En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 1 de octubre de 2020

Huye rápido, vete lejos - Fred Vargas

 



              Lo que menos esperaba encontrar en este libro, tercera entrega del comisario Adamsberg, publicado en 2001 y en España en 2003, es encontrar un tema tan de actualidad como una pandemia. Bueno, más o menos, porque lo que hay tras la misteriosa aparición de un singular número cuatro en varias puertas de pisos en París y en los mensajes que un antiguo marinero, reconvertido en pregonero, va soltando por encargo a diario, parece tener que ver con la voluntad de alguien de provocar una nueva epidemia de peste.

              La novela se desarrolla en el entorno del lugar donde opera el peculiar pregonero: una pequeña plaza en un barrio de París donde se gana la vida clamando a los cuatro vientos anuncios que van desde la venta de lechugas hasta declaraciones de amor. Hasta él llegan extraños mensajes que preludian muertes siempre que uno sepa leer entre líneas, y el hombre los suelta sin tener ni idea de lo que está diciendo. Luego, los muertos van apareciendo. Aparte del birlibirloquismo por el cual la policía puede llegar a enlazar los crípticos mensajes del pregonero con los crímenes, la idea es parte del recurso fácil, tantas veces usado por los autores de novela negra, de utilizar criminales que anuncian sus andanzas para meter el miedo en el cuerpo al personal, para escarnecer a la policía o porque son así de chulos, que de todo hay, de modo que la novela se plantea como una lucha entre retador y retado, un combate mental.

              Fred Vargas va cambiando la narración desde las peripecias de Adamsberg (que, como siempre, consisten en observar y poco más) hasta las de los malos malísimos, que solo durante unas páginas permanecen ignorados aunque luego la autora juegue con el lector limitándose a mantenerlos en el anonimato (otro recurso fácil: vemos a alguien hacer las pificas pero no se nos dice quién es). La novela es un tranquilo discurrir que tiene mucho de contemplativo, incluyendo algún que otro fiambre por el camino. Lo que Fred Vargas deja ver en relación a los culpables, parece confirmarse con tanta antelación que a medida que se lee cabe imaginar un giro final inesperado, y así es: el desenlace, por lo inesperado, será festejado por aquellos lectores que gusten de las sorpresas finales; es este caso, además, las piruetas no resultan demasiado forzadas.

              Una novela negra entretenida y casi casi «de salón».


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