Estaba avisado que de Murciélago (1997),
primera novela de Jo Nesbo y protagonizada por el policía noruego Harry Hole,
no era la mejor de la saga. Lo digo porque esa advertencia me llevará a leer
alguna otra, mientras que sin ella lo dudaría, ya que Murciélago es una novela
entretenida, trabajada, pero en la que echo de menos un poco más de cemento
entre los ladrillos que son cada uno de los breves capítulos; esa falta de
consistencia sitúa al lector como un observador distante y poco implicado.
Harry Hole, un tipo que arrastra problemas
personales considerables capaces de anularlo en cualquier momento, es un
policía enviado por su gobierno a Australia, para colaborar testimonialmente en
la investigación del asesinato de una muchacha noruega. Hole, sin embargo, con
el beneplácito de sus colegas australianos, acaba teniendo una autonomía y una
capacidad de acción -a las que solo su lejanía con el realismo resta algo de
verosimilitud- que aprovecha para moverse en los ambientes adecuados, para
enamorarse y, también, para trabar algo parecido a la amistad con el policía,
aborigen australiano, que se le asigna como compañero.
Espabiladico que es el chico, gracias a él se
llega a la conclusión de que el de la noruega no es el único crimen cometido
siguiendo el mismo patrón, lo que sitúa la acción en ese ámbito tan cómodo para
la novela negra como son los asesinatos en serie. Y a partir de aquí, la historia
avanza con el autor jugando al despiste, pero en general respetando el
principio de que los personajes no sepan más que el lector. Un consejo: no hay
personajes irrelevantes; antes o después casi todos son usados por Nesbo en esa
tarea de desorientación; lo aviso porque para cuando el lector se da cuenta,
han pasado ante sus ojos una caterva de señores a los que se ha podido prestar
poca atención porque aparentemente solo formaban parte del decorado. Mejor
andar con la memoria aguzada.
Al atractivo de toda novela negra bien
planteada, se une el de un escenario, Australia, desconocido y atípico para la
mayoría de los lectores, y el más alejado posible para el público noruego, pues
Australia es el territorio habitado más cercano a las antípodas de Noruega,
situadas en mitad del océano, más cerca de la Antártida que de la propia
Australia. Algo quiere decir, creo, acerca de los planteamientos, no sé si
literarios, comerciales o ambos, con que Jo Nesbo afrontó la escritura.
Como decía al principio, leeré algún libro más
de este autor. Al fin y al cabo ya estaba ahí antes de la explosión de la
novela negra nórdica y aquí sigue cuando lo más intenso de ella ya ha pasado.
Por algo será.
Por cierto, a título de curiosidad, se me ocurrió preguntar
en las redes por qué, por ejemplo, el nombre de los autores rusos publicados en
España no aparece escrito con el alfabeto cirílico y en cambio Jo Nesbo aparece
siempre como Jo Nesbø. La única respuesta recibida: es una pose para hacer más
exótico el producto.
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