Magnífica
novela breve, de tintes autobiográficos, de este autor guatemalteco que hace
unos años figuró, con motivo, entre los mejores escritores jóvenes
latinoamericanos.
El
protagonista, trasunto del autor, se ha criado en Estados Unidos, donde se
exilió siendo niño. La novela comienza cuando el protagonista regresa a
Guatemala en busca de sus recuerdos, entre los que se abre paso lo que una vez
le contaron sobre un niño de cinco años, Salomón, que murió ahogado en el lago aledaño
a la casa donde la familia veraneaba; un niño que hubiera sido tío del
protagonista.
Los
recuerdos de toda una vía comienzan a fluir, y el lector conoce a los abuelos
polaco y libanés, los campos de concentración del nazismo, el exilio a otro
continente, la creación de nuevas familias, los exilios subsiguientes… Tres
generaciones de una misma familia a las que la historia lleva a deambular por
la geografía de medio planeta. Esto hace que el texto tenga reminiscencias
árabes, europeas, latinoamericanas, norteamericanas… Y entre todos esos
recuerdos de vez en cuando surge algo, una chispa, que ilumina algo más sobre
Salomón. Una vez es un dato, otras un silencio, algunas un reproche o una
discusión oía al azar. En medio de tanto drama, ¿qué pasó con Salomón? ¿Por qué a tantos les duele tanto? Al
final, cuando el lector lo comprende, el sentimiento es convulso no tanto por
la realidad en sí, sino por cómo las vivencias dolorosas de las personas hacen
que, al final, la preocupación no sea tanto lo que cada uno ha sufrido sino lo
que ha hecho sufrir.
Una gran
lectura.
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