Este libro toma su título
del primero de los ocho relatos que lo componen. Excepto el brillante cuento del hombre
fracasado que encuentra su liberación fingiendo, a solas, ser un director de
orquesta y el del mayordomo espabilado, todos los demás tienen algo de
variación del cuento de la lechera; tanto el primero, donde dos caraduras idean
el negocio de cobrar a los agraviados por periodistas a cambio de zurrarle a
estos, como el conjunto de relatos que tienen por protagonistas a Claude y
Gordon, dos muchachos que trabajan en una gasolinera rural; Claude es un loco
de los galgos y anda obsesionado por diversas formas de pegar “pelotazos”, como
si en la vida el objetivo fuera siempre lograr lo más con lo menos, haga uno lo
que haga, hasta el punto de idear “efectivos” métodos para la caza furtiva del
faisán. Gordon, por su parte, es más reflexivo, pero se deja llevar. Desde la
caza "imaginativa" a la manipulación de las carreras de galgos, hacen a todo, siempre
buscando éxitos fulminantes.
Sería demasiado largo comentar todos los relatos, pero todos tienen algo en común: un humor más o menos negro, pues se funda, salvo excepciones, en la idea de salir el tiro por la culata, y también un humor más vinculado al argumento que a situaciones concretas, de forma que apenas hay lugar para el gag o los malos entendidos, por lo que el buen humor del lector es más un estado que un efecto, y a veces se hace esperar, porque a menudo es el final lo que da el toque de humor necesario para calificar el relato como humorístico, y aquello que marca también al lector haciéndole recordar la historia, dándose el caso de que otros finales hubieran acercado el relato a otros géneros. Claro que con Claude y Gordon a medida que se dejan atrás los relatos el lector ya no necesita llegar al final para reírse de esa pareja de incautos, porque ya sabe que lo son. Y por si eso no bastara, el último relato, el de los faisanes, siendo muy divertido de principio a fin tiene un final genial donde converge lo inesperado con la ingenuidad y lo grotesco. Curiosamente, para mi gusto el menos gracioso es el primero, La venganza es mía SA, el que da título al libro, quizá porque los personajes acaban recreándose en la idea de propinar una paliza a alguien -lo cual no es muy gracioso-, porque son demasiado egoístas, bestias e irreflexivos, y porque lo que están haciendo es demasiado evidente como para que su ingenuidad pueda hacer olvidar nada.
Sería demasiado largo comentar todos los relatos, pero todos tienen algo en común: un humor más o menos negro, pues se funda, salvo excepciones, en la idea de salir el tiro por la culata, y también un humor más vinculado al argumento que a situaciones concretas, de forma que apenas hay lugar para el gag o los malos entendidos, por lo que el buen humor del lector es más un estado que un efecto, y a veces se hace esperar, porque a menudo es el final lo que da el toque de humor necesario para calificar el relato como humorístico, y aquello que marca también al lector haciéndole recordar la historia, dándose el caso de que otros finales hubieran acercado el relato a otros géneros. Claro que con Claude y Gordon a medida que se dejan atrás los relatos el lector ya no necesita llegar al final para reírse de esa pareja de incautos, porque ya sabe que lo son. Y por si eso no bastara, el último relato, el de los faisanes, siendo muy divertido de principio a fin tiene un final genial donde converge lo inesperado con la ingenuidad y lo grotesco. Curiosamente, para mi gusto el menos gracioso es el primero, La venganza es mía SA, el que da título al libro, quizá porque los personajes acaban recreándose en la idea de propinar una paliza a alguien -lo cual no es muy gracioso-, porque son demasiado egoístas, bestias e irreflexivos, y porque lo que están haciendo es demasiado evidente como para que su ingenuidad pueda hacer olvidar nada.
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