Alberto Moravia terminó de escribir La mujer leopardo pocos días antes de morir, lo cual no quiere decir que esta obra tenga aire de despedida. Otra cosa es que, como se apunta en el epílogo, Nora, la esposa del protagonista, represente la vida. Porque Nora, la mujer leopardo, es incomprensible, inapropiable e inasible.
¿Pero estamos entonces ante la visión de la vida expuesta por un autor que ve inminente la muerte? Es una idea romántica, pero creo que algo retorcida, porque los temas que aquí trata Moravia no son ajenos a otras de sus obras. Además La mujer leopardo es, explícitamente, una novela sobre los celos. Sí, seguro que también pueden interpretarse simbólicamente como el miedo injustificado a lo que nuestra propia vida pueda estar haciendo con nosotros a nuestras espaldas, pero hay tantos miedos y tantas inseguridades, que cualquiera de ellos puede fundamentar una novela sobre lo incomprensible de la existencia; lo mismo los celos que los complejos de inferioridad que aquejan a tantos que se creen superiores, o la inseguridad que otros tratan de aplacar con la vanidad o la avaricia. Los ejemplos son muchos, pero no creo que Moravia haya elegido los celos para hablar de la vida, o no solo para hablar de ella, porque hay otro tema que siempre está presente en sus novelas: la relación entre hombre y mujeres. Los celos, en realidad, le permiten matar dos pájaros de un tiro.
El protagonista, Lorenzo, periodista, está muy orgulloso de la belleza de su esposa, Nora; tanto que decide “lucirla” en una reunión con el director del periódico donde, por casualidad, está el propietario, un cincuentón llamado Colli. Nora y Colli apenas hablan, pero Nora advierte, y así se lo dice a su marido, que entre ambos ha habido una suerte de entendimiento inconsciente, lo cual basta para alertar a Lorenzo.
Ocurre además que Nora se opone a acompañar a su marido a un viaje a Gabón, donde también van a ir Colli y su esposa. Cuando Lorenzo inquiere los motivos, Nora acaba confesando que no se fía de lo que pueda ocurrir entre ella y el desconocido Colli. Para colmo, acaba siendo Colli y no Lorenzo quien vence la resistencia de la mujer y la convence para ir a Gabón.
Y allí se van, más de vacaciones que de trabajo, los dos matrimonios. Si entre Nora y Colli pasa algo o no y qué es ese algo, que lo juzgue el lector; verlo, no lo llegamos a ver; ni siquiera a intuir si no fuera por las numerosas frases con que Nora deja abierta la puerta a todo, y que uno tiene a interpretar como afirmativas porque en otro caso mantener la incertidumbre de Lorenzo sería una crueldad gratuita. Claro que la vida es cruel e incomprensible, y quizá Nora, como he apuntado antes, representa la vida.
El tormento de Lorenzo es doble: por una parte, lo que imagina, la rabia que le produce, el amor propio mancillado, la inseguridad que produce el sentirse ninguneado, el no saber qué hay que hacer para no perder; aunque él mismo reconoce que son celos y que los celos, por definición, son infundados. Pero es que Ada, la esposa de Colli, también está celosa, y no solo imagina, sino que asegura y no deja de decirle a Lorenzo lo que los otros dos estarán haciendo en cada momento. Porque si algo cierto hay es que Nora y Colli pasan mucho tiempo juntos.
Alberto Moravia (1907-1990) Moravia era el apellido de su abuela paterna. Su verdadero nombre era Alberto Pincherle |
El marco en el que todo transcurre es un oasis de civilización rodeado de una selva impenetrable, como para remarcar el aislamiento del ser humano ante el misterio de la existencia; como si fuera de uno mismo y de su vida incomprensible no hubiera más que eso: la selva.
Qué ocurre, ya lo he dicho, aunque el desenlace es inesperado. La conclusión es que a menudo perdemos el tiempo, las fuerzas y la paciencia temiendo fantasmas; que en otras ocasiones los fantasmas son reales pero no por ello tienen más poder sobre nosotros del que nosotros les consintamos; y, por último y volviendo al principio, plantea la reflexión de hasta qué punto nuestra vida es nuestra o es nuestra vida la que nos domina y nos zarandea a su antojo sin que podamos hacer demasiado por evitarlo. A este respecto, el destino de Colli es significativo.
La novela es, como casi todo lo de Moravia, de un nivel muy elevado. De forma breve y sucinta se exponen ideas y sensaciones de una gran complejidad (de hecho, lo único que chirría alguna vez es cómo Lorenzo puede amargarse tanto la vida a pesar de la lucidez de muchos de sus pensamientos). Moravia es capaz de extraer la raíz de los sentimientos y exponerla a la luz despojada de toda la maraña de circunstancias que habitualmente sirven de excusa para no reconocer la propia debilidad y que acaban por ocultar la realidad, y exhibe todos los procesos derivados sin prisa pero sin pausa. Por eso, aunque el libro sea relativamente breve, hay que leer despacio (es de esas lecturas que se saborean), porque todo es significativo, no hay frases ni escenas inocentes; nada sobra, todo tiene su razón de ser.
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