En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

domingo, 15 de mayo de 2011

Maldito Karma - David Safier




          Maldito karma es una de esas novelas que justifican la afirmación de que nada tiene que ver la cifra de ventas con la calidad literaria. Maldito karma es a la literatura lo que al cine películas como “cariño, he encogido a los niños”. Es decir, divertimentos inocentones para pasar por caja. Nada que ver con el arte. 

          En consecuencia, se lee rápido y sin complicaciones; hasta el más tonto podrá comprender desde la primera a la última línea, pero aunque este libro pueda entretener y hasta hacer sonreír, jamás podrá apasionar, porque las sonrisas que arranca provienen del gag tonto, de la chorradilla, de los cabreos-pataleta de la protagonista y de sus maldiciones poco naturales que quieren pasar por ingeniosas. Pero es un humor sin crítica, sin mala leche, un humor simplón que no construye nada ni hace pensar a nadie, que no es una actitud ante la vida sino una burda actuación.

          El argumento –o más bien la excusa para vender- es el siguiente: una presentadora de televisión (lógicamente preocupadísima por su celulitis y otras maldiciones bíblicas similares que se supone que tienen que hacer mucha gracia al lector) llega a la cúspide de su profesión: recibe no sé qué premio y esa misma noche se cepilla a un presentador buenorro de la competencia (polvo, por supuesto, parecido a un terremoto). Luego, al salir a tomar el fresco y a reflexionar sobre las aguas que hace su matrimonio, le cae encima el lavabo de una estación espacial rusa (aquí hay que reírse), y hace lo que cualquiera en esos casos: se muere.

          Se muere y... resucita convertida en hormiga. Buda le explica que ha sido muy egoísta y que ha acumulado “mal karma”, así que ahora, si quiere ir “prosperando”, tendrá que ir acumulando “buen karma”. Y ella desea prosperar para poder influir de alguna manera en la suerte de su pobre hijita; más dudas tiene sobre su matrimonio, que tenía por finiquitado. Para que la hormiga-protagonista tenga excusa para sufrir y darse prisa en acumular buen karma para poder salirse con la suya, se la llevan los demonios (es un decir, porque Buda no tiene mucho que ver con los infiernos) cuando ve que una antigua amiga que le echó los tejos al marido ha reaparecido para consolar al ahora viudo, y amenaza también con suplantarla como madre.

          Para colmo de “risa” conoce a una hormiga que es nada menos que Casanova reencarnado (o, mejor dicho, una versión bobalicona de Casanova), y que a lo largo de la novela le va echando manos (o patas, más bien). Pues bueno, pues vale, pues me alegro.

          La protagonista, tras ser hormiga es conejo, lombriz, ardilla, vaca, perro y puede que alguna cosa más (ya no me acuerdo). Entre medio suceden cosas muy “graciosas” (conejos subiendo y bajando de un camión, gatos rasgando vestidos de novia y todas esas cosas que recuerdan a las malas comedias americanas que quieren hacer reír descalabrando a alguien por las escaleras o haciéndole caer un cubo de pintura en la cabeza), y al final, tras haber acumulado buen karma (cosa que se consigue de forma insultantemente simple), Buda le da la ocasión de reencarnarse en una señora gordísima que no es nada estética porque claro, los gordos, ya se sabe. Y qué gracia que una famosa presentadora de televisión sea una señora gordísima y sudorosa, y qué gracia que la infecta gordinflona pueda despertar algún tipo de sentimiento en el presentador buenorro y en el marido (no por ser gorda, claro, que los gordos no despiertan mas que compasión o asco, parece decir la novela, sino por lo que ven en sus ojos). En fin... Sin comentarios. 

          El desenlace (final feliz de peliculita ñoña) tiene tal nivelazo que Buda usa su propia tripa para que la protagonista vea en ella, como en un televisor, lo que ocurre en el mundo. En serio: lo digo porque es así, no porque me haya pimplado un litro de whisky sin respirar. 

          Así que nada, quien quiera vender unos cientos de miles de libros, que no se rompa la cabeza e imagine alguna divertida historia en la que un fulano ligón y guaperas en la cúspide de la fama se convierte a alguna de estas religiones que prometen un cielo lleno de chicas cariñosas. El sujeto en cuestión la diña tras derrumbársele encima la Torre de Pisa, y alcanza así un cielo donde su harén estará formado por... su esposa, sus tres ex esposas, y todos sus antiguos ligues y ligoteos, incluyendo un transexual con el que pasó una noche loca un día de borrachera. ¡Y a triunfar!



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