La
buena de Albertina vive con su segundo marido, Bernardo, un pánfilo que se
dedica a pintar “flores, frutas y pájaros”. Pero he aquí que una noticia viene
a perturbar la paz: el primer marido, Ulises Marabú, célebre antropólogo que se
dio por muerto en África quince años atrás, ha sido encontrado con vida y se
disponen a traerlo de vuelta a España.
En consecuencia, el matrimonio de
Albertina y Bernardo no es válido, y tan patitiesos quedan ambos que la
servidumbre se dedica a cobrar entrada para que la gente pueda verlos pasmados.
Este recurso permite al autor, además de aumentar al límite lo grotesco, dar cabida en la historia a un número de
personajes elevado. Quizá demasiado.
La tragedia aumenta cuando don
Ulises Marabú es traído en una jaula: tras quince años por esos mundos se ha
vuelto antropófago. De ahí que el eminente profesor considere que como mejor están
las rubias es con patatas; y que en la jaula donde sigue recluido para evitar
que se papee a alguien, se dedique a hacer recetarios del tipo “cazador en salsa”, “cómo se rehoga
un ingeniero agrónomo” o “para conseguir que esté blando un fiscal”.
Este es el planteamiento. Del
desenlace poco puede decirse sin destripar las cosas, aunque la obra es lo
bastante conocida como para que la mayoría lo sepa ya. Solo diré que, a mi
juicio, es lo peor, por ser demasiado abrupto.
El final pretende sorprender, pero
hasta él Como mejor están las rubias es
con patatas es una obra sin otra aspiración que divertir, y lo consigue a
través de diálogos y situaciones fluidas donde lo panoli se alterna con lo
caricaturesco. No obstante, el humor es algo irregular, y claramente por debajo
de lo mejor de Jardiel. Al hilo de la antropofagia se juega con el doble
sentido de algunas palabras, produciendo un efecto cómico inocentón, sin carga
crítica. Por fortuna, hay destellos de ingenio que llegan a ser brillantes, en
especial un breve fragmento del último acto que no desmerecería en ninguna
antología de humor negro.
En
resumen, una obra de teatro lo bastante divertida e inofensiva, tan poco ligada
a su tiempo (salvo por la caricaturesca visión de África) como para que su
humor perdure, tan autosuficiente como
para que pudiera ser hoy representada sin alterar una coma. Sin embargo, como
he dicho, no destaca dentro de la obra de Jardiel. Estando escrita en 1947
(murió en 1951), da la sensación de que se deja llevar por
toda la obra que le antecede, sin aspirar a mejorar nada.
¡Hola! Soy nieto de Jardiel Poncela. ¿Me podéis mandar un correo electrónico para ponerme en contacto con vosotros? Gracias.
ResponderEliminarPulsa en donde pone "aquí".
ResponderEliminarhttp://librosyhumor.blogspot.com.es/p/libros-clasificados-por-orden-de-autor.html