El primer caso de Montalbano (Serie Montalbano, 12)
A mi juicio, uno de los mejores libros de Montalbano de los doce que llevo leídos, formado por tres relatos que constituyen, cada uno, una pequeña novela. Tres relatos escritos en diferentes momentos del tiempo del autor y del tiempo del personaje. Vemos así a Montalbano cuando llegó a Vigàta y otros casos situados en un momento posterior. Vemos también que los secundarios cambian bastante de perfil de un relato a otro (Fazio lo tiene aquí mucho más definido, Mimí Augello algo menos, y las locuras de Catarella son cambiantes dentro de un mismo tipo), e incluso hay o deja de haber algunos personajes que se echan de menos en este libro o en los anteriores (así, por ejemplo, en el relato El primer caso de Montalbano no se menciona siquiera a Livia, pero tampoco vuelve a aparecer en otras novelas la psicóloga del último de los tres casos de esta obra).
Cada vez me gustan más estos libros de relatos “montalbanescos”, porque dice mucho de la forma en que escribe Camilleri. Da la sensación de que cualquier idea que pasa por su mente se transforma en una historia y que, en función de lo larga o corta que le sale, acaba en forma de novela o como parte de un libro de relatos. De este modo el personaje y las historias adquieren mucha frescura, porque no están ceñidas de antemano a un determinado patrón. Esto, unido a lo prolífico de Camilleri, hace que lo que no sea aprovechable para una cosa lo sea para otra.
El primer relato tiene un argumento curioso. Comienza con el asesinato de un pez (sí, he dicho bien) y continúa con el de otros animales. Al principio parece una locura digna de no ser tomada muy en serio, pero pronto todo apunta a un crimen ritual. El reto es anticiparse, y Salvo Montalbano es para ello tan pito como suelen ser todos los protagonistas de las novelas; eso sí, en la historia participan secundarios que valen su peso en oro solo por su pintoresco aspecto, y que dan forma al universo de Vigàta, como en este caso ocurre con el anciano erudito, quisquilloso y zampador de biberones que lleva por nombre Alcide Maraventano.
El segundo relato es el que da título al libro: El primer caso de Montalbano. El comisario, rescién ascendido, acaba de llegar a Vigàta, y la historia de su primer caso se alterna con un chorro de información que hará las delicias de los seguidores de Montalbano: su ascenso a comisario, el traslado a Vigàta, la localización de Marinella y en alquiler de la casa, el primer contacto con sus subordinados, con la mafia local, con la trattoria San Calogero, etc. En cuanto al caso en sí, una guapísima chica es sorprendida con una pistola, pero se niega a decir qué pretendía hacer con ella; y, en realidad, se niega a decir cualquier cosa con una obstinación enfermiza. Como casi siempre le ocurre al comisario, la curiosidad le impele a forzar el cumplimiento de sus obligaciones. Unamos que la chica tiene un origen bastante más que modesto enlazado con la Sicilia profunda, que Montalbano se ve metido en un incidente de tráfico que acaba relacionado, y que algún mafiosillo anda por en medio –con sus relaciones de rigor- y tenemos el cuadro completo.
El tercer y último relato, situado temporalmente en un momento muy posterior, cuenta cómo, durante una tradicional comida campestre interrumpida por una tormenta, una niña de tres años desaparece y vuelve a aparecer dos o tres horas después ante una casa situada cinco o seis kilómetros más allá de lugar de la excursión. Si alguien se apiadó de la niña en la tormenta o si fue un secuestro, es lo que Montalbano trata de desentrañar. Y la historia no defrauda, porque aunque el lector tiene sospechas que se acaban confirmando, Camilleri es capaz de seguir sorprendiendo, porque no toco acaba donde parece.
Y, como siempre, con los salmonetes que Montabano come en este libro, podría alimentarse un regimiento. Aunque yo me quedo con los entrantes a base de queso y olivas negras.
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