porque quizá el respeto al silencio del otro se había confundido con el temor. Sin embargo, el día de la despedida había quedado claro lo que cada uno habría representado y representaba para el otro.

Aunque ese día también queda clara otra cosa: Gabriel se va y Adriana se queda.

Tras una vida exitosa en lo profesional y se diría que también que en lo personal, cuarenta y siete años después (lo que sitúa la acción en 2014) y a los protagonistas en torno a los setenta y cinco años, Gabriel regresa a Madrid para volver a encontrarse con Adriana. No descubro nada porque ya lo avisa la sinopsis.

¿Por qué? ¿Para qué? ¿Con qué consecuencias?

Lo sabrá quien lea esta historia contada desde diferentes ópticas, porque junto al narrador también otros personajes se dirigen al lector, como un torpe profesor de arte español en Estados Unidos con un pie en la sensación de fracaso y otro en la de desarraigo, quien, sin darse cuenta, nos ofrece una perspectiva privilegiada para contemplar el paisaje. Este juego permite examinar a Gabriel Aristu de arriba abajo y del derecho y del revés. No ocurre lo mismo con Adriana, a quien durante buena parte de la novela el lector ve a través de los recuerdos de Aristu y, solo al final, a través de sus propios actos en el presente.

Qué le ocurre en la novela a los personajes es lo de menos. Lo relevante son sus emociones, que tienen mucho más que ver con su sentimiento de individualidad que de pareja, porque si algo queda claro al final de esta obra es que por más «nosotros» que tengamos en la vida siempre subsiste cada uno de los «yos».

Es así como sabemos que unos pueden haber dejado pasar buena parte de su existencia eludiendo la pregunta de qué vida están viviendo; preguntándose después si han vivido una vida ficticia; o, más adelante, si han podido vivir otra; o, incluso, si han vivido la vida que debían y podían y por no darse cuenta no han sabido disfrutarla. 

Reflexionamos también sobre la importancia de quién toma las decisiones. Quien decide marcharse siempre tuvo la ocasión de no haberlo hecho, y sus sentimientos y sensaciones poco o nada tienen que ver con los de quien solo pudo soportar esa decisión. Mientras que el primero cambió de vida para buscar la que quiso, el otro la cambió para buscar la que pudo. Las decisiones unilaterales rompen el equilibrio: no es lo mismo tener la iniciativa que padecerla, y los roles cambian. Y también los rumbos y, por tanto, las rutas de regreso, si es que las hay. Cuando años después el recuerdo la antigua relación amorosa (o el "recuerdo" de lo que pudo ser y no fue) llama a alguno de los dos al reencuentro para intentar entender algo de la propia vida, es imposible sortear el momento y las razones que cambiaron la condición de amantes por la de «agresor» y «agredido».

Pero si no pensáramos más, nos quedaríamos cortos: los reencuentros entre viejos amantes no solo viven de los días de vino y rosas y de los agravios y desencuentros del pasado. También influye el presente. Y lo hace poderosamente, porque conforme pasan los años las personas se vuelven más pragmáticas, en cierto modo también más egoístas y, sobre todo, o tienen más prisa o no tienen ninguna.

A cierta edad, la cita con la muerte, próxima, ineludible y ya visible en el horizonte, provoca en cada cual el deseo de ir saldando cuentas (que no ajustándolas) para poder quedar en paz consigo mismo: disminuye el deseo y las fuerzas para hacer o recibir «préstamos» que ya no habrá tiempo u ocasión de devolver; aumenta el de devolver lo que debes y, si en algo te es útil, desaparece todo escrúpulo para cobrarte lo que te deben. Hablo, claro, de afectos, desafectos e instrumentalizaciones.

Al final de la novela Adriana, con una única frase, cambia por completo la visión de la historia, y ante el lector queda claro, diáfano, todo lo que pasó y pasa por la mente de esta mujer, y cuál es la relación que de verdad existe y existió entre los dos antiguos amantes. Y, por tanto, quién pasó la vida sabiendo dónde vivía y quién no, si es que alguno lo supo.

Una frase, además, que justifica el título.

Una gran y breve novela que, como toda buena literatura, es mucho más interesante y profunda por lo que hace pensar que por lo que literalmente cuenta.





lunes, 1 de marzo de 2021

El nadador en el mar secreto – William Kotzwinkle

 


 

                El nadador en el mar secreto es una novela de profundas emociones, pero también de emociones contenidas, porque del joven padre que la protagoniza conocemos lo que le sucede y lo que hace, pero lo que siente lo deduce el lector. Una breve historia de hechos, sin calificaciones, con el halo poético que producen esos personajes que pasan por el mundo como levitando porque no bajan al barro de mostrar sus sentimientos. Lo cual, como digo, no significa que el lector no los conozca, sino que los encuentra en su propio cerebro.

                De esta manera, El nadador en el mar secreto es una obra que provoca una intensa relación entre la historia y lector, una conversación silenciosa del lector consigo mismo que versa sobre la felicidad y la desgracia, y el modo en que cada uno las aborda. La felicidad del nacimiento de un hijo, y la desgracia de su pérdida. La serenidad de los personajes hace que la violencia de los sentimientos –que, insisto, quedan a la interpretación del lector- sea mayor, porque carecen de otra vía de escape que el enfrentamiento silencioso a la realidad hasta, si es posible, su asimilación.

                Una obra breve, que se lee en un par de horas que merecen la pena. Una obra que, por su naturaleza, además, puede convenir releer en más de una ocasión en la vida.



jueves, 25 de febrero de 2021

Mort – Terry Pratchett

 



Serie Mundodisco, 4


Mort, abreviatura de Mortimer, en un muchacho entre torpe e inútil que, en el último momento, consigue trabajo como ayudante de la Muerte en el pintoresco mundo creado por Terry Pratchett en el que conviven en paz y armonía la lógica, la magia y los anacronismos. Pero la Muerte, aunque a todos nos inquieta, es buena persona (o buena lo que sea) y, sobre todo, muy profesional: hace su trabajo sin dejarse llevar por emociones o intereses, sin sentimiento de justicia o injusticia.

Ocurre, sin embargo, que Mort es algo más torpe que ella, y en el momento en que debe liquidar a cierta princesa que le ha parecido guapísima, acaba cargándose al tipo que la iba a asesinar. Con semejante desaguisado, y dado que futuro es como es y todo está predeterminado en los relojes de arena que marcan la existencia de cada cual, el lío está asegurado. En concreto, con su torpeza Mort ha creado dos realidades paralelas. El problema es, sin embargo, temporal: la realidad, la buena, con su inercia y amplitud, acabará imponiéndose a la creada por la torpeza de Mort, lo cual implicará, cómo no, la muerte de la princesa. Claro que Mort ha hecho tilín a alguien, la joven adolescente de cincuenta y tantos años –pero con apariencia de dieciséis- que es hija adoptiva de la muerte, y en medio se meterá también un joven hechicero no muy brillante y hasta nada menos que el fundador de la Universidad Invisible, a quien todos daban por muerto dos milenios atrás.

Con todo este disparate y jugando con el concepto del tiempo en relación a la muerte (¿existe el tiempo para la muerte?) Terry Pratchett consigue el milagro de construir una historia completamente lógica, racional y plena de humor inteligentísimo, donde el eufemismo, el disimulo y los juegos de palabras tienen un papel esencial. Mort es una novela muy entretenida, divertida y con el gran mérito de saber entrelazar todos esos elementos tan locos para hacer algo coherente. Una especie de milagro. Ni Saramago, aunque en otro registro, consiguió algo así en Las intermitencias de la muerte, que comenzó bien y se le acabó yendo de las manos, que comenzó siendo una novela de reflexión y terminó siendo una parodia de sí misma. Mort, en cambio, es lo que es de principio a fin: una fantástica novela de humor llena de inteligencia e imaginación donde, si algo tiene la muerte, es que por ella el tiempo no pasa.