Recopilación de cuentos inconexos que tienen en común la época en que fueron escritos (finales de los años 40) y la mezcla irónica de realidad y fantasía. Fantasía absurda, pero fantasía divertida, como cuando la campanilla del timbre muerde el dedo de uno de los personajes y el que viene detrás la mata de un tiro.
Usar de esta forma la fantasía, lo inverosímil, permite algunos finales duros, como si la “irrealidad” los dulcificara o los hiciera asumibles, y deja claro que hasta para soportar las cosas malas e inevitables necesitamos excusas. En estos cuentos, además, se mezcla la dureza con el humor, y el resultado de la contradicción no deja indiferente. ¿Pero cuál es el mayor mérito de Vian? Hacernos visibles desde el absurdo, reconocibles desde lo irreconocible, mostrarnos en el espejo la imagen deformada y que al verla digamos “¡andá, si soy yo!”, hacernos reír de nosotros mismos y, a veces, hacernos sentir pena de ser como somos.
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