Hay que leer Ya no somos
niñas. Es un libro excelente, maduro, de una categoría superior a casi todo
lo que se publica, lo cual es muy serio, aunque el argumento, de entrada,
parezca festivo.
Nos encontramos en el
futuro. En algún momento del siglo XXII o siguientes. Un mafioso malvadísimo,
O. Brayan, controla todo lo controlable en la ciudad donde discurre parte de la
acción. Una serie de mujeres se echa al monte (casi literalmente), comenzando
por la que se dedica a hacer masturbaciones piadosas a impedidos, y siguiendo
por un puñado más que sería largo enumerar, entre las que se encuentran
“renunciantes a la monogamia”, una chica mona y con pocas luces o una
prostituta de belleza legendaria. Todas estas señoras están unidas por la
necesidad de escapar de O. Brayan. Algunas por ser sospechosas de proteger o
esconder al “niño de Alburquerque”, al que O. Brayan quiere capturar no se sabe
por qué (se sabe, pero al final, y no pienso destriparlo); y otras, por
ejemplo, por haber “perdido” un paquetito de droga o por su disidencia en el
club “monógamo” controlado por el mafioso. Si el dicho indica que detrás de todo
gran hombre hay una gran mujer, en Ya no somos niñas detrás de casi cada
una de estas grandes mujeres corretea un pequeño desgraciado. Pero en cualquier
caso, la conducta de este grupo es interpretado por el mundo como una
“revolución femenina”, lo que le otorga un halo épico que refuerza la narración
en forma de “investigación periodística” sobre “qué pasó realmente en...”
que contribuye a hacer más interesante e intensa cada una de las líneas.
Sin embargo, el argumento no
es el fin de esta novela, sino el medio del que se sirve el autor para
bombardearnos con un sinfín de críticas al mundo actual. Un mundo que, desde el
futuro, aparece ridiculizado; los avances de los que ahora nos sentimos
orgullosos aunque no tengamos ni idea de cómo funcionan, son las antiguallas
que harán reír a nuestros igualmente ignorantes nietos. No deja de ser
divertido que nos creamos tan serios e importantes cuando sabemos que alguien
igual que nosotros, en algún momento, nos verá solo como pobres pringadillos
que se creían los reyes del mambo. Al mismo tiempo, el mundo de las Ya no
somos ha superado la religión y buena parte de las convenciones sociales,
de las que apenas quedan vagos restos; incluso la política parece haber
desaparecido del mapa por innecesaria, aunque algún vestigio queda. Lo que sí
ha pervivido, en cambio, es el interés y el miedo, como si el mundo viviera en
la “paz de la corrupción”.
Con esos mimbres, las
situaciones son tan increíbles que incluso las más violentas se hacen
divertidas, y ese humor constante y en segundo plano es el que hace digerir sin
esfuerzo la crítica y la enorme carga de violencia que el ser humano genera
incluso cuando todo “va bien”, porque no hay mayor violencia que cuando nadie
disiente de nada.
En ese avance al “todo vale”
hasta hacer normalidad de lo que hoy es excepción, el sexo ha evolucionado de
igual manera. Está presente a cada momento. En unos casos, como las “exmonógamas”, es la forma de afirmar su “liberación”; en otros, como en el del estrafalario exceso programado por O. Brayan parece una forma de canalizar la
frustración, la insatisfacción permanente del ser humano que le obliga a buscar
la solución a todos sus males dando siempre un paso más allá. En el caso de la
“masturbadora piadosa” es su manera de socorrer al desdichado, de acercarlo a quien no lo es. Aunque quizá lo más curioso sean los motivos de “la Diosa”, que se descubren al final, y que no
dejan de ser chocantes a la vista de todo lo anterior. No me resisto a señalar,
como culminación del proceso de “siempre un paso más” a que conduce la
permanente insatisfacción con el presente, que el club de referencia para el
despendole femenino lleva por nombre “Black and black and black and more
black”.
Como ya he dicho, el libro está escrito en plan
“investigación periodística”, alternando hechos y “declaraciones” de algunos de
los personajes. Utiliza también, como recurso humorístico, las notas a pie de
página dirigidas a un lector del futuro para explicarle las rarezas de la vida
en el siglo XXI. Esta forma de escribir da mucho dinamismo, y permite el
efecto, siempre cómico, del contraste de pareceres, y la relación directa entre
autor y lector. Además, la redacción es excelente y proporcionada; si hay algo
que me haya llamado la atención es precisamente la sensación de
proporcionalidad, de solidez. Y no es poca cosa, porque en un mundo tan
estrafalario como el de las Ya no somos, hubiera sido fácil acabar
desbarrando, recreándose en lo anecdótico hasta acabar perdiendo el hilo
conductor.
En resumen, un libro que nadie se arrepentirá de leer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario