Serie Mundodisco, 7
Un motivo para leer un montón de libros de Terry Pratchett es que su Mundodisco siempre sorprende sin necesidad de forzar el relato. Para Pratchet el más difícil todavía siempre parece un más fácil aún, probablemente porque nunca renuncia a los orígenes más comunes de la afición a la lectura: los cuentos, leyendas e historias de fama universal, siempre de algún modo presentes.
Si uno lee más o menos en orden estas obras, advierte que el papel de la magia, protagonista en las primeras, evoluciona a marco en las siguientes. Es lo que ocurre en Pirómides, donde lo sobrenatural juega un papel secundario tras un objetivo principal: el humor negro, porque si algo tiene esta novela es humor muy, muy bueno y muy, muy negro a cuenta del peculiar modo de morirse y no morirse de faraones, dioses y señores que pasaban por allí.
Pero el humor negro no es la única fuente de humor en Pirómides, donde la parodia del antiguo Egipto es constante. El heredero al trono es un buen chaval que ha cursado brillantemente estudios de asesino en esa bella y fragante ciudad que es, ejem, Ankh-Morpork. De vuelta a su reino se encuentra con que, tras el fallecimiento de su padre -el faraón-, el sumo sacerdote, llamado Dios (con un sospecho parecido al Dios cristiano) ha dispuesto enterrar al finado en una pirámide colosal que hay que construir a toda prisa. No obstante, hay varios problemillas: al difunto no le hace ninguna gracia que lo encierren en semejante celdón; los arquitectos no saben muy bien lo que llevan entre manos; las pirámides acumulan esas extrañas energías que se producen en el Mundodisco y que casi siempre acaban regulín y, para colmo, cuando el nuevo faraón dice «blanco», Dios, delante de sus barbas, indica que ha querido decir «negro», de modo que siempre se acaba imponiendo la voluntad de Dios.
El reino, además, es un churro interpuesto entre dos países que no se declaran la guerra precisamente por existir ese churro en medio. Pero los países y los churros geográficos, ya se sabe, aparecen, desaparecen, se envuelven sobre sí mismos… Todas esas cosillas raras que suceden cuando de modo que suena verdaderamente convincente (y que es uno de los rasgos de Pratchett) te cuentan un montón de tonterías con tal verosimilitud que los ajetreos del tiempo y el espacio te parecen tan normales como para disfrutar, sin ninguna reserva, hasta de las más disparatas consecuencias. ¡Lo que se divierte uno!
Otra magnífica obra plena de fantasía, ingenio, imaginación, humor negro y crítica a las relaciones de poder.
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