En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 29 de mayo de 2014

La calma del más fuerte – Veit Heinichen



Sexta novela del comisario Proteo Laurenti. Novela que ofrece síntomas de agotamiento. Pero antes de señalarlos, el argumento:

La inspectora Pina, que sigue compartiendo protagonismo con Laurenti, es mordida por un pitbull cuando practica ciclismo por la zona fronteriza del Carso. De hecho, toda la acción transcurre entre Italia y Eslovenia. La asiste un discapacitado que llega montado a caballo, y la conduce a su modesta casita: una mansión tremebunda donde vive con su papá, un amable caballero que siempre lleva guantes y que está hecho un tiburón de las finanzas internacionales; un tipo que nos es pintado como uno de esos caballeros que tras un vistazo de reojo a una pantalla llena de números dicen “compra” o “vende” y el mercado de futuros del maíz se viene abajo o pega un brinco hasta la estratosfera, lo que convenga al buen señor; en resumen: un perfil peliculero, simplificado y exagerado.

Padre e hijo tienen dinero como para inundar el planeta, aunque cada uno va a su aire; mientras el padre es un especulador, el hijo parece tener otro tipo de objetivos más elevados. Entre los cuales, por cierto, pronto se encuentra Pina.

Vista aérea del paso fronterizo
donde transcurre parte de la acción
Entretanto otros buenos señores vinculados a la mafia se dedican a organizar peleas clandestinas de perros donde se mueve un dineral en apuestas, y el lugar elegido para la ocasión es la tierra de nadie entre Italia y Eslovenia, coincidiendo con el acontecimiento que marca toda la novela: la apertura de la frontera por la ampliación del acuerdo de Schengen (lo que sitúa la acción en 2004) y la pachanga que se organiza para celebrarlo, con asistencia de la flor y nata de la política y de la economía (aunque, parece mentira, con lo detallista que es Heinichen para otras cosas aquí se le han escapado bastantes). Además, y con esto arranca la historia, el malo malísimo de la mansión, aunque ahora es un señor honorable contra el que nadie tiene nada, tuvo en el pasado unos socios poco recomendables, a quienes ahora desprecia y quienes han decidido apiolarlo. Claro que él se entera del asunto (que para eso es muy listo) y se encarga de liquidar a su asesino. Y así es como empieza la novela, con el asesinato de un pelagatos dedicado a todo tipo de chapuzas ilegales. Cómo se enlazan la manipulación de las finanzas internacionales con las peleas de perros en un descampado y el matonismo más salchichero, lo sabrá quien lea la novela. 


Vista del paso fronterizo, todavía en Italia. Eslovenia, a 100 metros.

Si he dicho al principio que La calma del más fuerte da síntomas de agotamiento es porque aunque el final tiene un ritmo muy elevado, la primera mitad es bastante lenta y porque, sobre todo, la prueba de que los personajes ya dan poco de sí es que los hechos se van enlazando unos con otros y ni Proteo Laurenti ni la inspectora Pina deben hacer grandes esfuerzos para que las cosas cuadren. Más que investigadores, son certificadores de evidencias, aparte de alguna acción aislada. Tampoco forman un dúo especialmente integrado ni coordinado literariamente hablando. De hecho el comisario anda de acá para allá preparando las navidades, que va a pasar toda la familia junta por primera vez en mucho tiempo, lo cual es el toque “costumbrista”, aunque en esta ocasión no está demasiado logrado; Pina, por su parte, lo que hace no es tanto investigación como dejarse querer con Sedem, que así se llama el pintoresco galán del corcel. Una de esas casualidades que tanto ayudan en literatura a falta de ideas más originales. Y los nuevos personajes, ya he dicho, resultan demasiado tópicos.


Línea fronteriza

Respecto a los antiguos, Galbano no solo pierde peso en esta ocasión, sino que se diría que aparece para que no nos olvidemos de él. Marietta, en su sube y baja permanente, en esta novela la vemos arisca con el mundo. Y volviendo a Laurenti y su familia, parece que la gracia vuelve a estar en que sus numerosas transgresiones de las normas de convivencia quedan siempre superadas gracias a las influencias de papá cuando no, directamente, a que el propio Laurenti tapa las vergüenzas familiares con su propia y contagiosa desvergüenza.

Entre Italia y Eslovenia hay otros muchos pasos fronterizos en los
alrededores de Trieste, algunos en sinuosas carreteras secundarias.
Lo mejor, sin duda, es la forma en que se lían las cosas para que todo esté relacionado con todo. Pero en ese armónico mejunje, insisto, los protagonistas son los delincuentes (incluso hay un perro que nos cuenta su historia), mientras que quien da excusa a la novela, el comisario Laurenti, casi podemos decir que pasaba por allí. Trieste y su entorno, que siempre es protagonista, también comienza a agotarse; aunque Heinichen es minucioso en los datos y siempre aporta nuevos, lo cierto es que en una sexta novela las peculiaridades de los territorios fronterizos aportan ya pocas sorpresas. Tampoco falta, y no lo digo en sentido elogioso, los “problemas” con los capitostes de Roma, que obviamente “no saben nada” y se desentienden de todo (otro tópico) pero para eso están los héroes de las novelas, capaces de luchar contra los elementos internos y contra el enemigo externo al mismo tiempo. Y todo sin descuidar totalmente las obligaciones familiares.

En definitiva, una novela solo relativamente entretenida y bastante pobretona desde el punto de vista de la originalidad, pues los tópicos en los que se basa apenas quedan disimulados por el ornato supuestamente especial de Schengen y el fiestorro, ni por las costumbres navideñas que cambian el día a día que hasta ahora conocíamos del comisario y su familia.



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