Un matrimonio de clase alta contrata a una empresa de restauración para organizar una celebración en su mansión en el campo. Al frente resulta estar un cocinero que, con el correr de los años, ha tenido ocasión de conocer los secretos más inconfesables de los anfitriones y de algunos invitados. Sin embargo él nada le importa qué haya hecho cada cual, pues su vida son sus fogones, y vive ajeno al miedo y odio que su presencia despierta, pensando solo en el éxito de tal plato o tal postre. Sin embargo todos, al reconocerlo, temen su indiscreción e, íntimamente, desean la solución más drástica para sus miedos: la muerte del pobre chef.
Sobre esta base Carmen Posadas construye una historia sobre las debilidades, el sentimiento de culpa y la forma en que las personas hacen o no frente a cuanto de vergonzoso o reprobable tienen en su pasado. Todo, además, envuelto en un aura determinista merced a los presagios de una adivina.
Es un libro de factura regular, sin altibajos, que se lee bien y es entretenido, y donde pueden reconocerse algunos de los elementos más recurrentes de Carmen Posadas: el primero, que buena parte de los personajes pertenecen a la clase social “alta”; son personas adineradas, algunas desengañadas (hace tiempo que han comprendido que el dinero no lo es todo o están en trance de comprenderlo), y otras son ególatras irremediables viviendo el sueño de creerse pequeños dioses; otros solo son, a causa de su trabajo, “respetables”, aunque sus miserias y mezquindades les hacen sentirse o parecer tramposos ante sí mismos; y el resto, los más “despreocupados”, son gente “normal”, con algún ramalazo de locura en casos concretos. En todo lo cual se reconoce la falsedad de las apariencias y la importancia que a ellas se da en las “altas esferas”, haciendo de sus vidas una farsa interpretada por pobres diablos que apenas llegan a ser consientes de su verdadera realidad. Por último, el libro está escrito en el habitual tono de Posadas, entre irónico y condescendiente, que sitúa al autor y al lector por encima de los personajes, como si estos fueran insectos que se afanan en sobrevivir e imponerse unos a otros o al destino, ante la divertida mirada del niño que los observa y que dentro de un minuto los habrá olvidado.
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