En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 28 de septiembre de 2020

El caso Paternostro - Carlo F. de Filippis

 



Alfaguara me ha puesto fácil hacer una reseña a la contra aprovechando esas mentirijillas que las editoriales ponen en fajas y solapas. Ya saben ustedes a qué me refiero: el libro que mañana tengan en las manos en cualquier librería, sea cual sea, será heredero de grandísimos escritores y depositario de un sinfín de virtudes que enlazan con lo mejorcito del género, de la época o de lo que se tercie. Un libro con sabor a macedonia de éxitos y... Hombre, bien está contar las excelencias de un libro, pero la exageración y la desfachatez me repatean las tripas y se cargan toda credibilidad. Y es que la faja compara a de Filippis con Dazieri (bueno, vale, esta semejanza es acertada pero no implica un gran mérito literario, dado que ambos practican la escritura comercial, lo que provoca que compartan ciertos recursos comunes; por cierto, también comparten editorial en España, por lo que la comparación supone una hábil doble publicidad), Lemaitre (¿¿¿??? Lemaitre no se parece a de Filippis en nada, ni en la calidad de su literatura ni en los argumentos) y Camilleri (¿en qué se parecen de Filippis y Camilleri salvo en la nacionalidad?). Por último, la portada es para nota: ¿qué tiene que ver el oscuro chucho que la ocupa por completo con la historia que narra El caso Paternostro? Nada, más allá de que en la segunda o tercera página la familia del comisario ha perdido a su perro, que se ha escapado en el parque, y sus hijos se pasan la novela buscándolo. Será que a los amantes de los animalitos se nos afloja el bolsillo cuando vemos uno mirándonos fijamente desde la portada de un libro. Por último, no sé si puede achacarse a la editorial o al autor el rimbombante apellido que aparece en el título y que, lógicamente, es el del primer fiambre de la novela: El caso Paternostro es mucho más evocador que El caso García o El caso Pérez, pero el papel de Paternostro podría haberlo cumplido perfectamente cualquiera de los Pérez o García del mundo.

En fin…

La novela, segunda protagonizada por Salvatore Vivacqua, policía de Turín al mando de la brigada de investigación de homicidios (pero la primera publicada en España) parte de un asesinato con truculentas torturas añadidas: el de un pintor más o menos cotizado; los policías no dan pie con bola y el asesino vuelve a actuar; y siguen sin dar pie con bola y vuelve a actuar… Y así varias veces, al estilo de Márkaris y de tantos otros. Al final aparecen puntos en común que permiten relacionar las cosas y, a fuerza de actuar, alguna metedura de pata debe tener el angelico; y entonces, claro, lo trincan; aunque, eso sí, con mucha acción bien traída para que la emoción no se reduzca. Ya se sabe: “¡ay, que casi lo pillo!” y “¡ay, que casi me mata!”.

Como tantos otros escritores de novela negra, de Filippis ha tratado de vincular su personaje a una ciudad, lo cual siempre es garantía (comercial) de algo. Pero no puedo decir que haya conseguido hacer de Turín un personaje más de la novela. Aparte de la lluvia, el retrato de la ciudad es pobre.

El argumento, manido, cumple su función: entretener. Echo de menos más claridad en algunas cosillas (ciertos procesos mentales del protagonista que llevan a relacionar unas cosas con otras están traídos por los pelos, cuando no epifanizados milagrosamente) y tampoco me han gustado otros aspectos –como ciertos hábitos culinarios del malvado de turno- sin sentido y carentes de significación, pues su única función es horripilar al personal y crear un par de escenas impactantes que el lector pueda recordar. Especialmente exasperante es el tema de las huellas dactilares: quien lea la novela sabrá a qué me refiero, pero además de un recurso para provocar la intriga es, sobre todo, me temo, un modo facilón de que el autor no deba crear un elaborado modus operandi para su criminal. 

El modo de escribir es correcto, sin florituras, destinado a un público que busca entretenerse, el libro se lee bien, con facilidad, está bien estructurado, escrito para dejar al final de cada capítulo o partes de él un interrogante que haga seguir leyendo… Volviendo a lo del párrafo anterior, sirve para lo que está concebido: entretener.

Así que, siendo una novela muy correctamente ejecutada siguiendo en patrón de las factorías de best sellers (otros llaman a estas novelas fast food), El caso Paternosotro gustará a muchos lectores y servirá para pasar el rato al resto en esos días en que apetece más entretenerse que pensar.  


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